Entender el servicio en nuestra Iglesia es un tema que debemos abordar con los ojos del Espíritu, ya que hay tantos servicios como necesidades existen en cada comunidad. No es lo mismo todo aquello en lo que se puede ayudar en una parroquia rural que una urbana. Servir es trascender, servir está impregnado de vocación, pero sobre todo se trata de amor al prójimo. Muchas veces entendemos mal el servicio, ya que muchos hermanos lo que buscan es un prestigio, un reconocimiento para destacar de los demás, no quiero decir que todos busquen ese objetivo, pero una gran parte esconden sus intenciones en obtener una actividad destacada en la comunidad, es triste reconocer que no se sirve por amor, sino se sirve para destacar.
Todos conocemos historias donde el servidor se ha convertido en un verdadero tirano, nada se lleva a cabo si esa persona no lo autoriza. Es muy importante comprender que el servicio es una actividad que facilita y que es de gran valor, la mejor forma de realizar un servicio dentro de la Iglesia es recomendable realizarlo con desinterés, sin esperar nada, alejarse del reconocimiento y de ser posible de forma anónima. ¿Cuánto tiempo llevas sirviendo en el mismo lugar? No es recomendable que un servidor permanezca mucho tiempo haciendo la misma actividad. Conozco a quienes llevan más de cuarenta años realizando lo mismo y no permiten que nadie más lo haga, es muy importante dar oportunidad a las nuevas generaciones, de eso depende que la dinámica parroquial continúe y tenga “nuevo aire”. La forma en la que servimos es la manera en la que mostramos nuestro crecimiento espiritual, de manera que, debemos comprender que no existe servicio pequeño.
Cuando se alcanza un nivel de conciencia el servicio se siente como una llama encendida en el corazón, desafortunadamente, con el paso del tiempo, el servicio se comienza a hacer de manera mecánica, lo que al principio se hacía con amor, comienza a transformarse en una simple obligación. Es en ese momento donde se empieza a perder el propósito y el gusto por ayudar, llegar a este momento puede ser muy peligroso y desastroso. No perdamos esa llama que en un inicio nos inspiró a ayudar a los demás, no permitamos que se convierta el privilegio de servir en un acto cotidiano. En tu servicio a Dios, es muy importante la paciencia y el esfuerzo por desempeñar con calidad y de buena voluntad la actividad que realices, trata siempre de agradar a Dios. “Todo lo que hagas, hazlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” Colosenses 3, 23. Dios no se queda con nada y Él ve todo lo que hay en tu corazón, de manera que sirvamos a Dios por amor, por lo que es Él y no por lo que pueda darnos.
Si aún no te animas a ayudar en alguna actividad en la Iglesia, te invito a que lo experimentes y verás que gran enseñanza te está esperando, pues vivir y servir es el equilibrio perfecto para compartir y hacer vida la palabra, el mensaje adquiere una nueva perspectiva y te darás cuenta que la fuerza del servicio cambia nuestras vidas. Dejemos de ser indiferentes ante el servicio y comencemos a llevarlo a cabo, que mucha falta hace involucrarnos en las necesidades de parroquias rurales y urbanas.