Desde los antiguos ermitaños que se establecieron en el Monte Carmelo, Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.
Los marineros de la antigüedad
dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí
la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las
aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo. Por la
invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el
Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les
apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para
ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen
porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.
La Virgen Inmaculada,
Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos
remotos se venera en el Carmelo. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la
orden se propagó por el mundo, a estos se les conoce por su devoción a la Madre
de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le
llamó: "Los hermanos de Nuestra
Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a
Dios y a María, y tomaban el hábito en honor Ella, como un recordatorio de que
sus vidas le pertenecían a la Madre de Jesús y por ella, a su Hijo.