Las profecías que anuncia el Apocalipsis para el fin de los tiempos son escalofriantes. Sangrientas persecuciones contra los cristianos; una Bestia feroz con siete cabezas y diez cuernos que atacará a los creyentes; una invasión de langostas gigantescas con cola de escorpión y dientes de león; sangre y fuego que caerán sobre la tierra para matar a una tercera parte de la humanidad; un enorme Dragón que buscará devorar a los fieles de Jesucristo; y por si esto fuera poco, terremotos, oscurecimiento del sol, caída de las estrellas, pestes, guerras, hambre, muerte y violencia a granel. Con semejante panorama es lógico que los cristianos quieran saber cuándo sucederán estas calamidades. Por eso se intentó muchas veces, a lo largo de la historia, fijar la fecha de estos sucesos. Pero todos los intentos fracasaron. No obstante ello, cada tanto sigue apareciendo algún iluminado, o fundador de secta, o vidente que asegura que estamos viviendo ya los últimos tiempos. ¿Es cierto esto? ¿Podemos saber cuándo sucederán estos anuncios? Según el Apocalipsis, parece que sí.
Ante todo,
veamos quién escribió el Apocalipsis. El autor dice que se llamaba Juan (1,9).
¿Quién es este Juan? Durante mucho tiempo se pensó que se trataba de san Juan,
uno de los Doce Apóstoles, el Hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Pero el
autor en ningún momento dice que él sea un apóstol. En cambio se presenta como
un profeta (22,9). También se pensó que este Juan fuera el mismo que escribió
el cuarto Evangelio. Pero basta con leer ambos libros y compararlos para darse
cuenta de que el estilo literario, las palabras y las ideas de ambos libros son
muy distintos. Por lo tanto, el “Juan” del Apocalipsis no era ni uno de los
Doce apóstoles ni el autor del cuarto Evangelio, sino alguien de la iglesia
primitiva que un día, inspirado por Dios, compuso esta obra. Según él mismo nos
informa, se hallaba prisionero en una isla del Mar Egeo llamada Patmos (1,9),
alrededor del año 95.
El
Apocalipsis compuesto por Juan consiste en una serie de visiones aparentemente
caóticas. Pero si lo leemos con atención podemos sacar algunas cosas en claro. Al
comienzo dice: “Revelación de
Jesucristo. Dios se la concedió a sus siervos para mostrarles lo que va a suceder
pronto” (1:1). El primer versículo, pues, ya advierte que los sucesos iban
a ocurrir “pronto”. A continuación
escribe: “Dichoso el que lea y los que
escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo escrito en ella, porque el
tiempo está cerca” (1:3). Es decir, reitera que lo que anuncia el libro va
a suceder en un tiempo cercano al autor. Luego cuenta todas las visiones que
tuvo, y al llegar al final del libro vuelve a decir: “Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor Dios envió a su
ángel para mostrar a sus siervos lo que va a suceder pronto” (22:6). Y más
abajo dice que un ángel le advirtió: “No
selles las palabras proféticas de este libro, porque el tiempo está cerca” (22:10).
Pero el
Apocalipsis no sólo afirma de un modo explícito que el tiempo de su
cumplimiento estaba cerca, sino que lo confirma con las imágenes y las
visiones. Así, se le dice a los cristianos que sus sufrimientos no van a durar
mucho (6:11); que deben alegrarse porque el juicio de Dios ya está por llegar
(14:7); que el Dragón dispone de breve tiempo para su actividad en la tierra
(12:12); que cuando suenen las siete trompetas llegará el fin (10:67). Todo
parece predecir un hecho inminente. Por eso a lo largo del libro se lee la
frase de Jesús: “pronto vendré”, “ya estoy a las puertas”, “llego enseguida”. Si los hechos del
Apocalipsis iban a tardar siglos en suceder, ¿por qué Jesús los ilusionó
inútilmente? ¿Para qué les pidió que rezaran con ansias? “Ven, Señor Jesús” (22:17, 20), si Jesús no pensaba venir ¿Aún a
cumplir las profecías?
El libro
aseguraba a los lectores del siglo I que aquellos sucesos iban a suceder
pronto. Y nosotros debemos creerle y abandonar la idea de encontrar en él
acontecimientos que pertenezcan a nuestra época. Entonces ¿a qué
acontecimientos se refiere el Apocalipsis? Ya dijimos que el libro se escribió
alrededor del año 95. En esa época gobernaba a Roma el emperador Domiciano. Y
los cristianos estaban atravesando por dos problemas muy graves: a) la ruptura
de relaciones con los judíos; y b) la persecución desatada por el Imperio
Romano. Los primeros cristianos, apenas surgieron, tuvieron que enfrentarse con
los judíos. Porque, aunque leían las mismas Escrituras, rezaban los mismos
salmos y asistían al mismo Templo, ellos creían en la resurrección de Jesús lo
cual no era aceptado por los judíos.
Se
produjeron, entonces, tensiones y refriegas. Las autoridades judías
consideraron poco a poco a los cristianos como una “secta” y les prohibieron el
ingreso al Templo y a las sinagogas. Esto colocó a los cristianos en un grave
dilema: no querían renegar de las tradiciones judías, pero ¿cómo guardar
silencio sobre la resurrección de Jesús y sobre su Evangelio? Ellos sabían que
Dios había elegido al pueblo judío, y querían respetar esa elección de Dios, pero
¿qué hacer si los judíos no los aceptaban a ellos? La primera parte del
Apocalipsis, es decir, los capítulos 4-11 (pues los capítulos 1-3 son una
introducción), quiere responder precisamente a esta cuestión.
¿Y cuál es
la respuesta de Juan? Les anuncia a los cristianos que el pueblo de Israel ha
sido sustituido por la Iglesia. Que ésta es ahora el nuevo Israel. Pero no
porque el antiguo Israel haya sido rechazado por Dios, sino porque los
verdaderos israelitas (es decir, los judíos que sí aceptaron a Jesús) se han
convertido ahora en la Iglesia, que acaba de aparecer.Y profetiza una dolorosa
ruptura entre ambas comunidades, que será total y definitiva. Pero les advierte
que no debían preocuparse porque ésta será el nacimiento del nuevo pueblo de
Dios, el pueblo cristiano.
El autor
dice todo esto mediante visiones y símbolos en donde muestra que el Antiguo
Testamento ha sido superado por la nueva Iglesia de Jesús. Así, la visión del
trono de Dios (capítulo 4) muestra que donde antes se adoraba sólo a Yahvé
ahora se adora también a Jesucristo en forma de un Cordero degollado. La visión
del libro sellado (capítulo 5) enseña que el Antiguo Testamento de los judíos
es un libro indescifrable si no se lo completa con el Evangelio que predicó
Jesús. La visión de los cuatro jinetes (capítulo 6) anuncia la llegada de
Jesucristo y la inauguración de una nueva era.
La visión
de los 144.000 sellados (capítulo 7), indica que el censo hecho por Moisés al
salir de Egipto es reemplazado por un nuevo censo, que ahora incluye personas
de todas las razas, lenguas y pueblos. La visión de las siete trompetas
(capítulos 8-9) señala que las plagas de Egipto que dieron origen al pueblo de
Israel, ahora son reemplazadas por nuevas plagas que dan nacimiento a la
Iglesia. La visión del librito devorado (capítulo 10) exhorta a los lectores a
predicar el Evangelio. Y la visión de los dos testigos (capítulo 11) muestra
cómo el Templo de Jerusalén, al que nadie podía entrar, ha sido reemplazado por
otro templo abierto a todo el mundo.
Pero un
segundo problema preocupaba a los cristianos de fines del siglo I: la
persecución desatada contra ellos por el Imperio Romano. Aún estaba fresca en
su memoria la locura tristemente célebre de Calígula (37-41), y sobre todo de
Nerón (54-68), quien unos años antes había perseguido cruelmente a los
cristianos en Roma y había hecho morir al apóstol Pablo, a san Pedro y a muchos
otros. Ahora, en el momento en que Juan escribe, el delirio imperial ha vuelto
a instalarse.