Algunos
sostienen que sí era un animal real pero que estaba poseído por el Diablo para
engañar a Eva. Pero si la serpiente era sólo un instrumento del Diablo, ¿por
qué entonces Dios la castiga a ella haciendo que se arrastre sobre su vientre y
coma polvo por el resto de su vida (3, 14), en vez de castigar al Diablo? Una
segunda creencia, la más común entre los lectores de la Biblia, es que aquí la
serpiente no era un animal real sino un símbolo del Diablo, una imagen, un
disfraz literario del autor para referirse a este ser maligno, que fue quien en
realidad tentó a nuestros primeros padres en el Paraíso.
Pero
esta solución choca con una gran dificultad, y es que en ninguna otra parte del
Génesis se lo nombra al Diablo. Más aún, el Diablo (o Satanás, que es lo mismo)
es un personaje desconocido para los autores de los libros bíblicos más
antiguos; por eso jamás aparece en el Pentateuco; ni en los libros históricos;
ni siquiera en los libros proféticos. ¿Cómo podía conocerlo el autor de este
capítulo del Génesis? Los actuales estudios bíblicos afirman, por lo tanto, que
aquí no se trata del Diablo.
Un
tercer grupo de pensadores sostiene que la serpiente no es ningún personaje
concreto, sino un símbolo de los malos deseos y de los placeres sensibles. Así,
el pecado original habría consistido en una transgresión de tipo sexual, y la
serpiente no sería más que un símbolo sexual. Por eso se insiste tanto en que
Adán y Eva “estaban desnudos”. Pero esta hipótesis es inadmisible, pues el
mismo Génesis dice que Dios santificó y bendijo el matrimonio cuando le ordenó
a la primera pareja: “Sean fecundos y tengan muchos hijos, llenen el mundo y
gobiérnenlo” (1, 28).
No
hay, pues, connotaciones sexuales en el pecado original. ¿Quién es entonces
esta serpiente? ¿Y todo por una
manzana? El enigma de la serpiente nos lleva a un segundo problema: ¿qué pecado
cometieron Adán y Eva en el Paraíso? Popularmente se responde que comieron una
manzana prohibida. Pero conviene notar, ante todo, que en ninguna parte del
relato se menciona manzana alguna. ¿De dónde salió la idea de esta fruta? Esto
viene de cuando la Biblia estaba escrita en latín.
En
efecto, en esta lengua manzana se dice “malus”, y mal se dice “malum”. Y como
Adán y Eva comieron el fruto del mal (malum), se pensó que habían comido una
manzana (malus). Hoy, que las Biblias ya no están en latín sino en castellano,
vemos que no comieron una manzana sino “un fruto” malo. Volvamos, pues, al
planteo. ¿Por comer un simple fruto Dios los mortificó con semejantes castigos?
Si fuera así, lo que sucedió en el paraíso no fue sino ¡un fatal error
gastronómico! Pero como sabemos que la serpiente es un símbolo (ya que no puede
tratarse de un animal real), también el fruto prohibido tiene que ser
simbólico. ¿Pero símbolo de qué? Si aclaramos quién es la serpiente,
descubriremos también cuál fue el pecado del paraíso.
Lo
primero que debemos tener en claro es que la serpiente simboliza a algún
personaje o realidad entendible para los lectores de aquella época, porque si
no, éstos se habrían quedado sin comprender el mensaje. Ahora bien, por los
modernos estudios bíblicos y arqueológicos sabemos que la serpiente, en aquella
época, era el símbolo de la religión cananea, que los israelitas encontraron al
entrar en la Tierra Prometida. ¿Por qué los cananeos emplearon como símbolo de
la divinidad a la serpiente, cuando para nosotros es un animal dañino y
peligroso? Porque los pueblos antiguos veían en ella tres cualidades. Primero,
la serpiente tenía fama de otorgar la inmortalidad, ya que el hecho de cambiar
constantemente de piel parecía garantizarle el perpetuo rejuvenecimiento.
Segundo, garantizaba la fecundidad, ya que vive arrastrándose sobre la tierra,
que para los orientales representaba a la diosa madre, fecunda y dadora de
vida. Y tercero, transmitía sabiduría, pues la falta de párpados en sus ojos y
su vista penetrante hacían de ella el prototipo de la sabiduría y las ciencias
ocultas.
Por
eso el Génesis la presenta como “el más
astuto de todos los animales del campo” (3, 1). Estas tres características
hicieron de la serpiente el símbolo de la sabiduría, la vida eterna y la
inmortalidad, no sólo entre los cananeos sino en muchos otros pueblos, como los
egipcios, los sumerios y los babilonios, que empleaban la imagen de la
serpiente para simbolizar a la divinidad que adoraban, cualquiera sea ella. ¿Y
qué les sucedió a los israelitas con la religión cananea? Para entenderlo es necesario
tener en cuenta las circunstancias históricas por las que atravesaron. Los
hebreos fueron durante siglos un pueblo nómade. Desde épocas remotas, el Dios
que los acompañaba era el Dios de las estepas, de las montañas, de lo desolado
y agreste. Era un Dios trashumante, que viajaba y se movilizaba junto con el
grupo o el clan a todas partes, a fin de protegerlos de los peligros que
entrañaba este tipo de vida.
El
Dios de los hebreos era, pues, especialista en los problemas del desierto: los
cuidaba en caso de ataque de tribus enemigas (Ex 17, 8), los ayudaba a
encontrar agua entre las rocas (Ex 17, 1), los guiaba para hallar alimento en
medio del páramo (Ex 16), enviaba plagas contra los pueblos opresores (Ex 7,
1), se mostraba poderoso y terrible en los truenos y rayos (Ex 19, 16-19),
velaba por la justicia y el orden en el campamento (Ex 21, 22) Y Dios amparaba
con tanta delicadeza a su pueblo, que durante el día se transformaba en una
inmensa nube (para taparles el sol), y durante la noche en una columna de fuego
(para iluminarlos en la oscuridad) (Ex 13, 21). El Dios de los hebreos era, en
suma, una divinidad práctica y experta en cuestiones de trashumancia.