PROGRAMA Nº 1164 | 27.03.2024

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EL HISTÓRICO VIAJE DEL HOMBRE A LA LUNA

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Los que hace medio siglo seguíamos con atención y curiosidad la carrera espacial entre rusos y norteamericanos, nos sorprendimos cuando por fin estos últimos le pusieron fecha al tan promocionado viaje tripulado a la Luna. Es que el mundo aún tenía muy presente la terrible tragedia corrida por la Apolo 1, cuando el 21 de febrero de 1967 se incendió y, al no poder abrirse las escotillas, en su interior murieron calcinados los tres astronautas: Gus Grissom, Edward White y Roger Chaffee.

Lo cierto es que hasta ese momento y sin discusión, los rusos encabezaban la competencia espacial, pues estos ya habían logrado impactar en nuestro satélite natural, una década antes, el 12 de septiembre de 1959. Por eso, fuimos muchos en el mundo los que recelamos de la NASA, cuando el 12 de junio de 1969, informó oficialmente que en un mes más, (16/07/69) lanzaría rumbo a la Luna, la nave tripulada Apolo 11. Y nuestras dudas tenían sus fundamentos, pues aunque el programa Apolo (objetivo: la Luna) ya tenía nueve años, hasta entonces en materia espacial, los norteamericanos corrían cómodos tras la Unión Soviética.

El hecho es que el 12 de junio de 1969, el mundo quedó en vilo cuando por fin la NASA informó oficialmente que el próximo 16 de julio lanzaría rumbo a la Luna la nave Apolo 11. “El vuelo -dijo- será tripulado por tres astronautas: el comandante Nail A. Amstrong (38), Michael Collins (38) y Ewin E. Aldrin (39)...”. Pero además, la información se completaba con otros datos por demás interesantes: el viaje de ida y vuelta duraría 8 días; el alunizaje sería el 20 de julio; y al día siguiente, el 21 de julio -si todo salía bien- la nave iniciaría su retorno a la Tierra. El informe concluía señalando que si todo salía según lo calculado, el Apolo 11 estaría acuatizando en el Pacífico, en el mediodía del 24 de julio de 1969.

La precisión de todos estos datos fue lo que más hizo dudar, ya que el común de la gente aún no estaba familiarizada con la difusión de tan detallada planificación científica. Por otra parte, la Unión Soviética era muy reservada en cuanto a dar información sobre sus experiencias espaciales. Hasta entonces, el mundo solo se enteraba de sus logros, no solo cuando estos ya se habían concretado sino también cuando habían sido exitosos. Es que lo que ocurría tras la “Cortina de Hierro”, era todo un misterio para el mundo occidental.

Y por supuesto, así fue hasta mediados de los 60, cuando los satélites artificiales comenzaron a circunvalar la tierra y a enviar información (y fotografías) hasta de los más alejados rincones del mundo. Pues hay que admitir además, que en el marco de la llamada “guerra fría”, los primeros satélites, tanto rusos como yanquis, solo tenían por misión andar espiando las intimidades militares de los otros. Y aún hoy lo hacen, pero ahora el espacio también aloja otros tipos de satélites, y varios de ellos muchísimo más útiles y necesarios para la humanidad como los meteorológicos.

Finalmente, 16 de julio de 1969 y, tal como la NASA había anunciado al mundo, la Apolo 11 partió a la Luna, iniciando la más prodigiosa aventura de la Humanidad. A las 9,32 del día del lanzamiento, comenzó la cuenta regresiva en la plataforma 39 de Cabo Kennedy. Y mientras las poderosas luces de los reflectores empalidecían ante la luz del sol naciente, el gigantesco cohete Saturno-5, completaba su carga de combustible. Era el quien debía impulsar al espacio a la Apolo 11 en los primeros tramos de un viaje de casi 800.000 kilómetros de ida y vuelta a la Luna.

En tanto, los astronautas Armtrong, Collins y Aldrin ya habían despertado y se aprestaban a desayunar bistec y huevos. Luego comenzarían a vestirse con los trajes espaciales. Pero previo a todo y bien temprano, habían recibido los buenos deseos del presidente Richard Nixon, quien por razones de salud, iba a seguir desde la Casa Blanca, el despegue que sería transmitido por televisión. A poco de las 9, comenzó a retirarse el brazo de la torre auxiliar, en tanto los astronautas examinaban los controles de la nave.

A menos 10 de la cuenta regresiva, la nave comenzó a utilizar energía propia; luego se cortaron los contactos con tierra mientras la cuenta regresiva continuaba. El mundo que por entonces seguía los detalles mayormente por radio, estaba en vilo. A la menos 5 de la cuenta, el brazo de la torre se retiró del todo y la Apolo queda sola en la plataforma. La actividad, dentro y fuera de la nave es frenética; se hacían los últimos controles por si se debía suspender o no la operación.

Armstrong dice entonces sus últimas palabras en tierra: “Estamos seguros que será un buen vuelo”. Por fin llega el cero y una nube espesa que sale desde la base de la plataforma, envuelve a la Apolo 11, en tanto sus inmensos motores, exhalan inmensas llamaradas. Adentro, la nave estremece sus entrañas y su estructura vibra con furia, como tratando de impedir que le corten las últimas raíces que la unen a la tierra. Pero poco a poco, la ciclópea fuerza de los reactores pueden más, y la nave comienza lentamente a elevarse dejando tras de si una larguísima estela de humo blanco. Ahora sí, el hombre esta camino a la Luna.

Después de casi cuatro días de viaje, la Apolo 11 ya sobrevolaba alrededor de la Luna. En su interior, Armstrong, Aldrin y Collins, habían descansado esa noche esperando realizar la treceava circunvalación a la Luna. Finalizada ésta, recién entonces debían comenzar las tan esperada maniobras de alunizaje. En esa última órbita, Aldrin y Armstrong debían separar el módulo Lunar ahora denominado “Aguila”, de la Apolo 11 o “Columbia”, donde se quedaría Collins, para controlar todo el proceso de alunizaje y despegue de sus compañeros.

El hecho es que luego que los astronautas desayunaron e inmediatamente después comenzaron a realizar las maniobras para alunizar en el Mar de la Tranquilidad, tal como estaba programado. Luego de pasar del Apolo 11 al módulo “Aguila”, Armstrong y Aldrin chequearon los comandos. Minutos mas tarde pusieron en marcha los motores de descenso de “Águila” y emprendieron por fin el riesgoso viaje hasta la superficie lunar. La operación comenzó cuando la Apolo 11 o “Columbia” sobrevolaba la parte no visible de la Luna.

El primer movimiento de “Águila” fue alejarse unos 12 metros de la Apolo 11 y rotar sobre su eje, como para permitirle a Collins que desde la escotilla pudiera observar y constatar que el módulo no esté dañado por golpes o deformaciones. Luego de constatado el buen estado de “Águila”, Arsmtrong y Aldrin iniciaron la última maniobra. Casi nueve minutos les llevó el descenso, el módulo “Águila” se posó suavemente sobre la polvorienta superficie lunar.

Por fin, el hombre había logrado llegar a la Luna. Ahora estaba ahí, tras haber pasado miles de años soñando con ella, admirándola y hasta dedicándole cantos y poemas. El regreso de la Apolo 11 a la Tierra se cumplió en dos etapas. La primera fue cuando el módulo “Águila” abandonó la Luna para acoplarse a la Apolo o nave madre. Estas maniobras estuvieron a cargo de los astronautas Armstrong y Aldrin. Despegaron de la superficie lunar el 21 de julio. Según Aldrin, el “despegue fue muy suave”, pese a que al partir el módulo exhaló una llamarada que fundió las arenas del Mar de la Tranquilidad. A poco se produjeron fuertes interferencias en las comunicaciones pero aun así, el acoplamiento del “Águila” con la Apolo 11 conducida por Collins, se concretó exitosamente.

La Apolo 11 o Columbia abandonaron el campo magnético lunar a las 1, 39 horas del 22 de julio. A partir de entonces comenzó el retorno a la Tierra a una velocidad de 4.375 km/h. “Estamos abandonando las esfera de la influencia lunar” dijo Armstrong. Entre tanto desde aquí, los médicos controlaban la salud de los cosmonautas. A dos días de partir de la Luna, el Apolo 11 tocó las primeras capas de la atmósfera terrestre a 120 km de altura, al NE de Australia del 24 de julio de 1969. Por fin, la nave acuatizó invertida en las aguas del Pacífico a 940 millas al SE de Honolulú. El éxito había coronado la histórica misión y el mundo ya respiraba aliviado.

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