El nombre
de ABADÓN, uno de los demonios más temidos de la historia, prescinde de
interpretaciones y conjeturas sobre su personalidad. Significa
"ruina", y acaso "perdición". El libro de Job asocia a
ABADÓN con cierta nostalgia indefinible relacionada con la sabiduría, como si
el saber trajera consigo un sufrimiento y una pena que le son tributarias.
ABADÓN
también fue relacionado con una abrumadora languidez de espíritu, pero también
al grado más elevado de desolación. Los catecúmenos y los gnósticos bautizaron
a ABADÓN con el más conocido de sus numerosos epítetos: El ángel
exterminador, el cual lo acompaña desde entonces en prácticamente cualquier
libro prohibido o grimorio en dónde se lo mencione.
Es quien
desata la plaga de langostas para que atormenten a todos los que no tienen el
sello de Dios en sus frentes. Unos plantean que él es quien encadena a Satán
por mil años, y que es un ángel, mientras otros, basándose en libros apócrifos,
dicen que es una entidad demoníaca, asimilable al Ángel de la Muerte (concebido
como ángel caído) o al Demonio del Abismo. Por otro lado, hay la teoría de que ABADÓN
fue el ángel invocado por Moisés para enviar las lluvias que arrasaron Egipto,
Debido a
su carácter retraído, taciturno, aun hoy se ignora porqué el melancólico ABADÓN
terminó encarnando la visión más tétrica e insondable de los abismos. Ahora
bien, no todo es nefasto en la biografía de ABADÓN. De hecho, una de sus
intervenciones ha sido cuidadosamente omitida por la Iglesia, siempre inquieta
ante los avances de la lingüística.
Al
parecer, la raíz de la palabra ABADÓN procede del arameo ABBADDÓN, que
significa literalmente "PADRE". Si tomamos como referencia a la Iglesia
Ortodoxa Griega, este es el mismo apelativo con el que Jesús solía
mencionar a Dios.
Este
significado daría por sentado que según los ortodoxos cuando Cristo alzó su
mirada al cielo, estando en la cruz, la palabra que acudía una y otra vez a sus
labios resecos era... ABBADDÓN.