Zacarías, el padre de Juan el Bautista, era un sacerdote de la estirpe de Abías, la octava de las veinticuatro clases en que fueron divididos los sacerdotes, podemos verlo en 1º Crónicas, 24, 7-19; Isabel, la madre del Precursor, era "descendiente de Aarón" según Lucas (1, 5); el mismo evangelista, unos versículos después (1, 36) la llama "prima" de María. Estas dos afirmaciones parecen contradictorias, ¿cómo podía ser una prima de María "descendiente de Aarón"?. El problema se podría resolver adoptando la lectura que se da en una antigua versión persa, donde encontramos "hermana de la madre" en vez de "prima". Una explicación en cierto modo análoga, probablemente tomada de algún escrito apócrifo, y tal vez correcta, se da por San Hipólito.
Según ella, Mathan tuvo tres hijas, María, Soba, y Ana. María, la
mayor, se casó con un hombre de Belén y fue la madre de Salomé; Soba se casó
también en Belén, pero con "un hijo de Leví", de quien tuvo a Isabel;
Ana desposó a un galileo (Joaquín) y dio a luz a María, la Madre de Jesús. Así Salomé, Isabel, y María, la madre de Jesús fueron primas hermanas, e
Isabel, "descendiente de Aarón"
por línea paterna, era, por su madre, prima de María. El hogar de Zacarías se
designa sólo de una manera vaga por Lucas 1-39: “En aquellos días, María partió y
fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá”. El nacimiento del Precursor fue anunciado de la manera
más chocante. Zacarías e Isabel, como sabemos por Lucas 1-6,7: "Ambos
eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los
mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era
estéril; y los dos eran de edad avanzada" Habían rezado mucho para
que su unión fuera bendecida con descendencia; pero, ahora que "los
dos eran de edad avanzada", el reproche de esterilidad pesaba
sobre ellos. En el mismo evangelio de Lucas 1-8,17, leemos:
"Un
día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal
delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el
Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo
permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le
apareció el Angel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
Al
verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Angel le dijo: «No
temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un
hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y
muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor.
No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el
seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios.
Precederá
al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con
sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así
al Señor un Pueblo bien dispuesto".
Como Zacarías fue lento en creer esta asombrosa predicción, el ángel, al
hacérsela conocer, le anunció que, en castigo a su incredulidad, estaría
afectado de mudez hasta que la promesa se cumpliera, así lo relata Lucas
1,23-24: "Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su
casa. Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta
durante cinco meses".
Ahora bien durante el sexto mes tuvo lugar la Anunciación, y, como María
había oído al ángel que su prima había concebido, "fue sin demora" a felicitarla, leemos en Lucas 1,39-44: "En
aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de
María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas
oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno".
Al llegar el tiempo del nacimiento del hijo de Isabel, el evangelio de
Lucas nos relata todo lo ocurrido desde el versículo 57 al 80 nos dice que:
“Cuando
llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse
sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado,
se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño,
y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe
llamarse Juan».
Ellos
le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre». Entonces
preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió
una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan». Todos quedaron admirados. Y en ese
mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este
acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y
se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se
enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a
ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. Entonces Zacarías, su
padre, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente:
«Bendito
sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y
nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo
había anunciado mucho tiempo antes, por boca de sus santos profetas, para
salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian.
Así
tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del
juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de temor,
arrancados de las manos de nuestros enemigos, lo sirvamos en santidad y
justicia, bajo su mirada, durante toda nuestra vida.
Y tú,
niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el
perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que
nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están
en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el
camino de la paz».
El
niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos
hasta el día en que se manifestó a Israel”.