Comentario Bíblico
Del Evangelio de Lucas (14,25-33)
El libro de la Sabiduría
forma parte de una reflexión de tipo filosófico y teológico, en que el ser
humano entra dentro de sí mismo para preguntarse por las cosas más importantes:
¿qué es el hombre frente a Dios? La experiencia nos demuestra que lo que
hacemos y tocamos es frágil, pero intuimos que debe haber algo más en el
misterio de Dios. La debilidad humana no es
un misterio de negatividad, sino de necesidad de Alguien que nos busca. La
debilidad reclama salvación, ayuda, necesidad de Alguien a quien se le atribuye
la creación y la salvación. Esto que es obvio, solamente lo decimos o lo
aprendemos en la medida en que la vida se nos escapa de las manos. El deseo
natural de trascendencia, de cielo, es algo que llevamos en el corazón, y sólo
con sabiduría y espíritu lograremos que no muera nunca.
La segunda lectura es de
la carta a Filemón 9-10.12-17, un escrito muy breve de Pablo mientras estaba en
prisión, probablemente en Éfeso, hacia el año 55. Parece un escrito privado,
sin relevancia doctrinal, pero que, no obstante, revela un temática enteramente
cristiana. Mientras Pablo estaba prisionero, llega un esclavo, Onésimo, que
había huido de la casa de su patrón, Filemón. El esclavo se convierte y Pablo
entiende que ha adquirido con la libertad de los hijos de Dios, como se expresa
en Gal 4,19, su libertad social. Si vuelve a su amo, según el sistema de
entonces, debería sufrir un gran castigo. Pablo, sintiéndose responsable de su
libertad humana, pide la misma libertad social que ha adquirido el esclavo con
su conversión.
Este pequeño escrito puede
ser considerado como el manifiesto cristiano contra la esclavitud. Al
cristianismo se le ha acusado siempre de que no había hecho nada por abolir la
esclavitud, pero en cierta forma es injusto. Pablo, en pocas líneas, pide al
“dueño” de un esclavo que lo tenga como hermano. Es verdad que no hay una
propuesta “jurídica” para aquellos momentos ante el terrible problema de la
esclavitud. Pero aquí Pablo envía a
Onésimo a su dueño Filemón, no para que se someta al rigor jurídico de la
esclavitud, sino al calor humano y teológico de ser libre, por ser persona, por
ser cristiano como Filemón y porque es hijo de Dios con todas las
consecuencias. Es verdad que se debería haber hecho más a través de la historia
del cristianismo contra esta lacra. Pero en la entraña misma del evangelio la
esclavitud está condenada.
El evangelio de Lucas
14,25-33, está formado por otro de los conjuntos fuertes de su narración del
viaje del profeta hacia Jerusalén, como propuesta del verdadero discipulado y
el seguimiento de Jesús. No se nos oculta la dificultad que supone centrar todo
el significado de lo que se quiere decir y poner de manifiesto en este conjunto
de dichos y parábolas. La ruptura con la ideología familiar, que no con los
sentimientos y lazos familiares, (cf. Lc 18,20), en principio no tiene nada que
ver con la parábola del que quiere construir una torre o con la del rey que
debe ir a la guerra.
Ser discípulo de Jesús
significa un valor absoluto como alternativa a todo proyecto de este mundo e
incluso familiar. Es verdad que la palabra odiar, en este caso al padre, a la
madre y a los hermanos, es un semitismo propio de trasfondo arameo de las
palabras de Jesús que ponen en evidencia la pobreza de ese vocabulario. Por
eso, muchos han traducido el odiar por "preferir". Efectivamente, si
alguien quiere ser discípulo de Jesús, pero prefiere las claves familiares, los
intereses de familias, las ataduras sociales y culturales de ese mundo,
entonces no puede ser un auténtico discípulo de Jesús.
Las familias (en sentido
general y cultural) trasmiten amor; pero a veces las familias, los clanes, los
grupos, trasmiten otros valores muy negativos (incluso odio de unas familias
contra otras), que un discípulo de Jesús no puede asumir, ni respetar. Ese es
el sentido de saber y poder “llevar su cruz” siguiendo a Jesús. Es una ruptura
la que se propone. Por eso, el discípulo, como el hombre que construye una
torre, o el rey que debe ir a una guerra, debe clarificarse y evaluar lo que
pretende en el compromiso del seguimiento.
Debemos ser conscientes de
que la pobreza y la riqueza existen personificadas: hay ricos, pocos; y muchos
pobres. Pero hay bienes suficientes en el mundo para que todos tengan lo
necesario. El mundo es injusto por causa de los que aman las riquezas y el
poder; en muchos casos esos amores los trasmite la familia, el clan, el
entorno, los intereses de clase y de grupo. Ese mundo se desmorona ante la
radicalidad del Reino y de la vida de Jesús.
Por tanto, el redactor del
evangelio de Lucas, como catequesis en su lectura de la tradición de Jesús a su
comunidad cristiana, ha sacado sus consecuencias prácticas: decidirse por Jesús
debe ser primordial. Y en momentos determinados de la vida, quizás en
situaciones límites o concretas, debemos preferir la radicalidad del evangelio,
que es la radicalidad del Reino de Dios (de la voluntad de Dios) a las
imposiciones religiosas, sociales y políticas de los “nuestros”.
Esto, para la actitud de
los cristianos en el mundo contra la injusticia, la guerra, el mercantilismo o
una globalización inmisericorde, debe ser la verdadera alternativa de
identidad. Si no lo hacemos, por no traicionar el entorno de “los nuestros”,
habremos perdido nuestra identidad como seguidores de Jesús y de su evangelio.
Fuente: