Su nombre significa “Fuego de Dios”. No se sabe con certeza si es un serafín, un querubín o un Príncipe de las Dominaciones. Lo cierto es que URIEL es el arcángel del arrepentimiento y la retribución, así como también el arcángel de la justicia, la paz y de la salvación. En su obra El Paraíso Perdido, John Milton lo describió como “de todo el cielo, el espíritu de vista más aguda”. Ligada a eso, está la función de “vigilante del mundo” que algunos textos le atribuyen, función a su vez relacionada con aquel libro que suele aparecer en sus manos en ciertas imágenes suyas, libro éste que, según una determinada interpretación (hay otra), representa una lista de los seres humanos con los respectivos pensamientos, sentimientos y actos que han efectuado a lo largo de sus vidas, llevando así URIEL una cuenta necesaria para ver quiénes irán al Infierno, lugar del cual supuestamente él tiene la llave; pero, pese a ser así, no desea que nadie se condene, por lo cual suministra el don sobrenatural del arrepentimiento a las almas que aún pueden salvarse, por más protervas que éstas sean.
URIEL, junto con MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL, es uno de los
cuatro arcángeles que fueron destinados a cuidar de la Tierra. Al igual que en
la moderna angelología, URIEL consta
entre los siete grandes arcángeles de acuerdo con la tradición del judaísmo
rabínico. Fue en vinculado a su origen en el judaísmo donde URIEL adquirió el significado de su
nombre como “Llama de Dios” o “luz de Dios”: de allí que, en la
tradición judía, el Arcángel URIEL
haya sido nombrado como “quien trae luz
a Israel”. Se le menciona en Testamento de Salomón y en el Apocalipsis de Esdras, (libro pseudoepigráficos
escrito en el siglo I que figura como apéndice en algunas ediciones de la
Biblia. En la Vulgata aparece como 4 Esdras, en las versiones eslavas y rusas
como 3 Esdras y en las traducciones inglesas como 2 Esdras), instruye al
profeta sobre la verdad, adquiriendo fundamentalmente a raíz de esa obra su
carácter de arcángel vinculado a la verdad que simboliza la llama que, en
ciertas imágenes, aparece portando. En este libro apócrifo del Apocalipsis de Esdras, Dios manda a URIEL para responder a una serie de
cuestionamientos que el profeta Esdras tiene. Es allí cuando URIEL le dice que Dios le ha “permitido
describir las señales sobre el bien y el mal en el mundo”; pero aun
así, será muy difícil que Esdras pueda comprender el asunto desde su limitada
perspectiva humana.
Más adelante, URIEL le dice a
Esdras algo cuya importancia teológica ha sido subvalorada, lo cual es así ya
que las sabias palabras del arcángel muestran la incapacidad del hombre para
comprender la naturaleza real de la pureza-incorruptibilidad y, por extensión,
la impotencia del hombre para entender a cabalidad ciertas verdades morales y
espirituales, haciendo así quedar como vano todo el orgullo de los teólogos
moralistas que por siglos se han creído dueños de la verdad. En el libro LEYENDAS DE LOS
JUDÍOS, URIEL fue quien dio un
nuevo nombre a Jacob, quien guió a Abraham sacándolo de la ciudad de Ur, y
quien marcó las puertas (previamente pintadas con sangre de cordero) de las
casas de los hebreos cuando estaban en Egipto y, entre las siete plagas, fue
decretada la muerte de todos los hijos primogénitos de los egipcios. En el mismo
texto también se dice que URIEL fue
el ángel que se le presentó a José. En el misticismo judío medieval, URIEL fue visto como el ángel regente
del domingo, el ángel patrono de la Poesía, el aniquilador de los ejércitos de
Senaquerib, el ángel que luchó con Jacob en Peniel y uno de los Sephiroth
sagrados. Finalmente, fue en ese misticismo medieval donde se le atribuyó el
rol del ángel que portaría las llaves de El Abismo en El Fin de Los Tiempos. El LIBRO DE ADÁN Y EVA,
describe a URIEL como el querubín que
permanece junto a las puertas del Edén con una espada flamante para evitar el
acceso al Árbol de la Vida, generando así una confusión en la Angelología, ya
que otras fuentes dicen que fue el arcángel JOFIEL quien desempeñó aquel rol. También, el libro afirma que fue
quien sacó del Edén a Adán y Eva después de que pecaran, aumentando así la
confusión con el arcángel JOFIEL, a
quien también atribuyen esta función otras fuentes. Finalmente, el LIBRO DE ADÁN Y EVA dice que URIEL fue uno de los ángeles que dio
sepultura a Adán y a Abel.
La Iglesia Católica solo da reconocimiento oficial a tres arcángeles
puesto que solo tres se nombran en la Biblia: MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL. A URIEL,
junto con los otros arcángeles, no los niegan pero tampoco los afirman en el
sentido de que dentro de la doctrina oficial sean referidos como seres que
indudablemente existen. En el cristianismo antiguo, el arcángel URIEL era venerado junto a MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL. Fue el papa
Zacarías quien, durante el Concilio de Roma del año 745, prohibió el nombre del arcángel URIEL e hizo que se destruyeran sus
imágenes en todas las iglesias de Roma, borrando así su huella en el
Vaticano. La Iglesia Ortodoxa Oriental, distintamente a lo que hizo con JOFIEL, CHAMUEL Y ZADQUIEL, venera al
arcángel URIEL y lo conmemora el 8
de noviembre. La Iglesia Anglicana lo incluye entre los arcángeles y además le
da el status especial de ser un “Santo
Patrono del Sacramento de la Confirmación”. La Iglesia Copta, que
conservó la BIBLIA SEPTUAGINTA (que
contiene el Libro de Enoc, apócrifo
para el Catolicismo), y siempre ha venerado al arcángel URIEL. Llama la atención que, de entre los arcángeles no aceptados
por la Iglesia Católica, URIEL no se
limita a las antiguas revelaciones sino que consta en los evangelios apócrifos
de la Biblia, en los cuales salva a Juan el Bautista de sobrevivir a la masacre
ordenada por Herodes, lo lleva junto con su madre a Egipto, y años después los
reúne con la Sagrada Familia. Por último, en el apócrifo Apocalipsis de Pedro
él vuelve a ser nombrado como “Ángel del
Arrepentimiento”.