Fue
un concilio ecuménico que tuvo lugar entre el 8 de octubre y el 1 de noviembre
del año 451 en Calcedonia, ciudad de Bitinia, en Asia Menor. Es el cuarto de
los primeros siete concilios ecuménicos de la Cristiandad, y sus definiciones
dogmáticas fueron desde entonces reconocidas como infalibles por la Iglesia
Católica y por la Iglesia Ortodoxa. Rechazó la doctrina del monofisismo,
defendida por Eutiques, y estableció el Credo de Calcedonia, que describe la
plena humanidad y la plena divinidad de Cristo, segunda persona de la Santísima
Trinidad.
En
el Concilio de Éfeso (431) había sido condenada la herejía nestoriana
(difisitas), que defendía que las dos naturalezas (divina y humana) de Cristo
eran completamente independientes entre sí, es decir, que Cristo era a la vez
Dios y hombre, pero formando un compuesto de dos personas distintas. En el
concilio, San Cirilo de Alejandría se había distinguido rebatiendo las tesis de
Nestorio. Según sus oponentes, Cirilo, al atacar a Nestorio, había incurrido a
su vez en error, llegando a negar la existencia de dos naturalezas en Cristo.
Había escrito que en Cristo no hay más que una physis, la del Verbo encarnado,
utilizando la fórmula «La única physis
encarnada de Dios Verbo». En 433, dos años después del concilio, la
controversia entre Cirilo y sus adversarios se resolvió con un edicto de unión,
en el que explícitamente se hablaba de las dos naturalezas de Cristo.
En
444, dos años después de la muerte de Cirilo, un anciano archimandrita de Constantinopla
llamado Eutiques, comenzó a predicar que la naturaleza humana de Cristo estaba
como absorbida por la divina, de modo que, en la unión de ambas, no había sino
una naturaleza. Eutiques se proclamaba seguidor de Cirilo de Alejandría; sus
tesis tuvieron muchos seguidores, entre ellos Dióscoro, sucesor de Cirilo en la
sede de Alejandría. La herejía de Eutiques se denomina monofisita, del griego
monos ("uno") y physis ("naturaleza") Las ideas de Eutiques
encontraron pronto opositores convencidos: entre ellos, Teodoreto de Ciro,
Eusebio de Dorilea y Flaviano, patriarca de Constantinopla. En cierto modo, el
conflicto monofisita se planteó también como una pugna entre las sedes de
Alejandría y de Constantinopla.
En
un sínodo regional celebrado en Constantinopla en 448, Eusebio de Dorilea
denunció las tesis de Eutiques. El sínodo expresó inequívocamente la ortodoxia
de la doctrina de las dos naturalezas, y requirió la presencia de Eutiques.
Éste se negó rotundamente a aceptar la decisión del sínodo, reafirmándose en su
doctrina de una sola naturaleza de Cristo, por lo que el sínodo lanzó anatema
contra él y contra sus partidarios. Eutiques no aceptó la autoridad del sínodo,
y recurrió al Papa León I. Éste respondió con la Epístola Dogmática, en la que
reafirmaba la doctrina de las dos naturalezas. Esta solución no fue aceptada
por Eutiques ni por sus partidarios; a instancias de Dióscoro, el emperador de
Oriente, Teodosio II, monofisita, convocó un sínodo general en Éfeso en agosto
del año 449. Este acontecimiento es denominado por los historiadores católicos "latrocinio de Éfeso",
siguiendo una expresión del Papa León I. El nuevo sínodo declaró la absolución
de Eutiques, anatematizando la doctrina de las dos naturalezas, y depuso a
Flaviano, patriarca de Constantinopla, quien fue conducido al destierro y
falleció a consecuencia de los malos tratos que le dispensaron sus captores.
El
Papa movió todos los hilos a su alcance para modificar la situación: escribió
al emperador Teodosio II, a su hermana Pulqueria, partidaria del entendimiento
con Roma, e intentó hacer intervenir al emperador de Occidente, Valentiniano
III. Se abrió una profunda crisis entre León I y Dióscoro, patriarca de
Alejandría, quien llegó a excomulgar al Papa. La muerte de Teodosio II en 450
produjo un giro en la situación: fue sucedido por Pulqueria; ella, y su marido
Marciano eran partidarios de las tesis de Flaviano y León, y realizaron varios
gestos, como conducir a Constantinopla los restos de Flaviano para darles
solemne sepultura. Finalmente, decidió convocarse el concilio, no en Italia,
como pretendía el Papa, sino en Calcedonia, en Asia Menor.
El
concilio se reunió en Calcedonia en octubre de 451. Asistieron unos 600
obispos, de los que solamente 2 eran occidentales, dejando aparte los legados
pontificios. Frente a la mayor estabilidad del imperio romano oriental, en
occidente hay que tener en cuenta que en ese año 451 se produciría el
enfrentamiento con los hunos de Atila, (Batalla de los Campos Cataláunicos) y
la famosa intervención, legendaria o cierta, evitando que el Huno marchara
sobre Roma, del propio papa León I; quien no impediría la destrucción y saqueo
de Roma por los vándalos de Genserico tres años más tarde.
La
presidencia del Concilio fue ocupada por el patriarca de Constantinopla,
Anatolio, al lado de los representantes del Papa. El emperador Marciano apoyaba
decididamente la ortodoxia. En la tercera sesión, se reconoció la Epístola
Dogmática del Papa como documento de fe. Terminada su lectura los padres
conciliares exclamaron "Pedro ha hablado por boca de León". Dióscoro
fue condenado por unanimidad -parece ser que los obispos egipcios fueron
presionados-, y todos sus decretos fueron declarados nulos. Los partidarios de
Eutiques debieron aceptar la Epístola del Papa para continuar formando parte de
la Iglesia. Trece obispos egipcios, sin embargo, rehusaron aceptarla, arguyendo
que sólo aceptarían "la fe tradicional".
El
texto principal de las decisiones del Concilio es el siguiente:
Siguiendo, pues, a los
Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el
mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el
mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente
hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la
divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad,
semejante en todo a nosotros, menos en el pecado [Hebr. 4, 15]; engendrado del
Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos
días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre
de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo
Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin
división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas
por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad
y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido
en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor
Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo
Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres. Así, pues, después
que con toda exactitud y cuidado en
todos sus aspectos fue por nosotros redactada esta fórmula,
definió el santo y ecuménico Concilio que a nadie será lícito profesar otra fe,
ni siquiera escribirla o componerla, ni sentirla, ni enseñarla a los demás.
En
su canon 28, el Concilio aprobó también la práctica equiparación de las sedes
de Roma y Constantinopla. Esta decisión fue tomada en ausencia de los legados
del papa y anulada por éste. El ya
nombrado Anatolio, que presidía, escribió así al papa refiriéndose a esto:
"quedando reservada a la autoridad de Vuestra Beatitud toda la validez y
la aprobación de tal acto". Se dice que en este concilio fue la primera
vez que se utilizó el término griego prosopon,
que quiere decir máscara, para referirse a persona, como hoy conocemos el
término.
La
principal consecuencia del Concilio fue el cisma de los monofisitas. El
Patriarca de Alejandría no aceptó el concilio y finalmente terminó por escindir
su patriarcado del resto de la Iglesia. También muchos obispos repudiaron el
concilio arguyendo que la doctrina de las dos naturalezas era prácticamente
nestoriana. En las principales sedes apostólicas del Imperio bizantino, se
abrió un período de disputas entre monofisitas y ortodoxos, con diversas
vicisitudes, en las que intervinieron a menudo los emperadores. Aquí tienen su
origen las antiguas iglesias orientales, que aún hoy rechazan los resultados
del Concilio: la Iglesia Copta que nació de la ruptura del Patriarcado de
Alejandría con el resto de la Iglesia, la Iglesia Apostólica Armenia, la
Iglesia Ortodoxa Siríaca y la Iglesia Ortodoxa Malankara, de la India.