Comentario Bíblico
De la lectura del Domingo de Ramos
Del Evangelio de Lucas 22, 14 – 23,56
El relato de la pasión de Lucas
tiene como fuente el texto más primitivo de Marcos, o quizás también un “primer
relato” que ya circulaba desde los primeros años del cristianismo para ser
leído y meditado en las celebraciones cristianas. A eso se añaden otras escenas
y palabras de Jesús que completan una “pasión” profunda y coherente, en la que
si bien los datos históricos están más cuidados que en Marcos y en Mateo, no
faltan los puntos teológicos claves.
Se pretende explicar, no
solamente por qué mataron a Jesús, sino el sentido que el mismo Jesús dio a su
propia muerte, como sucede en el relato de la última cena con sus discípulos.
Lucas nos ofrece la tradición litúrgica de las palabras eucarísticas en esa
cena, que son muy semejantes a las de Pablo en 1 Corintios 11, pero además
presenta las palabras de Jesús sobre el servicio en las que considera que su
muerte “es necesaria” para que el Reino de Dios sea una realidad más real y
efectiva.
El evangelista se ha
cuidado de poner en relación muy estrecha al Señor con sus discípulos y con el
pueblo, mientras que deja bien claro que son los dirigentes, los jefes, los que
han decidido su muerte. Ni siquiera nos relata la huida de los discípulos,
quizás porque quiere preparar el momento de las apariciones del resucitado que
tienen lugar en Jerusalén.
Por lo mismo, en este
relato de Lucas sobre la pasión del Señor, debemos leer algunas escenas
especiales con interés, como corresponde al cuidado que ha puesto el
evangelista y al sentido catequético que tienen ciertos episodios de la
narración. La cena de Jesús es más personal, más testimonial: se pide el
servicio, la entrega, como Jesús va a hacer con los suyos.
Ramos y palmas, triunfo y
aleluyas, hosannas y cantos reciben a Jesús en Jerusalén. Es el comienzo de la
Semana Santa, el centro de la fe de los cristianos, y comienza con esperanza,
luz y gloria... con el reconocimiento de Jesús como Señor, como enviado, como
Mesías. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Se abren las puertas del
triunfo a Jesús y toda Jerusalén lo aclama y lo recibe con alegría y esperanza
como enviado de Dios, y si no aclamasen los niños y mayores, las mismas piedras
lo harían... y es que ha llegado el momento culminante de la vida de Jesús, del
enviado de Dios.
Un enviado sin embargo
diferente a lo esperado. Por humilde, como el pequeño burro con el que entra en
Jerusalén, no como los grandes corceles de los reyes de los hombres, y por la
pequeñez de lo inesperado y lo sencillo. Diferente porque la culminación de su
vida no será lo que se espera... La sorpresa y lo inesperado de un Mesías
diferente, porque, a fin de cuentas, Dios es siempre diferente e inesperado.
Pronto se tuerce todo. El
recibimiento de los Ramos es un engañoso recibimiento. El pórtico de alegría y
esperanza, no durará. Un profeta no puede morir fuera de Jerusalén, y Jesús es
mucho más que un profeta.
El Domingo de Ramos nos
abre la puerta a toda la Semana Mayor y lo hace litúrgicamente con la procesión
de los ramos, para trasladarnos a vivir con intensidad y cercanía la semana
central de nuestra fe. Las lecturas nos centrarán de lleno en el misterio de la
entrega de Jesús para culminar con la narración de la Pasión según Lucas.
Escucharemos el relato de los últimos momentos de la vida terrena de Jesús,
desde la cena a la crucifixión, en una rueda de narraciones que se completará
en siete días.
Comenzamos así la Semana
Santa de lleno en el misterio de la entrega, la muerte y la resurrección del
Señor, pero un Señor muy diferente al que Israel esperaba... y quizás un Señor
que sigue sorprendiéndonos a nosotros en el día a día.
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