Comentario Bíblico
Del Evangelio de Lucas (16,1-13)
El evangelio de Lucas
(16,1-13) es uno de los más sociales de su obra, en consonancia con el mensaje
del profeta Amós. Corresponde este texto a la primera parte de Lc 16, y quiere
mostrar el planteamiento nuevo de cómo los discípulos tienen que comportarse en
este mundo, en el que uno de los valores más deseados por todos es la riqueza
(lo que es lo más estimable para los hombres).
El ejemplo del
administrador sagaz, listo, inteligente, que no injusto propiamente hablando,
es el punto de partida de toda la enseñanza de los vv. 9-13 (que es lo que se
propone propiamente para el evangelio de hoy, en que se puede omitir la lectura
de la parábola, aunque es ésta la que debía explicarse en profundidad); aquí se
desestabiliza prácticamente la tradición representada por los fariseos,
justificada desde hacía tiempo por la tesis de que la riqueza era considerada
como una bendición de Dios (Cf Prov 3,16; 8,18; 10,22; 11,16; 21, 17; 22,4),
olvidando la crítica profética contra los que amontonan poder y riquezas.
Al final de la parábola
del administrador sagaz, el v.8 plantea el interrogante de cómo ha podido ser
alabado un hombre que ha actuado de forma y manera que la fortuna del "hombre
rico" va a quedar reducida, ya que los dos casos que se nos presentan
solamente sirven de modelo paradigmático de todos los deudores - "y
llamando a cada uno de los deudores de su señor" v.5, es decir a “todos”.
La parábola, muy
probablemente, ha sido transformada desde una historia singular de un
administrador de un hombre rico, a una narración en la que indirectamente está
presente Dios como "señor", quien ha puesto las riquezas de la
creación al servicio de los hombres, y nosotros solamente somos administradores
que un día debemos dar cuentas de nuestra actuación. Todo lo que sea acumular
riquezas es una injusticia, una falsedad. Esa es la razón por la cual es
alabado el administrador tras haber sido informado "el señor" de su
proceder.
Porque este Señor de la
parábola no es un vulgar terrateniente, que acumula riquezas injustamente, sino
el dueño del mundo. La acusación o difamación que se había hecho de este
ecónomo, se va a volver en contra de los mismos difamadores. Este hombre es el
que ha entendido de verdad la forma en que deben tratarse y usarse las riquezas
en este mundo: con equidad. Por eso, el hombre rico de esta parábola ha pasado
a ser el Señor, el juez de todos los hombres ricos de este mundo, que en vez de
ser administradores "que actúan sagazmente", se han quedado en ser
ricos, acumulando riquezas, endeudando a los pobres cada vez más y exigiéndoles
más de lo que pueden dar. El administrador, por el contrario, es un ejemplo. Él
ha podido enriquecerse sin medida y, sin embargo, a la hora de entregar las
cuentas de su administración, se encuentra con las manos vacías.
Podemos entender ahora que
“el señor” –que claramente en la parábola no puede ser más que Dios-, haya
felicitado al gerente, porque ha sabido actuar de manera que las riquezas no
vengan a ser injustas o engañosas. Casi todos consideran las riquezas en este
mundo como el futuro más seguro, y debe ser verdad, si no fuera porque un día
debemos enfrentarnos con la realidad de que tenemos que desprendernos de todo y
dar cuentas al Señor.
Se dice que la imagen de
la comunidad lucana es un reflejo del objetivo social concreto que afecta a
toda su obra: el equilibrio económico intracomunitario. Ello no significa, sin
embargo, que tuviera "in mente" un programa de tipo socio-político
para toda la sociedad. Los intereses profundos que mueven a Lucas se reducen a
planteamientos de una ética que se implica en el seguimiento, en el discipulado
cristiano; tratando, por otra parte, de dar respuesta a problemas concretos de
las relaciones entre ricos y pobres, y de las opciones que debía tomar su
comunidad respecto de las riquezas para vivir de acuerdo con los criterios del
Reino de Dios. Lucas lo tiene claro: no se puede servir a Dios y al dinero.