Aunque la mayoría de cristianos preferiría no preocuparse por algunos de
los detalles más mínimos de la vida de Jesús que se registran en el Nuevo
Testamento, cuando se nos reta a defender la inherencia del Libro que registra
la historia hermosa de Jesús, hay momentos en que esos detalles requieren
nuestra atención. Este es el caso con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén
durante la última semana de Su vida. Los que llevan el nombre de Cristo
disfrutan leyendo acerca de los gritos de la gente antigua, “¡Hosanna!”, y meditando en el hecho
que Jesús fue a Jerusalén para dar salvación al mundo. Por otra parte, los
escépticos leen este evento y gritan, “¡Contradicción!”.
Supuestamente, Mateo entendió mal la profecía de Zacarías, y por ende
contradijo lo que Marcos, Lucas y Juan escribieron concerniente a la entrada
final de Jesús a Jerusalén, Mateo registró lo siguiente:
“Cuando se acercaron a
Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos,
diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán
un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les
dice algo, respondan: «El Señor los necesita y los va a devolver en seguida».
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: "Digan a
la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un
asna, sobre la cría de un animal de carga". Los discípulos fueron e
hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron la asna y su cría, pusieron
sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente
comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los
árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que
lo seguía gritaba: « ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre
del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” (Mateo 21, 1-9).
Los escépticos señalan rápidamente que los otros escritores del
evangelio mencionan solamente que los discípulos adquirieron “un asno” sobre el cual Jesús se sentó.
Marcos registró que Jesús dijo a los discípulos que ellos encontrarían “Vayan al pueblo que está enfrente y, al
entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y
tráiganlo” (11-2). Los discípulos entonces “…fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle,
y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: « ¿Qué hacen?
¿Por qué desatan ese asno?». Ellos respondieron como Jesús les había dicho y
nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y
Jesús se montó” (Marcos 11-4,7). Notemos que Marcos, Lucas y Juan no dijeron que se consiguió solamente
un asno para Jesús, o que solamente un asno viajó a Jerusalén con Jesús. Los escritores
simplemente mencionan un asno. Ellos nunca niegan que otro asno (la madre del
asno) estuviera presente. El hecho que Marcos, Lucas y Juan mencionaran un asno
joven no significa que no hubiera dos. Si dos amigos suyos, José y Bernabé,
vinieran a su casa el jueves en la noche, pero el próximo día usted mencionara
a un amigo de trabajo que José estuvo en su casa el jueves en la noche (y
excluyera a Bernabé de la conversación por alguna razón), ¿sería esa una
mentira? Desde luego que no. Usted simplemente declaró el hecho que José estuvo
en su casa. Similarmente, mientras que Marcos, Lucas y Juan declararon que un
asno estaba presente, Mateo simplemente suplementó lo que los otros escritores
registraron.
Aunque Mateo mencionó que Jesús y Sus discípulos fueron a Betfagé,
Marcos y Lucas anotaron Betfagé y Betania. Marcos y Lucas indicaron que la cría
de la asna que adquirieron para Jesús nunca había sido montado. Mateo omitió
esta información. Mateo fue el único escritor del evangelio que incluyó la
profecía de Zacarías. Marcos y Lucas incluyeron la pregunta que los dueños de
la asna hicieron a los discípulos cuando fueron a conseguir el asno joven para
Jesús. Mateo excluyó esta información en su relato. Como puede notar, en esta
historia (y en el resto de los relatos del evangelio), los escritores
suplementaron consistentemente los relatos de los demás. Este suplemento es
evidencia de escritores diferentes—algunos de los cuales fueron testigos
oculares. Es muy posible que Mateo fuera específico en su numeración de los
asnos, debido a la probabilidad que él fuera uno de los testigos oculares de la
entrada final de Jesús a Jerusalén. (Tenga en cuenta que Mateo fue uno de los
doce apóstoles; Marcos y Lucas no lo fueron).
Segundo, en cuanto a la acusación que Mateo escribió dos asnos, en vez
de uno porque supuestamente entendió mal la profecía de Zacarías, se debe notar
primero que la profecía de Zacarías realmente menciona dos asnos (incluso
cuando se declara que solamente uno transporta al Rey de Jerusalén). El profeta
escribió: “¡Alégrate mucho, hija de
Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él
es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno, sobre la cría
de un asna”. (Zacarías 9-9). En este versículo, Zacarías usó paralelismo
poético hebreo (un balance de pensamiento entre dos partes consecutivas en la
poesía). Los términos asna, e cría designan al mismo animal.
Zacarías mencionó que este asno era el hijo de una asna. Se puede
suponer que el profeta estaba simplemente declarando algo obvio cuando mencionó
la existencia de la madre, sin embargo, cuando se considera el evangelio de
Mateo, aparece la asna que Zacarías 9-9 apenas menciona. La cría y la asna
fueron traídas a Cristo en el Monte de los Olivos, y ambos hicieron el viaje a
Jerusalén. Ya que el asno joven nunca había sido cabalgado, o ya que nadie se
había sentado en él (como Marcos y Lucas declararon), se entiende la
dependencia en su madre (como Mateo implica). El punto principal del problema que el escéptico propone en cuanto a la
entrada de Jesús a Jerusalén es cómo pudiera haber cabalgado en los dos asnos al
mismo tiempo. Ya que Mateo 21-7 declara, “…trajeron
el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó”,
algunos han concluido que Mateo quiso que sus lectores entendieran que Jesús
cabalgó como alguna clase de acróbata—entrando a Jerusalén más como un payaso
que como un rey. Este razonamiento es absurdo. Mateo pudo haber querido decir
que Jesús cabalgó en el asno joven mientras que la asna, su madre, caminaba al
lado. Otra solución posible para este “problema” es que Jesús sí cabalgó en
ambos asnos, pero que lo hizo en tiempos diferentes. Aunque algunos piensen que
esta solución no es probable, no hay nada en la profecía de Zacarías o los
relatos del evangelio que la prohíba. Tal vez una respuesta probable a la
pregunta, “¿Cómo pudo Jesús sentarse
encima (de los asnos) durante su marcha a Jerusalén?”, es que esto no hace
referencia a los asnos en absoluto sino a los mantos.
Cuando Mateo escribió que Jesús “se sentó encima”, él pudo haber querido
que sus lectores simplemente entendieran que esto se refería a los mantos, y no
a los asnos. Si se colocaron los mantos de los discípulos sobre ambos asnos
(como Mateo indicó), y luego Jesús cabalgó en el asno más joven, se pudiera
concluir lógicamente que Jesús se sentó en los mantos (que se colocaron sobre la
cría de la asna). Finalmente, para no dejar ninguna acusación sin responder
concerniente a los pasajes que se discuten en este artículo, se debe enfatizar
un punto más. Aunque se ha acusado a Jesús y a sus discípulos de “haber robado a la asna y su joven cría”
en el desfile a Jerusalén, el texto nunca indica algún hurto. Jesús pudo haber
hecho un arreglo en cuanto al uso de los animales. Sin embargo, ya que los
dueños de los asnos no conocían quiénes eran los discípulos, había la necesidad
de decir a estos lo que Jesús les dijo. Después que los discípulos declararon, “El Señor lo necesita”, los dueños
dejaron que se los llevaran (Lucas 19:32-35). Esto fue voluntario. Jesús
realmente no apoyó el hurto en esta ocasión, o en ninguna otra (Mateo 19-18; 1
Pedro 2-22; cf. Éxodo 20-15;). La Biblia no tiene la obligación de presentar
cada detalle de cada evento, como nos cuenta Juan 21-25: “…pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se
escribirían”