PROGRAMA Nº 1167 | 17.04.2024

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LA RESURRECCIÓN PARA EL JUDAÍSMO

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En nuestro mundo siempre en transición, el hombre contemporáneo se ha visto obligado a ajustar sus esquemas en forma por demás vertiginosa. Así, la cultura judía que se ha mantenido incólume en su porción esencial a lo largo de los años, enfrenta retos cada vez mayores. Sin embargo, en muchos casos, el judaísmo tradicional sorpresivamente da respuesta a dilemas actuales. Temas tan controvertidos y candentes en los tiempos modernos, como el de la resurrección, es ya contemplado siglos atrás por la Halajá o ley judía.

La preocupación por el más allá ha caracterizado a todas las culturas que han desarrollado mitologías para expresar su visión del destino del alma humana y del fin de los días.

El tema de la resurrección ocupa dentro de estas concepciones un lugar prioritario. Dentro del judaísmo, la creencia en la resurrección se ha ido transformando con el correr de los siglos. Entre los primeros hebreos no existía la idea de que los muertos revivirían en sus cuerpos para vivir nuevamente en la tierra. Con el desarrollo del pensamiento mesiánico entre los judíos surgió la creencia en la resurrección. Cuando inician su reflexión sobre el fin de los días, éstos conciben un mundo reconstituido en el que todos los conflictos desaparecerían y en donde los hombres buenos y piadosos se levantarían de su tumba y retornarían a una vida de paz y alegría.

Durante el período bíblico, la muerte era considerada el estadio final del ser humano. La fe en el castigo y la recompensa divinos satisfacía la demanda de justicia de la humanidad. Al hombre común se le concebía como un soplo, cuyos ojos no volverían a ver el bien... como la nube que se desvanece (Job 7:7-9). No obstante, desde los tiempos antiguos, la idea de que el Todopoderoso puede revivir a los muertos se encuentra presente en el pensamiento bíblico: Yo hago morir y hago vivir (Deuteronomio 32:39).

En el siglo VI a.e.c., a raíz del exilio babilónico, los judíos estuvieron en contacto con una cultura distinta que mantenía una visión particular del paraíso y del más allá. Posteriormente, en el siglo IV a.e.c., cuando los griegos conquistan Judea y la influencia de Platón y otros filósofos se deja sentir, la doctrina de la resurrección comienza a ser aceptada entre los judíos, particularmente entre aquellos que se oponían a la dominación extranjera y luchaban por su vida.

La idea de la retribución en una vida posterior fue el corolario necesario a la idea de la justicia divina y la afirmación de su fe. La teología tradicional explicaba el sufrimiento colectivo como producto del pecado y era incapaz de consolar a las víctimas. Eran precisamente los justos los que morían mientras que los apóstatas florecían.

Sin embargo, con esta nueva visión la angustia del momento era mitigada por la creencia de que la injusticia perpetrada en la tierra podría ser rectificada a través de un juicio realizado a los muertos, llamados a la vida en la tierra para ese propósito: Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán (Isaías 26:19). Esto implicaba que los malvados que escaparon al castigo y aquellos leales que murieron sin disfrutar la recompensa por su devoción, serían llamados a la vida para recibir lo que les correspondía.

Posteriormente, a principios de la era común, las dos principales sectas religiosas en el judaísmo -saduceos y fariseos- debatían sobre si la resurrección debía ser aceptada como artículo básico de fe. Los saduceos creían que sólo lo que se encontraba explícitamente ordenado por la Biblia debía ser aceptado, y por tanto, negaban la resurrección. Los fariseos, por su parte, creían que las palabras del Pentateuco estaban sujetas a la interpretación y por ello reivindicaban esta doctrina.

Esta visión fue adoptada posteriormente por las autoridades rabínicas para quienes la doctrina de la resurrección ya era considerada uno de los puntos centrales del judaísmo. Por ello establecieron que todo aquel que niegue la doctrina de la resurrección se excluye a sí mismo del ámbito judío y no tendrá parte en el mundo venidero. Y el décimo capítulo de la Mishná (compilación de leyes orales) comienza diciendo: Todo Israel tiene una porción en el mundo por venir, como lo dice Isaías: Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán la tierra.

Siglos después, entre los filósofos judíos medievales surgieron controversias en relación a la resurrección. Tal fue el caso, por ejemplo, de Saadia Gaón (filósofo del siglo IX) quien sostenía que las almas muertas permanecían custodiadas hasta el momento de la resurrección. Maimónides (destacado estudioso del siglo XII) fue quien creó la mayor polémica al afirmar que la verdadera recompensa no era la resurrección de los muertos sino que ésta llegarla después de un período en el que las almas de los justos fueran recompensadas en el mundo venidero, seguido de la resurrección y por último del regreso de los resurrectos al mundo venidero.

A lo largo de la historia, la gran mayoría de las comunidades judías fueron torturadas por querer mantener su fe. La creencia pasional en la resurrección permitió a los judíos aferrarse a su religión y evitó que negaran la existencia de un Dios que con el tiempo los regresaría al mundo.

En el período moderno, entre los círculos más tradicionales se ha mantenido la creencia en la resurrección como un recordatorio de que la salvación del individuo depende del Todopoderoso y que se cumple tanto en el sentido corporal como espiritual. Para las corrientes liberales del judaísmo esta creencia ha sido reemplazada por la fe en la inmortalidad del alma.

Con el transcurso de los años han surgido numerosas polémicas en torno al concepto de la resurrección Han habido aquellos que creen que consiste en regresar el cuerpo a la vida mientras que otros consideran que la resurrección sólo llegará al espíritu y que éste se cubrirá de un cuerpo de gloria y luz. La doctrina judía de la resurrección está compuesta de los siguientes elementos:

La idea de la retribución y la recompensa para el pueblo hebreo como un todo y no simplemente para sus miembros individuales. Desde el punto de vista judío, la redención final siempre será para todo el pueblo. Los profetas, en cambio predecían un tiempo futuro en el que habría paz, justicia y rectitud en el mundo, pero esta recompensa vendría sólo para aquellos que vivieran durante el tiempo de la redención. De este modo, la resurrección de los muertos permite que las almas piadosas a lo largo de la historia compartan el Olam Haba o mundo venidero.

La idea de que el cuerpo y el alma son una unidad única e indivisible, esencialmente iguales en la constitución del ser humano. Ni el alma ni el cuerpo por sí solos pueden ser pecadores o piadosos, sino que los dos deben ser juzgados juntos y así recibir su castigo o recompensa. Sabios y teólogos judíos no concordaban en cuanto a la naturaleza precisa de la resurrección. ¿Los muertos revivirían y se restituirían a la vida física total o los cuerpos permanecerían en el polvo?

La resurrección se dará solamente después del juicio final, con la llegada del Mesías. El concepto de resurrección es distinto al de reencarnación. Los hombres no reencarnan en objetos u en otro ser humano, sino que resucitan en su mismo cuerpo. Quienes creen devotamente en la resurrección se apoyan en la creencia de un Dios justo.

Para ser consistentes con sus pensamientos confían en que los hombres devotos que han sufrido de persecuciones y martirios por su insistencia en mantener su fe deberán ser recompensados. De este razonamiento deducen la idea de que habrá una resurrección física del cuerpo reincorporado al alma y que después, tendrán una larga vida en la tierra, en donde serán recompensados por su sufrimiento. No obstante, a pesar de que el judaísmo acepta la doctrina de la resurrección, es -ante todo- una religión que exalta la vida en este mundo.

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