El historiador paraguayo ANDRÉS
AGUIRRE consiguió que el 16 de agosto, sea el "Día del Niño" en el Paraguay, en homenaje a los niños de
LA BATALLA DE ACOSTA ÑU. Varios
movimientos y organizaciones de derechos humanos han presentado a la OEA material histórico de lo ocurrido
en esa batalla para reconozca ese día como el DÍA DEL NIÑO EN AMÉRICA. LA
BATALLA DE ACOSTA ÑU, fue un enfrentamiento que ocurrió durante la GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA, donde, el
16 de agosto de 1869, 20.000 hombres de la TRIPLE
ALIANZA lucharon contra fuerzas paraguayas constituidas por 500 soldados
veteranos y 3.500 niños. Históricamente, durante siglos las sociedades
occidentales aceptaron el uso militar de niños en la guerra, sin embargo, nunca
como unidades exclusiva o mayoritariamente formadas por ellos ni su
reclutamiento masivo salvo en breves excepciones.
En la GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA
todos los países involucrados los incorporaron a sus filas. El caso paraguayo
es un ejemplo sin precedentes en Sudamérica de esas excepciones, con una
movilización a gran escala de menores de edad porque su líder exigía a toda la
población masculina combatir. A finales de 1865 muchas escuelas cerraron para
que maestros y alumnos de cursos mayores fueran al frente. En mayo de 1867,
para paliar las graves bajas, el gobierno de Asunción manda el reclutamiento
obligatorio de todos los varones entre 12 y 15 años. En diciembre siguiente se
produce la Desembrada en que el ejército paraguayo «dejó de existir como fuerza de combate». A partir de entonces, la
guerra estaba prácticamente pérdida. Con su ejército casi destruido, el MARISCAL FRANCISCO SOLANO LÓPEZ decreta
el 14 de febrero de 1869 que todo menor de 12 años es adulto e inicia las levas
de ancianos y jóvenes de 14 y 15 hasta tener un nuevo ejército de 12.000
soldados.
Con la mayoría de los hombres adultos paraguayos muertos o capturados y
degollados, debieron pelear niños, mujeres y ancianos en el ejército para
continuar la lucha contra la Alianza. En todas las escuelas se hizo saber la
necesidad de incorporar al ejército a todos los hombres posibles, el MAESTRO MEDINA acababa de recibir la
visita de una estafeta del ejército del MARISCAL
FRANCISCO SOLANO LÓPEZ, quien le trajo la orden de presentarse al cuartel GENERAL DE AZCURRA, con todos sus
alumnos varones, para unirse a las tropas. Comunicaciones similares habían sido
transmitidas a todas las escuelas de la región. En esa mañana, el maestro reúne
a sus estudiantes, entre quienes se encuentra su propia hija, DOLORES MEDINA, una niña adolescente de
14 años de edad, quien es una de las pocas que sobrevivirán para contar la
historia de ese día, y la de los demás días terribles que luego habrán de
venir.
DOLORES contará esa
historia a su nieto RAIMUNDO PANIAGUA,
quien más de un siglo después, lo volvería a relatar al docente e investigador ANDRÉS AGUIRRE, para ser incluido en su
libro ACOSTA ÑU, EPOPEYA DE LOS SIGLOS.
Muchos de los niños y niñas que asistían a aquella pequeña escuela vivían con
sus madres o abuelas ancianas, en los ranchos humildes de aquella región del
Guairá, ya que los padres y hermanos mayores habían sido enrolados al ejército
en los primeros tiempos de la Guerra, iniciada en 1864. De la mayoría de ellos
no se tenían noticias acerca de si aún estaban vivos, o ya habían fallecido. Aquella
mañana, cuando supieron por boca del propio maestro MEDINA que sus hijos y nietos pequeños también tenían que marchar
al frente, se escucharon gritos y lamentos de pena y de dolor, pero luego hubo
determinaciones de coraje y valentía. Muchas de las mujeres y los ancianos
decidieron acompañar también a los pequeños y al maestro.
También varias de las niñas estudiantes se ofrecieron a ir con sus
compañeros varones. Muy cerca de allí, en la población de Villarrica del
Espíritu Santo, otro legendario educador, el MAESTRO FERMÍN LÓPEZ, también había suspendido las clases, para
acudir con sus niños al frente de batalla. Su última exhortación a sus alumnos,
en la fila ante la bandera, es recreada en varios libros de historia: “Niños, no olvidéis que la patria está en
peligro y, que en presencia de los sagrados deberes para con ella, nuestros
pechos han de ser murallas cuando así las circunstancias lo exigen. Levantemos
nuestro espíritu, y repitamos la consigna de la hora: ¡Todo por la patria!
¡Vencer o morir!” Pero el MAESTRO
FERMÍN y sus alumnos no llegarían hasta la épica batalla de ACOSTA ÑU, ya que morirían combatiendo
durante el sitio y exterminio de la CIUDAD
DE PIRIBEBUY, el 12 de agosto.
El 16 de agosto de 1869, sería el campo de ACOSTA ÑU el principal escenario de una terrible batalla, que iba a
volverse legendaria. Los sobrevivientes de esa masacre cuentan que: “los
niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se
agarraban a las piernas de los soldados brasileños, llorando que no los
matasen. Y eran degollados en el acto”. Escondidas en la selva próxima,
las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y
llegaron a comandar un grupo de niños en la resistencia. Después de la insólita
batalla de ACOSTA ÑU, cuando estaba
terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la
selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos
sobrevivientes, el CONDE D’EU mandó
incendiar la maleza, quemando vivos a niños y madres, generando así un
genocidio sin precedentes para la época, entra las ordenes impuestas una de
ellas era matar "hasta el feto del
vientre de la mujer".
Sin dar muchos detalles que certifiquen que aquello realmente ocurrió,
varios historiadores repiten lo que les transmitieron insistentemente, a nivel
de la cultura popular, durante los tiempos que siguieron a la Guerra: Que los
niños de ACOSTA ÑU se pintaron
barbas postizas para intentar hacerse pasar por adultos y tratar de engañar al
enemigo, o que muchos portaban fusiles de utilería, tallados de madera, para
hacer creer que tenían armas de fuego. No hay casi referencias a las barbas
postizas, ni a las armas simuladas. Por el contrario, existen varios
testimonios de que el alto comando brasileño poseía informes de inteligencia y
datos muy precisos acerca de la real conformación del ejército paraguayo. Ni
las presuntas barbas postizas, ni las presuntas armas de madera,
en caso de que hubieran existido, habrían podido engañarlos. Es decir, sabían
muy bien que en su gran mayoría eran niños y adolescentes, y aun así cargaron
contra ellos, con toda la saña exterminadora que fue posible.
Está claro que los niños no se ofrecieron de voluntarios para ir a la
muerte. Y si alguno lo hubiera hecho, el imperativo moral era rechazarlo, salvo
que alguien suponga que un chico está en condiciones de participar en un
combate. Los resultados de la batalla no dejan lugar a dudas al respecto: fue
una carnicería. ¿Podía esperarse otro desenlace? Precisamente allí reside el
horror: a esos chicos los mandaron a morir. Armados con palos y piedras; otros,
disimulando su edad con barbas y bigotes postizos. Capítulo aparte merece la
deliberada crueldad de las tropas brasileñas. ¿Podía esperarse otra cosa? En
las guerras, los hombres se transforman en máquinas de matar y no hay lugar
para el humanismo o la piedad.
Como luego lo hará HITLER, el
MARISCAL FRANCISCO SOLANO LÓPEZ no
vaciló en sacrificar a los niños en defensa de una causa que con el tiempo
se reveló como su causa y no la del pueblo paraguayo, innecesariamente
sacrificado en una guerra cuyos resultados, al año y medio de iniciarse ya
estaban decididos. Soldados famélicos, vestidos con andrajos, cañones sin
balas, fusiles sin municiones, la caravana de un ejército fantasma marchando
hacia la muerte. En su última retirada, se estima que cuatrocientos
soldados y oficiales -a los que se deben sumar un número indeterminado de
mujeres- fueron ejecutados por orden de quien a esa altura de los
acontecimientos era un paranoico enfermo, enceguecido y furioso.
Poco se ha escrito sobre la identidad de aquellos menores obligados a
ser adultos de manera tan violenta, que es bueno rescatar algunos casos más
conocidos. Quizás el más célebre de los combatientes de ACOSTA ÑU fue EMILIO ACEVAL
MARIN, quien tenía 15 años de edad, cuando le tocó combatir en la
legendaria batalla. Oriundo de Asunción, EMILIO
fue enrolado y llegó a ser sargento mayor, a la edad de 14 años. Sobrevivió a
los combates y fue hecho prisionero en ACOSTA
ÑU y trasladado a Asunción, donde sufrirá la tristeza de ver su hogar
ocupado y prácticamente destruido por los soldados aliados. Fue protegido y
adoptado por una familia, que lo lleva a vivir a Corrientes. Años más tarde,
pudo ingresar al Colegio Nacional de Buenos Aires. EMILIO llegó a ser PRESIDENTE
de la República del Paraguay entre 1898 y 1902, y luego SENADOR NACIONAL.
El cabo LISANDRO AMARILLA
tenía 12 años de edad, cuando entró en combate en ACOSTA ÑU. Fue jefe militar de una compañía del BATALLÓN JOVEN. Es recordado como un
niño soldado de gran heroísmo, que acostumbraba alentar a sus compañeros con
consignas en guaraní: "Vamos,
chicos! ¡Demostremos a estos restos de enemigos que no son más hombres que
nosotros! ¡Clávenles, y clávenles bien...!''. Son solo algunos nombres,
rescatados del vendaval del olvido... Dicen que el Paraguay era una
nación de héroes, que no existía casi el analfabetismo, que económicamente era
una nación ejemplar, y muchas cosas buenas más. Hasta que llegó la llamada GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA, impulsada
por la potencia mundial de ese entonces, INGLATERRA.
El PARAGUAY enfrentó a BRASIL, ARGENTINA Y URUGUAY unidos en
Alianza, como toda guerra fue una aberración. Y el Paraguay quedó totalmente
destruido.
Hoy, en Paraguay, el “DÍA DEL
NIÑO” recuerda a esa fecha. La evocación ha despertado en los últimos años
algunas polémicas, porque a más de un historiador se le ocurrió preguntarse
quiénes fueron los verdaderos responsables de esa tragedia: ¿Los ejércitos de la TRIPLE ALIANZA o los jefes militares paraguayos que arrancaron a
los niños de los brazos de sus madres y los colocaron en la línea de fuego?
“Si
hemos vencido fue porque hasta los niños paraguayos hemos matado”, entre otras más,
fueron las declaraciones de DOMINGO FAUSTINO
SARMIENTO ya finalizada la GUERRA DE
LA TRIPLE ALIANZA.