PROGRAMA Nº 1198 | 20.11.2024

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ME OLVIDE DE VIVIR LA VIDA

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En esta vorágine frenética en la que estamos inmersos, nos arrastramos de un compromiso a otro, persiguiendo incansablemente la acumulación de riqueza, dinero, plata, o como quieras llamarlo. Mientras tanto, la vida se escapa de entre nuestros dedos, cada día más veloz, como si las agujas del reloj se burlaran de nuestro intento de atrapar el tiempo. En medio de esta búsqueda febril por adquirir posesiones materiales, nos arriesgamos a perder lo que verdaderamente importa.

La mirada constante en el horizonte de la ambición nos impide ver los tesoros que tenemos a nuestro alrededor. El rostro de nuestra pareja, las risas de nuestros hijos, los momentos compartidos con amigos. Esas pequeñas joyas de la vida a menudo quedan eclipsadas por la ilusión de que la felicidad se encuentra en lo material, en una casa más grande, en el último modelo de auto, en la tecnología más avanzada. Sin embargo, mientras perseguimos estas metas, sacrificamos horas y días que ya no pueden ser recuperados.

Es en este agitado escenario que a veces, en un momento de claridad, Dios irrumpe en nuestras vidas. Nos recuerda que la vida es mucho más que las preocupaciones por el sustento diario, mucho más que el afán constante por adquirir bienes materiales. En él evangelio de Mateo 6-25, se nos invita a reflexionar: “No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?”

Ante esta llamada a la reflexión, se abren tres opciones frente a nosotros, tres senderos que pueden sacarnos de este torbellino de locura:

Primero, la necesidad de poner freno a nuestra voracidad material. Es el momento de evaluar qué es lo que realmente necesitamos para vivir plenamente.

Segundo, recordar tiempos más sencillos. Si perteneces a una generación pasada, seguro puedes rememorar la felicidad que se encontraba en lo simple, en las pequeñas cosas que enriquecen la vida.
Tercero, y quizás el más valioso, es reconectar con nuestros seres queridos. La vida se desliza entre los dedos como granos de arena, y es esencial vivirla al lado de aquellos a quienes amamos.

En este frenético mundo, es crucial detenerse y reevaluar nuestras prioridades. El dinero y las posesiones pueden brindar comodidad, pero la auténtica riqueza radica en los momentos compartidos, en los vínculos humanos y en la capacidad de apreciar las maravillas cotidianas. La vida es efímera y preciosa; no permitamos que la búsqueda de lo superficial nos prive de lo que realmente importa.

¡Recuperemos la esperanza!

Recopilación
#EXPEDIENTE 3

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