Desde el siglo VIII, los musulmanes, que controlaban el norte de África,
sangraron el continente africano de sus recursos humanos de todas las formas
posibles. La expansión del Islam hacia la llamada “África negra” acarreó la captura de millones de esclavos que se
enviaban al norte a través de las rutas que atravesaban el Sahara, y a la
península arábiga a través de los puertos del mar Rojo y del océano Índico. Con
la llegada de los portugueses al continente africano en el siglo XV, serían
éstos los que pasarían a tomar el control del comercio de esclavos en la costa
occidental. Hasta fines del siglo XV el comercio de esclavos estuvo casi
exclusivamente en manos de los árabes y de los portugueses: los árabes proveían
al mundo oriental y los portugueses a las potencias occidentales.
El descubrimiento del continente americano y la posterior “necesidad”
de mano de obra para trabajar en las plantaciones y minas, abrió una nueva vía
para dar salida a los esclavos capturados en África. Y aunque serían las
colonias españolas en el continente americano las primeras en utilizar esclavos
africanos, el llamado comercio atlántico de esclavos era controlado casi en
exclusividad por los portugueses durante el siglo XVI. La monarquía española
prefería no “ensuciarse las manos” y utilizaba los asientos de negros,
acuerdos comerciales de la Corona con otras monarquías, o con particulares,
para proveer a las posesiones americanas de esclavos a cambio de recibir un
porcentaje de las ganancias por la venta.
Uno de estos africanos esclavizado y vendido por los portugueses fue el
protagonista de esta historia, ESTEBANICO
-también llamado ESTEVANICO, ESTEBAN EL
NEGRO o ESTEBAN EL MORO-. Nada sabemos de nuestro protagonista hasta que
fue capturado en 1513 y enviado a Portugal con el nuevo nombre cristiano que le
pusieron sus captores: ESTEBANICO.
La siguiente noticia que tenemos de este personaje es en junio de 1527. Como
esclavo de Andrés Dorantes de
Carranza, es uno de los integrantes de la expedición encabezada por Pánfilo Narváez que partió de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) el
17 de junio de 1527 para colonizar LA
FLORIDA. Después de reabastecerse en las Canarias, a finales de septiembre
llegaron a Santiago de Cuba.
Desde allí, un contratiempo tras otro: deserciones, tormentas que
desvían los barcos de la ruta, huracanes que los hunden, decisiones erróneas…
hasta abril de 1528 no llegarían a su destino en la bahía de Tampa (Golfo de
México). Después de los primeros contactos con los nativos de la zona, en este
caso pacíficos, Narváez
decidió dividir la fuerza en un contingente terrestre y otro marítimo: 300
hombres por tierra hacia el norte y los barcos, con el resto de la expedición,
navegarían por la costa para reunirse con ellos. El contingente terrestre se
las fue apañando como pudo hasta que entraron en el territorio de los APACHES.
El acoso de éstos y la falta de suministros, obligaron a Narváez a abandonar la idea de
adentrarse más al norte y decidió regresar a la costa. Unos 240 hombres,
algunos caballos, apenas comida, sin herramientas… y frente a ellos el mar, su
única vía de escape. Tuvieron que construir una rudimentaria forja para fundir
sus armaduras y fabricar herramientas para construir unas balsas, aguantar el acoso
de los APACHES, alimentarse de los
caballos… pero el 22 de septiembre cinco barcazas abandonaban aquella aventura
siguiendo la costa para llegar hasta México.
Tras dos meses de tormentas, enfermedades, sed y hambre, un huracán
hundió las barcazas que quedaban cerca de la isla Galveston, en la costa de
Texas… la expedición se había reducida a apenas 80 hombres. Con lo puesto, los
supervivientes del naufragio se adentraron en las tierras del sur de la actual
Texas. Durante los siguientes cuatro años por aquel mundo desconocido, su
número se fue reduciendo hasta que en 1532 sólo quedaron cuatro hombres de los
300 iniciales: ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE
VACA, ALONSO DEL CASTILLO MALDONADO, ANDRÉS DORANTES DE CARRANZA Y ESTEBANICO.
Agotados, hambrientos y sin rumbo, fueron capturados por los nativos y
esclavizados.
Gracias a los conocimientos médicos de CABEZA DE VACA -entre los nativos se le llegó a considerar un
curandero- y a la facilidad de aprender lenguas de ESTEBANICO y a sus dotes de negociador, incluso haciendo de
intermediario entre varias tribus, lograron mantenerse con vida… y escapar cuando
se encontraron con fuerzas. Tras deambular por la extensa zona que hoy es la
frontera entre México y Estados Unidos llegaron a la zona del Río Bravo.
Siguiendo el curso del río encontraron tribus dedicadas a la caza del bisonte
con las que convivieron durante un tiempo. Finalmente, a orillas del Río
Sinaloa encontraron a un grupo de exploradores españoles y con ellos regresaron
a México (capital del virreinato de Nueva España).
Habían pasado ocho años desde que partieron de Cuba. El virrey de Nueva
España, ANTONIO DE MENDOZA Y PACHECO,
recibió a los supervivientes y quiso saber todos los detalles de aquella gesta.
Además de sus vivencias personales, los supervivientes incluyeron en su relato
las historias que habían escuchado a los nativos sobre riquezas y fantásticas
ciudades… lo que hizo despertar la leyenda medieval de las SIETES CIUDADES DE CÍBOLA (digamos la versión de EL DORADO, pero más al norte).
Rápidamente el virrey organizó una expedición para localizar aquel mito por la
zona recorrida por los supervivientes.
Los tres españoles renunciaron a participar: ALONSO DEL CASTILLO Y ANDRÉS DORANTES se casaron con dos viudas
ricas y se quedaron a vivir en México; por su parte, CABEZA DE VACA regresó a España y consiguió que se le otorgara el
título de segundo adelantado del RÍO DE
LA PLATA, además de publicar Naufragios,
un relato en el que describe sus vivencias y las de sus tres compañeros
atravesando a pie el suroeste de los actuales Estados Unidos y el norte de
México.
¿Y qué fue de ESTEBANICO? ANDRÉS DORANTES cedió la “propiedad” del esclavo al
virrey y éste lo nombró explorador y guía de la expedición que iba a buscar LAS SIETE CIUDADES. A pesar de que al
mando estaba FRAY MARCOS DE NIZA,
desde el primer momento ESTEBANICO,
conocedor de la zona, tomo las riendas de aquella aventura y de su destino.
Como guía de la expedición, le dijo a FRAY
MARCOS que necesitaría la ayuda de algunos nativos de las tribus que conoció
en su anterior odisea. Como parecía lógica la petición, el religioso accedió. ESTEBANICO y los nativos iban por
delante, a un par de días de distancia, y el explorador enviaba emisarios al
grueso de la expedición con lo que se iban encontrando en su camino.
Las noticias que llegaban a la expedición hacían creer que se acercaban
a las ricas ciudades bañadas en oro y ESTEBANICO
iba dando forma a su plan. Llegado el momento, los emisarios nativos llegaron
con la noticia de que ESTEBANICO
había muerto a manos de unos nativos beligerantes, los ZUÑI -situados en lo que hoy es el estado de Nuevo México, EE.UU-.
Ante la amenaza de seguir adelante y perder la vida a manos de los nativos
hostiles, FRAY MARCOS DE NIZA decide
creer las noticias de los emisarios de ESTEBANICO
y regresa a la ciudad de México para informar al virrey del hallazgo de LAS SIETE CIUDADES.
La versión oficial sitúa la muerte de ESTEBANICO en 1539, siendo explorador del virrey de Nueva España y
el primer africano que pisó el suroeste de los actuales Estados Unidos y el
norte de México. La realidad es que, ESTEBANICO
fingió su muerte para conseguir su libertad y vivió el resto de sus días entre
los ZUÑI. En la actualidad los
historiadores sostienen dos teorías:
Algunos creen que murió en HAWIKUH
(en lo que hoy es NUEVO MÉXICO) a
manos de los ZUÑI, que desconfiaron
de él y le acusaron de haberse tomado ciertas libertades con sus mujeres. Otra
teoría, defiende que ESTEBANICO no
murió en esa ocasión, sino que confabulado con sus amigos indígenas inventó
toda la historia de su muerte, para que de esta forma fuese contada a FRAY MARCOS DE NIZA y posteriormente a
los siguientes exploradores de aquellas regiones. El virrey envió una segunda
expedición dirigida por FRANCISCO
VÁZQUEZ DE CORONADO para encontrar el lugar pero la búsqueda demostró que
la historia era falsa… y ESTEBANICO
se había salido con la suya.