Decididamente no podremos encontrar una persona más
estudiada y escudriñada que Jesús, ya sea en su carácter divino como en su
carácter humano. Jesús siempre muestra un aspecto multifacético que
despierta la mirada afectiva y respetuosa, pero también la crítica virulenta de
quienes lo acusan de impostor o dudan de su existencia. Jesús MAGNETIZA. VENDE. ATRAE. Jesús despierta amor
inclaudicable en algunos pero también odio y rechazo en otros. Jesús presta su divinidad y su humanidad para
múltiples objetivos. Con su imagen lacerada se puede lograr un primoroso
vitral o estampar una remera de calidad dudosa, «MADE IN CHINA».
La «comunicación social» como término se
comenzó a generar, desde los años ´60, en los documentos conciliares y
pontificios de la Iglesia Católica para referenciar la finalidad de los que
hasta ese momento eran llamados MASS MEDIA o, en castellano, MEDIOS MASIVOS. Ante las variadas definiciones de «comunicación
social» precedentes, podría inferirse que Jesús quedaría no incluido por el
concepto, siendo un comunicador a secas. Parecería que el encuadre no es para él, que no lo
contiene. Pero nos preguntamos: ¿habría alguna otra definición
más apropiada para su rol? ¿Se nos pasó por alto alguna expresión más exacta?
¿Nos alcanza con un Jesús comunicador sin más adjetivación
Claramente esto último no nos satisface, percibimos
que la misión de Jesucristo ha trascendido la mera comunicación. Y que tal vez sea momento de darle a la comunicación
social una nueva arista o, al menos, la posibilidad de ampliar su marco de
contención. O que es posible reformular la definición. La comunicación es innata en los seres humanos y forma
parte del fenómeno que permite que nuestra especie viva y perdure, maravillosamente
a veces, miserablemente otras, pero siempre con esa pulsión de vida que le
permite crecer y trascender. Desde esta base, podemos avanzar en un nuevo enunciado
y prescindir de lo que serían los medios masivos como integrante de la fórmula
que la define.
Establecer que la comunicación social es también
participación, personalización y, esencialmente, comunión entre dos o más seres
humanos los que, buscando a través de mensajes doctrinarios un fin común o una
superación, se vinculan y retroalimentan. Jesús, defendiendo de los fariseos a sus discípulos
los que habían arrancado espigas de trigo para comer en sábado (día de absoluta
prohibición para toda actividad), les señala a estos religiosos lo que deviene
en una ley dictada por el sentido común: “El día de reposo fue hecho por causa
del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Mc 2:27).
Parafraseando esto, podemos alegar que los medios de
comunicación fueron hechos para el hombre y no viceversa. Por ende, privilegiando la interrelación humana de la
comunicación y destacando el hecho social de la misma es que incorporamos a
Jesús a la categoría de «comunicador social» Un término que consideramos abarcativo e insuperado
para definir la actividad que llevó a cabo hace más de dos mil años. Nos parece más útil y esclarecedor analizar los
movimientos de Jesús en lo que a transmisión de mensajes se refiere. El aporte
será utilizar los múltiples conocimientos sociales contemporáneos y aplicarlos
sobre los movimientos de Jesús en su breve y fundacional etapa pública.
La misión de Jesús, es precisamente transmitir el
mensaje del nuevo pacto entre Dios y su creación humana, la que necesita
redención para no perderse. Si Dios es el Verbo (del latín verbum, «palabra»), es
imposible pensar que su hijo pueda carecer del bagaje expresivo necesario para
plantear los pormenores de la nueva alianza y su extensión a todos los seres
humanos. Porque, ¿cómo ser el mediador único y reconocido de
toda comunicación entre el hombre y Dios, sin tener virtudes de comunicador? Él habló la lengua del pueblo de su tiempo. Se hizo
entender con todos los recursos del lenguaje. Entró en la cotidianidad de las personas, sin separar
lo sagrado de lo profano, venciendo muchos prejuicios. (…) En primer lugar, Jesús manifiesta la importancia de
las actitudes vitales profundas para propiciar la comunicación.
Se sitúa en medio de su pueblo y de su historia, se
adapta a su cultura y lenguajes; en una palabra, se encarna con una cercanía
vital. Su lenguaje es directo y situado.Parte del lenguaje de la vida cotidiana, sin
rebuscadas abstracciones teóricas, y estimula la reflexión con base en
situaciones concretas o parábolas que cristalizan la experiencia común. (Lc
15:2; 15:7; Mt 13:44). Pero, aunque inserto en una cultura, interpela a todo
hombre que viene a este mundo (Jn 1,9). En efecto, a pesar de su cercanía a
Israel, trasciende los condicionamientos particulares de su cultura y,
hablándole a su propio pueblo, habla también a todos los pueblos de todos los
tiempos.