La vida moral de los cristianos se sustenta en los dones del Espíritu Santo, disposiciones permanentes que vuelven al hombre receptivo a los impulsos divinos. Los siete dones, sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, perfeccionan las virtudes y guían a los fieles para obedecer prontamente las inspiraciones celestiales.
Sabiduría
Este don nos hace preferir los bienes celestiales y hallar nuestra satisfacción en lo divino sobre lo terrenal.
Inteligencia
Nos permite comprender mejor las verdades de la fe.
Consejo
Nos muestra con rapidez y certeza lo que es beneficioso para nuestra salvación y la de los demás.
Fortaleza
Nos brinda la energía para resistir los obstáculos que obstaculizan nuestra santificación, para mantenernos firmes ante las tentaciones y perseverar en el cumplimiento del deber cristiano a lo largo de la vida.
Ciencia
Nos guía en el camino hacia el cielo, revelando la realidad divina en todas las cosas como manifestaciones del poder y bondad de Dios.
Piedad
Despierta un afecto filial hacia Dios, permitiéndonos acercarnos a Él con confianza y cumplir nuestros deberes religiosos con devoción.
Temor de Dios
Fomenta un respeto filial hacia Dios, alejándonos del pecado por amor y esperando en Su ayuda poderosa, distanciándose del miedo al castigo divino.
Frutos del Espíritu Santo
Estos frutos, doce en total, son perfecciones que el Espíritu Santo cultiva en nosotros como anticipo de la gloria eterna.
Caridad
El amor a Dios y al prójimo.
Gozo Espiritual
El placer nacido del amor divino y el bienestar de los demás.
Paz
Una tranquilidad de espíritu que perfecciona el gozo.
Paciencia
La capacidad de soportar adversidades sin perturbación.
Longanimidad
La firmeza en la espera de bienes eternos.
Bondad
La dulzura y rectitud del corazón.
Benignidad
La generosidad y amabilidad sin afectación.
Mansedumbre
La contención de la ira y la gentileza en el trato.
Fe
La fidelidad exacta a las promesas.
Modestia
La moderación en acciones y palabras.
Continencia
El control de los placeres sensuales.
Castidad
La pureza en los placeres corporales.
Paciencia y Mansedumbre
Estos frutos preparan el alma para la paciencia, la mansedumbre y la moderación, permitiendo resistir la tristeza y controlar la ira sin esfuerzo.
Longanimidad
Evita el desaliento y la aflicción causada por la espera del bien.
Bondad y Benignidad
Estos frutos promueven el bienestar del prójimo, manifestando generosidad y disposición para compartir.
Modestia
Regula los movimientos y palabras con naturalidad, incluso en presencia de Dios.
Continencia (Templanza) y Castidad
Estas virtudes controlan los placeres corporales, liberando al alma del apego a lo físico y manteniéndola sumisa con facilidad.
Equipo de Redacción
ANUNCIAR Informa (AI)
Para EL ALFA Y LA OMEGA