El 11 de Febrero de 1858, acompañada de su hermana y de una amiga, BERNARDITA se dirige a la Gruta de MASSABIELLE, al borde del GAVE, para recoger leña, ramas secas y pequeños troncos. Mientras se está descalzando para cruzar el arroyo, oye un ruido como de una ráfaga de viento, levanta la cabeza hacia la Gruta en medio de una luz resplandeciente como el sol, pero dulce y apacible, una joven prodigiosamente bella de unos 16 o 17 años de edad se dejó ver solo a BERNARDITA, y ella misma relata la visión:
“Vestía un traje blanco, brillante y de un tejido desconocido, ajustado al talle con una cinta azul. Un largo velo blanco le caía hasta los pies envolviendo todo el cuerpo. Los pies, de una limpieza virginal y descalzos, parecían apoyarse en el rosal silvestre sobre el que flotaba la imagen, a la entrada de la gruta. Dos rosas brillantes de color de oro cubrían la parte superior de los pies de la Santísima Virgen. Juntas sus manos ante el pecho, ofrecían una posición de oración fervorosa. Tenía entre sus dedos un largo Rosario blanco y dorado con una hermosa Cruz de oro. Todo en Ella irradiaba felicidad, majestad, inocencia, bondad, dulzura y paz. La frente lisa y serena, los ojos eran azul celeste llenos de amor y los labios mostraban suavidad y mansedumbre”.
La SEÑORA parecía saludarla tiernamente mientras se inclinaba ante BERNARDITA. Frotándose sus ojos los volvió a abrir, confirmando que no estaba soñando y que lo que veía era real. En ese momento, al ver la sonrisa de la SEÑORA, perdió todo miedo y arrodillándose buscó su Rosario que traía siempre en su bolsillo.
La SEÑORA hizo una señal de aprobación con su cabeza y tomó el Rosario que llevaba. BERNARDITA intentó hacer la señal de la Cruz , pero su mano quedó paralizada. En ese momento la Virgen tomo la Cruz del Rosario e hizo la señal de la Cruz e indicó a BERNARDITA que lo hiciera como ella. En ese momento su brazo paralizado quedó libre.
Empezó a pasar las cuentas del Rosario entre sus dedos y BERNARDITA empezó a rezar el suyo, cada una en oración interior. Sólo al final de cada misterio la Madre de Dios rezaba el Gloria con BERNARDITA. Al terminar, la Virgen le hizo señas con el dedo para que se acercara y extendiendo el brazo, se inclinó dulcemente y sonrió como despidiéndose, retornando hacia el interior de la gruta. ¡La Visión había desaparecido!
BERNARDITA preguntó a las otras niñas si habían visto algo en la gruta y al responderle éstas que no, les contó su experiencia y les pidió silencio. Pero su hermana se lo contó a su madre. La madre no le creyó y ordenó a BERNARDITA que se dejase de imaginaciones y que le estaba prohibido regresar a la gruta. Esa noche, mientras rezaban el Rosario en familia , BERNARDITA rompió en llantos, repitiendo su invocación favorita:
"Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a ti".
BERNARDITA insistió ante su madre para que la deje volver a la gruta, pero ésta se negó repetidamente con diversos argumentos. Pensaba que todo era un engaño del demonio, o que su hija se había vuelto loca, pero ante todo temía hacer el ridículo entre sus vecinos.
Finalmente el día 14 de febrero las niñas insistieron en que les dieran permiso para regresar a la gruta. Todos pensaban que lo que le había pasado a BERNARDITA era un engaño de Satanás, y entonces le dijeron que fuera a la gruta y rociara agua bendita para terminar con todo aquello. Así huiría el demonio y se quedarían tranquilos. Ante estos argumentos la madre finalmente aceptó y le dio autorización para ir a la gruta acompañada de otras niñas que, conociendo la historia, insistían en acudir al lugar con ella.
Cuando llegaron a la gruta, BERNARDITA les pidió que se arrodillaran a rezar el Santo Rosario. De pronto aparece nuevamente la SEÑORA, y el rostro de BERNARDITA testimonió transfigurándose frente a las demás niñas. Ella tiró el agua bendita y dijo:
"Si vienes de parte de Dios, acércate a nosotras".
El agua bendita llegó hasta los pies de la Virgen y Ella sonriendo con más dulzura se acercó a BERNARDITA. Tomó el Rosario y se persignó con él. Empezaron ambas a rezarlo. BERNARDITA estaba como muerta, su mirada extasiada fija en la gruta, tan así que las otras niñas empezaron a llorar ruidosamente. Esto atrajo a dos mujeres del cercano MOLINO SAVY.
Cuando vieron a BERNARDITA en éxtasis trataron de moverla, de interrumpir su visión, pero nada de esto fue posible. Entonces una de ellas fue a buscar a su hijo ANTONIO, un joven de 28 años. El se quedó maravillado de lo que vio: el rostro de BERNARDITA era una visión celestial, no se sintió digno siquiera de tocarla. Obligado por su madre, ANTONIO tomó a BERNARDITA en sus brazos y la llevó hacia el MOLINO SAVY.
En todo momento ella mantuvo sus ojos clavados en un punto por encima de su rostro. Al llegar al molino BERNARDITA volvió lentamente en si, dejando el éxtasis. Cuando se entero su madre, esta enfureció, y no castigó a su hija porque las señoras y ANTONIO la reprendieron. Al atardecer ya toda la población comentaba las maravillas que ocurrían en la GRUTA DE LOURDES, pero a los comentarios se unían las burlas, desprecios e insultos.
El 18 de febrero una señora y una religiosa deseaban acompañar a BERNARDITA a la gruta. La niña caminaba tan rápido que parecía como si una fuerza superior la empujase hacia allá. Se arrodilló y empezó el rezo del Rosario, lanzó un grito de júbilo al ver al fondo de la gruta a la SEÑORA. Le preguntó si se podían quedar sus dos acompañantes y la Virgen dijo que sí. Ellas también se arrodillaron y se pusieron a rezar mientras encendían una vela. BERNARDITA le pasó un papel a la Virgen pidiéndole que escribiera cualquier cosa que deseaba comunicarle, a pedido de una de las señoras. La Virgen le dijo entonces:
"Lo que tengo que comunicarte no es necesario escribirlo, hazme únicamente el regalo de venir aquí durante quince días seguidos"
Bernardita se lo prometió y la SEÑORA le respondió:
"Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro"
El rumor de las apariciones se esparció rápidamente y una gran multitud acudió a la gruta a partir de entonces. El domingo 21 de Febrero, varios miles de personas llenaban todos los alrededores de la gruta. Hubo un momento en que la aparición parecía hacerse hacia atrás, y como hundirse en el interior de la roca. Para no perderla de vista, BERNARDITA fue acercándose de rodillas. Observó que la Virgen se había puesto triste y le preguntó:
¿Qué te pasa?, ¿qué puedo hacer?
La Virgen respondió:
"Rueguen por los pecadores"
El martes 23 de Febrero, por primera vez la Virgen formula una orden concreta. Ante diez mil personas la Virgen le da a BERNARDITA un secreto que solo a ella le concierne y que no puede revelar a nadie. También le enseñó una oración que le hacía repetir, pero que no quiso que la diera a conocer. La Virgen le dijo:
"Y ahora, hija mía, ve a decir a los sacerdotes que aquí, en este lugar, debe levantarse un Santuario, y que a el debe venirse en procesión"
El Miércoles 24 de Febrero, toda la gente quiso saber que pasaría con el encargo del Párroco y si la Virgen haría el milagro del rosal. BERNARDITA como siempre llegó a la gruta y se arrodilló, sin poner atención en absoluto a la gente que iba por curiosidad. Le contó a la Virgen lo que el sacerdote le había pedido. La Virgen solo sonrió, sin decir una palabra. Después la mandó a rogar por los pecadores y exclamó tres veces:
“¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!
Le hizo repetir estas palabras y BERNARDITA lo hacía mientras se arrastraba de rodillas hasta el fondo de la gruta. Ahí le reveló un secreto personal y después desapareció. Por humildad no relató todo los detalles, pero los testigos contaron que también se le vio besar la tierra a intervalos. La Virgen le había dicho:
"Rogaras por los pecadores. Besarás la tierra por la conversión de los pecadores"
El jueves 25 de Febrero María le dijo en la visión a BERNARDITA:
"Hija mía, quiero confiarte solamente para ti el ultimo secreto; igualmente que los otros dos, no los revelaras a ninguna persona de este mundo"
Un mes después el jueves 25 de Marzo, en el día de la Anunciación BERNARDITA se sintió fuertemente movida a ir a la Gruta. Muy contenta obedeció ese llamado en su corazón, y fue inmediatamente. Como era una fecha solemne, los peregrinos tenían la esperanza de que la Virgen se apareciera y cuando llegó BERNARDITA se asombró de la cantidad de personas que encontró. Fue ese día 25, en la historia de las apariciones, un día de gloria. BERNARDITA volvió a preguntarle a la Señora:
"Quieres tener la bondad de decirme quien eres y cual es tu nombre?"
La visión resplandecía más que nunca, sonriendo siempre, y siendo su sonrisa la única respuesta. Bernardita insistió...
"¿Quieres decirme quien eres?, te lo suplico Señora Mía".
Entonces la Señora apartó su vista de BERNARDITA, separó sus manos, hizo deslizar en su brazo el Rosario que tenía en sus dedos, levantó a un mismo tiempo sus manos y su cabeza radiante, en tanto que sus manos se juntaron delante del pecho, su cabeza se afirmó y, mas resplandeciente que la luz del sol, dirigida la vista al cielo María dijo:
"YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN"
La joven vidente salió corriendo, repitiendo sin cesar, por el camino, aquellas palabras que no entiende. Palabras que conmueven al buen párroco, que se pregunta: “¿Como podía una niña sin ninguna instrucción religiosa saber el dogma que solo unos cuatro años antes había la Iglesia promulgado?”.
En 1854 el Papa Pío IX había definido el dogma de la Inmaculada Concepción. Ya que BERNARDITA ignoraba esa expresión teológica que sirve para nombrar a la Santísima Virgen. El jueves 16 de Julio de 1858, Día de la Virgen del Carmen. BERNARDITA, que llevó el escapulario del Carmen toda su vida, se siente de nuevo movida a ir a la gruta, que está cercada, vigilada y prohibida por las autoridades locales. Va acompañada de su Tía BASILE y unas vecinas. Bajan por praderas contiguas a la gruta, siendo acompañadas por una multitud que al verla no dudó del llamado de María. Se arrodillaron lo más cerca posible de la gruta pero sin poder llegar a ella.
BERNARDITA recibe la última visita de la Virgen y diría luego:
"Me parecía que estaba delante de la gruta, a la misma distancia que las otras veces, no veía más que a la Virgen, ¡jamás la había visto tan bella!"
Había cumplido su misión, con gran amor y valentía ante todos los sufrimientos que tuvo que sobrellevar y ante todos los obstáculos que el Enemigo puso en su camino. Su confesor dijo repetidamente: "La mejor prueba de las apariciones es BERNARDITA misma, su vida".