martes, 28 de junio de 2022
EL LIBRO DE ENOC


EL ROSARIO CATÓLICO, MUSULMAN E HINDÚ


SIGNOS EUCARÍSTICOS EN LA SAGRADA FAMILIA DE GAUDÍ


FACUNDO CABRAL
A la edad de 9 años, escapó de su hogar y estuvo desaparecido cuatro meses. Su propósito inicial era llegar hasta Buenos Aires para conocer al entonces presidente argentino Juan Domingo Perón, ya que tenía la referencia de que el mandatario "le daba trabajo a los pobres". Después de una larga travesía, transportado por diferentes personas, al llegar a la ciudad capital, un vendedor le dio la dirección de la Casa Rosada y al día siguiente Facundo Cabral, siendo apenas un niño, logró burlar el cerco policial alrededor del mandatario y su esposa, Eva Duarte y conversó con ambos. En un reportaje en los años 90 confesó que Eva Perón en ese momento dijo: "Por fin alguien que pide trabajo y no limosna". Gracias a esta conversación, logró que su madre obtuviera empleo y el resto de la familia se trasladara a la ciudad de Tandil.
Facundo tuvo una infancia dura y desprotegida; se convirtió en un marginal al punto de ser encerrado en un reformatorio pues se había convertido en alcohólico desde los nueve años de edad. Escapa y luego cae preso a los 14 años por su carácter violento. En la cárcel, un sacerdote jesuita de nombre Simón fue quien le enseñó a leer y escribir, lo puso en contacto con la literatura universal y lo impulsó a realizar sus estudios de educación primaria y secundaria, los cuales llevó a cabo en tres años, en lugar de los doce que era el período normal en Argentina. Un año antes de salir de la cárcel, Cabral escaparía de la prisión, aunque recibió aún ayuda del sacerdote. Poco después, se iniciaría como músico y cantante en el medio artístico.
Cabral citaría así sus inicios en el medio musical: "Empecé a cantar con los paisanos, con la familia Techeiro. Y el 24 de febrero de 1954, un vagabundo me recitó el sermón de la montaña y descubrí que estaba naciendo. Corrí a escribir una canción de cuna, Vuele bajo, y empezó todo."
Influenciado en lo espiritual por Jesús, Gandhi y La Madre Teresa de Calcuta, predicó una especie de misticismo cristiano; en literatura tuvo admiración por Jorge Luis Borges con quien también mantuvo conversaciones filosóficas y por Walt Whitman. Este rumbo de observación espiritual, inconformista, se imprimió en su carrera como cantautor que tomó el rumbo de la crítica social sin abandonar su habitual sentido del humor. No se conoce que Cabral haya tenido participación militante en movimiento político alguno, aunque por muchos años abogó por el pacifismo como forma de solucionar conflictos autodefiniéndose como "violentamente pacifista" y "vagabundo firstclass", se identificó en sus últimos años con una especie de anarquismo filosófico y contemplativo.
En reconocimiento a su constante llamado a la paz y al amor, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo declaró “Mensajero Mundial de la Paz” (1996). De hecho, el presidente Oscar Arias Sánchez de Costa Rica, lo propuso para el Premio Nobel de la Paz. Miembro honorario de Amnistía Internacional.
Sus últimos conciertos los realizó en un gira en Centroamérica. Se presentó en la Ciudad de Guatemala el martes 5 de julio de 2011 en el Expocenter del Grand Tikal Futura Hotel, a las veinte horas donde para despedirse expresó lo siguiente: “ya le di las gracias a ustedes; las daré en Quetzaltenango, y después que sea lo que Dios quiera, porque Él sabe lo que hace”. El jueves 7 se presentó en el que sería su último concierto, en el Teatro Roma de la ciudad de Quetzaltenango, el cual cerró interpretando la canción “No soy de aquí, ni soy de allá”.
Fue asesinado el 9 de julio de 2011 alrededor de las 5:20 am, en Ciudad de Guatemala, víctima de un atentado aparentemente dirigido al empresario Henry Fariña, el cual conducía al cantautor y a su representante al Aeropuerto Internacional La Aurora desde el hotel donde se hospedaba, para continuar en Nicaragua con su gira de presentaciones. El atentado fue perpetrado por varios sicarios que se dirigían en tres vehículos y armados con fusiles de asalto en el Boulevard Liberación de dicha ciudad quedando únicamente herido el empresario y fallecido el cantautor.


BATALLA DE LITTLE BIG HORN


lunes, 20 de junio de 2022
DIFERENCIAS Y SIMILITUDES ENTRE SAN PEDRO Y SAN PABLO
Diferencias:
-Antes de Jesús, Pablo fue miembro de las sinagogas fariseas. Inteligente y bien preparado, Pedro era un humilde pescador de oficio.
-Podemos establecer que sus llamados, aunque comparten el propósito, fueron distintos pues Pedro le esperaba y Pablo le perseguía: Pedro fue encontrado haciendo su trabajo, pescando, Jesús le ofrece un nuevo sentido, hacerlo “pescador de hombres”, la respuesta fue inmediata Mt 4, 18-20.
A Pablo le encontró persiguiendo a sus seguidores, y sabiendo que en cada Cristiano esta Jesús, él Señor le pregunto ¿Por qué me persigues?, pasando así de perseguidor a Discípulo Hch 9, 1-6.
-Pedro fue uno de los 12 apóstoles de Jesús, vivió momentos muy importantes con Él, le vio caminar sobre las aguas, presenció la transfiguración, fue invitado a orar en el huerto de Getsemaní y más tarde le acompañó en su aprehensión, le vio ascender al cielo y después de verle resucitado fue lleno del Espíritu Santo en Pentecostés. Pablo no fue apóstol directo del Señor, pero tuvo un encuentro vivo con Él, todo cuanto alimentó su fe posteriormente lo aprendió por medio de la oración y el testimonio de los discípulos.
-Con Jesús, Pedro pasó del miedo y la negación a la certeza. Pablo, de perseguir cristianos a ser uno de sus más importantes voceros.
Su misión:
Pedro se dedica en especial a la evangelización de los judíos, Pablo anuncia la Buena Nueva a los paganos, así nos lo cuenta el mismo Pablo en Gálatas 2, 7-8.
-Pedro fue puesto por Jesús como responsable de su Iglesia, Pablo es considerado “el apóstol de las naciones” pues viajo kilómetros formando nuevas comunidades cristianas.
Similitudes:
-Ambos, a su manera negaron a Jesús. Pedro durante la Pasión de Cristo es descubierto por la sirvienta de la casa y en tres ocasiones, tal como Jesús había dicho que lo haría le negó, afirmando que no lo conocía, por miedo.
Pablo le negó proyectando violencia y muerte hacia los primeros cristianos.
– Teniendo motivos para renunciar y darse por vencidos ante sus errores se dieron cuenta que eran amados y que hay gracia y misericordia para todos, nadie puede caer tan bajo que Dios no nos encuentre “…pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” Rom 5, 20. Estamos familiarizados con el pecado, estos dos apóstoles conocieron el pecado de primera mano, y es por esto que experimentaron el amor, la gracia y misericordia de Dios que predicaron.
-Ambos vivieron en Roma durante el tiempo del emperador Nerón por lo que enfrentaron una época difícil donde la superstición, magos y adivinos, los ídolos, la persecución y martirio de cristianos en las calles era algo de todos los días, ambos lucharon por y con Dios, encontrando fuerza para hacer frente a esto sin desanimarse, por el contrario, predicaron los dos la importancia de vivir en ALEGRÍA.
En palabras de Pablo: “Estén siempre alegres, oren sin cesar y den gracias a Dios en toda ocasión; esta es, por voluntad de Dios, su vocación de cristianos”1 Tes 5, 16-18
Por su Parte Pedro nos invita a vivir con alegría aun en las pruebas: “Por eso estén siempre alegres, aunque por un tiempo tengan que ser afligidos con diversas pruebas”1 Pe 1, 6
-Jesús les cambia el nombre al descubrirles su misión, de Simón a Pedro (o sea piedra), y de Saulo a Pablo.
-El libro de Hechos de los apóstoles, en el capítulo 4 y después en el 16 nos narra cómo ambos fueros perseguidos y encarcelados por predicar a Jesús y sanar en su nombre, y aún en prisión, los dos no pudieron dejar de hablar de Él; Pedro les responde ante la orden de no enseñar el nombre de Jesús “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”, mientras que Pablo no dejaba de alabarle.
-Más tarde ambos sufrieron el martirio, Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo, y Pablo degollado, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.
-Coautores (Inspirados por el Espíritu Santo) de la Biblia, Pedro escribió dos cartas mientras que Pablo ¡14!
-Nos enseñan que nunca es tarde para el servicio, ambos hicieron apostolado a avanzada edad.
-Los textos Bíblicos y la tradición los describen como hombres de carácter fuerte e impulsivos, si te identificas con ellos, debes de saber que Dios hace grandes cosas a través nuestro, importar nuestras características o limitaciones.
-Ambos nos invitan a trabajar por ser mejores, no conformarnos y tratar de ser perfectos, tal vez sea un camino largo y difícil pero nos acercará a una vida en paz, felicidad y santidad.
Se sabe que Pedro y Pablo, por su forma de ser no pudieron predicar juntos, pero como puedes ver, encontré mas similitudes que diferencias y es que, aunque cada persona es creada de forma única, cuando tenemos a Dios como común denominador, serán mas las cosas con las que podamos identificarnos con otros, que lo que nos divida.


NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


EL MARTIRIO DE JUAN BAUTISTA
La doble ventaja de Maqueronte de aunar fortaleza y casa de placer ofrecía al hijo de Herodes el Grande, Herodes Antipas, actual tetrarca, la oportunidad de atender a un doble objeto: vigilancia de sus fronteras, amenazadas por Aretas, rey de los nabateos, y solaz para sus largas horas de pequeño rey desocupado y amigo de fiestas y diversiones. De aquí su detenerse preferentemente muchas temporadas en este alcázar. El generoso abastecimiento, la alegre compañía, acomodada a sus caprichos, y los gustos que podía permitirse, convertían la aridez del desierto en amena y divertida morada.
Y es el mismo historiador judío, Josefo, quien nos certifica de este sitio como escenario de uno de los dramas más pungentes, aleccionadores y bellos en la historia de la santidad: el del final de la vida y el martirio de Juan, el Bautista. Flavio Josefo era contemporáneo del santo Precursor. Austeridad de paisaje y palacio de deleites. Marco expresivo para aquella figura de vida penitencial que remata corno invencible víctima de ajenos placeres.
Una providencial incidencia nos ilustra sobre este caso sublime de la vida del hijo de Zacarías y de Isabel. Marcos y Mateo nos lo recuerdan, ocasionalmente, con motivo de los temores de Herodes ante la predicación y los milagros de Jesús. Cuando llegan a oídos del tetrarca galileo las noticias de la aparición del Maestro, se estremece. En su pavor, turbio y supersticioso, se pregunta: "¿Es Juan el que yo maté, que ha resucitado?" Y oyó el rey Herodes, el tetrarca, la fama de Jesús, todas las cosas que El hacía, porque se había hecho notorio su nombre, y decía: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos; y por esto obran en él los milagros.
Casi diez meses ya que Juan, el Bautista, está encarcelado. "Herodes había hecho arrestar a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel por causa de Herodías." La obscuridad de una reducida mazmorra en el sótano, excavado en la propia roca, de Maqueronte, retiene su austera figura nazarena. Se intenta apagar con el aislamiento aquella voz de verdades que, con libertad de santo, amonesta a los grandes, al monarca: "No te es lícito tener la mujer de tu hermano". Este monarca es Herodes Antipas, hijo de Herodes llamado el Grande, aquel perseguidor de Jesús niño que había mandado degollar a los Inocentes. Herodes Antipas reinaba, como tetrarca, en Galilea y en Perea desde la muerte de su padre. Era hermano de Arquelao, que ocupó el trono de Judea, Idumea y Samaría. Y hermano también, por parte de padre solamente, de Filipo —así le apellida San Marcos, en tanto que Flavio Josefo le llama Herodes—, que vivía como obscuro particular en la capital del Imperio.
En uno de los viajes de Antipas a Roma, —viaje probablemente de información secreta sobre gobernadores romanos a Tiberio, amigo suyo, conquistado con hábiles y aduladoras complacencias— se hospedó en casa de su hermano Filipo. La intimidad y frecuencia de trato le llevó a enamorarse allí, con la tenacidad de una pasión de madurez —de otoño casi, pues Herodes pasaría de la cincuentena— de su cuñada Herodías, nieta de Herodes el Grande y sobrina de los dos, de Filipo y de Antipas. A la pasión erótica del segundo responde la ambición soñadora de la mujer. Altiva, dominadora, intrigante, fantaseando grandezas y sedienta de fausto, descubre Herodías, con la declaración de Antipas, la posibilidad de abandono de su obscura existencia en Roma. Se le abre un horizonte áureo y sonriente, de brillantez y suntuosidades. Corresponde a la pecaminosa ternura y decide, con cautela, seguir, en el momento oportuno, hasta el Mediterráneo oriental a su real amante.
No es fácil dar apariencia legal a estos amores. Ya el matrimonio con Filipo había encontrado sus dificultades. Y el matrimonio entre cuñados estaba prohibido según la Ley de Moisés. Y donde reinaba Antipas regía la observancia de rabinos, duros y exigentes, por lo menos con las apariencias de la Ley. Además, el tetrarca de Galilea y de Perea tenía su esposa legítima, una princesa, la hija de Aretas, rey de los árabes nabateos. Pero triunfan la vehemencia erótica de la pasión del torpe enamorado y la vehemencia ambiciosa de la querida.
Después de un tiempo de espera, en el que, y durante la ausencia del tetrarca de sus dominios, la esposa legítima informada, ha huido buscando otra vez refugio en la corte de su padre, Herodías lo salta todo, deja a su marido, y acompañada de su hija, habida del matrimonio con Filipo, marchan a Galilea. Su vanidad se colma, deslumbrada ante la corte de Herodes, cuyo amor a la fastuosidad, heredado de su padre, era conocido en Roma. Antipas, oriental educado en la capital del Imperio, unía el sentido suntuario del Oriente con el refinamiento de las costumbres paganas.
Aretas, el rey de los nabateos, herido en su honor de monarca y en su afecto de padre por el repudio de su hija, se ha convertido en temible enemigo del tetrarca galileo. Esto justifica más la presencia de Herodes en Maqueronte. Pero su avidez de goce y de ostentación disfruta más del palacio que de la fortaleza. Los lujosos salones son testigos de frecuentes fiestas. Músicas de placer tienen el encargo de ahogar el ingrato estrépito de un posible ataque. Herodías colabora, con su don de insinuación, al olvido, Y triunfa en aquel pequeño ambiente con su seducción, su brillo y ansia de distracciones. Solo el índice acusador de Juan se hinca, como un torcedor, como un hierro afilado, en su sensualidad: —No es lícito.
La adúltera, ofendida y enfurecida con Juan, el profeta delator de su adulterio, tenía a su lado un medio muy apto: su hija. Esta hija cuyo nombre no se nos dice en el Evangelio y que sabemos por Flavio Josefo: Salomé. Y cuyo perfil físico —el de varios años después— conocemos gracias a una pequeña moneda en la que aparece con el rey de Calcis, Aristóbulo, del que fue esposa. Herodías; podría tender una trampa habilísima. La muchacha había aprendido en la alta sociedad a bailar y a ejecutar danzas desconocidas de aquellos magnates de provincia. La ayudaba su fragante juventud. Salomé tendría entonces unos diecinueve años.
Su madre, supo estimular el amor propio de la joven. Salomé, encendida juvenilmente del deseo femenino de exhibirse, estuvo a la altura de la intención de la madre. La coreografía amenazadora de festines era habitual en las costumbres romanas, su habitual desenfado, atrevidamente erótico. Hoy no actuarán bailarinas asalariadas. La danzarina será esta vez la propia Salomé.
Se arquea su cuerpo con ritmos tan elásticos y graciosos, danza de forma tan audaz y seductora para la baja avidez de tanto instinto despertado, que Antipas se estremece. El halago de un espectáculo superior, que le eleva por encima de las demás cortes de Oriente, le sacude. Es el brillo de la metrópoli danzando en los movimientos de Salomé. Y es la lujuria y frivolidad del tetrarca que exultan hasta el entusiasmo. "Pídeme lo que quieras y te lo daré" —le asevera con la ternura viscosa de la sensualidad exaltada, entre el delirio y los aplausos de la concurrencia complacida—. "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino". Y corrobora la promesa con solemne juramento.
Aturdida ante tal ofrecimiento, Salomé cruza, rápida, la sala y va a la del banquete de las damas —las mujeres no podían participar como comensales en estos festines—, donde estaba su madre. Su madre alerta. "¿Qué le pido?" Herodías no duda un instante. Tajante como el filo de la espada que dentro de unos minutos cercenará la cabeza del profeta. La rapidez en expresar esta voluntad y las prisas con que se ejecute —"ahora mismo", dice el texto evangélico—, descubren en su satisfacción el logro de un incontenible y represado anhelo. ¡Por fin! "La cabeza de Juan el Bautista". Vuelve Salomé apresuradamente donde estaba el rey. Pide, decidida: "Quiero que me des al instante, sobre esta bandeja, la cabeza de Juan el Bautista."
El rey se entristeció. Porque apreciaba a Juan. "Le tenía como profeta y le custodiaba, y por su consejo hacía muchas cosas, y le oía de buena gana. Pero por el juramento y por los que con él estaban a la mesa, no quiso disgustarla. Mas enviando uno de su guardia, le mandó traer la cabeza de Juan en un plato. Y le degolló en la cárcel. Y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha y la muchacha la dio a su madre".
La tristeza de Antipas fue sincera. Pero ineficaz. Con la ineficacia de la cobardía. Da la orden al soldado destinado para estos eventuales menesteres de muerte. Sobre una de las mismas bandejas de la fiesta, ¡qué fuerza del símbolo!, aparece un trágico fruto: la cabeza de Juan, pasa apresuradamente de manos de la hija, ligera, a las de la madre, incestuosa y adúltera. El odio acumulado ardía con los vértigos más vivos de la prisa.
Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un hombre.
Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.
Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.


ALAN TURING


miércoles, 15 de junio de 2022
LA GUERRA DE LOS MUNDOS
A lo largo del film vemos la historia pequeña junto a la grande, los esfuerzos del doctor Forrester paralelamente a los del resto del mundo. Todos tienen el mismo objetivo, aunque la forma de hacerlo varía: Forrester apela a la ciencia y la investigación mientras los militares echan mano de lo que mejor saben hacer, tirar bombas a rabiar. Hay escenas bélicas que corresponde a entrenamientos reales de la Guardia Nacional, con cañones y tanques incluidos, lo que le da una pátina de realismo que han copiado multitud de películas desde entonces.
En la “historia pequeña” tenemos al doctor Clayton Forrester, quien casualmente estaba de vacaciones con unos colegas cuando sus servicios son solicitados para investigar la caída de un meteorito por las cercanías. Es allí donde conoce a la bella Sylvia van Buren. Tras el ataque de los marcianos huyen juntos, y comienzan a vivir apasionantes aventuras.
La Guerra de los Mundos inaugura un conjunto de tópicos, o cuando menos los convierte a la categoría de clichés que hay que usar en todo film del género sí o sí.
Primer tópico: el científico es el que salva el día. Esto se fue poniendo de moda que el científico se alce como baluarte último frente a la destrucción y la calamidad. Él es quien sabe, quien deduce, quien ordena a los militares lo que deben hacer para alcanzar la victoria. En este caso no es exactamente así, pero al final todos confían en ellos para vencer a los invasores donde las armas convencionales han fallado.
Segundo tópico: el científico no tiene por qué ser un cerebrito feo y repelente. Basta de sabios chiflados con lentes de aumento, pelados y viejos. Forrester es un galán que sale de su laboratorio para pescar como cualquier hijo de vecino, sabe pilotar una avioneta y cuando se quita las gafas no parece un científico. Al principio la chica no puede creer que sea el famoso científico que aparece en la portada de la revista Time.
Por cierto, ella es profesora universitaria y tiene un doctorado, así que no debería ser la típica pelirroja tonta; por desgracia, la película la usa como una mera damisela en peligro, y cuando llega la hora de cenar adivinen quién hace los huevos fritos. Cierto es que Forrester reconoce no saber cocinar, es un hombre sin familia que come casi siempre en restaurantes; pero me pregunto hasta qué punto se trata de una mera excusa para poner a la chica en el papel de ama de casa tradicional. Lo lamento por la mujer y su eterno papel de pitufina, quizá era mucho pedir a una película de los cincuenta.
Tercer tópico: el científico sabe de todo, todo y todo. El meteorito cae, y resulta que hay unos científicos pescando cerca, así que ya tenemos quien nos lo explique. “Ustedes sabrán de qué se trata, son científicos”, les dice el policía de pueblo mientras les habla del meteorito recién caído, como si tuviesen todas las respuestas a todo. Claro, Forrester es profesor de Física Nuclear y Astronomía, trabaja en motores atómicos, estudia los efectos de la bomba de hidrógeno y además entiende de meteoritos, seguro que no hay nada que no sepa hacer.
El dúo Forrester-Van Buren desarrolla su pequeña en paralelo a la Historia con H grande, en la que las fuerzas militares del mundo se lanzan con gallardía contra los invasores. Las tácticas tradicionales y las armas convencionales de nada sirven contra los enemigos marcianos, que por algún motivo no consideran que Washington sea un objetivo militar de importancia pero que en general se comportan de forma despiadada. Sus campos de fuerza y sus armas de rayos, equipo estándar de innumerables películas y series de ciencia ficción desde entonces, les permite invadir países enteros con total impunidad. Son imparables.
Cerca del clímax final, un majestuoso avión tipo “ala voladora” YB-49 arroja una bomba de hidrógeno (inventada apenas unos meses antes) contra una concentración de naves invasoras a las afueras de Los Ángeles. El resultado, fallido, muestra a una Humanidad enfrentada a su destrucción inevitable, un momento de desaliento. “No les ha hecho efecto [la bomba H]. ¡Cañones, tanques, bombas, son juguetes contra los marcianos”, exclama el general; y aunque éste no da la lucha por acabada todo parece ya perdido. Los científicos son la única esperanza. La cuidad cae presa del pánico.
Aunque la película de La Guerra de los Mundos es diferente en algunos aspectos de la historia original de Wells, se asemeja en muchos otros. La propia película comienza igual que el libro, y también acaba con la victoria de los humanos gracias a los microorganismos, lo que nos fuerza a una reflexión sobre la humildad y la soberbia. En ambas ocasiones los marcianos se enfrentan a la mayor potencia económica y militar de la época, aunque en el caso del libro los marcianos son tan sólo poderosos, no invulnerables.
La Guerra de los Mundos, es una novela escrita por H.G. Wells a finales del siglo XIX. Su primera adaptación llegaría en el año 1938 en forma de serial radiofónico con Orson Welles como narrador de la historia, Su narración construida como un falso informativo causaría un autentico revuelo entre los habitantes neoyorquinos al creer (muy ingenuos ellos) de que se trataba de una verdadera invasión alienigena. Millones de ciudadanos norteamericanos sufrieron de lo lindo en la denominada "emisión del pánico", un hecho que catapultó a Orson Wells al estrellato ya que su interpretación radiofónica se hablaría en todas partes.
Después del notable (y polémico) éxito radiofónico se propuso que se llevara a cabo la adaptación de la novela a la gran pantalla. Directores de la talla de Alfred Hitchcock, Cecil B. De Mille y S.M. Eisenstein barajaron la idea de plasmarla al formato cinematográfico, pero no fue hasta iniciados la década de los años 50 cuando por fin, gracias a la Paramount encabezado por George Pal, se decidieran finalmente a dar el paso definitivo.
Las producciones de Pal se caracterizaban, al igual que las de la mayoría de sus colegas, por sus ajustadísimos presupuestos y por el empleo de efectos especiales más bien rudimentarios. La Guerra de los Mundos no fue una excepción en este sentido, pero a pesar de las limitaciones técnicas de la época y de la magra inversión económica, Haskin logró filmar uno de los títulos más memorables del cine de ciencia-ficción de todos los tiempos.
La Guerra de los Mundos (1953) tuvo un remake hace algunos años, pero no me refiero a la película homónima de 2005. No, el título de remake le corresponde por derecho a Independence Day (1996), que tiene muchos elementos en común: invasores procedentes del espacio exterior protegidos con escudos invulnerables, contraataque inútil con armas nucleares (lanzadas, por cierto, desde bombarderos B-2 descendientes de la venerable “ala voladora”), científicos con la clave para la victoria, derrota final de los feos atacantes gracias a nuestros amigos los virus. Vale, eran virus de ordenador, pero virus al fin y al cabo.
Por el contrario, la versión de La Guerra de los Mundos de 2005 perpetrada por Tom Cruise se limita a ser la típica historia de supervivencia del protagonista y su familia, que por supuesto le odia al comienzo y le adora al final, algo que hemos visto en El Día después de Mañana (2004).
La Guerra de los Mundos (1953) es una película extraordinaria. Su papel como precursora de un género, su acierto en la forma de actualizar la obra maestra de Wells, sus referencias sociales, sus efectos especiales y su advertencia de que sólo somos los reyes de la creación porque nos hemos auto-otorgado ese título, todo ello le hacen merecedora de un puesto de honor en los anales de la ciencia ficción.
Fuente:
lasmejorespeliculasdelahistoriadelcine.com

