PROGRAMA Nº 1167 | 17.04.2024

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SECTAS CRISTIANAS EN ÁFRICA (Primera Parte)

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El de las sectas en África es, un tema de singular importancia. Representan un desafío grave a la expansión y a un mantenimiento de la Iglesia. Ya comienzan a oírse voces que auguran un futuro preponderantemente sectario para el cristianismo en África... Hace veinticinco o veinte años, nadie se habría permitido semejante augurio: hoy, sí. Lo que indica, ya de entrada, que el expansionismo de las sectas en África está conociendo actualmente un vigor muy notable y progresivamente acelerado.

Sigue siendo aún, es cierto, un fenómeno marginal; pero está ya presente en los suburbios de las grandes ciudades africanas y, poco a poco, está llegando a las aldeas más perdidas. Las mujeres, en primer lugar, y los jóvenes, después, son los dos grupos sociales más inclinados al movimiento sectario; y para la creación de una comunidad sectaria basta con la decisión -o «inspiración»- de alguien que se determine a declararse a sí mismo «sacerdote» o «pastor», cuando no «profeta».

Las denominadas «Iglesias independientes» presentan una estructura u organización más cuajada, con un cuerpo ministerial más formado intelectual y religiosamente, con una determinada jerarquía y unos credos más armónicos y coherentes, con amplios templos y numerosas capillas; pero también éstas adolecen de un acentuado sincretismo en el que se entremezclan datos fundamentales del Evangelio con otros provenientes de la religiosidad popular -«pagana» se diría en tiempos ya venturosamente superados- o de la «inspiración divina», presuntamente afirmada como tal, de algún profeta o profetisa...

Sectas e Iglesias independientes propenden al esoterismo y a la magia, y de aquí arranca, principalmente, el peligro que hoy se incuba para la sociedad futura del continente africano. El esoterismo, con su distinción entre iniciados y no-iniciados, suele dar lugar a la creación de instituciones y organizaciones secretas que actúan, desde la sombra, en los más diversos campos de la vida social: político, económico, cultural, familiar. La magia, por su parte, introduce recursos que militan contra el progreso de los pueblos al encomendar a «fuerzas» incontrolables la resolución de graves problemas individuales o sociales.

Dichas «fuerzas», a las veces, pueden reclamar de los que a ellas acuden por la mediación del «brujo» o del «adivino» actuaciones contrarias a la legislación vigente en un país y hasta lesivas de los derechos fundamentales de los prójimos. Propenden también, y cada vez más, a afirmarse en un nacionalismo a ultranza que propaga un clima-ambiente contra el Occidente -y el cristianismo de las iglesias europeas, católicas, anglicanas y protestantes- por el pasado colonialista y por el actual neocolonialismo.

El Occidente, admirado secretamente en estos ambientes por su tenor de vida y sus adelantos técnicos, es presentado como el causante de los muchos males que aquejan al continente africano -lo que no carece de razón- y como una cultura en lucha contra la peculiaridad propia de los pueblos africanos, incluso en la esfera de lo religioso. Este anti-occidentalismo obra como banderín de enganche, sobre todo entre la juventud africana y más si se trata de una juventud estudiantil y profesional.

De aquí a motivar un fundamentalismo religioso-nacionalista contra las Iglesias de cuño europeo y occidental, no hay más que un paso, y las sectas y las Iglesias independientes lo están franqueando cada vez más. Las muy difíciles condiciones económicas y socio-políticas en que se debaten las sociedades africanas de hoy, son terreno abonado para la propagación de las sectas. El político, consciente de que su poder -y aun su vida- están amenazados por sus adversarios de la oposición política, legalizada o clandestina, se sentirá llevado a invocar la intervención de «poderes» sobre humanos o sobrenaturales, en un curioso -pero normal- retorno a tiempos anteriores.

La familia incapaz de adquirir los fármacos modernos, recurrirá a la medicina tradicional -lo que podría ser bueno- a través del «curandero-brujo», lo que, además de no ser tan recomendable por la intervención de la brujería, supone un retroceso a prácticas ya superadas por la modernidad. El joven que no encuentra trabajo y que se encuentra reducido al anonimato en algún suburbio, lejos muchas veces de su gran familia tribal o clánica, se acogerá al calor de la comunidad sectaria y establecerá con sus componentes unos lazos fuertes de amistad y, si es posible, de ayuda.

Las sociedades africanas se han desestructurado en pocos años; los individuos «flotan», sin raíces ni fundamentos. La secta les ofrece comunitarismo, escucha amable de sus sufrimientos y frustraciones, una gama rica y siempre renovada de transmisión simbólica a las «fuerzas cósmicas» o a Dios del mensaje que el triste y desamparado creyente desea comunicarles... Se explica en razón de la situación actual del hombre africano y de las ofertas que a las sectas les ofrecen, que la expansión de éstas sea espectacular en sí misma, preocupante para la Iglesia, peligrosa para la sociedad.

El fenómeno de las sectas e Iglesias independientes en África no es, ni mucho menos, un grano de anís. Los antiguos poderes coloniales lo advirtieron pronto; y la historia de algunas de estas sectas e Iglesias independientes cuenta con su propio martirologio. La colonia creyó acabar con la «epidemia» arrestando y encarcelando a los líderes sectarios y a los «profetas» opuestos a la colonización. No consiguió sino crear la figura del «héroe», del «perseguido por la santa causa», en ocasiones del «mártir». Y la persecución, como siempre ocurre, fortaleció a la naciente comunidad y le dio nuevas alas para su expansión.

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