Los que hace medio siglo
seguíamos con atención y curiosidad la carrera espacial entre rusos y
norteamericanos, nos sorprendimos cuando por fin estos últimos le pusieron
fecha al tan promocionado viaje tripulado a la Luna. Es que el mundo aún tenía
muy presente la terrible tragedia corrida por la Apolo 1, cuando el 21 de
febrero de 1967 se incendió y, al no poder abrirse las escotillas, en su
interior murieron calcinados los tres astronautas: Gus Grissom, Edward White y
Roger Chaffee.
Lo cierto es que hasta ese
momento y sin discusión, los rusos encabezaban la competencia espacial, pues
estos ya habían logrado impactar en nuestro satélite natural, una década antes,
el 12 de septiembre de 1959. Por eso, fuimos muchos en el mundo los que
recelamos de la NASA, cuando el 12 de junio de 1969, informó oficialmente que
en un mes más, (16/07/69) lanzaría rumbo a la Luna, la nave tripulada Apolo 11.
Y nuestras dudas tenían sus fundamentos, pues aunque el programa Apolo
(objetivo: la Luna) ya tenía nueve años, hasta entonces en materia espacial,
los norteamericanos corrían cómodos tras la Unión Soviética.
El hecho es que el 12 de
junio de 1969, el mundo quedó en vilo cuando por fin la NASA informó
oficialmente que el próximo 16 de julio lanzaría rumbo a la Luna la nave Apolo
11. “El vuelo -dijo- será tripulado por tres astronautas: el comandante Nail A. Amstrong
(38), Michael Collins (38) y Ewin E. Aldrin (39)...”. Pero además, la
información se completaba con otros datos por demás interesantes: el viaje de
ida y vuelta duraría 8 días; el alunizaje sería el 20 de julio; y al día
siguiente, el 21 de julio -si todo salía bien- la nave iniciaría su retorno a
la Tierra. El informe concluía señalando que si todo salía según lo calculado,
el Apolo 11 estaría acuatizando en el Pacífico, en el mediodía del 24 de julio
de 1969.
La precisión de todos
estos datos fue lo que más hizo dudar, ya que el común de la gente aún no
estaba familiarizada con la difusión de tan detallada planificación científica.
Por otra parte, la Unión Soviética era muy reservada en cuanto a dar
información sobre sus experiencias espaciales. Hasta entonces, el mundo solo se
enteraba de sus logros, no solo cuando estos ya se habían concretado sino
también cuando habían sido exitosos. Es que lo que ocurría tras la “Cortina de
Hierro”, era todo un misterio para el mundo occidental.
Y por supuesto, así fue
hasta mediados de los 60, cuando los satélites artificiales comenzaron a
circunvalar la tierra y a enviar información (y fotografías) hasta de los más
alejados rincones del mundo. Pues hay que admitir además, que en el marco de la
llamada “guerra fría”, los primeros satélites, tanto rusos como yanquis, solo
tenían por misión andar espiando las intimidades militares de los otros. Y aún
hoy lo hacen, pero ahora el espacio también aloja otros tipos de satélites, y
varios de ellos muchísimo más útiles y necesarios para la humanidad como los
meteorológicos.
Finalmente, 16 de julio de
1969 y, tal como la NASA había anunciado al mundo, la Apolo 11 partió a la
Luna, iniciando la más prodigiosa
aventura de la Humanidad. A las 9,32 del día del lanzamiento, comenzó la
cuenta regresiva en la plataforma 39 de Cabo Kennedy. Y mientras las poderosas
luces de los reflectores empalidecían ante la luz del sol naciente, el
gigantesco cohete Saturno-5, completaba su carga de combustible. Era el quien
debía impulsar al espacio a la Apolo 11 en los primeros tramos de un viaje de
casi 800.000 kilómetros de ida y vuelta a la Luna.
En tanto, los astronautas
Armtrong, Collins y Aldrin ya habían despertado y se aprestaban a desayunar
bistec y huevos. Luego comenzarían a vestirse con los trajes espaciales. Pero
previo a todo y bien temprano, habían recibido los buenos deseos del presidente
Richard Nixon, quien por razones de salud, iba a seguir desde la Casa Blanca,
el despegue que sería transmitido por televisión. A poco de las 9, comenzó a
retirarse el brazo de la torre auxiliar, en tanto los astronautas examinaban
los controles de la nave.
A menos 10 de la cuenta
regresiva, la nave comenzó a utilizar energía propia; luego se cortaron los
contactos con tierra mientras la cuenta regresiva continuaba. El mundo que por
entonces seguía los detalles mayormente por radio, estaba en vilo. A la menos 5
de la cuenta, el brazo de la torre se retiró del todo y la Apolo queda sola en
la plataforma. La actividad, dentro y fuera de la nave es frenética; se hacían
los últimos controles por si se debía suspender o no la operación.
Armstrong dice entonces
sus últimas palabras en tierra: “Estamos
seguros que será un buen vuelo”. Por fin llega el cero y una nube espesa
que sale desde la base de la plataforma, envuelve a la Apolo 11, en tanto sus
inmensos motores, exhalan inmensas llamaradas. Adentro, la nave estremece sus
entrañas y su estructura vibra con furia, como tratando de impedir que le
corten las últimas raíces que la unen a la tierra. Pero poco a poco, la
ciclópea fuerza de los reactores pueden más, y la nave comienza lentamente a
elevarse dejando tras de si una larguísima estela de humo blanco. Ahora sí, el
hombre esta camino a la Luna.
Después de casi cuatro
días de viaje, la Apolo 11 ya sobrevolaba alrededor de la Luna. En su interior,
Armstrong, Aldrin y Collins, habían descansado esa noche esperando realizar la
treceava circunvalación a la Luna. Finalizada ésta, recién entonces debían
comenzar las tan esperada maniobras de alunizaje. En esa última órbita, Aldrin
y Armstrong debían separar el módulo Lunar ahora denominado “Aguila”, de la
Apolo 11 o “Columbia”, donde se quedaría Collins, para controlar todo el
proceso de alunizaje y despegue de sus compañeros.
El hecho es que luego que
los astronautas desayunaron e inmediatamente después comenzaron a realizar las
maniobras para alunizar en el Mar de la Tranquilidad, tal como estaba
programado. Luego de pasar del Apolo 11 al módulo “Aguila”, Armstrong y Aldrin
chequearon los comandos. Minutos mas tarde pusieron en marcha los motores de
descenso de “Águila” y emprendieron por fin el riesgoso viaje hasta la
superficie lunar. La operación comenzó cuando la Apolo 11 o “Columbia”
sobrevolaba la parte no visible de la Luna.
El primer movimiento de
“Águila” fue alejarse unos 12 metros de la Apolo 11 y rotar sobre su eje, como
para permitirle a Collins que desde la escotilla pudiera observar y constatar
que el módulo no esté dañado por golpes o deformaciones. Luego de constatado el
buen estado de “Águila”, Arsmtrong y Aldrin iniciaron la última maniobra. Casi
nueve minutos les llevó el descenso, el módulo “Águila” se posó suavemente
sobre la polvorienta superficie lunar.
Por fin, el hombre había
logrado llegar a la Luna. Ahora estaba ahí, tras haber pasado miles de años
soñando con ella, admirándola y hasta dedicándole cantos y poemas. El regreso
de la Apolo 11 a la Tierra se cumplió en dos etapas. La primera fue cuando el
módulo “Águila” abandonó la Luna para acoplarse a la Apolo o nave madre. Estas
maniobras estuvieron a cargo de los astronautas Armstrong y Aldrin. Despegaron
de la superficie lunar el 21 de julio. Según Aldrin, el “despegue fue muy suave”, pese a que al partir el módulo exhaló una
llamarada que fundió las arenas del Mar de la Tranquilidad. A poco se
produjeron fuertes interferencias en las comunicaciones pero aun así, el
acoplamiento del “Águila” con la Apolo 11 conducida por Collins, se concretó
exitosamente.
La Apolo 11 o Columbia
abandonaron el campo magnético lunar a las 1, 39 horas del 22 de julio. A
partir de entonces comenzó el retorno a la Tierra a una velocidad de 4.375
km/h. “Estamos abandonando las esfera de
la influencia lunar” dijo Armstrong. Entre tanto desde aquí, los médicos
controlaban la salud de los cosmonautas. A dos días de partir de la Luna, el
Apolo 11 tocó las primeras capas de la atmósfera terrestre a 120 km de altura,
al NE de Australia del 24 de julio de 1969. Por fin, la nave acuatizó invertida
en las aguas del Pacífico a 940 millas al SE de Honolulú. El éxito había
coronado la histórica misión y el mundo ya respiraba aliviado.
Fuente: