Fue un momento muy valioso, pero solo eso, un momento. La humanidad se mantuvo conteniendo la respiración para no contagiarse, en ese tiempo sí se reflexionó acerca de la vulnerabilidad de nuestras vidas, del miedo a la muerte y después… todo se olvidó. Fueron meses donde la duda y la incertidumbre se apoderaron de nuestro pensamiento, muchos se acercaron sincera y honestamente al amor de Dios, buscaron esa relación personal en tiempos de pandemia. Pensé que estábamos frente a ese cambio en el rumbo de la humanidad, donde la solidaridad, el respeto y las acciones que habíamos llevado a cabo hasta ese momento, tendrían un nuevo horizonte, quería creerlo, pero después… se olvidó. Llegó la vacuna como una protección para volver a ser y hacer lo mismo: Actitudes de egoísmo, exceso de poder e imposición de pensamiento, la humanidad sigue su mismo rumbo.
Para muchos el objetivo principal es “comerse el mundo”, aunque no dejen nada para nadie. Tener el poder es lo que importa, el bien común no es algo que se encuentre en las prioridades de la población mundial, el amor sigue siendo para aquello que viven en un estado idílico. Una gran parte de las personas no quiere aprender, ni acercarse al conocimiento, como parte valiosa de su vida, más bien, buscan el entretenimiento todo el tiempo y no quiero decir que este sea menospreciado o algo que no debamos valorar, lo que quiero exponer es que se ha convertido en parte vital, indispensable de la población mundial como algo a lo que se debe aspirar, el entretenimiento por encima de todo y esto es lo desalentador. Puede faltar el conocimiento, pero que nunca falte un dispositivo para evadirse de la realidad. La vida regresa a su frenesí, a lo mismo… se nos olvidó que un día se detuvo el planeta entero y que pudimos cambiar.
Los bancos siguen hablando el lenguaje del dinero y eso los deshumaniza, las empresas continúan pensando en incrementar sus ventas con estrategias inhumanas para sus trabajadores, el consumo como estilo de vida. Lentamente se regresa a la vida como la conocimos un día, niños a las escuelas, personas en las calles, negocios abiertos y tráfico cotidiano. El planeta lentamente se vuelve a contaminar, las personas regresan a sus oficinas para continuar con el trabajo esclavizador, la vida vuelve a ser la misma… se nos olvidó. ¿Era inevitable? ¿Es parte de nuestra esencia? Estuvimos a muy poco y no lo hicimos. Tal vez, los dirigentes del mundo no quieren que seamos una sociedad diferente, una humanidad evolucionada, esos enormes emporios que dictan la forma en la que debemos hacer las cosas no quisieron esa transformación hacia la bondad, a la ayuda comunitaria, cambios que no benefician al sistema económico. Una vez más se trata de poder y de diferencias entre naciones.
Pudimos alcanzar el reino de Jesús, ese reino de amor y unidad, pero no quisimos, no pudimos o no nos dejaron. Veo tantos intereses en las personas que dirigen el rumbo de nuestro planeta, que el hambre y la desigualdad, seguirán siendo determinantes para el control de la misma humanidad.