Como en las catedrales medievales, la construcción de la Sagrada Familia tiene por objeto facilitar la catequesis de las personas que se acercan al templo. Una catequesis visual, o sea, hacer que la fe entre por los ojos. Si la torre principal será Jesucristo, a la que seguirá en altura la dedicada a la Virgen y a continuación podrán verse las torres de los Evangelistas y los Apóstoles, la basílica destaca a continuación lo más preciado: el sacramento de la Eucaristía. Con él, es el propio Dios quien se entrega por todas las personas para redimirnos.
Gaudí trasladó la
importancia de la Eucaristía a un lugar destacado en el perfil del templo: los
pináculos. A una altura de más de 60 metros (similar a lo que medía la Torre de
Pisa antes de que se inclinara), Gaudí decidió que cada pináculo culminara con
un signo eucarístico. El resultado es una sucesión de pináculos coronados con
espigas y la Hostia, y pináculos que muestran el cáliz con uvas, unas negras y
otras blancas. Así, desde fuera del templo puede verse que la Eucaristía que se
celebrará en el interior es el acto fundamental, puesto que es -en palabras del
Concilio Vaticano II- centro y raíz de la vida del cristiano.
Para reclamar la atención,
Antoni Gaudí quiso que estos pináculos tuvieran color y así contrastan con el
gris de la piedra. Y para ello se emplearía la técnica del trencadís, que
consiste en agrupar fragmentos rotos y aparentemente irregulares de mosaico
veneciano (que es vidrio de color). Empleó diversos colores, por ejemplo el
verde, el naranja y tres tonos de amarillo para plasmar las espigas de trigo.
El resultado son volúmenes de mosaico que cambian de color según la luz del
día.
Estos signos eucarísticos
invitan a recordar lo que reza el sacerdote en el ofertorio de la misa: “Bendito seas, Señor, Dios del Universo,
por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu
generosidad y ahora te presentamos. Él será para nosotros pan de vida”. En
el caso del cáliz, la liturgia dice: “Bendito
seas, Señor, Dios del Universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo
del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos. Él será
para nosotros bebida de salvación”.
Al colocar estos signos
eucarísticos a más de 60 metros de alto, eleva los frutos de la tierra para
orientarlos al cielo y pedir que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, que es lo que ocurre en la misa en el momento de la consagración. Incluso
en estos detalles, se ve cómo Gaudí observaba la naturaleza y aprendía de ella,
de modo que los racimos -que forman parte del paisaje de su tierra
mediterránea– aparecen en las dos versiones principales mientras que las
espigas de trigo están acompañadas de unos toques rojos y verdes que recuerdan
a las amapolas.
También en el exterior del
edificio se encuentra un signo eucarístico que queda menos patente. Es el
pelícano. El pelícano está situado en la Fachada del Nacimiento y está debajo
del ciprés que remata lo alto de la puerta principal (el Portal de la Caridad).
Este animal es símbolo eucarístico desde los primeros siglos de la cristiandad,
porque la mitología antigua ya le otorgaba un papel que los cristianos
enseguida aplicaron a la iconografía acerca de Jesucristo: es capaz de derramar
su sangre para dar el alimento a sus criaturas. En la Antigüedad se decía que
el pelícano llegaba a picarse el pecho para que sus crías vivieran y los
bestiarios medievales recogen esa leyenda. Por eso Gaudí colocó la figura del
pelícano con dos crías, y a un lado y a otro dos ángeles: uno lleva panes y
otro un ánfora de vino, los dos elementos presentes en la Eucaristía antes de
la transubstanciación.
Delante del pelícano y
entre los ángeles, queda un huevo con las letras JHS, que identifican a
Jesucristo. La elección del huevo tampoco es casual: significa siempre la
fecundidad y en él se ha visto un signo de la Eucaristía como alimento dador de
vida. Gaudí estaba familiarizado con él ya que en Cataluña existe la costumbre
de los huevos de Pascua y en Barcelona el día del Corpus Christi, en honor a la
Eucaristía se vive un huevo que flota en una fuente en varios puntos históricos
de la ciudad.
“Oh, Jesús, bondadoso
pelícano…” además de la amplia cultura general que tenía Gaudí, no podemos
olvidar su piedad. Con toda seguridad conocía el Adoro te devote, un himno eucarístico muy popular escrito por Santo
Tomás de Aquino en el que una estrofa dice así:
Pie
pellicane, Iesu Domine, me immundum munda tuo sanguine. Cuius una stilla salvum
facere totum mundum quit ab omni scelere.
En español: “Señor
Jesús, bondadoso pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu sangre: de la que una
sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero”.
Tanto los signos de la
Eucaristía de los pináculos como la figura del pelícano y sus crías han sido
realizadas por el escultor japonés Etsuro Sotoo, que lleva 40 años trabajando
en la Sagrada Familia.
Fuente: