El 15 de mayo 1618 el
astrónomo alemán Johannes Kepler anunció
su ley de la armonía celestial en su obra ‘HARMONICES
MUNDI’, donde da expresión matemática a las ideas platónicas sobre la
correspondencia de los aspectos fundamentales de la materia con los cinco
poliedros regulares.
Kepler afirma que si el cosmos
es obra de una inteligencia nada en él puede ser resultado del azar. Todo debe
tener un sentido, obedecer a una razón y ser comprensible. Es necesario buscar
el orden inteligible que subyace tras la apariencia desordenada del mundo
material. Este orden del cosmos es matemático.
Según Platón el espacio,
el aire, el fuego, el agua, y la tierra tienen estructura geométrica que se
corresponde con los cinco poliedros regulares, los únicos posibles: dodecaedro, octaedro, tetraedro,
icosaedro, cubo. La materia es en esencia geometría. Kepler, totalmente
dentro del platonismo adapta este tema al movimiento de los astros.
Las órbitas de los
planetas no pueden ser fruto del azar. Debe haber una proporción matemática
entre ellas. No puede ser una casualidad que haya 6 planetas y, por tanto, 5
intervalos entre ellos. La semiesfera externa de la imagen representa la órbita
de Saturno. Dentro de ella se inscribe un cubo, y dentro de éste la órbita de
Júpiter.
Dentro de ésta órbita, se inscribe un tetraedro. Y dentro de éste, se
inscribe la órbita de Marte. Dentro de ésta, se inscribe un dodecaedro. Dentro
de éste, la órbita de la Tierra. Esta a su vez lleva inscrito el icosaedro.
Este a su vez lleva inscrita la órbita de Venus. Esta lleva inscrito el
octaedro, que a su vez contiene inscrita la órbita de Mercurio.
Kepler retoma además una
antigua idea de los pitagóricos y de Platón, ‘LA MÚSICA DE LAS ESFERAS CELESTES’ e intenta darle una compleja
forma matemática. Cada planeta al moverse alrededor del sol produce un tono
musical y la frecuencia de dicho tono varía en función de la velocidad angular
de los planetas con respecto al Sol.
Algunos planetas producen notas musicales
más constantes, por ejemplo, la Tierra solo varía un semitono en una proporción
equivalente a la diferencia entre una nota mi y un fa entre su afelio (lejos
del sol) y su perihelio (cerca del sol). Venus varía en un intervalo aún más
reducido. La astronomía se combina con la música y con la astrología: “La Tierra canta Mi, Fa, Mi: Puede
deducirse de estas sílabas que la miseria y el hambre (fa-mine) reinan aún en
nuestro mundo”.
El resultado de todos
estos movimientos ‘musicales’
de los planetas en los cielos es una polifonía cósmica inteligible, aunque no
audible, con algunos tonos disonantes. Pero a medida que avanza la inmensidad
del tiempo, los planetas tocan juntos en una concordancia cada vez más
perfecta. La grandiosa sinfonía celeste evoluciona hacia la perfección, lo que
quizás ya ocurrió en el momento de la creación. Incluso nuestro arte de cantar
polifónicamente concordando muchas voces, afirma, es una imitación de esta
música celestial.
Albert Einstein dijo: “Mi admiración hacia
Kepler se explica porque yo, como él, siento respeto y asombro ante la armonía
enigmática de la Naturaleza en que nacimos”.
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