PROGRAMA Nº 1162 | 13.03.2024

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LA IGLESIA CATÓLICA Y EL GOBIERNO PERONISTA (Segunda Parte)

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Entre 1954 y 1955 se desplegó un fuerte enfrentamiento entre Perón y la Iglesia Católica, una tradicional institución en el país, que había sido aliada a su gobierno hasta entonces. Ahora, sectores católicos propiciaban la creación de un Partido Demócrata Cristiano que represente sus ideales, a la manera de los que existían en Europa. El conflicto se exacerbó cuando en mayo de 1955 un grupo de legisladores oficialistas presentaron un proyecto para convocar a una nueva Convención Constituyente que entre otras reformas realizaría la separación de la Iglesia y del Estado, el proyecto fue aprobado con la oposición de la U.C.R. Nuevas medidas tuvieron el mismo rumbo. Se estableció el divorcio vincular, se derogó la ley de enseñanza religiosa de 1946 y se les quitó el apoyo a los institutos privados de enseñanza católica. El día 11 de junio se realizó la procesión de CORPUS CHRISTI en Buenos Aires, como era habitual, pero esa vez en 1955 adquirió el carácter de marcha de oposición al gobierno. Asistieron representantes de todo el abanico antiperonista, desde la U.C.R. hasta el Comunismo. El gobierno culpó a los manifestantes de la "quema de la bandera", hecho que no fue clasificado.

Alentados por los sucesos, un sector rebelde de las Fuerzas Armadas bombardeó Plaza de Mayo; la respuesta de los adictos al gobierno fue el incendio de la Curia y de templos como el de San Ignacio, Santo Domingo y San Francisco (16 de junio de 1955). Se ha dicho también que el conflicto del peronismo con la Iglesia estalló en 1954 como una consecuencia comprensible del estado de omnipotencia al que Perón se sentía llevado a medida que se consolidaba su poder personal. Se ha señalado, asimismo, que el vínculo con la dirigencia eclesiástica se deterioró porque, en los años cincuenta, el régimen peronista explicitó su ambición de educar a las nuevas generaciones en las "veinte verdades" justicialistas, lo cual implicaba una politización de la enseñanza que la Iglesia veía con recelo y preocupación. No faltan historiadores que mencionen entre las causas de la ruptura el implacable avance del régimen peronista hacia una suerte de estatización del asistencialismo social, con el emblemático protagonismo de la Fundación Eva Perón. Ese avance -se dice- significaba poner el pie en un territorio social que históricamente había estado reservado a las organizaciones de la Iglesia. En realidad, el rompimiento de Perón con la Iglesia no se debió a una sola causa sino a una suma de factores. Es probable que las distintas causales que hemos ido mencionando hayan tenido alguna influencia en el desenlace final.

Lo cierto es que el conflicto quedó planteado en toda su crudeza el 10 de noviembre de 1954, cuando Perón dijo públicamente, en una reunión de gobernadores, que en la Argentina había curas y prelados que estaban desplegando actividades perturbadoras. Tras nombrar uno por uno a esos sacerdotes que actuaban, supuestamente, como enemigos de su gobierno, Perón destacó que pertenecían, principalmente, a tres diócesis del interior: la de Córdoba, la de Santa Fe y la de La Rioja. A partir de allí, la crisis se fue agudizando. Los diarios de la cadena oficialista lanzaron una agresiva campaña contra la Iglesia y pronto el enfrentamiento escapó a todo control. Al principio la relación de Perón con la Iglesia, tal vez por el fuerte catolicismo de Eva, era una relación cordial. Luego el peronismo había ido derivando de una convicción política hacia algo parecido a una creencia pseudo religiosa, basada en la adoración de las masas a su benefactor y sustentada principalmente en el culto a la difunta Eva Perón, “jefa espiritual de la Nación”, a quien se la imaginaba canonizada. Es de imaginar que Perón sabía que enfrentaría la oposición de la poderosa Iglesia en la Argentina, un país en el que el 90% de su población se considera católica, aunque remisa en el cumplimiento de sus obligaciones religiosas. Pero no calibró el vigor de dicha resistencia.

El conflicto entre el peronismo y la Iglesia pasó a ser, entonces, entre el peronismo y un antiperonismo engrosado por el mismo conflicto y que, por fin, había encontrado una vía por donde manifestarse, instituyendo algo muy semejante a una “guerra santa” cuyo grito era “Perón o Cristo”. La crisis avanzó hasta extremos sin retorno La ciudad se vio inundada de panfletos difamatorios que se hacían en las iglesias y en los colegios religiosos; en ellos se incitaba directamente a la rebelión, de la misma manera que los curas en los púlpitos se transformaron en oradores políticos de barricada, incitando a los fieles a la revolución y al desorden. Es de recalcar que la Marcha de la Libertad, que puso música a la insurrección contra su gobierno, fue grabada clandestinamente en el sótano de una Iglesia. Lo cierto es que la jerarquía eclesiástica intentó acciones conciliatorias, pero el protagonismo dejó de ser suyo para pasar a sectores civiles y militares que operaban en su representación, como fue el caso de una Marina, esencialmente laica y liberal. La Iglesia no pudo resolver políticamente la situación. Perón, por otro lado, pareció perder el control de la situación. Acostumbrado a dominar todos los resortes de la vida política argentina: las Fuerzas Armadas, los sindicatos, los medios de difusión, las organizaciones empresariales, hasta los partidos de la oposición, no pudo tolerar que la Iglesia se le resistiera y continuó asestando golpes que se volverían en su contra.

Luego vendría el tumultuoso junio de 1955, con la procesión de CORPUS CHRISTI del 11, una multitudinaria manifestación ficticiamente religiosa, engrosada por ateos, marxistas y antiperonistas de todos los colores. Luego, el 16 por la mañana, se conocería la excomunión de Perón por la expulsión de los MONSEÑORES TATO Y NOVOA. Más tarde, se desencadenaría el bombardeo de la Casa Rosada por parte de aviadores de la Marina, con el ominoso resultado de cientos de muertos. A la noche de ese mismo día, la quema de varias iglesias capitalinas y la curia, como revancha por los sucesos del día. La influencia de Eva en el conflicto había sido conciliadora, ella era muy católica, de hecho viajo al Vaticano y fue recibida por el Papa. Ella era un puente de la relación de Perón con la cúpula eclesiástica, pero debido a su pronta muerte esta influencia pacificadora se corto rápidamente. El inicio del conflicto no se sabe con exactitud, claramente muerta Eva, a Perón la relación con la Iglesia no le importaba demasiado. Pero se cree que los desencadenantes fueron la manifestación del CORPUS CHRISTI y su discurso del 17 de octubre. Claramente enfrentarse a la Iglesia fue un grave error, cualquier político que se enfrente con esta, se está poniendo en contra una gran masa de personas. Por otra parte el enfrentamiento se contradecía a su doctrina y además era un conflicto totalmente evitable.

La procesión del CORPUS CHRISTI fue un acto multitudinario, que como dijimos, la presencia de fieles ese día, sumo además una gran masa de anti peronistas. El acto se llevo a cabo el 11 de Junio del 55, algunos afirman que fue el principio del fin del gobierno del general. Las nuevas medidas tomadas por Perón fueron un gran “cachetazo” para la Argentina, claramente afectaban directamente a la Iglesia y atacaban la moral de todos los católicos. Las medidas de divorcio y de separación de ESTADO- IGLESIA resultaban más aceptadas. Pero las medidas de profilaxis y legalización de los prostíbulos eran una aberración para la mayoría de las personas. La mayor parte de los historiadores coinciden en que el conflicto fue de índole estrictamente política con exclusión de toda connotación religiosa y el mismo Perón así lo había expresado, de modo que la religión fue sólo un enmascaramiento de la causa real.

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