Tan
solo pronunciarlo nos hace experimentar diferentes sensaciones y se acumulan
pensamientos que pueden ser más producto de fantasía que de realidad, también
pienso en misticismo. Desde que ha existido la civilización, hay personas que
por decisión se aíslan para vivir de manera solitaria. En el cristianismo, la
tradición del ermitaño inició con los Padres del desierto, un movimiento de
ascéticos que se fueron a vivir al desierto de Egipto porque estaban en contra
de la riqueza y los excesos de la iglesia primitiva. Tuve la oportunidad de
conocer a un ermitaño y no fue nada de lo que alguna vez imaginé.
Fue
en un viaje a España, muy cerca de Cuenca. Llegar a la ermita fue una verdadera
odisea, los caminos accidentados y la pendiente que no acababa me hicieron
agotarme. Al llegar a lo más alto del lugar se admiraba una vista majestuosa,
simplemente impresionante. Nos recibió un hombre en jeans y camisa colorida.
Las presentaciones y saludos se intercambiaron, me enteré que era la única
persona que estaba en ese lugar, llevaba viviendo varios años, era el ermitaño.
Estaba a cargo de ese lejano lugar, la mayor parte del tiempo estaba solo y su
decisión por estar lo hacía sentir inmensamente feliz.
Nos
explicó que lejos del mundo, se sentía más cerca de Dios, que la oportunidad de
cuidar la ermita lo había acercado a entender más la vida y que la manera de
vivir lejos de las personas, lo acercaba más a comprenderse. Argentino,
realmente muy simpático y sin duda daba la impresión de que era feliz, le
pregunté por su familia y me comentó que se había acostumbrado a extrañarla,
una o dos llamadas al año para saber cómo estaban las cosas allá. – ¿Qué comes?
Le pregunté.
Su
respuesta fue muy sencilla: Lo que la naturaleza del lugar me da, realmente
no necesito mucho, vivo solo. No perdí
la oportunidad de preguntarle que si se consideraba una especie de monje
solitario y me dijo: No, no soy monje, simplemente vivo aislado del mundo,
confiando en Dios y siguiendo a la Iglesia católica, cuando vienen algunos
sacerdotes, aprovecho para confesarme y disfrutar la Santa Misa, pero no soy
monje, por eso visto así.
Nos
despedimos después de unas horas y de haber disfrutado con sus enseñanzas, su
manera tan sencilla de vivir su vida. Nos fuimos de ahí con una gran cantidad
de reflexiones, una sensación de tranquilidad por haber conocido a un ermitaño
que por decisión propia está disfrutando su vida en la montaña.
La
psicología de los ermitaños los vuelve independientes, ya que no siguen a la
multitud, son personas seguras porque no reciben comprensión de quienes les
rodean y saben vivir en soledad y austeridad.
Thomas
Merton, un monje trapense que vivió durante muchos años como ermitaño y que
publicó varios libros sobre la soledad, escribió: "Si vas al desierto
simplemente para escapar de la gente que no te agrada, no encontrarás paz ni
soledad; sólo te aislarás con un montón de demonios".