"No he causado sufrimiento a los hombres, no he matado ni ordenado matar, no he blasfemado de los dioses…": Estas declaraciones componen el maravilloso texto de la Confesión Negativa, parte del Libro de los Muertos, una obra extensa destinada a guiar a los difuntos en el camino hacia el más allá. Es inevitable asociarlas con los Diez Mandamientos de Moisés; si la Biblia es correcta y Moisés era octogenario cuando enfrentó al faraón y liberó a su pueblo de Egipto, sus años juveniles coinciden no con Ramsés II sino con la breve era de esa herejía monoteísta, cuyos rasgos esenciales se exponen.
Es importante mencionar que, aunque no se puede establecer un vínculo directo entre ambos textos, se debe analizar esta Confesión Negativa como la expresión del clima moral de la cultura en la cual, según la propia Biblia, se formaron los líderes hebreos, incluyendo a Moisés, que protagonizaron el Éxodo de su pueblo y su Pacto con Yahvé, el único Dios. Resulta extremadamente interesante la carga social de varios de estos "mandamientos" egipcios; entre otras cosas, el difunto debía afirmar: "no he explotado a otros para mi beneficio"; "no he maltratado a mis servidores"; "no he privado al indigente de su sustento"; "no he permitido que un sirviente sea abusado por su amo"; "no he causado hambre"; "no he extendido mi dominio mediante medios ilícitos", etc.
También se revela la importancia del poder sacerdotal: varias de estas declaraciones negativas se refieren al respeto por las ofrendas en los templos: "no he disminuido las ofrendas", por ejemplo, o "no me he apropiado del ganado de los templos de los dioses" o "no he robado los panes destinados a los dioses". Esta confesión, una especie de declaración jurada de inocencia, debía ser pronunciada por el difunto al llegar a la presencia de Osiris, después de un largo recorrido subterráneo lleno de peligros y obstáculos, pasando por un laberinto antes de alcanzar la Sala de la Doble Verdad. Allí, Osiris, el dios de los muertos, pesaba el corazón del difunto en una balanza; del otro lado, una pluma.
El difunto debía presentarse sin pecados ante este dios para poder acceder al Más Allá. Los Diez Mandamientos no son el único ejemplo en la Biblia que recuerda al Libro de los Muertos. En el capítulo 31 de Job, también se menciona una balanza para pesar los pecados, cuando Job declara: "Si he mentido, / Si he actuado con engaño, / Que Dios me pese en balanzas de justicia, / Y conozca mi integridad." Aunque las formas más antiguas del Libro de los Muertos datan del tercer milenio antes de Cristo, la obra se reestructuró hasta los días de la reina Cleopatra, con la adición de nuevas fórmulas y conceptos.
Una de las más significativas fue la Confesión Negativa. Sin embargo, con el paso del tiempo y la evolución histórica que dio inicio al dominio de Occidente a nivel global, el libro completo cayó en el olvido y desapareció. Fue gracias a la expedición de Napoleón a Egipto que Jean-François Champollion, el primer traductor de jeroglíficos, obtuvo una copia del Libro de los Muertos en 1822.
Al igual que con la Piedra de Rosetta, Champollion comenzó a traducirlo un año antes de su muerte, dando lugar a la verdadera egiptología. Esto desencadenó un aumento en el conocimiento entre aquellos interesados en Egipto. Los trabajos de Naville y Budge, en 1886 y 1889 respectivamente, se convirtieron en los más consultados desde entonces. En ese tiempo, se refirieron al fragmento del libro como "Capítulo CXXV, Donde el Difunto Dice Palabras en Su Favor". Fue más recientemente en la egiptología cuando surgió la definición más precisa de "Confesión Negativa", dado que cada frase comenzaba con un "NO".
Esto implica que el difunto, al defenderse, negaba una serie de pecados considerados terribles por los egipcios. En este breve contexto, es importante recordar las perspicaces observaciones que nos dejó el famoso egiptólogo argentino Abraham Rosenvasser sobre este tema. Podríamos preguntarnos: ¿A qué dios (o dioses) estaba dirigida? ¿Cómo se utilizaba? Estaba dirigida al dios que presidía el Juicio de los Muertos, Osiris, el juez del más allá, quien pesaba el corazón del difunto en una balanza, contrastando su peso moral con el de una pluma ligera y pura.
El objetivo era verificar si las acciones del difunto coincidían con la confesión que pronunciaba durante este proceso. El difunto debía conocer de memoria los preceptos de la confesión para satisfacer al dios. Si en algún momento era traicionado por algo que confesaba, la pluma ganaba peso en la balanza y se cerraban las puertas del Campo de los Bienaventurados. Osiris también era el dios de la resurrección y permitía que el difunto llegara a las puertas del Paraíso, un lugar similar a la idea del más allá compartida por el Islam y el cristianismo.
¿Cuál es su posible relación con los Diez Mandamientos? ¿Pudo haber inspirado a Moisés? La mayoría de los mandamientos de Moisés están incluidos en la Confesión Negativa. Es probable que Moisés haya crecido en un ambiente influenciado por la época de la herejía monoteísta en Egipto. Sin embargo, es esencial recordar la verdadera edad que Moisés tenía durante el éxodo judío y revalorizar los eventos destacados en el Antiguo Testamento. "Moisés tenía ochenta años y Aarón ochenta y tres cuando hablaron con Faraón" (Éxodo 7-7).
La historia asegura que si el Éxodo ocurrió, fue en los primeros años del reinado de Ramsés II. Así, podemos establecer los fundamentos de la vida de Moisés, alejándonos de las representaciones modernas en cine y literatura. Si la Biblia afirma que el héroe hebreo se enfrentó al faraón y "abrió las aguas del mar" a los 80 años, retroceder a los días de su nacimiento sitúa la acción durante la dinastía monoteísta, que adoraba a un solo dios en contraste con el politeísmo egipcio tradicional. En conclusión, si Moisés nació en Egipto, lo hizo en pleno período monoteísta, durante una herejía religiosa.
Estos pensamientos similares al saber mosaico se reflejaron en la literatura egipcia siglos antes de la redacción de la Biblia. Aparentemente, hubo un proceso evolutivo en la antigüedad que dejó su huella en muchos aspectos del primer judaísmo. En las últimas décadas, la arqueología ha interpretado estas construcciones como una señal de que el monoteísmo mosaico no fue una verdadera revelación. El rey Akenatón, en contra de las costumbres egipcias, estableció el monoteísmo como religión oficial.
Su poema de adoración a Atón, el único dios, afecta a hombres de todas las épocas y religiones. Se puede asimilar este dios único Atón con Yahvé de los hebreos. La imagen final de este dios se asemeja mucho a la de Dios en Israel. De alguna manera, la religión de Akenatón perduró y fue la prefiguración más fiel de todos los monoteísmos subsiguientes.
Sin embargo, el reinado de Akenatón duró solo unos 17 años, seguido por una sucesión de reyes confusos hasta que su hijo, Tutankamón, ascendió al poder. La influencia herética de la familia de su padre continuó hasta 1325 a.C., cuando la religión fue abolida por completo, posiblemente como resultado de un Golpe de Estado. Horemheb ascendió al poder y eligió a Ramsés I como su único heredero, marcando el cierre de esta era histórica.
Equipo de Redacción
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