Desde fines de 1954, la Iglesia católica desempeñó un rol central en el
golpe de Estado que puso fin al gobierno de Perón. El proceso por el cual la
institución eclesiástica pasó a integrar el espectro opositor al peronismo fue
abordado teniendo en cuenta fundamentalmente el caso de la Capital Federal y la
ciudad de Córdoba, lugares clave para estudiar la trama de la insurrección cívico-militar.
El objetivo de este informe es analizar el itinerario de las relaciones
entabladas entre la Iglesia católica y el gobierno en Tucumán entre 1952 y
1955. Se sostiene que en el escenario provincial no se registró el progresivo
deterioro de las relaciones entre la Iglesia y el peronismo que fueron visibles
en el escenario metropolitano y en otras diócesis del país, observándose, por
el contrario, un campo de colaboración que se mantuvo en forma ininterrumpida
hasta 1955.
De ese modo, sin negar las tensiones que surcaron el camino de las
relaciones entre la Iglesia católica y el gobierno provincial, el presente informe
sostiene que en Tucumán no se observó la escalada de violencia y el
enfrentamiento abierto que surgió desde 1954 como una constante en otras zonas
del país. Esto nos lleva a interrogarnos sobre los factores que se conjugaron
para dar cauce al clima expectante que predominó en la sociedad tucumana y por
las repercusiones de los acontecimientos que se sucedieron a nivel nacional
durante los tramos finales del gobierno peronista, como así también emprender
un análisis comparativo de las estrategias que siguió la jerarquía eclesiástica
y el movimiento laico en la Capital Federal y en la ciudad de Córdoba. Los
estudios que abordaron la relación de la Iglesia católica y el peronismo
coinciden en señalar el rol protagónico de la primera en el golpe de Estado de
septiembre de 1955.
Tal desenlace resultó sorpresivo teniendo en cuenta los estrechos
vínculos forjados entre el poder político y religioso en los años precedentes.
No obstante, cuando a fines de 1954 el enfrentamiento entre la institución
eclesiástica y el gobierno se volvió explícito, sectores del laicado y del
clero se sumaron a una ofensiva política opositora que buscó desalojar a Perón
por medio de una conspiración armada. Los últimos meses de gobierno estuvieron
marcados por un clima cargado de violencia que estalló en episodios conocidos
como el bombardeo a plaza de mayo y la quema de iglesias. En ese contexto, la
crisis desatada asumió una lógica y una dinámica propia en la que el conflicto
se alimentó a sí mismo. El ya clásico estudio de César Tcach sobre el partido radical cordobés
subrayó la alianza que este fraguó con la Iglesia católica y sectores
antiperonistas de las fuerzas armadas, corporaciones que, en ese escenario,
impulsaron la vía armada para derrocar al gobierno. Tcach señaló que el
catolicismo cordobés se erigió en el eje de la oposición católica nacional a
partir de la ofensiva desplegada para penetrar nuevos espacios sociales,
principalmente entre los jóvenes (estudiantes) y los sectores profesionales
(clase media). Tal ofensiva católica resultó irritante para las altas esferas
de gobierno al colisionar con los proyectos oficiales de organizar a los mismos
sectores bajo la impronta peronista.
Según ese esquema, fue la disputa por los valores que se inculcaban a la
juventud y la fundación del Movimiento
Católico de Juventudes (en pugna con la Unión de Estudiantes Secundarios)
la mecha que encendió el conflicto en esa provincia. Distintas investigaciones
privilegiaron el abordaje de la Acción
Católica Argentina (ACA) en los últimos años peronistas ya que, a pesar de
aglutinar un número reducido de activistas, su capacidad de movilización y de
conspiración la convirtieron en un agente de primera magnitud en el
derrocamiento del gobierno. La ACA atravesó por un proceso de cambios desde que
en 1952 la jerarquía eclesiástica dio impulso a un renacimiento de su
militancia, articulado principalmente alrededor de dos ejes. Por un lado, se
promovió la organización de la clase media a partir de la creación de la rama
de Profesionales y Estudiantes católicos (APAC), iniciativa que se convirtió en
un desafío para el gobierno teniendo en cuenta el perfil crecientemente opositor
que asumió esa franja social.
Por otro lado, este renacimiento se nutrió de las crecientes
impugnaciones morales al gobierno, tópico de fuerte influencia en las filas
católicas que activó la movilización de militantes de ACA. De ese modo, la
asociación católica, cuyas actividades lograron concitar amplias adhesiones
políticas y sociales, apareció como la alternativa para aglutinar a una
oposición que hasta el momento se presentaba dispersa y debilitada, la cual
encontró en el conflicto desatado a fines de 1954 una oportunidad inédita para
socavar al gobierno. Esto nos lleva a interrogarnos sobre los factores que se
conjugaron para dar cauce al clima expectante que predominó en la sociedad
tucumana y por las repercusiones de los acontecimientos que se sucedieron a
nivel nacional durante los tramos finales del gobierno peronista, como así
también emprender un análisis comparativo de las estrategias que siguió la
jerarquía eclesiástica y el movimiento laico en la Capital Federal y en la
ciudad de Córdoba, donde se dio inicio al golpe cívico-militar. En suma,
partimos del supuesto que el proceso que derivó en el golpe de Estado de
septiembre de 1955 presentó hasta último momento derivaciones inciertas y
estuvo signado por las vacilaciones que sacudieron a los actores de la
institución eclesiástica. Son esas vacilaciones e incertidumbres las que
intenta recuperar esta investigación.
El siguiente informe fue extractado de un trabajo histórico realizado
por Lucía Santos Lepera Del Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET-UNT)
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