Encuentro del Papa Francisco con los jóvenes de Cuba
El Papa Francisco sostuvo esta tarde un encuentro con unos cinco mil
jóvenes en el Centro Cultural Padre Félix Varela a quienes les dirigió el
siguiente discurso improvisado tras escuchar el testimonio del joven cubano
Leonardo Fernández en representación de los demás asistentes:
Ustedes están parados y yo estoy sentado, ¡qué vergüenza! pero ¿saben
por qué me siento? porque tomé notas de algunas cosas que dijo vuestro
compañero y sobre estas les quiero hablar. Una palabra que cayó fuerte: soñar.
Un escritor latinoamericano, decía que las personas tenemos dos ojos: uno de
carne y otro de vidrio. Con el ojo de carne vemos lo que miramos. Con el ojo de
vidrio vemos lo que soñamos. Está lindo ¿eh?
En la objetividad de la vida tiene que entrar la capacidad de soñar y un
joven que no es capaz de soñar está clausurado en sí mismo. Está encerrado en
sí mismo. Cada uno a veces sueña cosas que nunca van a suceder. Pero suéñalas,
deséalas, busca horizontes, ábrete, ábrete a cosas grandes. No sé si en Cuba se
usa la palabra, pero los argentinos decimos: no te arrugues, ¿eh? ábrete y
sueña, sueña que el mundo contigo puede ser distinto. Sueña que si tú pones lo
mejor de ti, vas a ayudar a que ese mundo sea distinto.
No se olviden. Sueñen. Por ahí se les va la mano y sueñan demasiado y la
vida les corta el camino, no importa, sueñen y cuenten sus sueños. Cuenten,
hablen de las cosas grandes que desean, porque cuanto más grande es la
capacidad de soñar y la vida te deja a mitad de camino, más camino has
recorrido. Así que primero soñar.
Tú dijiste una frasecita, que yo tenía escrita en la intervención de él
porque la subrayé y tomé alguna nota. “Que sepamos acoger y aceptar al que
piensa diferente”. Realmente nosotros a veces somos cerrados. Nos metemos en
nuestro mundito: o este es como yo quiero que sea o no. Y fuiste más allá
todavía: que no nos encerremos. Que no nos encerremos en los conventillos de
las ideologías o en los conventillos de las religiones, que podamos crecer ante
los individualismos.
Cuando una religión se vuelve conventillo pierde lo mejor que tiene, pierde
su realidad de adorar a Dios, de creer en Dios. Es un conventillo, es un
conventillo de palabras, de oraciones, de yo soy bueno, tú eres malo, de
prescripciones morales y cuando yo tengo mi ideología, mi modo de pensar y tú
tienes el tuyo, me encierro en ese conventillo de la ideología.
Corazones abiertos, mentes abiertas. Si tú piensas distinto que yo, ¿por
qué no vamos a hablar? ¿Por qué siempre nos tiramos la piedra sobre aquello que
nos separa, sobre aquello en lo que somos distintos? ¿Por qué no nos damos la
mano en aquello que tenemos en común? Animarnos a hablar de lo que tenemos en
común y después podemos hablar de las cosas que tenemos diferentes o que
pensamos, pero digo hablar, no digo pelearnos, no digo encerrarnos, no digo
‘conventillear’ como usaste tú la palabra (se dirige al joven que habló en
representación de los demás). Pero eso solamente es posible cuando uno tiene la
capacidad de hablar de aquello que tengo en común con el otro, de aquello para
lo cual somos capaces de trabajar juntos.
En Buenos Aires estaba en una parroquia nueva en una zona muy, muy
pobre. Estaban construyendo unos salones parroquiales un grupo de jóvenes de la
universidad y el párroco me dijo por qué no te vienes un sábado y así te los
presento, trabajaban los sábados y los domingos en la construcción. Eran chicos
y chicas de la universidad... entonces llegué y los vi y los fue presentando.
Este es el arquitecto, es judío, este es comunista, este es católico práctico,
todos eran distintos, pero todos estaban trabajando en común por el bien común.
Eso se llama amistad social, buscar el bien común.
La enemistad social destruye y una familia se destruye por la enemistad,
un país se destruye por la enemistad, el mundo se destruye por la enemistad. Y
la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está
destruyendo por la guerra, porque son incapaces de sentarse y hablar. Bueno,
negociemos, ¿qué cosas podemos hacer en común? ¿En qué cosas no vamos a ceder?
Pero no matemos más gente. Cuando hay división, hay muerte. Hay muerte en el
alma porque estamos matando la capacidad de unir, estamos matando la amistad
social y eso es lo que yo les pido a ustedes hoy, sean capaces de crear la
amistad social.
Después salió otra palabra que tú dijiste (nuevamente se dirige al joven
que intervino antes que él)... la palabra esperanza. Los jóvenes son la
esperanza de un pueblo, eso lo oímos en todos lados, pero ¿qué es la esperanza?
¿Es ser optimista? ¡No! Optimismo es un estado de ánimo. Mañana te levantas con
dolor de hígado y no eres optimista, ves todo negro. O sea la esperanza es algo
más, la esperanza es sufrida, la esperanza sabe sufrir para llevar adelante un
proyecto, sabe sacrificarse ¿Tú eres capaz de sacrificarte por un futuro? ¿o
solamente quieres vivir el presente y que se arreglen los que vengan?
La esperanza es fecunda, la esperanza da vida. ¿Vos sos capaz de dar
vida? ¿o vas a ser un chico o chica espiritualmente estéril, sin capacidad de
crear vida a los demás, sin capacidad de crear amistad social, sin capacidad de
crear patria, sin capacidad de crear grandeza? La esperanza es fecunda.
La esperanza se da en el trabajo y aquí me quiero referir a un problema
muy grave que se está viviendo en Europa. La cantidad de jóvenes que no tienen
trabajo. Hay países en Europa que jóvenes de 25 años hacia abajo viven
desocupados en un porcentaje del 40 por ciento. Pienso en un país. Otro país el
47 por ciento, otro país el 50 por ciento.
Evidentemente que un pueblo que no se preocupa por dar trabajo a los
jóvenes; un pueblo y cuando digo pueblo no digo gobiernos, todo el pueblo... la
preocupación de la gente, de que nuestros jóvenes no trabajan, ese pueblo no
tiene futuro. Los jóvenes entran a
formar parte de la cultura del descarte y todos sabemos que hoy en este imperio
del Dios dinero se descartan las cosas y se descartan las personas.
Se descartan los chicos porque no se los quiere o porque se los mata
antes de nacer. Se descartan los ancianos... estoy hablando del mundo en
general, se descartan los ancianos porque ya no producen. En algunos países hay
ley de eutanasia pero en tantos otros hay una eutanasia escondida, encubierta.
Se descartan los jóvenes porque no les dan trabajo. Entonces ¿qué le queda a un
joven sin trabajo?
Un país que no inventa, un pueblo que no inventa posibilidades laborales
para sus jóvenes, a ese joven le queda o las adicciones o el suicidio o irse
por ahí buscando ejércitos de destrucción para crear guerras. Esta cultura del
descarte nos está haciendo mal a todos, nos quita la esperanza y es lo que tú
pediste para los jóvenes (se dirige al mismo joven).
“Queremos esperanza”, esperanza que sufrida, es trabajadora, es fecunda,
nos da trabajo y nos salva de la cultura
del descarte y esta esperanza que es convocadora, convocadora de todos, porque
un pueblo que sabe autoconvocarse para mirar el futuro y construir la amistad
social, como dije, aunque piense diferente, ese pueblo tiene esperanza.
Y si yo me encuentro con un joven sin esperanza... por ahí una vez dije
jovenes jubilados. Hay jóvenes que parece que se jubilan a los 22 años. Son
jóvenes con tristeza existencial, son jóvenes que han apostado su vida al
derrotismo básico, son jóvenes que se lamentan, son jóvenes que se fugan de la
vida.
El camino de la esperanza no es fácil y no se puede recorrer solo. Hay
un proverbio africano que dice “si quieres ir de prisa, anda solo, pero si
quieres llegar lejos, anda acompañado”. Y yo a ustedes jóvenes cubanos, aunque
piensen diferente, aunque tengan sus puntos de vista diferentes, quiero que
vayan acompañados, juntos buscando la esperanza, buscando el futuro y la
nobleza de la patria.
Y así empezamos con la palabra soñar y quiero terminar con otra palabra
que tú dijiste (el mismo joven) y que yo la suelo usar bastante: “la cultura
del encuentro”. Por favor, no nos ‘desencontremos’ entre nosotros mismos.
Vayamos acompañados, Uno, encontrados, aunque pensemos distinto, aunque
sintamos distinto, pero hay algo que es superior a nosotros, es la grandeza de
nuestro pueblo, es la grandeza de nuestra patria, es esa belleza, esa dulce
esperanza de la patria a la que tenemos que llegar. ¡Muchas Gracias!
Bueno, me despido deseándoles lo mejor. Todo esto que les dije se los
deseo. Voy a rezar por ustedes. Y les
pido que recen por mí. Y si alguno de ustedes no es creyente y no puede rezar,
porque no es creyente, que al menos me desee cosas buenas.
Que Dios los bendiga, los haga caminar en este camino de esperanza hacia
la cultura del encuentro evitando esos conventillos de los cuales habló vuestro
compañero.
Y que Dios los bendiga a todos.
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