La huella ecológica de la
guerra en el medio ambiente: Habitualmente cuando se mencionan catástrofes
ecológicas se citan sobre todo las causadas por la explotación indebida y
abusiva de los recursos naturales del planeta, los accidentes de tipo nuclear o
las fugas químicas, olas grandes catástrofes naturales como erupciones
volcánicas y terremotos. No se citan en cambio, por lo general, las agresiones
medioambientales causadas por el impacto de las guerras, por ejemplo en la guerra
de Irán e Irak, (1980-1988, sedieron 545 escapes producidos por los bombardeos
a refinerías de petróleo y los viaductos. Sin embargo, la opinión pública no se
concienció realmente del impacto de la guerra sobre el medio ambiente hasta
1991, durante la Guerra del Golfo Pérsico, con el vertido de crudo al mar y la
quema de pozos de petróleo practicada por Sadam Husein como una eficaz táctica
bélica, que causó daños ecológicos irreversibles.
Después de la Segunda
Guerra Mundial, el Bloque Occidental liderado por los Estados Unidos, y el
Bloque del Este, compuesto por la entonces Unión Soviética y los países
políticamente afines (en particular los de la Europa Oriental), mantuvieron una
tensa relación política y económica. El liderazgo político en la URSS por Mijail
Gorbachov desarrolló una apertura política y económica, denominada Perestroika
(1986), dejó patente que la llamada “guerra fría” estaba tocando a su fin.
También en 1986 la cumbre entre Estados Unidos y la URSS (sin lugar a dudas un
hito en la historia del siglo XX) y el incuestionable acercamiento político
entre ambos estados abrieron la esperanza de un futuro desarme internacional
con la firma de un tratado para el control de armamentos y la firma en 1987 de
un tratado de desmantelamiento de todos los misiles de alcance medio en suelo
europeo. Así, tras la caída del Muro de Berlín en 1989, considerado un símbolo
de la existencia de dos bloques políticos en el mundo, la unificación de
Alemania (1990) y la desmembración de la URSS (1991) empezó a perfilarse una
clara política de desarme atómico.
En este sentido fue
también un hito importantísimo el tratado START II (1993), firmado en una
cumbre ruso-estadounidense, y que suponía la reducción, en diez años, de dos
tercios de los arsenales estratégicos de ambas potencias. También en abril del
mismo año, el demócrata Bill Clinton, poco después de acceder a la presidencia
de Estados Unidos, sorprendió anunciando, en el marco de la celebración del Día
de la Tierra, un cambio radical en la política del país, encaminada a
convertirse en una potencia ecológica. La apertura política en la antigua Unión
Soviética puso de manifiesto públicamente que la URSS, durante décadas, no
había aplicado ningún tipo de política ecológica, tanto en el campo industrial
como en el agrícola. Occidente constató que las centrales nucleares soviéticas
y de países afines no reunían las condiciones requeridas de mantenimiento y
seguridad. El accidente en Chernobil (Ucrania) en 1986, no solo alertó al mundo
del peligro, en general, de las centrales nucleares, sino que además fue el
primer accidente que tuvo un impacto real en la opinión pública.
El mundo empezaba por
primera vez a ser consciente del peligro de las centrales nucleares. Pocos
meses después y en los años siguientes, los efectos de la fuga radiactiva de la
central de Chernobil quedaron patentes dramáticamente con el nacimiento de
niños y animales con terribles deformaciones y mutilaciones así como por el
vertiginoso incremento de enfermedades entre la población adulta. Así mismo y
debido a los problemas de contaminación medioambiental procedente de los
envejecidos y caducos complejos industriales de la península de Kola (Rusia),
que afecta sobre todo a las extensas llanuras de Laponia, se constituyó en
enero de 1993 un Consejo Euro-Ártico firmado entre los países nórdicos y Rusia,
destinado a regular la protección del medio ambiente. Luego de muchos años de
luchas para salirse de ese huracán medio ambiental en que se encontraba, Rusia
le apuesta a la defensa del medio ambiente, se perfila en ser cada vez más un
país comprometido en la conservación y protección de los recursos naturales y la
defensa de la salud pública.
Hoy Rusia es un país
amigable con el medio ambiente, casado con la innovación y el desarrollo
humano, apoyado en la tecnología y la suma de fuerzas comprometidas en evitar
la contaminación y el agotamiento de la riqueza natural que nos cobija. Ambientalmente
tuvo que pagar una factura muy cara, en vidas, con fuego y sangre, es una
nación llena de héroes que dieron su vida por su país, por las libertades
civiles y por la conservación del planeta. Acompáñenos en esta gira que estamos
haciendo en estos días por este, que es el país más grande del planeta, con
multiplicidad de razas, especies y climas. Realmente la nación Rusa es todo un
paraíso terrenal.
Desde Costa Rica
Jorge Muñoz Somarribas
Coordinador
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