PROGRAMA Nº 1238 | 27.08.2025

Primera Hora Segunda Hora

DEL SILENCIO AL TRONO

0

Entre abril de 1292 y julio de 1294, la Iglesia Católica vivió una de las etapas más prolongadas sin papa, conocida como sede vacante, que duró más de dos años. Esta situación se debió a la falta de consenso entre los cardenales tras la muerte de Nicolás IV, en un periodo marcado por tensiones políticas y eclesiásticas.

La elección papal de 1292-1294 fue la última que no se realizó en forma de cónclave, es decir, sin el aislamiento obligatorio de los cardenales durante la deliberación. Durante este tiempo, las divisiones internas y las presiones externas, como las del rey Carlos II de Nápoles, dificultaron la elección de un nuevo pontífice.

En medio de este estancamiento, surgió la figura de Pietro da Morrone, un ermitaño benedictino conocido por su vida de oración y penitencia en las montañas de los Abruzos. Su reputación de santidad y una carta en la que advertía a los cardenales sobre el castigo divino si no elegían pronto a un papa, influyeron en la decisión del Colegio Cardenalicio. El decano, Latino Malabranca Orsini, propuso su nombre, y la elección fue unánime.

Pietro, de más de 80 años, aceptó a regañadientes y fue coronado como Celestino V en la basílica de Santa Maria di Collemaggio en L'Aquila el 29 de agosto de 1294. Su pontificado, sin embargo, fue breve y turbulento. Inexperto en asuntos administrativos y dependiente de la influencia de Carlos II, tomó decisiones que generaron críticas, como el nombramiento de numerosos cardenales afines al monarca.

Agobiado por las responsabilidades y deseoso de regresar a su vida de ermitaño, Celestino V abdicó el 13 de diciembre de 1294, siendo uno de los pocos papas en renunciar voluntariamente. Su sucesor, Bonifacio VIII, temiendo que pudiera ser utilizado como figura de oposición, lo mantuvo bajo custodia en el castillo de Fumone, donde falleció el 19 de mayo de 1296.

En 1313, fue canonizado por el papa Clemente V, y es venerado como San Celestino V. Su legado incluye la confirmación del derecho del papa a renunciar, un precedente que sería relevante siglos después.

Este episodio refleja las complejidades de la Iglesia en la Edad Media, donde la espiritualidad y la política a menudo se entrelazaban, y donde la figura de un humilde ermitaño pudo, por un breve tiempo, ocupar el trono de San Pedro.

Equipo de Redacción
ANUNCIAR Informa (AI)

Entradas que pueden interesarte

Sin comentarios