Que
Jesús tuvo muchas tentaciones en su vida lo sabemos por dos motivos. Porque la
Biblia dice que él era semejante a los demás hombres en todo (Hb 2,17),
inclusive en las tentaciones (Hb 4,15). Y porque Jesús lo afirmó al despedirse
de sus apóstoles: "Vosotros me
habéis acompañado a lo largo de todas mis tentaciones" (Lc 22,28). Sin
embargo los Evangelios mencionan sólo tres, que le sucedieron antes de su vida
pública. Es que, como lo dijimos en otra oportunidad, estas tres tentaciones en
realidad simbolizan todas aquellas tentaciones por las cuales Jesús pasó a lo
largo de su vida. Ahora bien, ¿cuál fue la última tentación que sufrió Jesús?
La cuestión viene al caso, porque Mateo y Lucas, los dos únicos evangelistas
que las cuentan, traen un orden diferente. Sí están de acuerdo sobre la primera
tentación. Ambos afirman que tuvo lugar en el desierto, donde el diablo se le
presentó luego de un ayuno de cuarenta días, y lo incitó a convertir las
piedras en pan para calmar su hambre (Mt 4,1-4; y Lc 4, 1-4).
Pero
sobre la última, la más importante ya que en ella Satanás quedó definitivamente
derrotado y dejó en paz a Jesús, ya no hay acuerdo. Según Mateo fue sobre una
montaña (4,8). Según Lucas fue en Jerusalén, en la parte más alta del Templo
(4,9). Es decir que en Mateo el escenario de las tentaciones es: a) desierto,
b) templo, c) montaña. En cambio en Lucas es: a) desierto, b) montaña, c)
templo. Si los dos escritores cuentan el mismo relato y con los mismos
detalles, ¿por qué al llegar al final cambian y dan una versión diferente de la
tercera tentación? La respuesta está en lo que se llama "la teología del
autor". Es decir, si bien los evangelistas narran los hechos históricos de
la vida de Jesús, cada uno retoca los detalles para transmitir a los lectores
un "mensaje" especial de parte de Dios lo cual sería la
"teología". Sobre la base de esto, adelantemos ahora la respuesta.
Mateo ubicó la última tentación de Cristo sobre una montaña, porque en su
Evangelio la montaña tiene un significado particular. En cambio Lucas la ubica
en Jerusalén, porque es esta ciudad lo que tiene un sentido especial en el
tercer Evangelio. Para decirlo con palabras más técnicas, en Mateo nos
encontramos con la "teología del monte". En Lucas, con la
"teología de Jerusalén".
¿En
qué consiste la "teología del monte"? Resulta curioso que Mateo, un
escritor que casi no muestra interés por ubicar geográficamente los episodios
que cuenta, sin embargo encuadre cuantas veces puede sus escenas en alguna
montaña. La menciona tantas veces, y en momentos tan dispares, que los
estudiosos concluyen que no se trata sólo de un detalle geográfico, sino que
por detrás hay un interés especial. ¿Pero cuál? El secreto está en el
significado que la montaña tenía en la antigüedad. A los judíos siempre les
impresionaron los lugares altos. En la Biblia son el símbolo de la estabilidad,
de lo que no tiembla, de lo más firme que existe sobre la tierra. Por ejemplo,
para hablar del amor de Dios se dice: "Las
montañas podrán moverse y las colinas correrse; pero mi amor no se apartará de
tu lado" (Is 54,1). Las montañas son consideradas las primeras
criaturas de Dios, lo más antiguo del mundo. Cuando Job, por ejemplo, pretende
cuestionar la sabiduría de Dios, un amigo le reprocha: "¿Acaso tú has nacido antes que las montañas?" (Jb 15,7).
Y cuando se habla de la eternidad de Dios, los Salmos exclaman: "Antes de que los montes fueran
creados, desde siempre tú eres Dios" (90,2).
Esta
atracción misteriosa que provocaban las montañas, hizo pensar a los judíos que
en ellas habitaba la divinidad, y que desde allí hablaba con los hombres. Por
eso uno de los títulos más antiguos de Yahvé era "El Shadday", que
significa "Dios de las montañas". Y de ahí la creencia de que para
encontrarse con Dios había que subir a las montañas. Eso explica que muchos de
los episodios importantes del Antiguo Testamento sucedieran en las montañas.
Por ejemplo, fue en un monte (el Sinaí) donde Yahvé habló con Moisés y le dio
los diez mandamientos. En un monte (el Moria) Abraham intentó sacrificar a su
hijo Isaac y Dios se lo prohibió. Desde otra montaña (el Tabor) Dios hizo ganar
a los judíos la batalla contra los cananeos, en tiempos de los jueces. También
fue en un monte (el Carmelo) donde Elías, el más grande de los profetas, hizo
llover fuego del cielo y derrotó a los falsos profetas de los dioses paganos (1
Re 18,20-48). Y en un monte (el Sión) se construyó el único y grandioso Templo
de Jerusalén, la morada permanente de Yahvé con su pueblo. Pero no solamente
los hechos pasados, sino también los futuros se esperaban sobre las montañas.
Así, según una tradición, cuando venga el Mesías juzgará a todas las naciones
desde una montaña (Za 14,4). Según otra tradición, al final de los tiempos Dios
ofrecerá sobre una montaña un gran banquete con suculentos manjares y vinos de
solera, y allí destruirá la muerte y traerá la salvación (Is 25, 1-9). También
la construcción del templo futuro era esperada sobre una montaña (Ez 40,2).
En
el Antiguo Testamento, entonces, la montaña era el lugar desde donde Dios se
comunicaba con el hombre y le otorgaba la salvación. Ahora bien, Mateo, un
escritor judío que escribía para los judíos, participaba de esta mentalidad.
Por eso en su Evangelio la figura de la montaña no es un "lugar
geográfico" sino un "lugar teológico", es decir, una imagen con
un mensaje. Esto explica su interés de mostrar a Jesús frecuentemente ligado a
un monte. Por ejemplo, el primer sermón que pronunció, con sus famosas
Bienaventuranzas, según Lucas fue "en un lugar llano" (6,17); en cambio
para Mateo, "en una montaña" (5,1). Lógicamente si Dios en el Antiguo
Testamento había dado sus leyes desde una montaña (el Sinaí), también ahora
Jesús, para dar en nombre de Dios las nuevas leyes a sus seguidores, y según la
mentalidad de Mateo, tenía que "subirse a una montaña". La transfiguración
aparece, igualmente, ubicada en una montaña (Mt 17,1).Era la manera de decir
que en esa transformación que sufrió Jesús, podía verse nada menos que a Dios
mismo, ese Dios grandioso y resplandeciente que desde las montañas se
manifestaba al pueblo de Israel en la antigüedad. También el último discurso de
Jesús, llamado discurso escatológico, aparece pronunciado en una montaña (Mt
24,3), porque en él Jesús hace a sus apóstoles las últimas revelaciones, como
la destrucción de Jerusalén, el fin del mundo y su segunda venida. Tremendos
misterios que sólo Dios conoce y domina. Y por eso los anuncia subido a una
montaña.
Después
de la resurrección, sólo Mateo cuenta que Jesús se apareció a sus discípulos en
una montaña de Galilea (28,16). Porque desde allí promulgó el solemne mandato a
sus apóstoles de predicar por todo el mundo su Evangelio. Pronunciado desde una
montaña, adquiría la fuerza y la autoridad del propio Dios. No solamente la
vida de Jesús aparece ligada a las montañas en Mateo. También modificó algunas
de sus frases con tal de mencionarlas. Por ejemplo, en la enseñanza sobre la fe
Lucas pone: "Si tuvieran fe como un
grano de mostaza, le dirían a este árbol que se arranque y se plante en el mar,
y él les obedecería" (17,6). En cambio la frase en Mateo es: "Si tienen fe como un grano de mostaza,
le dirán a esta montaña que se mueva de aquí hacia allá, y ella se
desplazará" (17,20). Al hablar sobre las buenas obras, Lucas escribe: "porque no se puede esconder una
lámpara encendida bajo la cama" (Lc 8,16). Mateo, en cambio, la
transforma: "No se puede esconder
una ciudad construida sobre una montaña" (5,14). Otro tanto tenemos en
la parábola de la oveja perdida. Mientras Lucas dice que para buscarla el
pastor deja a las otras noventa y nueve ovejas "en el desierto"
(15,4), Mateo precisa que las deja "en las montañas" (18,2), es
decir, no en cualquier parte como si no le importaran, sino en un lugar seguro,
marcado por la presencia de Dios. El interés de Mateo por la figura de la
montaña llega a tanto, que cuenta (sólo él lo cuenta) que un día Jesús se subió
a una montaña para curar a la gente; y allí se dirigieron todos llevando a los
lisiados, cojos y ciegos (15,29-31). Realmente Jesús no podía haber elegido
peor lugar para hacer sus curaciones. Imaginemos la incomodidad de esta pobre
gente discapacitada, que difícilmente podía haber llegado hasta la cima en
busca de salud.
Es
que la escena de Jesús sanando en un monte expresaba claramente que no se
trataba de cualquier sanación, sino de aquéllas que venían de Dios, y que
traían la salvación incluida. De este modo, el mensaje del Evangelio se
enriquecía notablemente con este simple detalle. Ahora bien, después de ver la
importancia que Mateo le otorga a la montaña, se aclara súbitamente el porqué
de su tercera tentación. Tenía que contar el triunfo final del Señor sobre
Satanás, sobre las fuerzas malignas. Y qué mejor lugar que ubicarlo en una
montaña, el lugar que caracteriza a los grandes acontecimientos de Dios con los
hombres. La victoria de Jesús sobre el Diablo en una montaña, era la victoria
definitiva de Dios sobre el mal. Por eso es la tercera y última tentación.