martes, 29 de julio de 2014

To Be Loved

A pedido de nuestros oyentes, comenzaremos a publicar el material musical exclusivo de EL ALFA Y LA OMEGA, el álbum elegido esta semana es: To Be Loved (en español: Ser amado)

Este es el octavo álbum de estudio del cantante y compositor canadiense Michael Bublé. El álbum ha sido lanzado en el Reino Unido el 15 de abril de 2013, antes de la emisión en Canadá el 22 de abril y los Estados Unidos el 23 de abril.

El álbum fue precedido por el lanzamiento del primer sencillo, la composición original "It's a Beatiful Day", lanzado el 25 de febrero de 2013. El álbum cuenta con cuatro canciones originales y covers de diez. El 13 de septiembre de 2014, Michael Bublé regresa a Buenos Aires para presentar su sexto disco To be loved, álbum que cuenta con catorce temas, entre los que se encuentra el clásico de Frank y Nancy Sinatra "Something stupid". Además, participa Bryan Adams en el tema "After all".

¿Qué es el Karma?

El concepto de karma es frecuentemente interpretado erróneamente, como algo negativo, inclusive en Asia, en donde el concepto ha sido incorporado a la cultura en el curso de la historia. Tal vez, esto se debe a que el concepto de karma fue aplicado para alentar a las personas que vivían en situaciones de desventaja dentro de la sociedad a conformarse ante las circunstancias, asumiendo todo como fruto de su propia obra y de las causas negativas realizadas en el pasado. El sentido de culpa, sin embargo, acarrea una grave sensación de impotencia y de angustia.

Por el contrario, el karma permite comprender que el destino depende de cada uno y que cada persona tiene el poder de transformar su vida para bien en cualquier momento. Karma –que significa acción— resume el principio de la causalidad del universo, similar a la de la ciencia moderna, en donde cada acción tiene su correspondiente resultado. Incluye, además, los aspectos espirituales, tales como la sensación de felicidad, miseria, gentileza y crueldad.

De acuerdo a la definición enciclopédica se nos dice lo siguiente: Karma: Palabra sánscrita que significa trabajo o acción. Según algunas creencias, el destino de un ser humano, tanto en su vida actual como en sus futuras reencarnaciones, esta prefijado por el conjunto de sus acciones y pensamientos, o sea el karma. El karma es, por tanto, una continua evolución, un constante devenir, que no se detiene hasta que el hombre se libera, gracias a la elevación moral, de las cadenas de las reencarnaciones.

Según el pensamientos y las enseñanzas de La Nueva Era: el Karma: es el resultado del uso de la vida a través del tiempo. Es el efecto de lo que hemos decidido libremente hacer, pensar, sentir e irradiar a la vida, a través del uso de la energía de Dios. Recordamos que esa energía pura nos es ofrecida por la Divina Presencia constantemente desde que fuimos creados por el Padre Amor, junto a Su energía nos dio los poderes de pensamiento y sentimiento que nos capacitara como co-creadores con El, y como si esto fuera poco, también nos dio libertad... libre albedrío para crear con esa Su Energía lo que fuese nuestro deseo.

La Ley Kármica, según la Nueva Era, esta muy unida al Principio de Causa y efecto que rige la creación entera. Nada ni nadie puede llegar a pensar que le es posible dañar alguna parte de vida y no asegurarse esa experiencia para si mismo por Ley de Circulo, ya que así actúa la vida, como un círculo que nos trae lo que le hemos dado alguna vez, lo recordemos ahora o no. No existe la injusticia, cada energía que utilizamos en forma de pensamiento, sentimiento, palabra o acción lleva nuestro sello personal y reconoce en su retorno exactamente su fuente, o sea su creador. Tampoco existe el castigo, solo retorna con un fin... ser libre de la calificación imperfecta que la ha aprisionado quien sabe durante cuanto tiempo, y cada experiencia que llega a la pantalla de nuestra vida, lo hace con el fin de que aprendamos, no de dañarnos.

La forma en que recibamos esas experiencias, la forma en que las tomemos y las tratemos, determinara cuanto karma será redimido o cuanto aumentado. Al usar el Libre albedrío hemos creado una herencia de karma, el bien hecho se convirtió en cada bendición que hoy disfrutamos y el mal en el peso de las creaciones que nos acompañan hasta que revirtamos ese error.

miércoles, 23 de julio de 2014

Eros


En la mitología griega, Eros, era el dios primordial responsable de la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad. En algunos mitos era hijo de Afrodita y Ares, pero según El banquete de Platón fue concebido por Poros (la abundancia) y Penia (la pobreza) en el cumpleaños de Afrodita. Esto explicaba los diferentes aspectos del amor. A veces era llamado, como Dioniso, Eleuterio, ‘el libertador’. Su equivalente romano era Cupido (‘deseo’), también conocido como Amor.

De acuerdo con la tradición iniciada por Eratóstenes, Eros era principalmente el patrón del amor entre hombres, mientras Afrodita presidía sobre el amor de los hombres por las mujeres. Su estatua podía encontrarse en las palestras, uno de los principales lugares de reunión de los hombres con sus amados, y a él hacían sacrificios los espartanos antes de la batalla. Meleagro recoge este papel en un poema conservado en la Antología Palatina: «La reina Cipria, una mujer, aviva el fuego que enloquece a los hombres por las mujeres, pero el propio Eros convence la pasión de los hombres por los hombres.»

En el pensamiento griego parece haber dos aspectos en la concepción de Eros. En el primero es una deidad primordial que encarna no solo la fuerza del amor erótico sino también el impulso creativo de la siempre floreciente naturaleza, la Luz primigenia que es responsable de la creación y el orden de todas las cosas en el cosmos. En la Teogonía de Hesíodo, el más famoso de los mitos de creación griegos, Eros surgió tras el Caos primordial junto con Gea, la Tierra, y Tártaro, el Inframundo. De acuerdo con la obra de Aristófanes Las aves, Eros brotó de un huevo puesto por la Noche, quien lo había concebido con la Oscuridad. En los misterios eleusinos era adorado como Protógono, el ‘primero en nacer’.

Posteriormente aparece la versión alternativa que hacía a Eros hijo de Afrodita con Ares (más comúnmente), Hermes o Hefesto, o de Poros y Penia, o a veces de Iris y Céfiro. Este Eros era un ayudante de Afrodita, que dirigía la fuerza primordial del amor y la llevaba a los mortales. En algunas versiones tenía dos hermanos llamados Anteros, la personificación del amor correspondido, e Hímero, la del deseo sexual.

La adoración de Eros era poco común en la Grecia más antigua, pero más tarde llegaría a estar muy extendida. Fue adorado fervientemente por un culto a la fertilidad en Tespia y jugó un importante papel en los misterios eleusinos. En Atenas, compartió con Afrodita un culto muy popular y se le consagraba el cuarto día de cada mes. Eros, muy enfadado con Apolo al haber bromeado éste sobre sus habilidades como arquero, hizo que se enamorase de la ninfa Dafne, hija de Ladón, quien lo rechazó. Dafne rezó al dios río Peneo pidiendo ayuda, y fue transformada en un árbol de laurel, que se consagró a Apolo.

La historia de Eros y Psique tiene una larga tradición como cuento popular del antiguo mundo grecorromano mucho antes de que fuera escrita, por primera vez en la novela latina de Apuleyo El asno de oro, siendo una evidente e interesante combinación de roles. La propia novela tiene el estilo picaresco romano, aunque Psique y Afrodita retienen su carácter griego, siendo Eros el único cuyo papel procede de su equivalente en el panteón romano.

La historia es narrada como digresión y paralelo estructural al argumento principal de la novela de Apuleyo. Narra la lucha por el amor y la confianza entre Eros y la princesa Psique, cuyo nombre es difícil de traducir apropiadamente, pues trasciende los idiomas griego y latino, pero puede considerarse que significa ‘alma’, ‘mente’, o mejor ambas. Afrodita estaba celosa de la belleza de la mortal Psique, pues los hombres estaban abandonando sus altares para adorar en su lugar a una simple mujer, y así ordenó a su hijo Eros que la hiciera enamorarse del hombre más feo del mundo. 

Pero el propio Eros se enamoró de Psique, y la llevó por arte de magia a su casa. Su frágil paz fue arruinada por una visita de las celosas hermanas de Psique, quienes hicieron que ésta traicionase su confianza. Herido, éste la expulsó y Psique vagó por la tierra, buscando a su amor perdido. Apuleyo atribuye en su obra una hija de Eros a Psique, Hedoné, cuyo nombre significa ‘placer’.

Steve Tyrell - I´LL TAKE ROMANCE

Cantante ganador del Grammy Steve Tyrell es un verdadero hombre del renacimiento. En sus cuatro décadas y media en el negocio de la música, que ha logrado un gran éxito como artista, productor, compositor, supervisor musical e intérprete. Steve fue el intérprete destacado con la Orquesta del Hollywood Bowl en su concierto apertura de la temporada en la que Frank Sinatra fue exaltado al Salón de la Fama del Tazón Hollywood. Además, a petición de la familia Sinatra, que repitió que el rendimiento en el Carnegie Hall. Esta es una de las raras ocasiones en que la familia ha llegado a la bóveda de los arreglos originales Sinatra compartirlos con otro artista. Su álbum actual, "I´LL TAKE ROMANCE", es una colección de canciones de amor con clásicos como "At Last", "The Way You Look Tonight" y "Talk to Me". Su espectáculo cuenta con su versión contemporánea de los clásicos del gran cancionero americano, así como la música de Burt Bacharach y Hal David.

¿Es posible perdonar siempre a los enemigos?

Promediaba ya la vida pública de Jesús cuando una tarde, mientras les enseñaba a sus discípulos en Cafarnaún, Pedro le preguntó: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?” (Mt 18,21). Los maestros judíos solían discutir la cantidad de veces que una persona tenía que perdonar. Y los Doctores de la Ley habían llegado a la conclusión de que un hombre debía perdonar a su hermano hasta tres veces. Porque, decían, Dios en las Escrituras perdonaba siempre hasta tres veces, y la cuarta vez castigaba. En efecto, en el libro del profeta Amós se anuncia que Dios castigó a varios pueblos por el cuarto pecado cometido. Allí el profeta declara: “Por los tres crímenes de Damasco, y por el cuarto, no los perdonaré” (Am 1,3). “Por los tres crímenes de Gaza, y por el cuarto, no los perdonaré” (Am 1,6). “Por los tres crímenes de Tiro, y por el cuarto, no los perdonaré” (Am 1,9). Y lo mismo va diciendo de Edom, Ammón, Moab, Judá, Israel (Am 1,11.13; 2,1.4.6).

De estas palabras, los israelitas deducían que si el perdón de Dios se limitaba a tres ofensas, no había que pedirle a un hombre que fuera más misericordioso que Dios. Por eso no existía la obligación de perdonar más de tres veces. Pedro, al proponerle a Jesús perdonar hasta siete veces, lo que hizo fue tomar los tres perdones de los israelitas, multiplicarlos por dos, y agregarle uno. Y así, muy contento y satisfecho, pensaba haber dado un gran paso de generosidad, superando en misericordia a los maestros judíos. Esperaba, pues, escuchar las felicitaciones de Jesús.

Pero Jesús le respondió a Pedro de uno modo inesperado y sorprendente: “No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18,22). La expresión “setenta veces siete” no significa 490 veces, como puede parecer si la tomamos literalmente (70 x 7 = 490). Incluso la versión del evangelio de Lucas, tomada textualmente, es aún más extrema: “Si tu hermano peca contra ti siete veces al día, y las siete veces te dice: «Me arrepiento», debes perdonarlo” (Lc 17,4). Siete veces al día, equivalen a ¡2.555 perdones al año!

Lo que Jesús quiso decir con esta frase simbólica es que debemos perdonar “siempre”, sin poner límites. Que el perdón no debe ser una excepción, o un favor que le hacemos a alguien, sino un modo habitual de nuestra vida. ¿Por qué usó Jesús la expresión “setenta veces siete”? Por la historia de Caín y Abel narrada en el Génesis. Allí se cuenta que Caín era tan malvado que cuando alguien le hacía un daño, él no se vengaba una vez sino siete veces (Gn 4,15). Este resentimiento se fue transmitiendo a sus descendientes de tal manera, que uno de sus nietos llamado Lámek adquirió el hábito de vengarse, por cada ofensa que le hacían, setenta veces siete (Gn 4,17-24). Y fue esa violencia creciente la que provocó la ruina de la sociedad de aquel tiempo, con el diluvio universal.

Recordando esta vieja historia, Jesús quiso enseñar que a las ansias de venganza, los cristianos debemos oponer el perdón fraterno. Únicamente con el perdón es posible salvar del desastre a la nueva sociedad de los cristianos. Y para resaltar esta contraposición, utilizó la misma expresión de la historia de Caín. Varias veces enseñó Jesús a sus discípulos que debían perdonar. Y para que no olvidaran esta obligación la dejó inmortalizada en el Padrenuestro, cuando enseñó a pedirle a Dios: “Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Lc 11,4). “Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también el Padre celestial los perdonará a ustedes; pero si no perdonan a los hombres, tampoco el Padre perdonará las ofensas de ustedes” (Mt 6,14-15).

Sin embargo, y a pesar del énfasis que Jesús puso en este mandato, pocas cosas hay que le cuesten tanto a los cristianos como perdonar. Y eso se debe a que tienen una idea equivocada sobre el perdón. El primer error consiste en creer que, cuando uno perdona, le hace un favor a su enemigo. En realidad cuando uno perdona, se hace un favor a sí mismo. La misma experiencia nos enseña que cuando guardamos rencor a alguien, o tenemos un resentimiento hacia otra persona, somos nosotros los únicos perjudicados, los únicos que sufrimos, los únicos lastimados; y nos causamos daño, pasando noches sin dormir, masticando odios, envenenando nuestra mente y atormentándonos con ideas de venganzas. Mientras tanto, nuestro enemigo está en paz y no se entera de nada.

Es llamativo cómo la medicina moderna, cada vez más, reconoce que los sentimientos negativos o de odio hacia otra persona producen enfermedades físicas y psíquicas, provocan infartos, disfunciones coronarias, afecciones cardíacas, problemas en los huesos, en la piel y el sistema inmunológico. Incluso muchas de nuestras dolencias - explica la ciencia médica - son en el fondo producto de nuestros rencores ocultos. Es indudable que nuestro enemigo estaría feliz si se enterara del daño que su recuerdo provoca en nosotros.

Equivocadamente, pues, solemos creer que el que perdona pierde. En realidad el que perdona gana. Porque perdonar es quitarse uno mismo una espina dolorosa e infectada, capaz de envenenar toda una vida. El odio causa mayor daño a quien lo tiene que a quien lo recibe. Y el que se niega a perdonar sufre mucho más que aquél a quien se le niega el perdón. Porque cuando uno odia a su enemigo, pasa a depender de él. Aunque no quiera, se ata a él. Queda sujeto a la tortura de su recuerdo, y al suplicio de su presencia. Le otorga poder para perturbar su sueño, su digestión, su salud entera, y convertir toda su vida en un infierno. En cambio cuando logra perdonar, rompe los lazos que lo ataban a él, se libera, y deja de padecer.

Por eso cuando Jesús pidió que perdonemos a los demás, no lo dijo pensando en los demás. Lo dijo pensando en nosotros. Porque dentro del proyecto de Jesús está que sus seguidores sean gente sana, y que puedan vivir la vida en plenitud. Él mismo lo afirmó: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). La segunda idea errónea que los cristianos tienen sobre el perdón, es creer que perdonar significa justificar. Que si uno perdona, de algún modo es porque “comprende” la actitud del otro, la minimiza. Que perdonar es, en el fondo, una manera de decir “aquí no ha pasado nada”.

Y no es así. A veces es mucho y muy serio lo que ha pasado. Pero si a pesar de ello uno perdona, no es porque cierra los ojos ante la evidencia de los hechos, ni porque le resulta indiferente el mal que se ha producido. Cuando a Jesús le presentaron una mujer sorprendida en pleno adulterio, Jesús la perdonó. Pero no justificó su mala conducta, ni le dijo que estaba bien lo que había hecho. Al contrario. La despidió aconsejándole: “Vete, y de ahora en adelante no peques más” (Jn 8,3-11). Con lo cual el Señor reconoció la gravedad del pecado cometido por la mujer.

Cuando uno perdona, pues, reconoce que el otro ha obrado mal, que ha cometido un hecho más o menos grave; pero aun así, y a pesar de todo, decide perdonarlo para preservar su propia salud y su bienestar interior. Perdonar, entonces, no es “disculpar”. No es liberarlo de la culpa al otro. No. Aun cuando el otro sea culpable de una mala acción, uno debe buscar perdonarlo, porque de esa manera se está librando de un sentimiento de frustración y tristeza que puede intoxicarlo. Perdonar siempre las ofensas, los agravios y los insultos no es minimizar la diferencia entre el bien y el mal, ni convertirse en cómplice del injusto, sino asumir una higiénica actitud de vida, que produce a los largos efectos benéficos y saludables.

Ariel Álvarez Valdés
Biblista

martes, 22 de julio de 2014

Atentado a la AMIA

A las 9:53 del 18 de julio de 1994 se produce una explosión en el edificio de la AMIA, que las investigaciones aún no han podido determinar fehacientemente si se debió a un coche bomba o al material explosivo escondido en un volquete de escombros, depositado frente a la entrada de la mutual judía minutos antes de la tragedia. En pocos segundos la Asociación Mutual Israelita Argentina y varios edificios aledaños quedaron reducidos a escombros. En el atentado murieron 85 personas y otras 300 quedaron heridas. 67 de las víctimas se encontraban dentro de la AMIA y otras 18 en la vereda o en edificios aledaños. Aunque al principio las cifras oficiales llegaron a contar 86 muertos, la cifra final fue de 85, ya que otras cuatro personas fueron encontradas con vida, y tres más fallecieron luego del atentado.

Fue el mayor ataque terrorista y acto antijudío en Argentina después de la Segunda Guerra Mundial. Más de 1000 viviendas y comercios cercanos quedaron destruidos, la pérdida de gas en la zona fue de gran magnitud, la onda expansiva arrasó con toda la cuadra de Pasteur al 600-700, lanzando autos, árboles, carteles y personas por los aires; los vidrios de las ventanas de las viviendas y negocios estallaron hasta a seis cuadras a la redonda. La gran mayoría de los heridos fueron trasladados al Hospital de Clínicas ubicado en Av. Córdoba y Pasteur (a solo unas cuadras) otros trasladados a hospitales públicos cercanos. Tras el atentado en su momento, la AMIA empezó a funcionar en Ayacucho 632 como centro de información sobre las víctimas y sede alternativa que en poco tiempo las funciones relacionadas a la institución funcionaron correctamente, en especial los servicios sociales.

Sobre el Atentado a la AMIA existen distintas hipótesis:

Conexión iraní. La Justicia argentina sostiene que las pruebas demuestran que el ataque fue cometido por el movimiento islámico libanés Hezbolá con el apoyo estratégico y económico del gobierno de Irán. Según la justicia, el ataque fue perpetrado por Ibrahim Hussein Berro, un militante de Hezbolá de 29 años que tiene una placa conmemorando su "martirio" en el sur del Líbano. Berro fue reconocido por una testigo. Hezbolá niega haber tenido que ver con el atentado y aduce que Berro fue muerto en enfrentamientos con las fuerzas de defensa israelíes. El estado argentino, acusó oficialmente, en 2006, al gobierno de Irán por el atentado y realizó un pedido de captura internacional a INTERPOL para ocho ex funcionarios iraníes.

Conexión siria. La otra hipótesis sostiene que fue un atentado contra el presidente Carlos Menem al cancelar el proyecto de venta de reactores nucleares a Siria y del proyecto Cóndor, que fue vendido a Egipto y que hay indicios que apuntan a Siria como país planificador del atentado a la AMIA.

Conexión de la Policía Bonaerense. Hasta ahora nadie está preso por este atentado. El proceso en Argentina fue desprolijo y con numerosas idas y venidas. En el 2005 el presidente Néstor Kirchner llamó a estas investigaciones incompetentes sin resolver como una "deshonra nacional". El juez que llevaba adelante la causa, Juan José Galeano, fue destituido y dejó de investigarse la hipótesis de una conexión local que habría sido cómplice del atentado ya que involucraba a la policía de la Provincia de Buenos Aires.

En 2003 fue elaborado por la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE) de Argentina, con la colaboración del FBI, el Mossad y otros servicios europeos un informe donde se identificaba a un ciudadano apellidado Berro, Brru o Borro, como el atacante suicida y se afirmaba que el ingreso al país se había producido por la Triple Frontera junto con Ahmed Saad. El 9 de noviembre de 2005 el fiscal Nisman dijo que habían identificado al conductor suicida como Ibrahim Berro, de 21 años, gracias a los testimonios y dos fotografías aportados en Míchigan por sus hermanos. Añadió que "para la época del atentado" Hassan y Abbas Berro "ya no lo veían" a Ibrahim. Sin embargo, las declaraciones hechas el 15 de septiembre de 2005 por los hermanos Hassan y Abbas Berro en Estados Unidos, ante Nisman y Marcelo Martínez Burgos, titulares de la Unidad Fiscal AMIA, y la fiscal de Míchigan, Bárbara McQuade, que constan en un documento interno del Ministerio de Justicia desvincularon a Ibrahim Berro del hecho y uno de los hermanos aseguró haber estado con Ibrahim una o dos semanas antes de su muerte, ocurrida el 9 de septiembre de 1994.

Los hermanos sostuvieron además que Ibrahim era un discapacitado físico porque fue víctima de una explosión en el Líbano que lo dejó rengo y le afectó un pulmón. En cuanto a las fotografías, Nisman dijo haberlas exhibido a Nicolasa Romero, una mujer que dijo haber visto al conductor antes de la explosión, y que ella respondió que "tiene un gran parecido". Sin embargo, cuando el juez federal Rodolfo Canicoba Corral mostró esas fotos a Romero el 23 de septiembre de 2005, ésta declaró que no lo reconocía "como el chofer". Luego le mostraron el identikit que ella dictó el 21 de julio de 1994 y volvieron a exhibirle las fotos, a lo que respondió que veía un parecido en el rostro y la contextura de la cara pero no estaba ciento por ciento segura y posteriormente, en el juicio oral, dijo que el identikit "se parece muy poco" al chofer. Por otra parte, el identikit es de frente y ella al chofer lo vio de perfil. En el año 2003, el gobierno argentino había pedido la extradición desde el Reino Unido del ex embajador iraní Hadi Soleimanpour, acusado de participar en el atentado. La justicia británica consideró que las pruebas que culpaban al diplomático no eran suficientes y el gobierno británico no extraditó al iraní. Según el juez John Royce, leyó las "400 páginas enviadas por el magistrado argentino en conexión con el caso" sin poder encontrar "nada que constituya evidencia clara de la participación del detenido en el atentado".

El gobierno argentino rechazó de "manera categórica" las amenazas del gobierno de Irán frente al pedido de detención internacional a través de la Interpol que pesa sobre el ex presidente Ali Bahramie Rafsanjani y otros ocho cómplices sospechados de perpetrar el ataque terrorista contra la AMIA, y afirmó que las declaraciones formuladas por los funcionarios de Teherán "constituyen una injerencia en los asuntos internos de la República Argentina" El 24 de mayo de 2013, dos de los sospechosos iraníes acusados de planificar el atentado a la AMIA, Mohsén Rezaí y Alí Akbar Velayatí, fueron anunciados como candidatos para las elecciones presidenciales iraníes. En mayo de 2013, el fiscal Alberto Nisman emitió un nuevo dictamen con más de 500 páginas acusando a Irán de infiltrarse en Sudamérica para establecer redes de inteligencia destinadas a cometer, fomentar y patrocinar actos terroristas en países como Brasil, Paraguay, Uruguay, Chile, Colombia, Guyana, Trinidad y Tobago y Surinam. También atribuyó al ex agregado cultural iraní en la Argentina, Moshen Rabbani, acusado por el ataque a la AMIA, la coordinación de la penetración en Sudamérica y especialmente en Guyana a través de su discípulo Abdul Kadir, quien fue sentenciado en 2010 a prisión perpetua por su responsabilidad en el frustrado atentado al aeropuerto de Nueva York. El 18 de julio de 2014, al cumplirse veinte años del atentado, en un acto multitudinario, el vicepresidente de la AMIA, Thomas Saiegh, reclamó nuevamente la derogación del memorándum de entendimiento Argentina-Irán y exigió medidas concretas para conseguir la captura de los iraníes acusados del atentado.

El papa Francisco transmitió su "cercanía" con la comunidad israelita y los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA. El director del Congreso Judío Latinoamericano, Claudio Epelman, visitó al pontífice y grabó en su celular el video con el mensaje. "El terrorismo es una locura", dijo Francisco 

Texto completo:

"A 20 años de la tragedia de la AMIA quiero hacer llegar mi cercanía a la comunidad israelita argentina y a todos aquellos que son familiares de las víctimas, sean judíos o sean cristianos.

20 años de la tragedia, de una locura. El terrorismo es una locura. El terrorismo solamente sabe matar, no sabe construir, destruye.

Por eso mi cercanía a todos aquellos que han visto vidas sesgadas, esperanzas truncadas, ruinas.

Algunas veces dije que Buenos Aires es una ciudad que necesitaba llorar, que todavía no había llorado lo suficiente. A riesgo de caer en un lugar común, lo repito: nos hace falta llorar. Somos muy proclives a archivar cosas, a no hacernos cargo de historias, de sufrimientos, de cosas que podrían haber sido bellas y no fueron.

Y por eso nos cuesta tanto encontrar caminos de justicia, para encarar la deuda que esta tragedia a contraído con la sociedad.

Junto a mi cercanía, junto a mi oración por todas las víctimas, también hoy va mi deseo de justicia. Que se haga justicia.

Que dios bendiga a todos. A las instituciones, a las familias. Y que dios dé paz a los que murieron en este acto de locura".

Matrimonio Indisoluble: ¿pero siempre fue así?

Según la doctrina y la praxis de nuestra Iglesia, desde hace unos ocho siglos, la indisolubilidad es una característica ineludible del matrimonio rato y consumado, si ha sido contraído por una pareja de católicos de acuerdo con la forma establecida. De manera que –por más insoportable que se tornara la convivencia entre los esposos, y a pesar de extremas inconductas de uno en contra del otro–, el vínculo matrimonial permanece incólume, y ninguno de los dos (ni siquiera el perjudicado) puede acceder de modo válido y legítimo a un nuevo matrimonio. No existe una posible alternativa a partir de lo dictaminado por el papa Alejandro III, quien gobernó la Iglesia de 1159 a 1181. Oficialmente, ésa sigue siendo la norma a la que deben ajustarse los fieles en pos de un proyecto ideal, de imposible sustentación en muchos casos. ¡Qué distinta es la realidad objetiva que nos rodea!: se multiplican cada vez más los divorcios por la vía civil y se constituyen nuevas parejas conyugales. Y la corriente sigue “in crescendo”. Son las noticias que nos llegan día a día, referidas en general a matrimonios católicos, por ser mayoría en nuestro ambiente. Pero la disgregación de la dupla matrimonial es un fenómeno verdaderamente mundial que nos pone frente a un hecho lamentable en sí mismo y también en sus consecuencias (¡no es la menor la relativa a los hijos!...).

Hay que tachar de inconsciente a quien pensara que el matrimonio pueda marchar a remolque de la moda, y que deba considerarse como una entidad acomodaticia y mudable, a semejanza de la indumentaria, del moblaje, de la vivienda o de la actividad laboral… Al contrario, se trata de una institución tan básica y raigal en la naturaleza humana que es forzoso reconocerle estabilidad, o permanencia, sin la cual se frustraría su esencia o finalidad. Con todo, en las acciones humanas, aunque sean respetables y sagradas, conviene oportunamente acompasar el ideal con la realidad, la cual, muy a menudo se empeña en complicar las cosas, y de modo particular en temas matrimoniales. La sincera intención de indisolubilidad de por vida –que debe existir sin duda en la mente y en el corazón de los que se casan–, con frecuencia, al término de algunos años (o meses…), se vuelve moralmente insostenible.Recuerdo las sabias palabras de un clérigo muy erudito y profundo conocedor de los seres humanos, que solía repetirme las siguientes ideas:

Yo no puedo admitir “ninguna indisolubilidad absoluta” fuera de la que existe entre las divinas personas de la Santísima Trinidad. La indisolubilidad que debe tener vigencia entre esposos –aun cuando sean católicos–, pienso que no es otra cosa que “el franco y firme propósito e intención de estabilidad y perseverancia” que ellos abrigan en su alma, al momento de casarse, y que luego humanamente se esfuerzan por conservar. Pero somos muy frágiles, y con frecuencia la vida nos depara contratiempos agobiantes e imprevisibles que desbaratan los planes mejor intencionados. Cuando el amor ha sido herido de muerte, el matrimonio queda va-ciado. Es claro como el agua que, por lo general, nos mostramos bastante débiles frente a las exigencias del IDEAL, a pesar de la gracia divina que quiere ayudarnos. Son legión los que han claudicado en su primer matrimonio; y, dado que carecen de vocación monacal, ellos no se resignan a vivir al margen del estado matrimonial. Es comprensible que intenten formar nueva pareja, con la esperanza de buen resultado, sin renunciar por ello a su fe religiosa, mientras soportan con inocultable disgusto que sean irremediablemente diferenciados en la habitual convivencia eclesial.

Duele mucho que la Iglesia (madre que debe desvivirse por to-dos sus hijos) no arbitre soluciones ni ofrezca una respuesta superadora de la condición en que se encuentran actualmente los “católicos divorciados que han vuelto a casarse”. Sin negar el trato correcto que reciben y el clima de espiritualidad y apostolado en que pueden moverse en el seno de la comunidad católica, ellos sienten con pesar que su situación eclesial es bastante ambigua y precaria, y –en algunos casos–, pendiente de la inconfesable perspectiva del fallecimiento del cónyuge anterior… Teólogos y juristas de peso aseguran, con sólido fundamento, que la “imposibilidad de disolver el matrimonio ‘rato y consumado’ existe solamente ‘de hecho’, porque así lo estableció un Papa, en virtud de su facultad de ‘atar y desatar’ que Cristo le confirió”. Pero ello al mismo tiempo supone que el jefe de la Iglesia, en determi-nadas circunstancias, también puede introducir modificaciones o excepciones en nuestros días, tal como efectivamente las hubo hasta fines del siglo XII. ¡El papa Francisco no puede mantenerse ajeno al clamor de tantas almas!

Por Rodolfo A. Canitano

Fuente:
Periódico Diálogo
Nro. 231 - Julio 2014
www.periodicodialogo.blogspot.com.ar

miércoles, 16 de julio de 2014

¿Quién era Barrabás?

Horas antes de morir en la cruz, Jesús de Nazaret fue sometido a una curiosa votación, junto a un personaje llamado Barrabás. No era para ganar un cargo político, sino para ganar el derecho a la vida. Jesús perdió, y tuvo que morir en la cruz. Pero ¿quién era ese personaje? Su nombre: Barrabás. Hasta el día de hoy su figura sigue siendo un misterio. Para unos era un revolucionario político, del grupo de los zelotas, que conspiraba contra el gobierno de Roma. Para otros, era un asesino. Y para Hollywood, que lo inmortalizó en una famosa película de 1962, Barrabás (magistralmente interpretado por Anthony Quinn) era el jefe de una banda de ladrones que asaltaba y saqueaba caravanas.

Tampoco los Evangelios se ponen de acuerdo sobre su identidad. Para Mateo, era “un preso famoso” (Mt 27,16). Para Marcos y Lucas, era uno de los “sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato” (Mc 15,7; Lc 23,19). Para Juan, era “un ladrón” (Jn 18,40). Y para el libro de Los Hechos de los Apóstoles era “un homicida” (3,14). Por lo tanto, del retrato que obtenemos del Nuevo Testamento, Barrabás era tres cosas: un sedicioso político, un ladrón, y un asesino. Pero ¿era algo de todo esto Barrabás, aquel enigmático personaje que casualmente se encontraba en la cárcel de Pilato el día que juzgaron a Jesús?

La creencia más generalizada sobre Barrabás es que se trataba de un sedicioso, es decir, una especie de guerrillero o subversivo que luchaba contra el poder de Roma en Palestina. Pero de ser así, ¿cómo se explica que Poncio Pilato lo soltara tan fácilmente? Ningún gobernador romano, según lo que conocemos de la historia, habría devuelto jamás la libertad a un preso que estuviera acusado de hostilidad contra el Imperio. Por eso otros prefieren la segunda alternativa, de que Barrabás era un simple asesino, que con algunos compañeros habría matado a una persona en el ámbito privado, sin connotaciones políticas ni revolucionarias. Pero, ¿por qué entonces Mateo, al hablar de él, dice que era un preso “famoso”, en el sentido de “ilustre”, “célebre”?

No se trata sólo de alguien “muy conocido”, sino también “admirado” y “respetado”. Pablo usa esta misma palabra griega cuando, al hablar de Andrónico y Junia en Rm 16,7, dice que eran “ilustres” entre los apóstoles. ¿Cómo un ladrón puede ser venerado y tener el reconocimiento popular? La tercera hipótesis ve en Barrabás a un ladrón, un delincuente común. Pero Marcos cuenta que la multitud, al enterarse del arresto de Barrabás, fue a pedir a Pilato que lo liberara, antes de que a Pilato se le ocurriera la posibilidad de que la gente optara entre su liberación o la de Jesús (Mc 15,6-7). ¿Cómo un ladrón y delincuente como Barrabás podía despertar espontáneamente en la gente tanto fervor y entusiasmo, a tal punto de que fueron a solicitar su perdón?

Frente a tantos obstáculos insalvables que encuentran todas estas explicaciones, muchos exegetas han propuesto una cuarta solución: que Barrabás no existió. Que es una figura simbólica, imaginaria, creada por la tradición cristiana para dar mayor dramatismo y significado a la muerte de Jesucristo. Que el único acusado de carne y hueso que estuvo presente aquél día frente a la multitud fue Jesús de Nazaret. Pero si analizamos con más cuidado los datos del Nuevo Testamento quizás podamos encontrar otra respuesta menos pesimista a este problema. Ante todo, llama la atención que Marcos, el primer evangelista en escribir, cuando habla del incidente por el que arrestaron a Barrabás, se refiere a él como “el motín” (en griego, stásis) (15,7).

Resulta curioso que a un motín (o alzamiento político) se lo llame “el” motín, con artículo determinado, sin que en ninguna otra parte se aclare a cuál motín se refiere. Lo único que sabemos es que sucedió en el contexto de la Pascua. Pero, ¿cuál es este motín, ocurrido en tiempo de Pascua, y tan conocido, que no hacía falta más aclaraciones para recordarlo? En griego, la palabra stásis significa, en efecto, enfrentamiento, pelea, lucha, disputa, pero no siempre alude a un enfrentamiento subversivo o político. Por ejemplo, en Hch 15,2 stásis significa “enfrentamiento o debate doctrinal”, es decir, de ideas, sobre el tema de la circuncisión. En Hch 23,7.10 es un enfrentamiento sobre la resurrección de los muertos. En Hch 24,5 es la lucha entre judíos por las diferentes interpretaciones de la Ley.

Por lo tanto, “el” stásis de Marcos (con artículo determinado) podría traducirse también por “el enfrentamiento”, “la disputa”, o “la lucha” de carácter intelectual, incluso artística, o un certamen o concurso lúdico, que coincidiese con las fiestas de Pascua. Ahora bien, ¿cuál enfrentamiento o pugna sobresalía en aquél tiempo de tal manera que hubiera podido adquirir popularmente el apelativo absoluto de “el” enfrentamiento? Gracias al escritor judío Flavio Josefo, sabemos que el rey Herodes había construido en Jerusalén un grandioso anfiteatro o hipódromo en el valle del Tiropeón, la zona baja de la ciudad, en el que se celebraban carreras de carros y de jinetes, dotadas de importantes premios. O sea que stásis podría significar también una competición hípica, en especial una carrera de carros.

Más aún, si a alguna stásis o certamen deportivo le convenía el nombre eminente de “la” competición, era desde luego la carrera de carros, sobre todo en el ambiente de Roma, donde ésta era la máxima atracción popular, y donde se encontraban los lectores de Marcos. Ahora hay que aclarar quiénes eran los sediciosos (en griego, stasiastés) que habían cometido el asesinato, y por el que había terminado preso Barrabás (Mc 15,7). Para esto debemos analizar esta segunda palabra. Normalmente stasiastés se traduce como sedicioso, faccioso, o revolucionario político. Sin embargo la palabra puede traducirse también por perturbador, molesto, es decir, cualquier antisocial privado (como aparece en muchos textos griegos antiguos), y no necesariamente un rebelde de carácter político. De modo que aquellos stasiastés encarcelados con Barrabás podrían perfectamente haber sido unos simples alborotadores del orden público, y no unos activistas subversivos contra Roma.

Podemos concluir, pues: a)que la stásis de Marcos no es necesariamente un choque guerrillero, sino que podría referirse a una competición deportiva, a alguno de aquellos espectáculos que presenciaban los contemporáneos de Jesús en el hipódromo de Jerusalén; b)que los revoltosos que acompañaban en la cárcel a Barrabás no eran unos sublevados contra Roma, sino que podían ser unos simples espectadores excitados, provocadores, y pendencieros. Por lo tanto, no estaríamos muy errados si dijéramos que Barrabás podría haber sido un auriga (es decir, un conductor de carros de carrera), al que el pueblo admiraba y cuya liberación querían a toda costa. Y que los que estaban en prisión con él eran unos espectadores revoltosos que, por ejemplo, podían haber empujado hacia los caballos o las ruedas del carro de Barrabás a un infeliz aficionado, tal vez hostil a su ídolo, y haberle provocado la muerte, de modo que Barrabás terminó también accidentalmente implicado en el crimen.

Si esto es así, entonces se aclaran muchos de los detalles borrosos que aparecen en los Evangelios. Primero, se comprende la distinción que Marcos hace entre Barrabás y sus compañeros de prisión. Sólo a éstos los llama “revoltosos”, y sólo a éstos los presenta como autores del homicidio, mientras que de Barrabás no dice nada. Segundo, que a Barrabás se lo conociera por su apodo. En efecto, Marcos escribe: “Había uno, el llamado Barrabás”. Generalmente la expresión “llamado” alude a un sobrenombre. Así, por ejemplo: “De María nació Jesús, llamado Cristo” (Mt 1,16); “Vio a Simón, llamado Pedro” (Mt 4,18); “Dijo Tomás, llamado Mellizo” (Jn 11,16). De modo que Barrabás no era su nombre, sino su sobrenombre deportivo. Tercero, que Mateo pudiera decir de él que era un detenido “célebre” (Mt 27,16). Cuarto, que Barrabás tuviera tantos partidarios o adeptos de su actividad deportiva, que pidieran espontáneamente su liberación. Quinto, que Pilato no tuviera mayor inconveniente en concedérsela, puesto que, en definitiva, Barrabás no era propiamente culpable.

Esta interpretación tropieza, sin embargo, con un obstáculo. Y es que el Evangelio de Juan define a Barrabás como un “ladrón” (18,40). De hecho este calificativo es el que más ha influido, desde la antigüedad, para identificar a Barrabás. Al llamarlo así, ¿pensaba Juan que Barrabás era verdaderamente un delincuente que robaba y hurtaba? Podemos hallar una respuesta a esto, si tenemos en cuenta que Juan es el Evangelio más simbólico de todos, y que muchas veces su lenguaje y sus palabras esconden un sentido más profundo y alegórico de lo que a simple vista puede aparecer. Por lo tanto, tendríamos que preguntarnos: ¿qué significa “ladrón” para el Evangelio de Juan? La respuesta aparece en la parábola del Buen Pastor (Jn 10,1-18). Allí Jesús dice: “El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, ése es un salteador y un ladrón” (v.1). En cambio “el que entra por la puerta, ése es el Pastor de las ovejas” (v.2). “Todos los que han venido son salteadores y ladrones” (v.8). “El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (v.10).

Ariel Álvarez Valdés
Biblista

viernes, 11 de julio de 2014

Cristo Reina - Athenas Vénica

Esta semana la música de EL ALFA Y LA OMEGA, es netamente nacional: presentamos el nuevo disco de la cantante Athenas Vénica que lleva por título “Cristo Reina”

Este es el primer disco de Athenas, una de las voces más bellas, talentosas y prometedoras del panorama de la música actual, al servicio de la nueva evangelización. Como lo afirma ella misma en el prólogo de esta obra, integran el repertorio una cuidada selección de canciones que ayudan a rezar, a reunirnos como iglesia y a encontrarnos con la amorosa presencia del Señor. Incluye una versión especial del himno de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud 2013 celebrada en Río de Janeiro, de la cual, Athenas fue una de las animadoras musicales.

Un disco exquisitamente mezclado, con unos arreglos musicales muy cuidados, Athenas en esta oportunidad esta acompañada por las armoniosas cuerdas de Jonatan Narváez y arreglos y acompañamientos del conocido cantautor argentino, Kiki Troia.

miércoles, 9 de julio de 2014

La Conferencia de Guayaquil

Las versiones edulcoradas de la historia afirman que en Guayaquil José de San Martín se vio obligado a renunciar a su empresa libertadora para darle lugar al ambicioso de Simón Bolívar. Algo de verdad hay en el tema de la vanidad de Bolívar. Pero sólo algo. Nadie debería asombrarse por ello. Los políticos y los jefes militares son ambiciosos y algo ególatras. Pero reducir lo ocurrido en Guayaquil a una cuestión de temperamentos es, en el más suave de los casos, una simplificación. O una manipulación. Las charlas de Bolívar con San Martín en Guayaquil fueron privadas, pero no secretas. La correspondencia de ambos permitió conocer el objetivo de la reunión y los motivos de su desenlace. El supuesto misterio de Guayaquil es una exageración. Las reuniones celebradas el 26 y el 27 de julio de 1822 fueron tan secretas como suelen ser las reuniones de todos los jefes militares cuando están por decidir cuestiones de trascendencia frente a un enemigo tenaz y poderoso. Otorgarle al misterio una categoría política es un lugar común, casi una redundancia.

¿O suponían que los dos jefes militares iban a convocar a una asamblea popular para decidir cómo continuar con la guerra? ¿O que iban a llamar a una conferencia de prensa para anunciar los próximos pasos militares a dar? San Martín y Bolívar no se despidieron como enemigos. Tampoco como íntimos amigos. El trato podría decirse que fue políticamente correcto. Pero ni las amabilidades dulzonas de uno ni la cordialidad diplomática del otro autorizan a afirmar que no hubo diferencias. Concretamente, San Martín fue a Guayaquil a solicitarle a Bolívar apoyo militar para continuar la guerra contra los realistas dirigidos por los generales Canterac y De la Serna. Bolívar le negó esa asistencia. Dio muy buenas razones, argumentó con elocuencia, pero lo cierto es que lo que ofreció estaba muy lejos de satisfacer las expectativas militares de San Martín.

La tarea de un historiador es esforzarse por escudriñar las razones políticas y sociales que justificaron aquella decisión. La personalidad de los protagonistas, sus ambiciones, sus fobias, sus miserias, son datos importantes, pero el relato histórico no se puede reducir a un informe psicológico. Es importante ampliar la mirada y esforzarse por entender que las decisiones políticas de los grandes hombres obedecen a determinadas necesidades que en general exceden la aventura individual del héroe. La primera pregunta que correspondería hacerse en este caso es por qué San Martín se fue y Bolívar se quedó. San Martín pudo haber sido modesto, pero era un militar que sabía lo que quería y sabía cómo defenderlo. Si hubiera contado con recursos o la relación de fuerzas hubiese sido otra, es muy probable que su comportamiento hubiera sido distinto. San Martín era un jefe militar y político. Sabía ejercer la autoridad y conocía los secretos del poder. Llegado el caso podía ser astuto, intrigante e inflexible. El general que organizó el Ejército de los Andes, el que liberó a Chile y desplegó en el Perú su genio diplomático no puede ser reducido a la condición moral de hombre austero.

Salgamos de Guayaquil y tratemos de mirar un poco más lejos para saber en qué condiciones llegaron estos hombres a Guayaquil. Después de recuperar el puerto de El Callao, San Martín le escribió a su amigo Bernardo O’Higgins. Allí le decía, entre otras consideraciones: “En conclusión. Yo ya veo el término de mi vida pública y voy a tratar de entregar esta pesada carga en manos seguras y a retirarme a un rincón a vivir como un hombre”. Estas palabras fueron escritas casi un año antes de la Conferencia de Guayaquil. San Martín ya hablaba de retirarse. No estaba deprimido, mucho menos derrotado. Lo que percibía era que su situación en Perú se volvía cada vez más complicada. Protector Supremo, jefe militar máximo, disponía de los atributos formales del poder, pero lo cierto es que ese poder estaba cuestionado por todos lados. En principio, sólo controlaba la costa. El interior del Perú estaba en manos de los realistas. No terminaban allí los problemas. A la amenaza de los enemigos externos se sumaban las disensiones en el frente interno. Las disensiones y las traiciones. Lord Cochrane sublevaría a la Armada y prácticamente lo dejaría sin barcos.

Los oficiales del Ejército libertador le reprochaban actuar con pasividad ante los españoles. Hasta el general Gregorio de las Heras se le puso en contra. Desde Buenos Aires las noticias que llegan eran las previsibles: “Ni agua para el jefe militar que se negó a ayudar a Buenos Aires en 1820”. Entre la clase dirigente peruana su situación tampoco era cómoda. Los rumores y maledicencias en su contra crecían en agresividad. Se lo acusaba de arrogante, vanidoso, corrupto y libertino. El romance con Rosita Campusano era la comidilla de las señoras de Lima. Sus paseos en una soberbia carroza tirada por seis caballos parecían justificar los rumores sobre su ambición monárquica.

Su fortaleza moral no le impedía percibir que la situación política y militar en Perú era cada vez más débil. La estrategia de coincidir con Bolívar en el avance de uno desde el norte y el otro desde el sur, no era nueva, pero por entonces se reactualizaba. En su momento Monteagudo y Mosquera habían firmado un tratado de “unión, liga y federación perpetua”. San Martín entendía que había llegado la hora de hacer efectivo ese proyecto. El 19 de enero de 1822 delegó el gobierno en el marqués de Torre y Tagle. El 6 de febrero se embarcó rumbo a Quito para conversar con Bolívar, pero a último momento se enteró de que la reunión no podía hacerse. San Martín regresó a Lima pero no reasumió el mando. Recién lo haría en agosto. Un mes más tarde, es decir, el 20 de septiembre, renunciaba definitivamente. Para entonces la conferencia de Guayaquil ya se había celebrado y San Martín sabía que no le quedaba otra alternativa que el retiro.

San Martín sabía que llegaba a Guayaquil en inferioridad de condiciones. Bolívar estaba atravesando por su mejor momento. Los dioses parecían estar de su parte. Las victorias militares en Pichincha y Bombona le habían otorgado un poder que San Martín estaba muy lejos de poseer. San Martín llegó a Guayaquil el 25 de julio. Bolívar lo recibió con todos los honores, pero imponiendo sus reglas de juego. El viernes 26 de julio se reunieron los dos hombres a solas. La entrevista duraría una hora y media. Al día siguiente conversaron desde las dos de la tarde hasta las cinco. No se conocen los detalles de las charlas porque no hubo testigos. Sí se sabe que San Martín le reclamó apoyo militar para concluir la campaña en Perú. Bolívar le ofreció 1.700 hombres. San Martín consideró que, con esa cifra, no tenía ni para empezar. Atendiendo a la negativa de Bolívar, propuso unir las fuerzas y se manifestó dispuesto a actuar de subordinado. Bolívar tampoco aceptó esa oferta. Sus argumentos, si bien atendibles, no dejaban de ser formales. Sin duda que la ambición estuvo presente, pero también estuvieron presentes las relaciones de fuerza. Bolívar no tenía un frente interno homogéneo, pero su situación era mucho más sólida que la de San Martín.

La noche del 27 de julio el Ayuntamiento ofreció un baile. Bolívar lució sus condiciones de bailarín y hombre de mundo. San Martín no estuvo cómodo en la fiesta. Nunca lo estuvo. En algún momento le dijo a su edecán: “No aguanto más este bullicio”. Era la una de la mañana. Con discreción, sin llamar la atención, San Martín se retiró de la fiesta. Era de noche y hacía frío. Caminó por las calles de Guayaquil hasta el puerto, envuelto en su capote. Fue la caminata de un hombre solo. En la madrugada del 28 de julio la nave Macedonia partió con rumbo a Lima. En algún momento le dijo a un colaborador: “Bolívar nos ganó de mano”. Hasta el día de hoy, los historiadores están tratando de interpretar el significado profundo o superficial de esa frase.

Orígen de la Fiesta de San Fermín

Los Sanfermines son una fiesta en honor a San Fermín que se celebra anualmente en Pamplona, capital de la Comunidad Foral de Navarra, al norte de España. Los festejos comienzan con el lanzamiento del txupinazo o chupinazo (cohete) desde el balcón del Ayuntamiento de Pamplona a las 12 del mediodía del 6 de julio y terminan a las 24h del 14 de julio con el "Pobre de mí", una canción de despedida. Una de las actividades más famosas de los Sanfermines es el encierro, que consiste en una carrera de unos 800 metros delante de los toros y que culmina en la plaza de toros. Los encierros tienen lugar todos los días entre el 7 y el 14 de julio y comienzan a las ocho de la mañana, con una duración promedio de entre dos y tres minutos.

Los Sanfermines tienen un origen que se remonta varios siglos, se trata de unas fiestas singulares y sin duda el acontecimiento por el que más se conoce a Pamplona en el mundo. Su fisonomía actual, cosmopolita y multitudinaria, es el resultado de una lenta evolución histórica cuyos orígenes se remontan a la Edad Media. Tres celebraciones independientes están en su origen: los actos religiosos en honor a San Fermín, desde antes del siglo XII, las ferias comerciales y las corridas de toros, documentadas ambas desde el siglo XIV. Los pamploneses celebraban a san Fermín el 24 de septiembre.

Cansados de las inclemencias climatológicas del otoño, los pamploneses deciden en 1591 trasladar la fiesta del co-patrono de Navarra, San Fermín, al 7 de julio. La coincidencia por azar en las mismas fechas de solemnidad religiosa, bullicio ferial y toros dan el carácter a los Sanfermines que hoy conocemos. El patrón de la ciudad, San Saturnino, se mantiene con una celebración mucho más modesta en el 29 de noviembre. Para muchos de los visitantes, este hecho causa la confusión de pensar que es San Fermín el patrono de la ciudad. El escritor estadounidense Ernest Hemingway fue uno de los que contribuyeron a propagarlos mediante su libro Fiesta. Están considerados como una de las mejores celebraciones del mundo, junto a los Carnavales de Río de Janeiro, de Venecia y de Colonia, y la Feria de la Cerveza de Múnich. La población de Pamplona durante esta semana de fiestas pasa de 190.000 habitantes a más de 2.800.000 personas.

Los sanfermines nacieron en la época medieval como feria comercial y fiesta secular, usando para ello las fechas de fiestas religiosas cristianas, que a su vez usaban fechas festivas de orígenes más anteriores, como la del paganismo vasco y latino. A comienzos del siglo XIII se celebraban unas ferias comerciales tras la noche de San Juan, entre el día 23 y el 24 de junio, coincidiendo el comienzo del verano. A esta festividad le seguía la de San Pedro y luego estaba la de Santiago, el 25 de julio, justo un mes después; y en medio, San Fermín.

Como las ferias eran lugares de encuentro de mercaderes, ganaderos y aldeanos, eran también pretexto para festejar y comenzaron a organizarse corridas de toros como parte de la tradición. Así nacieron, en alguna fecha probablemente a finales del siglo XVI, algo que podríamos considerar propiamente los primeros Sanfermines. Hay otra fecha emparentada al final del verano, el 10 de octubre, en que se organizaba una feria en Pamplona, de siete días de duración, desde el año 1324, por privilegio del rey Carlos I de Navarra y IV de Francia. En 1381 por privilegio del rey Carlos II de Navarra, pasó a ser feria franca, coincidiendo también entonces con festividades religiosas. Estas dos ferias y fiestas, al inicio y al final del verano, se unificaron para aprovechar el mejor tiempo, comenzando el día séptimo del séptimo mes: el 7 de julio. Aunque todavía en la actualidad, a finales del verano, se celebran los llamados "sanfermines txikis" (pequeños sanfermines) sólo celebrado por los propios navarros.

Fueron pasando los siglos, sin grandes cambios en los Sanfermines. Pero desde 1950 aproximadamente, los cambios han sido acelerados. En primer lugar, por el incremento del nivel de vida. El pueblo (Pamplona tendría unos veinte mil habitantes) se juntaba en la Plaza Consistorial para recoger al Ayuntamiento y acompañarlo a la iglesia de San Lorenzo, donde en la capilla de San Fermín se celebraban, las Vísperas, en la tarde del 6 de julio. Tras la misa, pueblo y autoridades regresaban de la iglesia al Ayuntamiento, igualmente por la calle Mayor. Desde 1950, aproximadamente, los Sanfermines vienen evolucionando tanto como la sociedad. Han perdido mucho de su componente religioso, aunque la procesión sigue siendo multitudinaria y presenta algunos "momenticos" especialmente entrañables, como la jota que se canta al Santo en la Plazuela del Consejo o el Agur jaunak interpretado en su honor en el lugar, frente a la iglesia de San Cernin en que se dice que fue bautizado. El origen de esta tradición se halla a principios del siglo XX. El Ayuntamiento de Pamplona contrataba una empresa de pirotecnia que disparaba una serie de cohetes el día 6 de julio, víspera de la fiesta de San Fermín, para señalar el inicio de las fiestas.

Tras la instauración de la democracia y la elección del primer ayuntamiento democrático en 1979 se adoptó el criterio de que el lanzamiento del chupinazo se hiciera rotatorio, primero entre los miembros de la comisión de fiestas y, a partir de 1983, entre los diversos grupos políticos de mayor a menor, comenzando por el alcalde o alcaldesa de la ciudad. Desde el 6 de julio de 1941, que fue el primer txupinazo de las fiestas de San Fermín, la formula adoptada para que el encargado de lanzar el txupinazo pronuncie unas palabras, y está adjudicado y oficializado por el consistorio pamplonés la siguiente fórmula:

"Pamplonesas, Pamploneses, ¡Viva San Fermín!. Iruindarrak, Gora San Fermín!"
El Riau-Riau se celebró por primera vez en 1914, y el inicio de esta tradición se atribuye a Ignacio Baleztena, un carlista que coreando el Vals de Astráin quiso interponerse en el avance de un Ayuntamiento políticamente contrario. El festejo cuajó rápidamente, hecho que fue corroborado porque en la década de los años 20 hubo dos intentos de prohibición por parte de la Alcaldía. El Riau-Riau, antes de la década de los 90, sólo tuvo un parón, el acaecido entre 1932 y 1936 (II República) debido a que la Corporación no participó en los actos religiosos.

En 1972, el Riau-Riau fue suspendido por primera vez tras 45 minutos en los que la Corporación apenas pudo avanzar unos metros. A partir de esta fecha se sucedieron una serie de Riau-Riaus en los que la tónica general fue el poco avance de la Corporación y la cada vez más multitudinaria asistencia al acto. Así, en numerosas ocasiones el acto tuvo que ser suspendido sin que la comitiva pudiera llegar a San Lorenzo. El último Riau-Riau que consiguió este objetivo fue el de 1985, con una duración de tres horas y media. En 1991, y debido a altercados políticos, el Riau-Riau tuvo que ser suspendido y no se volvió a celebrar hasta 1996, en el que por los mismos motivos tampoco pudo realizarse. Desde este año, el Riau-Riau ha estado ausente de las fiestas de San Fermín. La esperanza es lo último que se pierde y cada año es uno de los temas candentes a la hora de publicarse el programa festivo. Cada año las calles de Pamplona se llenan de miles de personas, unas armadas de valor y otras, inconscientes del riesgo, dispuestas a correr delante de los toros.

Pamploneses de toda la vida, corredores expertos, junto con cientos de turistas de todas partes del mundo y españoles, se atreven a conducir a los toros desde los corralillos donde han pasado la noche hasta la plaza de toros: son 825 metros de calles adoquinadas, que se recorren en tan sólo dos o tres minutos. Algunos son alcanzados por los toros sufriendo heridas por cornadas y patadas. El peligro resulta mayormente de desatender las indicaciones bien conocidas por los expertos o en correr el encierro sin estar en las condiciones debidas. Aunque, con la aglomeración de gente, han aumentado los riesgos también para los expertos. En realidad, son pocos los que, a golpe de periódico, van guiando a los toros; la mayor parte de los corredores, sobre todo los no experimentados, corren a una cierta distancia. El primer encierro de las fiestas es el del día 7 de julio y el último el del día 14. Comienza a las 8:00.

Los encierros de San Fermín tienen un origen medieval: los pastores navarros traían a los toros de lidia desde las dehesas de La Ribera de Navarra hasta la plaza mayor, que servía de coso taurino al no existir una plaza de toros. La noche anterior a la corrida la pasaban acampados cerca de la ciudad, y al amanecer, entraban a la carrera arropados por los toros mansos (cabestros) y acompañados de gente que, a caballo o a pie, ayudaba con palos y gritos a encerrarlos en los corrales. Con el tiempo, a finales del siglo XIX, se pasó de correr detrás de ellos para ayudar a encerrarlos, a correr delante; así se convirtió en una costumbre popular. Dicen las crónicas que los primeros en desafiar las prohibiciones que impedían correr delante de los astados fueron los carniceros del Mercado de Santo Domingo, situado junto a la cuesta del mismo nombre.

San Fermín es co-patrono de Navarra desde el 14 de abril de 1657. La Asociación de la Prensa explica así el surgimiento de la fiesta: "Documentos históricos atestiguan que el culto a San Fermín en Navarra data del siglo XII". En ellos se relata que el obispo Pedro de París, también llamado Pedro de Artajona, elevó la categoría litúrgica de las misas en honor al Santo. Éste fue posiblemente el origen de la procesión.

El obispo de Pamplona consiguió para la ciudad la primera reliquia: un hueso de la cabeza del mártir. Después se trajeron más reliquias: otro hueso del cráneo, que se instaló en el pecho de la imagen de San Fermín en la iglesia San Lorenzo en 1572, y la mitad superior del fémur derecho que, en 1941, se guardó en una arqueta gótica de la Catedral de Pamplona. En aquellos tiempos, el calendario litúrgico fijó la fecha de la fiesta religiosa el 10 de octubre en recuerdo de la entrada de San Fermín en Amiens. La celebración se limitaba a la función de Vísperas en la iglesia de San Lorenzo, la Procesión, la Octava y la denominada "Comida de los pobres".

Era un ágape de berza, carne de vaca asada, pan y vino, que el Ayuntamiento organizaba en el Hospital de los Labradores, en la Plaza de la Vírgen de la O. Debido a las inclemencias climatológicas del mes de octubre, el Ayuntamiento solicitó al obispo trasladar la fiesta de San Fermín. Fue en 1591 la primera vez que se celebró la festividad el 7 de julio. La fiesta religiosa se fue completando con otros actos populares.

Los Jesuitas en América

Los jesuitas llegaron a Brasil ya en el generalato de San Ignacio. En el gobierno de San Francisco de Borja ingresaron a Florida, México y Perú y en el de Claudio Acquaviva a Canadá, Nueva Granada, la Presidencia de Quito y otras zonas. De acuerdo a sus nacionalidades, los misioneros jesuitas se distribuyeron en las distintas posesiones de las potencias europeas.

Canadá: fue evangelizado por jesuitas franceses. La inmensidad del territorio, el clima y la hostilidad de los hurones e iroqueses convirtieron a la canadiense en una de las misiones más difíciles de la Compañía. No faltaron los mártires. Esta misión incluyó territorios que hoy pertenecen al Estado de New York y consiguió convertir a miles de hurones, no así a los iroqueses, que siempre fueron feroces y hostiles hacia los europeos.

Missisipi: fue explorado y evangelizado por jesuitas franceses. Entre ellos destacó el Padre Jacques Marquette (1637-75) quien, con el explorador Louis Jolliet fue el primer europeo que recorrió y cartografió el río Missisipi desde el territorio norteño de Nueva Francia (1673). Fundó algunos poblados en Nueva Francia (actual Estado de Michigan).

Los jesuitas fueron innovadores en la explotación de sus haciendas y propiedades en la América Hispánica. Durante los siglos XVII y XVIII supieron gestionar verdaderos emporios agros industriales con métodos de gerencia que se adelantaron a los utilizados en la actualidad. Además agregaron la participación patrimonial de lo recaudado en las haciendas para luego ser redistribuido entre indígenas, esclavos y empleados, llegamos a la conclusión que fueron los primeros en otorgar una suerte de “títulos de propiedad” a sus subordinados.

La finalidad de estas propiedades era sostener sus colegios, pues éstos -debido a una rigurosa concepción del voto de pobreza- eran gratuitos. Sin embargo, la riqueza de estos complejos y haciendas atrajo la ambición de las Coronas y particulares y, a la larga, fue un factor para la supresión de la Orden.

Los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII se propusieron acabar con la Compañía de Jesús por su defensa incondicional del Papado, su actividad intelectual, su poder financiero y su influjo político. Ciertamente se habían ganado poderosos enemigos: los partidarios del absolutismo, los jansenistas y los filósofos franceses. No faltaron tampoco las intrigas de ciertos grupos en la misma Roma. El contexto político europeo se caracterizó en estos años por el advenimiento del llamado Despotismo Ilustrado y por un declive notorio del prestigio político del Papado y la voluntad política de los Borbones y de la Corona Portuguesa de robustecerse en detrimento de la Iglesia.

El primer país en expulsar a la Compañía de Jesús fue Portugal. El ministro Carvalho, marqués de Pombal, fue su principal adversario; encerró en el calabozo a 180 jesuitas en Lisboa y expulsó al resto en 1759. Con esta dura medida pretendía robustecer la autoridad real y dar una clara señal al Papa de que no toleraría intromisiones pontificias en los asuntos del Estado. Más de mil jesuitas de Portugal y sus colonias fueron deportados con destino a los Estados Pontificios. Clemente XIII protestó por la medida.

En 1763, Luis XV de Francia los acusó de malversación de fondos debido a la quiebra del P. Antoine Lavalette en Martinica. El Parlamento de París, que ya desde la fundación de la Orden había impugnado la presencia legal de la Orden en Francia, condenó las Constituciones y el Rey decretó la disolución de la orden en sus dominios, y el embargo de sus bienes.

Más tarde, los jesuitas fueron expulsados de los territorios de la Corona española a través de la Pragmática Sanción de 1767 dictada por Carlos III el 2 de abril de 1767 y cuyo dictamen fue obra de Pedro Rodríguez de Campomanes (futuro conde de Campomanes), regalista y por entonces Fiscal del Consejo de Castilla. Al mismo tiempo, se decretaba la incautación del patrimonio que la Compañía tenía en estos reinos (haciendas, edificios, bibliotecas), aunque no se encontró el supuesto «tesoro» en efectivo que se esperaba. Los hijos de San Ignacio tuvieron que dejar el trabajo que realizaban en sus obras educativas (lo que supuso un duro golpe para la formación de la juventud en la América Hispana) y sus misiones entre indígenas, como las famosas Reducciones guaraníes y las menos célebres, pero no menos esforzadas misiones entre los Tarahumara en México y a lo largo del Amazonas (Misiones del Marañón).

La supresión de los jesuitas fue llevada a cabo en 1773, cuando el nuevo Papa Clemente XIV enfrentó fuertes presiones de los reyes de Francia, España, Portugal y de las Dos Sicilia quienes, por razones políticas, le exigían la desaparición de la Compañía. El Papa cedió y mediante el breve Dominus ac Redemptor suprimió la Compañía de Jesús. Los sacerdotes jesuitas podían convertirse al clero secular; los escolares y hermanos coadjutores quedaron libres de sus votos. El P. General, Lorenzo Ricci, y su Consejo de Asistentes fueron apresados y encerrados en el Castillo Sant’ Ángelo (Roma) sin juicio alguno.

En 1789 —el mismo año en que la Constitución de Estados Unidos entró en vigor y en el que se inició la Revolución francesa— fue fundada por el Obispo John Carroll -ex jesuita- la universidad católica más antigua de Estados Unidos, la Universidad de Georgetown, en Washington D.C.; en el siglo XIX, esta universidad sería integrada a la Compañía restaurada.

Cuarenta años después, en medio de los efectos causados por la Revolución francesa, las guerras napoleónicas y las guerras de independencia en la América Hispánica, Pío VII decidió restaurar a la Compañía. De hecho, los jesuitas habían sobrevivido en Rusia —unos cuantos centenares— protegidos por Catalina II. La restauración universal era vista como una respuesta al desafío que representaban quienes eran vistos en ese entonces como los enemigos de la Iglesia: la masonería y los liberales, principalmente.

En España, por decreto de 23 de enero de 1932, la Segunda República Española disuelve la compañía de Jesús por obedecer a un poder extranjero (el Papa) y se incauta de todos sus bienes. Durante la Guerra Civil Española, se decreta, el 3 de mayo de 1938, la derogación del decreto de 23 de enero de 1932 sobre disolución de la Compañía de Jesús e incautación de sus bienes, y en su virtud, la Compañía de Jesús vuelve a adquirir plena personalidad jurídica y podrá libremente realizar todos los fines propios de su Instituto, quedando, en cuanto a lo patrimonial, en la situación en que se hallaba con anterioridad.

La Compañía de Jesús ha cambiado a lo largo de los siglos. Sus publicaciones dirigidas al exterior afirman que el cambio ha sido externo, en ciertas formas. Algunos detractores (el exjesuita Malachi Martín, el autor español Ricardo de la Cierva) hablan de un relajamiento en su espíritu, incluso de haber adoptado criterios modernistas. A inicios del siglo XXI la Compañía incluye en su seno diferentes identidades eclesiales, desde las conservadoras, hasta las más progresistas. Un ejemplo de estas últimas posiciones es la Teología de la liberación desarrollada por algunos jesuitas, entre otros sacerdotes y religiosos, en América Latina durante los años 1960 y 70.

miércoles, 2 de julio de 2014

NUESTRA SEÑORA DEL HUERTO

El origen de la devoción y el culto a Nuestra Señora del Huerto se remonta a años lejanos, precisamente a finales del siglo XIV. En la primavera del año 1493, la ciudad de Chiávari, Italia, fue aquejada por una gravísima epidemia, procedente de Génova, ciudad con la que mantenía una fuerte comunicación, que llenó de terror a todos sus habitantes, causando numerosas muertes.

Una piadosa mujer de Chiávari, María, de la familia de los Quercio, llamada Turquina, acudió a La Madre de Dios y oró constantemente, iluminada por su fe y su solidaridad hacia sus hermanos, pidiéndole que alejara de su pueblo el terrible flagelo que lo azotaba y prometiéndole una señal de público reconocimiento si se le concedía la gracia. Su esperanza no fue defraudada, y milagrosamente, la aterradora epidemia desapareció, y la buena mujer, en señal de gratitud a María Santísima, mandó pintar su sagrada Imagen en un muro que daba a la calle más concurrida de Chiávari, llamada “La calle de Los Huertos”, denominada así por haber muchos huertos en esa calle, a fin de que los que pasaran pudiesen más fácilmente alabar y rezar a la Virgen.

Confió el trabajo al reconocido pintor Benito Borzone, quien logró expresar de un modo admirable la idea de la bondad y el poder de María. La pintura representa a la Virgen en el acto de estrechar en su seno con la mano izquierda al niño Jesús, que se toma de su cuello, mientras que con la mano derecha sostiene alzado el pequeño brazo del Niño, para bendecir a la ciudad y a cualquiera que tuviese la gracia de pasar delante de ella. En torno a la cabeza de la Virgen se leen las palabras del saludo angélico: “Ave gratia plena”, y más en alto, la frase bíblica: “Hortus Conclusus”.

La nueva Imagen, por la profunda verdad teológica que encarna y la eficaz manera de la disposición de las figuras y el colorido, suscitó muy pronto una gran devoción. Por el nombre en que fue pintado el cuadro, la Imagen recibió el nombre de “Virgen del Huerto”. Tiempo después, durante la noche anterior al 2 de Julio de 1610, un joven del pueblo, llamado Sebastián Descalzo, se encaminaba hacia Carrasco, recitando sus oraciones. Mientras se acercaba al Muro de los Huertos, vio sobre los mismos un gran resplandor, y en medio de la gran luz, una majestuosa figura de mujer, que avanzaba lentamente hacia la plaza, acompañada por dos antorchas sostenidas por ángeles invisibles. El joven tuvo miedo y se alejó en dirección al puerto, pero su gran curiosidad venció al miedo y se detuvo para ver hacia donde se dirigía la aparición, pensando que podría ser María, observó asombrado que la majestuosa Señora se detenía frente a su Imagen, iluminándola completamente con un potente resplandor, y más tarde se elevó y desapareció perdiéndose en la cegadora luz.

Con el alma llena de alegría por haber visto con sus propios ojos a La Madre de Dios, Sebastián regresó a Chiávari y narró su extraordinaria aventura a cuantos encontraba en el camino. El pueblo chiavarés se conmovió profundamente con aquel relato y fueron a ver el nicho donde se encontraba la Imagen, y observaron que la fisura que había amenazado, desde hacía muchos años, el derrumbe del nicho, a causa del deterioro del tiempo y la intemperie, había desaparecido misteriosamente, quedando nada más que una señal apenas visible, lo que constituyó un claro testimonio de que la sorprendente aparición que Descalzo había presenciado había sido real.

Años después, con el consentimiento del Vicario, el pueblo construyó una pequeña capilla para preservar la Imagen de cualquier peligro de derrumbe, que luego se convirtió en una Basílica. El 7 de marzo de 1643 la Virgen del Huerto fue declarada Patrona de la ciudad y el 8 de Septiembre de 1769 fue coronada solemnemente.

El Caballo en América

Este noble animal, fruto de la mestización de raza equinas traídas por los españoles durante la conquista, se fue conformando a lo largo de varios siglos hasta llegar a ser el fiel compañero de nuestro hombre de campo.

Es una realidad hoy no discutida que cuando Cristóbal Colón desembarcó en la isla de Guanahaní, el 12 de octubre de 1492, ya no había caballos en el Nuevo Continente. Esa gran masa continental desconocida para el Viejo Mundo, bautizada luego con el nombre de América y que España siguió llamando ”Indias Occidentales", había sido en pretéritas eras geológicas la cuna del género Equus, de donde evolucionó el Equus caballos, especie que en épocas históricas los pueblos asiáticos, africanos y europeos domesticaron, salvándolo de su extinción definitiva.

Las razones de la desaparición total del caballo en América son aún desconocidas; no obstante, ciertas especies de Equus fósiles fueron halladas en estratos geológicos americanos de fines de la era cuaternaria, por lo cual algunos naturalistas pensaron que en ciertas regiones de Sudamérica ese caballo habría sobrevivido y evolucionado, constituyendo una nueva especie que luego recibirla la denominación actual de “caballo criollo", al cruzarse con los caballos españoles importados

Los naturalistas argentinos Florentino Ameghino y Germán Burmeister trataron de autoconvencerse, y de convencer al ámbito científico de principios de este siglo, de que una especie de équido cuyos restos hallaron en estratos bastante recientes, y que bautizaron como Equus rectidens era un verdadero caballo que había convivido con las poblaciones indígenas de la Pampa y la Patagonia argentinas, constituyendo la base de las numerosas manadas de caballos salvajes que a mediados del siglo XVII, fueron avistadas por los primeros pobladores hispánicos de esas regiones, vagando por la llanuras, caballadas que fueron bautizadas posteriormente con el nombre de “baguales”

Las investigaciones científicas posteriores y los análisis comparativos de los esqueletos hallados, confirmaron que ese équido primitivo tenía una conformación más parecida a la cebra o al hemión (imagen) que al caballo, y que en sólo tres siglos de evolución, no habría podido transformar sus particulares características morfológicas en las que presentaba el caballo alzado y no salvaje de las pampas en el siglo XIX.

Si no había sido la evolución de un animal autóctono, ¿cuál era entonces el origen, morfología y aptitudes de esa variedad de équidos sudamericanos que en tan poco tiempo había poblado las llanuras pampeanas y patagónicas?

Descartada la hipótesis del caballo autóctono, resumamos las vías de entrada de caballos embarcados en España con destino a América. En 1493, Colón en su segundo viaje lleva caballos a Santo Domingo que luego pasan a Jamaica. En 1511 Diego de Velázquez los introduce en Cuba, los que luego pasarán a México y serán la base de los utilizados por Hernán Cortés en la conquista del Imperio de Moctezuma. En 1520 Gonzalo de Ocampo los lleva a Venezuela en la búsqueda infructuosa del imperio de El Dorado, estos caballos serán la base del pequeño, ágil y duro caballo "llanero".

Francisco Pizarro conquista en 1531 el Imperio de los Incas o Tiahuantisuyo, llevando caballos al Perú y Ecuador, Diego de Almagro los incorpora a Chile en 1535; una de las últimas introducciones fue la de Juan de Oñate en 1597 en California (que en ese momento formaba parte del Virreinato de Nueva España).

La génesis del caballo criollo de las llanuras del Plata se atribuye generalmente a la introducción que realizó don Pedro de Mendoza, en la primera fundación de Buenos Aires en 1535, mencionándose en sus capitulaciones de 1534 con el rey Carlos V la obligación de traer 100 yeguas y caballos, registrándose su partida con solo 72 según Ulrico Schmidl y existiendo la mención del padre Rivadanevra, que fueron sólo 42 las aportadas en ese viaje.

Casi contemporáneamente, en 1541, Alvar Núñez Cabeza de Vaca había llevado caballos a Asunción del Paraguay y Diego de Rojas y Núñez de Prado trasladó caballos desde el Perú hasta el territorio de la actual provincia de Tucumán, en el Noroeste argentino. Producida la despoblación de la primera fundación de Buenos Aires, transcurrieron casi cuarenta años hasta que en 1580 don Juan de Garay intenta con éxito la segunda y definitiva repoblación de la ciudad desde Asunción del Paraguay.

Garay había recibido informes para esa época que existían numerosas caballadas vagando en libertad en las cercanías de Buenos Aires. Como no podía ofrecer a los nuevos pobladores ni oro ni plata ni encomiendas de indios en una tierra casi desértica, cubierta solo de pastos y sin ningún bosque, pidió a su superior, el adelantado Juan Torres de Vera y Aragón, “hacer merced a los nuevos pobladores, del ganado caballuno abandonado por Don Pedro”.

Torres de Vera y Aragón debía muchos favores a Garay, para discutirle unos pocos caballos, por lo que accedió al pedido. Luego, los pobladores encontraron más caballos que los pensados y obtuvieron del Consejo de Indias (1591) que se los eximiera del diezmo real que hubiera correspondido si hubieran sido salvajes, es decir, autóctonos, lo que obtuvieron iniciándose así la captura de los que cayeron bajo sus lazos y corrales, los demás se dispersaron. Muerto Garay, Torres de Vera y Aragón reclamó las caballadas para sí, al conocer su número, por ser producto de la tierra”.

A él le convenía que se revisara la teoría que los consideraba caballos abandonados, abogando por su carácter natural, extremo que nunca pudo ser probado. Los caballos de Mendoza, más los que luego se dispersaron desde el Paraguay y Tucumán, son el origen de las grandes manadas de caballos salvajes que a fines del siglo XVIII asombraban a los viajeros, y que los pobladores locales denominaban genéricamente como "baguales".