Cuando hablamos de posesión, nos referimos al momento en que un espíritu o demonio entra y controla el cuerpo y la mente de una persona. Este concepto es antiguo y universal, aunque en Occidente, influenciado por el pensamiento judeocristiano, solemos asociarlo con lo demoníaco y lo negativo. En otras culturas, las posesiones no siempre se ven como algo malo. En algunas tradiciones, se cree que los dioses pueden intervenir en la vida de las personas, y la posesión se considera a veces un favor divino. Chamanes, médiums y profetas, por ejemplo, han afirmado ser canales temporales de fuerzas superiores. Pero, en general, la posesión es algo que nadie desea, sobre todo cuando implica la presencia de un demonio.
En la Biblia, se mencionan casos en los que Jesús expulsa demonios de las personas. Según la teología judeocristiana, estos demonios son ángeles caídos, expulsados junto con Lucifer, o seres menores como los “Nephilim”. Aunque el origen de la posesión puede variar, la creencia común es que proviene del mal y que nadie está a salvo de ser poseído, ni siquiera los más puros. En la Edad Media, la posesión demoníaca era un tema de gran preocupación para la Iglesia. Cualquier comportamiento extraño se veía como una señal de posesión, lo que llevaba a realizar exorcismos para liberar a la persona del demonio. Con el tiempo, la Iglesia estableció un conjunto de rituales para manejar estos casos, conocido como el “Rituale Romanum”.
La posesión suele comenzar aprovechando las debilidades de la persona. Los demonios no pueden imponer sus propios deseos si van en contra de los del poseído, por lo que aprovechan los impulsos y deseos que ya existen en la persona, como la lujuria, la ira o la avaricia. Estos pecados actúan como una puerta de entrada para el demonio.
Primeros Síntomas:
- Obsesión: La persona comienza a tener un pensamiento fijo, que domina su mente. Este pensamiento puede no ser malo al principio, pero se vuelve constante y obsesivo, alterando su comportamiento.
- Fuerza Física: La persona experimenta un aumento de su fuerza física, a veces llegando a límites inusuales. Esto puede ir acompañado de euforia y convulsiones.
- Rechazo a lo Sagrado: Es común que la persona poseída desarrolle una aversión hacia objetos religiosos como cruces o medallas.
Progresión de la Posesión:
1. Infección: El demonio logra entrar en la víctima y empieza a influir en ella.
2. Opresión: La persona se debilita física y emocionalmente, adoptando comportamientos erráticos y olvidando tareas básicas como comer o bañarse.
3. Aceptación: La persona empieza a aceptar, aunque sea inconscientemente, la influencia del demonio, lo que lleva a la posesión completa.
En la fase más avanzada, la persona muestra cambios físicos y de comportamiento, como hablar en lenguas desconocidas o desarrollar habilidades paranormales. Durante esta etapa crítica, el cuerpo de la persona lucha contra la posesión, manifestándose en convulsiones y contorsiones.
En casos extremos, se recurre al exorcismo, un rito religioso destinado a expulsar al demonio del cuerpo de la persona. Este ritual puede llevar semanas, meses o incluso años de práctica constante. En algunos casos, la entidad demoníaca puede entrar y salir del cuerpo de la víctima, en lo que se conoce como “posesión transitoria”. Además, los exorcistas también corren el riesgo de ser poseídos durante el ritual, ya que las palabras del demonio pueden ser extremadamente persuasivas.