La palabra magia, deriva del vocablo
persa mag, cuya una de sus acepciones
es el de sabiduría. La magia consiste en una concepción mecanicista basada en
el convencimiento de que existiría una fuerza en la naturaleza, susceptible de
ser captada merced a diversos rituales, y utilizada en beneficio o detrimento
de los hombres.
En base a lo expuesto podemos sostener,
de manera sencilla, que el concepto de la magia se asienta en la creencia
paralela y recíproca de dos mundos (visible e invisible), con sus respectivas
fuerzas y correspondencias. De tal manera que lo actuado en uno de estos mundos
(visible), tendrá una correspondencia determinada en el otro (invisible), y
viceversa.
Si bien son muchas las posibles
clasificaciones de la magia, popularmente se conocen dos variantes,
especialmente en lo que hace a su metodología o formas de operación y sus
fines. En lo que respecta a la metodología se destacan las de carácter
homeopático o analógico, y las de carácter transitivo o de contigüidad.
La primera se basa en el principio de
similitud o concepción de que lo semejante actúa sobre lo semejante. Un ejemplo
de ella sería aquel ritual en el que para curar una afección cardíaca, se
realiza un emplasto con una planta cuyas hojas tienen forma similar al corazón.
Es importante destacar que el ejemplo dado en la magia homeopática o analógica,
no debe ser confundido con aquellos tratamientos que, basados en una vieja
sabiduría popular, reconoce el efecto terapéutico de los componentes de ciertos
vegetales y que es denominado como fitoterapia.
Por su parte la segunda, se basa en el
principio que sostiene que los elementos una vez en contacto, continúan
operando uno sobre otro. Este es el tipo quizás, más popularmente conocido y un
ejemplo sería cuando se confecciona una figura de arcilla a la que se anexa
algún elemento u objeto de la persona sobre la que se quiere actuar (v.gr.: un
cabello, una uña, una foto o un pañuelo). Estos elementos u objetos de la
persona, por pertenecer a ella, la implicarían en su totalidad. De esta manera
las acciones realizadas sobre la figura de arcilla (presionarla, clavarle
alfileres, quemarla con fuego), producirían efectos similares sobre la persona
de la que se ha tomado el elemento u objeto y puesto en contacto con la figura.
Finalmente y en lo que respecta a sus
fines, habría básicamente dos tipologías, conocidas como magia blanca y negra,
aunque algunos autores sostienen que esta definición es artificiosa. La primera
de ellas tendría fines positivos, mientras que la restante, sólo fines
negativos y es la asociada a la brujería y los maleficios.
Comúnmente se entiende por maleficio,
la capacidad de una persona de realizar un mal sobre otra, en base a
metodologías mágicas. En nuestra sociedad y no distinguiendo clases o niveles
intelectivos, la pregunta de si existe la posibilidad del maleficio, surge de
tanto en tanto. Esta pregunta suele venir convenientemente respaldada, de un
folclore que hunde sus raíces en creencias populares, cuentos, películas,
libros e historias, que han creado un campo fértil a la fantasía o la
exageración y, siempre, a un sordo temor que se manifiesta en el dicho popular:
'¡Las
brujas no existen, pero que las hay, las hay!'
A esta pregunta debemos responder que,
sin descartar la posibilidad de una intervención preternatural, sólo que esta
ocurre en rarísimas ocasiones, sólo cuando es permitido por Dios y nunca con la
asiduidad con que se cree, la concreción del maleficio debe ser generalmente
descartado. No obstante ello ciertas prácticas tienden a confundir a muchos,
por los efectos que parecen derivar de ellas y que, ante el desconocimiento,
fácilmente son atribuidas a consecuencias de un maleficio.
Tanto la Iglesia como la ciencia,
sostienen un principio de economía, que al mismo tiempo es de prudencia y
objetividad, y que estipula que 'frente a un hecho extraordinario, nunca debe
darse una respuesta de orden preternatural o sobrenatural, si puede ser
explicado naturalmente'. Sólo cuando se acaban las posibilidades de una
explicación natural, se puede empezar a pensar en la posibilidad, y no certeza,
de una de orden no natural.
De esta manera podemos decir que el
maleficio surte un efecto, entre otras razones, por autosugestión. Si uno cree
en la posibilidad de un maleficio, es muy posible que le termine ocurriendo
algo. O para decirlo de otra manera: todo lo malo que nos pasa a todos, todos
los días, si creemos en el maleficio, se lo adjudicaremos a él.
Si una persona cree que han ejercido
sobre ella un maleficio, aumentará su tensión nerviosa, manteniendo una
situación de alerta constante, lo que repercutirá en una secreción mayor de lo
habitual de adrenalina y un aceleración del ritmo cardiorespiratorio,
contracciones musculares, gastritis, insomnio, angustia, ansiedad y demás
disfunciones, que pueden llegar a provocar cuadros clínicos serios.
Otra de las formas por las que el
maleficio suele surtir un efecto, es a raíz de algún engaño encubierto. En
ocasiones los objetos que se utilizan, cuentan con sustancias tóxicas que al
tomar contacto con la persona, producen una serie de efectos que fácilmente
pueden ser adjudicados a lo preternatural, cuando las causas son perfectamente
naturales.
Al respecto se suele mencionar como
ejemplo cuando se colocan cánulas de bambú embadurnadas en curare, entre las
plumas de algún gallo muerto. La persona a la que está destinado el maleficio,
al tomar el gallo con sus manos se pincha con las cánulas de bambú, ingresando
el curare a su organismo. El curare es un veneno que actúa sobre el sistema
nervioso y puede producir la muerte por paro cardiorespiratorio. En otras
ocasiones, las sustancias tóxicas son preparadas en pócimas o infusiones que,
sin conocimiento del afectado, se dan a beber produciendo diversos efectos.
La creencia popular en la magia y el
temor atávico frente a la posibilidad de un maleficio, es explotado por números
nuevos movimientos religiosos de características sectarias y los clasificados
de los periódicos dan sobrada prueba de ello. Movimientos relacionados con la
New Age o Nueva Era y, especialmente, cultos afrobrasileños de lo más diversos
que prometen solución a todos los problemas, laborales, familiares y
sentimentales, recurren a la concepción mágica en su proselitismo.