
Desde el siglo X hasta finales del siglo XV, el movimiento bogomilo floreció como una corriente que buscaba revivir una forma más auténtica y primitiva del cristianismo. Sus ideales, profundamente críticos hacia las instituciones religiosas de su tiempo, los convirtieron en el objetivo de persecuciones tanto por parte de la Iglesia ortodoxa como de la Iglesia católica. Su influencia fue significativa, abarcando territorios como Macedonia, Bulgaria, Serbia y Bosnia, y marcando profundamente a otros movimientos como los cátaros en el sur de Francia.
El término "bogomilo" deriva de su fundador, Bogomil, un sacerdote búlgaro cuyo nombre se traduce como "amigo de Dios" o "amado por Dios". Bogomil vivió en una época de tensiones sociales y religiosas bajo el reinado del zar Pedro de Bulgaria. La religión cristiana se había extendido rápidamente en la región tras la conversión oficial del país en el siglo IX, pero no sin resistencia. Sectas como los paulicianos, deportados desde Armenia por el Imperio bizantino, llevaron consigo ideas dualistas que influyeron notablemente en las creencias bogomilas.
Los bogomilos adoptaron una visión dualista del mundo, heredada del maniqueísmo. Según su perspectiva, el universo era el campo de batalla entre dos fuerzas opuestas: el bien, representado por Dios, y el mal, encarnado en el mundo material creado por el Maligno. Este enfoque los llevó a rechazar la mayoría de las estructuras religiosas tradicionales, incluyendo la jerarquía eclesiástica, los templos y los rituales formales.
Sus reuniones no se celebraban en iglesias, sino en casas particulares o al aire libre, enfatizando la idea de que la presencia de Dios no se limitaba a un edificio. Practicaban una vida austera y sostenían que el espíritu divino residía en cada ser humano, una creencia que chocaba con las doctrinas oficiales de la Iglesia.
Además, rechazaban el Antiguo Testamento, considerándolo un texto que glorificaba un dios inferior responsable del mundo material. Preferían el Nuevo Testamento, especialmente el Evangelio de Juan, y rechazaban conceptos como la Trinidad, la cruz como símbolo sagrado, y los sacramentos tradicionales. Su "bautismo" era un rito espiritual que no empleaba agua, sino que implicaba la imposición del Evangelio de Juan sobre la cabeza del iniciado y la oración conjunta de la asamblea.
Uno de los aspectos que más preocupó a las autoridades religiosas y políticas fue su rápida expansión. Su popularidad se debía en parte a su énfasis en la ayuda mutua: destinaban recursos a los pobres, los enfermos y a quienes difundían su mensaje. Esta solidaridad contrastaba con la percepción de un clero oficial corrupto y opulento.
Sin embargo, sus creencias también los colocaron en el centro de la controversia. La Iglesia ortodoxa y la católica consideraban heréticas sus ideas sobre la naturaleza del mal y el rechazo de los sacramentos. Las campañas contra ellos incluyeron intentos de conversión forzada, persecución violenta y, finalmente, su desaparición como grupo organizado. Algunos, enfrentados a la presión cristiana, terminaron abrazando el islam en Bosnia, donde encontraron cierta tolerancia.
Una de las principales diferencias entre los bogomilos y las doctrinas tradicionales estaba en su explicación del mal. Mientras que la Iglesia enseñaba que Dios era el creador de todo, incluidos el mundo y el hombre, los bogomilos atribuían el sufrimiento y la corrupción al Maligno, quien habría creado el mundo material como una prisión para el espíritu humano.
Esta visión dualista les permitió ofrecer una respuesta radical a preguntas teológicas complejas: ¿cómo puede un Dios bueno permitir el mal? Según ellos, Dios no era responsable de las guerras, las epidemias ni la opresión. Estas eran manifestaciones del poder del Maligno en el mundo.
Aunque las creencias bogomilas se alejaban del cristianismo ortodoxo, su búsqueda de un camino espiritual puro y su crítica a la hipocresía del clero plantean preguntas relevantes incluso hoy. La Biblia advierte contra las apariencias de fe sin verdadera transformación: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mateo 15-8).
Los bogomilos representaron una rebelión contra las estructuras religiosas que consideraban alejadas de Dios. Aunque su movimiento fue extinguido, su legado perdura como un recordatorio de la búsqueda incesante de una espiritualidad auténtica.