El patriarca Nikon,
destacado reformador de la Iglesia ortodoxa, apareció en el escenario político
del siglo XVII en una época que determinó en mucho el desarrollo posterior de
la sociedad y el Estado ruso. Su figura es comparable a la del cardenal
Richelieu en Francia. Sus principales aspiraciones eran simplificar el culto
ortodoxo cuanto fuera posible acercándolo a la comprensión de los feligreses
rusos; inspirar una devoción verdadera y no solo formal; y lograr una sólida
autonomía de la Iglesia respecto al Estado, en un tiempo de fortalecimiento del
absolutismo en Rusia.
El patriarca Nikon, nació
en mayo de 1605 en la población de Veldemánovo, provincia de Nizhni Nóvgorod.
Su padre era campesino y pertenecía a la minoría étnica de los maris. A los 12
años de edad Nikita huyó a un monasterio local tras un conflicto con su
madrastra. Allí aprendió el alfabeto, las bases de la vida monacal y obtuvo
cierta afición a la lectura. Más tarde, al parecer tras la muerte de su padre,
los parientes le instaron a volver a la vida secular para sustentar a su
familia y le obligaron a casarse. Al apreciar sus conocimientos, los
parroquianos de una aldea vecina le invitaron a servir de cura cuando tenía 21
años de edad.
Con su mujer tuvo tres
hijos pero todos ellos murieron a temprana edad. Fue entonces cuando Nikita
Minin decidió alejarse de la vida secular. Se trasladó a la ermita de Anzerski,
situada en una de las islas Solovetskie, en el mar Blanco, donde adoptó el
nombre de Nikon. Tres años después fue a Moscú para recaudar dinero para el
monasterio y fue allí donde conoció al joven zar Alejo I. El monarca quedó
impresionado por el nivel intelectual del monje, por su idealismo y por su
determinación de reformar la Iglesia ortodoxa rusa. Nikon convenció al zar de
la necesidad de corregir los libros litúrgicos de acuerdo con los auténticos
textos de las comunidades cristianas griegas. El zar dispuso que tal trabajo se
llevara a cabo en Moscú y además encomendó a Nikon que encabezara el monasterio
del Salvador en la capital rusa.
Además de ser
plenipotenciario en los asuntos espirituales, Alejo otorgó al religioso poderes
para administrar justicia y le concedió el derecho de liberar presos de los
calabozos siempre que lo considerara oportuno. Nikon elaboró durante su estadía
en Nóvgorod el programa de modificaciones en las costumbres y las prácticas
religiosas que deberían, a su juicio, devolver la calma y el bienestar al
pueblo ruso. El punto clave de la reforma comprendía la unificación de los
ritos para todos los creyentes ortodoxos a partir del patrón de la tradición
litúrgica griega.
Todos los libros deberían
ser corregidos tras una comparación detallada con los textos sagrados en hebreo
y en griego. La misa debería ser, ante todo, ritual y solemne y en vez de
recitar las oraciones y los textos litúrgicos en varias voces simultáneas, los
parroquianos deberían seguir una voz única e inteligible, la del sacerdote, a
lo largo de todo el servicio. Después de la muerte del patriarca José (Iósif),
el zar Alejo pidió públicamente a Nikon que “no dejara la Iglesia sin
custodia”, lo que obligó a los participantes del concilio convocado en junio de
1652 a nombrar al hombre de confianza del zar cabeza de la Iglesia rusa. Esta
elección y dos concilios más convocados ya por el propio patriarca en 1654 y
1656 le permitieron emprender todos los puntos de su reforma.
Durante la época de Nikon
se produjo un cisma dentro de la Iglesia ortodoxa rusa. Mientras la mayor parte
de la población aceptó las reformas del patriarca, hubo un sector encabezado
por el arcipreste Avvakum, que se opuso a los cambios, que denunciaban como el
signo del advenimiento del Anticristo. Avvakum, que había nacido en una aldea
vecina a la de Nikon, fue desterrado y sus seguidores cruelmente perseguidos.
Muchos de ellos optaron por esconderse en ermitas en lugares de difícil acceso
de Siberia. Los historiadores consideran que el principal error que cometió
Nikon durante su patriarcado fue la excomunión de los que se persignaban con
dos dedos en vez de realizar la señal de la cruz con tres dedos impuesta por
los textos litúrgicos griegos.
Como consecuencia del
excesivo celo de la reforma, el pequeño detalle de la práctica religiosa se
transformó en el símbolo máximo del cisma entre los ortodoxos. Otra muestra de
intolerancia que provocó grandes protestas de los viejos creyentes fue la
destrucción y quema los iconos que a juicio del patriarca y de sus asistentes
no cumplían con los cánones. Nikon centró entonces sus actividades en los tres
monasterios que fundó y que consideraba su propiedad (algo que también se salía
de los límites del derecho canónico). Vivió cerca de Moscú en el monasterio de
la Resurrección, que denominaba Nueva Jerusalén y que se edificó como la casa
de campo del patriarca. En 1664 Nikon intentó volver a ejercer sus poderes como
cabeza de la Iglesia, y para ello fue a Moscú para oficiar misa. Sin embargo,
Alejo ya había enviado emisarios a los patriarcas de Constantinopla, Antioquía,
Alejandría y Jerusalén y a los arzobispos de los pueblos ortodoxos de los
Balcanes para consultarles y convocar un concilio universal para deshacerse del
patriarca. En noviembre de 1666 se reunieron en Moscú los jerarcas de la
Iglesia ortodoxa.
De acuerdo con la decisión
unánime del concilio, Nikon fue privado no solo del pontificado, sino también
del título de obispo y desterrado. Hasta el año 1681 vivió es estricta clausura
como un monje común en el monasterio Kirilo-Belozerski en el norte de Rusia. Con
la mayoría de edad del zar Teodoro III, hijo y sucesor de Alejo I, se permitió
que el patriarca abandonara el monasterio y en 1681 fue invitado a volver a
Moscú. El anciano jerarca partió del monasterio en el que estaba recluido pero
falleció en el camino hacia la capital. Fue sepultado en el monasterio de Nueva
Jerusalén, cerca de Moscú, y en 1682 le fue devuelto póstumamente el título de
patriarca de toda Rusia.