
Durante la transmisión en el programa que conduzco en internet, surgió un tema que me hizo regresar en el tiempo al recordar ciertos aspectos de mi infancia y entre ellos, algo que había olvidado, las veces que mi madre fue a dejar algún objeto de oro para que le prestaran algo de dinero. Esta acción se volvió recurrente para nuestra familia, algo que al ver en perspectiva puedo valorar, el gran esfuerzo de mis padres para contar con un poco de dinero. Recuerdo que el objeto a empeñar era una “gargantilla” de oro, la cual viajó varias veces a un establecimiento llamado Nacional Monte de Piedad, lugar donde, después de ser valuada, les entregaban una cantidad y a la vez, la oportunidad de pagar el préstamo, en mensualidades y pagos “accesibles”, acción que ayudaba en un momento determinado a la economía familiar.
Lo que recuerdo de aquellos viajes, era la larga fila que se hacía afuera del lugar, con el sol a plomo y el tiempo que pasaba muy lento, a mí se me hacía eterna la espera para llegar a esas ventanillas para que el objeto fuera mirado con gran detalle y con un escrutinio tal, que el “ojo” de aquellas personas le daban a mi madre una suma económica y posteriormente la entrega del dinero en efectivo. De esta manera, la familia podía tener cierta “tranquilidad” y continuar con su dinámica. Al pasar los años y darme cuenta de estas prácticas, me he podido percatar que muy lejos de ayudar a las familias en situación de necesidad, se aprovechan al cobro de los intereses que llegan a ser muy altos, pareciendo que es una cantidad accesible a pagar mes con mes, pero que el crédito pedido se llega a pagar hasta tres veces.
Así que, el nombre Monte de Piedad, no tiene nada de piedad para el usuario. En caso de no pagar estas mensualidades llamadas “refrendos”, el objeto en cuestión se pierde, se trata tal vez del verdadero negocio, quedarse con los objetos de valor, pero siempre habrá una justificación que no revelará la verdad. Ayudan sí, aunque de manera cuestionable, pero esa ayuda tiene sus desventajas, aprovecharse de una necesidad con un interés muy alto. Una casa de empeño también puede ayudar a prevenir la pérdida de objetos de valor. En lugar de vender un objeto preciado en una situación de emergencia, los prestatarios pueden dejarlo en una casa de empeño a cambio de un préstamo por un cierto periodo de tiempo, después del cual, si logran pagar los refrendos, pueden recuperar el objeto preciado.
Hay regulaciones y todo lo que la ley da como garantías; sin embargo, recordemos que el lenguaje de estos lugares es el dinero. El poeta noruego Arne Garborg escribió: “Puedes comprar comida, pero no el apetito; puedes comprar medicinas, pero no la salud; camas cómodas, pero no el sueño; libros, pero no la inteligencia; diversión, pero no el placer; conocidos, pero no la verdadera amistad; sirvientes, pero no la fidelidad, puedes comprar días tranquilos, pero no puedes comprar la paz”. La persona que está contenta con lo que tiene se preocupa también por el dinero, pero sabe que no debe preocuparse en exceso.
Por ejemplo, no se agobiará si surgen problemas económicos; más bien, tratará de tener la actitud que tuvo el apóstol Pablo: “Yo sé cómo vivir en pobreza o en abundancia. Conozco el secreto de estar feliz en todos los momentos y circunstancias: pasando hambre o estando satisfecho; teniendo mucho o teniendo poco” Filipenses 4,12. Y quienes somos padres de familia comprendemos lo vital, e imperioso, que es tener un poco de dinero para llevar el valioso sustento ¿Quién no ha sentido en carne propia la triste realidad de no tener lo necesario para satisfacer las necesidades básicas? Sin temor a equivocarme, creo que una gran mayoría caminamos y avanzamos por ese sendero de incertidumbre y desolación, es cuando nuestra confianza en Dios llega a despertarse y clamamos: ¡Danos hoy nuestro pan de cada día!