PROGRAMA Nº 1167 | 17.04.2024

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LA LEYENDA DEL GOLEM

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El Golem es un ser que fue modelado en barro y que luego fue animado mágicamente por una palabra secreta que forma parte del mundo de la Cábala. La leyenda por excelencia acerca del Golem lo relaciona con el rabino Yehuda Löw ben Becalel, que vivió en Praga a mediados del siglo XVI. Yehuda Löw era el hombre más sabio de todo el barrio judío de Praga. Como buen rabino conocía a la perfección el Talmud; pero dominaba también la Cábala, las Matemáticas y la Astronomía. Según cuenta la leyenda, poseía además grandes conocimientos mágicos, motivo por el cual el emperador Rodolfo II le apreciaba mucho.

Un día, tal vez para probar los límites de su propio poder, el rabino Löw creó un servidor Golem. Lo moldeó en arcilla con esmero, y, para darle vida, introdujo en su boca un trozo de pergamino con el nombre secreto de Dios grabado. En ese momento el Golem abrió los ojos y movió lentamente sus extremidades. El pétreo ser creado por el rabino tenía una fuerza inigualable, pero no poseía la capacidad de hablar y se comportaba más como un autómata que como un ser vivo. No comía, bebía ni dormía, pero realizaba duras tareas sin cansarse y obedecía todas las órdenes de su creador. Si alguien le hubiese preguntado al rabino Löw si el Golem tenía alma, tras meditar largo rato, habría respondido inquieto que probablemente no.

Antes de cada Sabbat, día de descanso obligado para los judíos, el rabino quitaba al Golem el pergamino de la boca, devolviéndole a su inmovilidad original, estado que no abandonaba hasta que se realizaba la operación inversa. Pero un día el rabino Löw olvidó extraer el pergamino de boca del Golem antes de dirigirse a la sinagoga para oficiar el Sabbat. Cuando ya se disponía a iniciar la ceremonia, aparecieron varios de sus vecinos, aterrorizados porque el Golem había enfurecido y destrozaba todo lo que caía en sus manos.

Yehuda Löw corrió a través de los estrechos callejones de la judería en dirección a su casa. Al llegar encontró todas sus pertenencias tiradas por el suelo: su mesa de trabajo estaba partida por la mitad, y las estanterías volcadas; preciosos recipientes de cristal habían sido rotos en mil pedazos y los antiquísimos libros de su biblioteca carecían ahora de la mayor parte de sus hojas… El desorden del interior de la casa resultaba pavoroso, pero lo peor aguardaba al rabino en el patio de atrás. Sobre la hierba yacían muertos sus queridos animales, todos asesinados por el Golem, que todavía estaba allí y en aquel momento se disponía a arrancar uno de los árboles del patio.

El rabino Löw se acercó al Golem y le miró fijamente a los ojos. La criatura quedó inmóvil, como hipnotizada por la fuerte mirada del rabino, momento que este aprovechó para extraer el pergamino mágico de la boca de la criatura. El Golem cayó entonces al suelo, convertido otra vez en una inerte estatua de arcilla. Nunca más volvió el rabino a dotar de vida a su obra. Según la leyenda, esta figura de barro fue guardada en el desván de la sinagoga Viejo-Nueva de Praga. Y allí sigue todavía.

Al parecer, la atribución a Yehuda Löw de la creación de un Golem se produjo en el siglo XVIII a partir de leyendas similares acerca del mismo tema. Sin embargo, a pesar de ser la versión más reciente del mito, es la única que ha alcanzado difusión universal, siendo incluso recreada por Borges en un poema. Su fama probablemente se deba a la adaptación cinematográfica realizada en 1920 por el expresionista Paul Wegener (que ya había dedicado otras dos películas al tema); aunque también pudo contribuir la novela de Gustav Meyrink, El Golem, en cuya trama juega un papel importante la historia del rabino Löw.

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