martes, 29 de enero de 2013

Asamblea del Año XIII


También conocida como la Asamblea General Constituyente del Año 1813, fue convocada por el Segundo Triunvirato, en las Provincias Unidas del Río de la Plata, que había accedido al poder en octubre de 1812. El objetivo fue llamar a una Asamblea que representase a los pueblos recién emancipados y que se definiese el sistema institucional de las Provincias Unidas. Aunque no logró contar con algunos representantes del interior, esta Asamblea se inauguró el 31 de enero de 1813. El propósito era proclamar la independencia y redactar la constitución del nuevo estado. Durante su transcurso, los intereses sectoriales dividieron a los diputados, lo que terminó con una postergación de la declaración de la independencia. No obstante, durante esta Asamblea se establecieron una serie de resoluciones importantes.

Resoluciones de la Asamblea

Estableció el Escudo Nacional Argentino.
Encargó la composición del Himno Nacional Argentino.
Dictó la libertad de vientres de las esclavas.
Eliminó mayorazgos y títulos de nobleza.
Libró a los indígenas de la obligación de pagar tributo.
Mandó a acuñar la moneda nacional.
Abolió la Inquisición y la práctica de la tortura.
Puso fin al tráfico de esclavos.
Aprobó un estatuto reglamentario que reemplazaba al Triunvirato por un Directorio unipersonal.

En relación con los esclavos, sus promotores anunciaron que su primera medida sería la liberación de todos los esclavos en el territorio nacional; eso provocó las airadas protestas del Brasil, ya que muchos de sus propios esclavos se fugaban hacia el territorio rioplatense. En consecuencia se dictó sólo la ley de libertad de vientres: se declararon libres los hijos de los esclavos nacidos en territorio de las Provincias Unidas desde esa fecha. La esclavitud se abolió definitivamente con la Constitución Argentina de 1853, en las provincias, y en 1861 en la ciudad de Buenos Aires.

La Asamblea asumió la soberanía nacional, por primera vez en nombre del pueblo, y no del rey Fernando VII. Por eso asumió la dirección del gobierno, y durante los primeros meses de 1813 tuvo una autoridad muy superior a la del Triunvirato. Con el paso del tiempo, gracias en parte a la prédica de Bernardo de Monteagudo, la Asamblea decidió ceder la iniciativa al Poder Ejecutivo. Suspendió varias veces sus sesiones, dejando en libertad al Triunvirato para gobernar sin limitaciones.

A principios de 1814, la Asamblea dio un paso más en dirección a la concentración del poder en el Ejecutivo, al crear el Directorio, cargo unipersonal para el que eligió a uno de los miembros más nuevos del Triunvirato, Gervasio Posadas, quien gobernó sin consultar casi a la Asamblea. Desde la segunda mitad del año 1814, la Asamblea ya casi no se reunió: apenas dos veces más en el gobierno de Posadas, la segunda para elegirle un sucesor, en la persona del general Carlos María de Alvear.

Bajo el gobierno de éste sólo se reunió una vez, sólo para refrendar lo actuado por el Director. En definitiva, los objetivos para los cuales había sido convocada la Asamblea del año XIII no se cumplieron, ya que el rey Fernando VII volvió al trono y prometió acabar con cuanto revolucionario hubiese aparecido en América y España.

Una de las primeras medidas anunciadas por la Asamblea fue la de declarar a los diputados como "de la Nación", y no, "de los pueblos", es decir, de las provincias. Además, se negaba el derecho de los cabildos que los habían nombrado a reemplazarlos; era un paso importante hacia un régimen de gobierno unitario.

En consonancia con esta medida, meses más tarde se negó a incorporar a los diputados de la Banda Oriental, elegidos el 21 de abril de 1813 en el Congreso de Tres Cruces bajo la protección del Jefe de los Orientales y líder del partido federal, José Artigas, con excusas sobre falta de formalidad en la elección. La realidad es que se negaba a incorporar diputados que llegaban con las instrucciones propuestas por Artigas y votadas en la asamblea, orientadas a declarar inmediatamente la independencia del España organizando a las provincias con un gobierno federal.

Estas medidas fueron complicando las relaciones con las provincias, especialmente con la Banda Oriental y con Artigas. En definitiva, fueron pasos hacia el comienzo de las guerras civiles argentinas, que estallaron en enero de 1814 y enfrentarían a federales y unitarios por más de sesenta años.

Hermanos de Nuestra Señora de Bethlehem


Los miembros que conformaban el conjunto de órdenes hospitalarias dedicaban su vida, al menos en teoría, no a la sanación de enfermedades, sino a una labor de servicio espiritual, cuidado y socorro de los más necesitados, realizando para ello un cuarto voto de hospitalidad, además de los tradicionales de obediencia, castidad y pobreza. Las órdenes hospitalarias que estuvieron presentes en la América española fueron la de la Caridad o de San Hipólito; la de San Juan de Dios; la de San Antonio Abad; la de San Camilo y la de Nuestra Señora de Belén.

La Orden de Nuestra Señora de Belén (Bethlemitas) fue fundada por San Pedro de San José Betancourt (1626-1667; popularmente llamado “Hermano Pedro”) en 1658, en Guatemala. Su objetivo era la asistencia de los enfermos desamparados y la educación de los niños pobres. El Hermano Pedro, que pertenecía a la Orden de Terciarios Franciscanos, fue reuniendo entorno a sí a un grupo de terciarios, hombres y mujeres, deseosos de servir a Cristo Enfermo en los hermanos. Vivían prácticamente como una comunidad religiosa, por lo que el Hermano Pedro les redactó un reglamento de vida específico. A su muerte, estos discípulos tuvieron problemas con los Terciarios Franciscanos y tuvieron que dejar esta Orden. Cambiaron de hábito religioso y buscaron la protección del obispo Payo Enríquez de Ribera (1667). Eran Agustín de San José, Francisco de la Trinidad y Rodrigo de la Cruz.

Reconocidos como una nueva familia religiosa a partir del año de 1667, con la aprobación de sus primeras constituciones, se dedicaron al cuidado de la convalecencia –actuando desde una dirección corporal, espiritual y socioeconómica– además de la educación de niños pobres. Construyeron una propuesta original y simbiótica, la cual rápidamente ganó adeptos, expandiéndose a lo largo y ancho de América.

Junto al hospital de Guatemala, sus dos principales hospitales fueron el de Nuestra Señora del Carmen, en la ciudad de Lima, y el de San Francisco Javier, en la ciudad de México, fundados en 1671 y 1675 respectivamente. A la ciudad de Puebla llegaron el año de 1682 a instancias del obispo Manuel Fernández de Santa Cruz y del ayuntamiento (por conducto del alguacil mayor, Miguel Raboso de la plaza y del regidor Nicolás de Victoria Salazar). Los hospitalarios nombraron a Francisco de Sales como patrón de su hospital, a petición del obispo Santa Cruz.

Las librerías contaron con un espacio propio dentro de los hospitales betlemitas. Para el caso de Puebla, 242 obras conformaron el fondo de origen de su hospital. En 1706 contaba con 327 libros, y para 1768 el número se incrementó a 826. En la actualidad la Biblioteca Histórica “José María Lafragua” resguarda 487 libros procedentes del hospital de convalecientes de Puebla, identificados por medio de su marca de fuego. Esta marca era la misma utilizada para el ganado de sus haciendas.

La Orden de Belén es la primera y única Orden religiosa fundada en América. Los Bethlemitas pronto se propagaron por el continente, desde México hasta Argentina. Atendían toda clase de necesidades espirituales y materiales: fundaron hospitales, colegios, orfanatos, iglesias… y asistieron a indios y negros (una novedad en la época). Fuera de América abrieron casas en Canarias (España) y Roma. Tristemente, las Cortes liberales de Cádiz de 1820 suprimieron la Orden por haberse dado refugio y hospitalidad en los conventos bethlemitas a los independentistas de las colonias españolas.

Felizmente, el 16 de enero de 1984, el Siervo de Dios Juan Pablo II restaura con su autoridad apostólica esta venerable Orden religiosa. La restauración inicia en Canarias, en La Laguna (Tenerife), donde actualmente está situada la Casa General y el centro de formación. También han fundado en Guatemala.

jueves, 24 de enero de 2013

Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización


47ª JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización 

12 de Mayo 2013 
Mensaje del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas: 
Ante la proximidad de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2013, deseo proponeros algunas reflexiones acerca de una realidad cada vez más importante, y que tiene que ver con el modo en el que las personas se comunican hoy entre sí. Quisiera detenerme a considerar el desarrollo de las redes sociales digitales, que están contribuyendo a que surja una nueva «ágora», una plaza pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad. 

Estos espacios, cuando se valorizan bien y de manera equilibrada, favorecen formas de diálogo y de debate que, llevadas a cabo con respeto, salvaguarda de la intimidad, responsabilidad e interés por la verdad, pueden reforzar los lazos de unidad entre las personas y promover eficazmente la armonía de la familia humana. El intercambio de información puede convertirse en verdadera comunicación, los contactos pueden transformarse en amistad, las conexiones pueden facilitar la comunión. Si las redes sociales están llamadas a actualizar esta gran potencialidad, las personas que participan en ellas deben esforzarse por ser auténticas, porque en estos espacios no se comparten tan solo ideas e informaciones, sino que, en última instancia, son ellas mismas el objeto de la comunicación. 

El desarrollo de las redes sociales requiere un compromiso: las personas se sienten implicadas cuando han de construir relaciones y encontrar amistades, cuando buscan respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también cuando se sienten estimuladas intelectualmente y comparten competencias y conocimientos. Las redes se convierten así, cada vez más, en parte del tejido de la sociedad, en cuanto que unen a las personas en virtud de estas necesidades fundamentales. Las redes sociales se alimentan, por tanto, de aspiraciones radicadas en el corazón del hombre.

La cultura de las redes sociales y los cambios en las formas y los estilos de la comunicación suponen todo un desafío para quienes desean hablar de verdad y de valores. A menudo, como sucede también con otros medios de comunicación social, el significado y la eficacia de las diferentes formas de expresión parecen determinados más por su popularidad que por su importancia y validez intrínsecas. La popularidad, a su vez, depende a menudo más de la fama o de estrategias persuasivas que de la lógica de la argumentación. A veces, la voz discreta de la razón se ve sofocada por el ruido de tanta información y no consigue despertar la atención, que se reserva en cambio a quienes se expresan de manera más persuasiva. Los medios de comunicación social necesitan, por tanto, del compromiso de todos aquellos que son conscientes del valor del diálogo, del debate razonado, de la argumentación lógica; de personas que tratan de cultivar formas de discurso y de expresión que apelan a las más nobles aspiraciones de quien está implicado en el proceso comunicativo. El diálogo y el debate pueden florecer y crecer asimismo cuando se conversa y se toma en serio a quienes sostienen ideas distintas de las nuestras. «Teniendo en cuenta la diversidad cultural, es preciso lograr que las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que aspiren también a enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que se tiene de bueno, de verdadero y de bello» (Discurso para el Encuentro con el mundo de la cultura, Belém, Lisboa, 12 mayo 2010). 

Las redes sociales deben afrontar el desafío de ser verdaderamente inclusivas: de este modo, se beneficiarán de la plena participación de los creyentes que desean compartir el Mensaje de Jesús y los valores de la dignidad humana que promueven sus enseñanzas. En efecto, los creyentes advierten de modo cada vez más claro que si la Buena Noticia no se da a conocer también en el ambiente digital podría quedar fuera del ámbito de la experiencia de muchas personas para las que este espacio existencial es importante. El ambiente digital no es un mundo paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes. Las redes sociales son el fruto de la interacción humana pero, a su vez, dan nueva forma a las dinámicas de la comunicación que crea relaciones; por tanto, una comprensión atenta de este ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa dentro del mismo. 

La capacidad de utilizar los nuevos lenguajes es necesaria no tanto para estar al paso con los tiempos, sino precisamente para permitir que la infinita riqueza del Evangelio encuentre formas de expresión que puedan alcanzar las mentes y los corazones de todos. En el ambiente digital, la palabra escrita se encuentra con frecuencia acompañada de imágenes y sonidos. Una comunicación eficaz, como las parábolas de Jesús, ha de estimular la imaginación y la sensibilidad afectiva de aquéllos a quienes queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios. Por lo demás, sabemos que la tradición cristiana ha sido siempre rica en signos y símbolos: pienso, por ejemplo, en la cruz, los iconos, el belén, las imágenes de la Virgen María, los vitrales y las pinturas de las iglesias. Una parte sustancial del patrimonio artístico de la humanidad ha sido realizada por artistas y músicos que han intentado expresar las verdades de la fe. 

En las redes sociales se pone de manifiesto la autenticidad de los creyentes cuando comparten la fuente profunda de su esperanza y de su alegría: la fe en el Dios rico de misericordia y de amor, revelado en Jesucristo. Este compartir consiste no solo en la expresión explícita de la fe, sino también en el testimonio, es decir, «en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él». (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2011). Una forma especialmente significativa de dar testimonio es la voluntad de donarse a los demás mediante la disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana. La presencia en las redes sociales del diálogo sobre la fe y el creer confirma la relevancia de la religión en el debate público y social. 

Para quienes han acogido con corazón abierto el don de la fe, la respuesta radical a las preguntas del hombre sobre el amor, la verdad y el significado de la vida -que están presentes en las redes sociales- se encuentra en la persona de Jesucristo. Es natural que quien tiene fe desee compartirla, con respeto y sensibilidad, con las personas que encuentra en el ambiente digital. Pero en definitiva los buenos frutos que el compartir el Evangelio puede dar, se deben más a la capacidad de la Palabra de Dios de tocar los corazones, que a cualquier esfuerzo nuestro. La confianza en el poder de la acción de Dios debe ser superior a la seguridad que depositemos en el uso de los medios humanos. También en el ambiente digital, en el que con facilidad se alzan voces con tonos demasiado fuertes y conflictivos, y donde a veces se corre el riesgo de que prevalezca el sensacionalismo, estamos llamados a un atento discernimiento. Y recordemos, a este respecto, que Elías reconoció la voz de Dios no en el viento fuerte e impetuoso, ni en el terremoto o en el fuego, sino en el «susurro de una brisa suave» (1R 19,11-12). Confiemos en que los deseos fundamentales del hombre de amar y ser amado, de encontrar significado y verdad –que Dios mismo ha colocado en el corazón del ser humano- hagan que los hombres y mujeres de nuestro tiempo estén siempre abiertos a lo que el beato cardenal Newman llamaba la «luz amable» de la fe. 

Las redes sociales, además de instrumento de evangelización, pueden ser un factor de desarrollo humano. Por ejemplo, en algunos contextos geográficos y culturales en los que los cristianos se sienten aislados, las redes sociales permiten fortalecer el sentido de su efectiva unidad con la comunidad universal de los creyentes. Las redes ofrecen la posibilidad de compartir fácilmente los recursos espirituales y litúrgicos, y hacen que las personas puedan rezar con un renovado sentido de cercanía con quienes profesan su misma fe. La implicación auténtica e interactiva con las cuestiones y las dudas de quienes están lejos de la fe nos debe hacer sentir la necesidad de alimentar con la oración y la reflexión nuestra fe en la presencia de Dios, y también nuestra caridad activa: «Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe» (1 Co 13,1). 

Existen redes sociales que, en el ambiente digital, ofrecen al hombre de hoy ocasiones para orar, meditar y compartir la Palabra de Dios. Pero estas redes pueden asimismo abrir las puertas a otras dimensiones de la fe. De hecho, muchas personas están descubriendo, precisamente gracias a un contacto que comenzó en la red, la importancia del encuentro directo, de la experiencia de comunidad o también de peregrinación, elementos que son importantes en el camino de fe. Tratando de hacer presente el Evangelio en el ambiente digital, podemos invitar a las personas a vivir encuentros de oración o celebraciones litúrgicas en lugares concretos como iglesias o capillas. Debe de haber coherencia y unidad en la expresión de nuestra fe y en nuestro testimonio del Evangelio dentro de la realidad en la que estamos llamados a vivir, tanto si se trata de la realidad física como de la digital. Ante los demás, estamos llamados a dar a conocer el amor de Dios, hasta los más remotos confines de la tierra. 

Rezo para que el Espíritu de Dios os acompañe y os ilumine siempre, y al mismo tiempo os bendigo de corazón para que podáis ser verdaderamente mensajeros y testigos del Evangelio. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15).

Vaticano, 24 de enero de 2013
Fiesta de san Francisco de Sales
BENEDICTUS XVI

martes, 22 de enero de 2013

Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2013



Uno de los desafíos actuales más significativos para la evangelización es el que emerge del ambiente digital. Con el fin de reflexionar sobre este reto, el Papa Benedicto XVI, en el contexto del Año de la Fe, ha elegido como tema de la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: "Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización".

Los elementos de reflexión son numerosos e importantes: en un tiempo en el que la tecnología tiende a transformarse en el tejido conectivo de muchas experiencias humanas, como las relaciones y el conocimiento, es necesario preguntarse: ¿la tecnología puede ayudar a los hombres a encontrar a Cristo en la fe? Ya no es suficiente la adecuación superficial de un lenguaje, sino que es preciso poder presentar el Evangelio como respuesta a una perenne exigencia humana de sentido y de fe, que emerge también de la red y se abre camino en ella.

Este será igualmente el modo de humanizar y vitalizar un mundo digital que impone hoy una actitud más definida: ya no se trata de usar Internet como "medio" de evangelización, sino de evangelizar considerando que la vida del hombre moderno también se expresa en el ambiente digital.

En particular, es necesario tener en cuenta el desarrollo y la gran popularidad de las redes sociales, que han permitido la acentuación de un estilo dialógico e interactivo en la comunicación y en las relaciones.

La Jornada Mundial de las Comunicaciones, única jornada mundial establecida por el Concilio Vaticano II (Inter Mirifica, 1963), se celebra en muchos países, por recomendación de los obispos del mundo, el domingo anterior a la fiesta de Pentecostés (el 12 de mayo en el año 2013).

El Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales se publica tradicionalmente en ocasión de la festividad de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas (el 24 de enero).

Puente de Carlos



Las ciudades con ríos, tienen un encanto particular. El movimiento de las aguas, el lento murmullo de las olas golpeando contra las costas y sobre todo los puentes, les dan un atractivo muy especial. Entre muchas, El Viajero detiene su mirada en la ciudad de Praga, la milenaria capital de la República Checa. Esta deslumbrante ciudad medieval sería inimaginable sin el sobrio discurrir del río Moldava y claro ni los 17 puentes que unen las dos márgenes de la ciudad. Sin duda, el que más llama la atención y subyuga al Viajero Ilustrado es el Puente de Carlos.

Cada día, miles de residentes y turistas transitan con paso lento sobre esta estructura de piedra, cuyas torres góticas con toques del barroco están coronadas por 30 esculturas de santos. Sus 515 metros de largo y casi 10 metros de ancho parecen empequeñecidos por la cantidad de gente que transita y se detiene en cada detalle de esa deslumbrante obra de arte. El puente, muy bullicioso durante el día, parece flotar al atardecer o a la mañana muy temprano sobre la bruma del río, mientras sobre el agua inmóvil duermen gaviotas y cisnes.

No menos sorprendentes, por cierto, son sus 16 columnas de sostén que también hicieron de Karluv Most –o sea, Puente de Carlos– una de las más conmovedoras creaciones del hombre. Llamado así desde 1870, comunica la ciudad vieja –Stare Mesto, un laberinto casi fantasmal de callejuelas estrechas y paredes casi iguales, donde es fácil perderse– con Mala Strana (“Ciudad Pequeña”), donde está ubicado el Castillo de Praga, la construcción gótica más grande del mundo.

El puente debe su nombre al rey de Bohemia y sacro emperador romano Carlos IV. Durante su reinado, entre 1347 y 1378, Praga se convirtió en uno de los centros culturales más importantes de Europa. Fundó la ciudad Nueva, la primera universidad centroeuropea e iglesias de estilo gótico. También comenzó la construcción del legendario puente para reemplazar al cruce Judith, que se había hundido parcialmente en la inundación de 1342. Reconstruido, continuó siendo paso de peatones hasta 1406, cuando se terminó.

La cábala no le alcanzaría al emperador para ver coronada su obra, pues murió en diciembre de 1378 y su féretro transitó sólo una parte de su magna obra. En más de 600 años de existencia, el puente fue testigo de los acontecimientos más trascendentes de la historia checa; el último fue el cortejo fúnebre de Vaclav Havel, presidente checo entre 1993 y 2003. 

Sobre el Puente de Carlos llaman la atención dos hileras de estatuas de carácter religioso. La primera fue la de San Juan Nepomuceno, vicario de Praga, una suerte de reivindicación pues en 1393 había sido arrojado al vacío desde ese mismo lugar. El sacerdote se habría negado a revelar los secretos de confesión de la esposa del celoso rey Wenceslao.

Los Asirios


Los asirios irrumpieron en la escena política de la Mesopotamia a finales de la Edad del Bronce como una tribu guerrera desde la periferia norte de la Mesopotamia. A finales del siglo XIII, el rey asirio Tukultininurta I se precipitó a Mesopotamia y conquistó Babilonia. Tras el asesinato de Tukultininurta I por manos de sus propios hijos, el imperio asirio entró en decadencia durante los próximos siglos. Pero en los comienzos de la Edad del Hierro, los asirios se volvieron más fuerte que nunca. Durante el reinado de Asurbanipal a mediados del siglo VII aC, los asirios habían conquistado casi la totalidad del mundo conocido de los montes Zagros de Persia en el Oriente, a Egipto y Anatolia oriental en Occidente: el imperio más grande que el mundo había visto. 

El arte asirio fue uno de los más detallados y realistas del mundo, los temas artísticos se concentraron en temas de caza, mostrando la grandeza de los reyes asirios, la guerra, y la representación de la tortura brutal y matanzas de los pueblos subyugados. Los asirios se enorgullecieron de la crueldad y la opresión de sus súbditos, y usaron su arte como propaganda para asustarles a la sumisión. Los asirios fueron el primer imperio en practicar las migraciones forzadas en masa de los pueblos conquistados, entendían que los pueblos tendrían menos probabilidades de rebelarse si se les retiraba de sus países de origen y reasentándolos en otros países con lenguas y culturas exóticas. Una de estas migraciones forzadas era la de los judíos de Israel, la historia de que se cuenta en los textos bíblicos y los textos asirios.

Durante gran parte del comienzo de la Edad del Hierro, vivir en el Oriente Medio hubiera significado vivir bajo el brutal dominio de los asirios. Sin embargo, la influencia asiria se considero mucho más allá de las fronteras del Imperio en sí. Está influencia consideró todo el Mediterráneo hasta Iberia, donde se tomo la influencia de los asirios por la demanda asiria de los recursos de metal. Los asirios no fueron grandes navegantes, pero toleraban la independencia de las ciudades de la costa fenicia con la condición de que pagaran tributo a la gran corona de asiria. La demanda asiria de los metales preciosos fue la principal causa de la colonización fenicia en el Mediterráneo occidental.

La religión asiria se configuraba de la siguiente manera. El dios supremo de los asirios era Asur al cual no se le elevaban templos. De él emanaban los otros dioses:

Anu, el capito de las tinieblas en figura de hombre con cola de águila y cubierto con una cabeza de pez.

Bel, el soberano de los espíritus en forma de rey sentado sobre el trono

Floor, el señor del mundo visible en forma de genio con cuatro alas desplegadas

La Luna y los cinco planetas a todos los cuales se erigían templos, verdaderos observatorios desde cuya azotea los sacerdotes podían seguir todos sus movimientos. Pensaban los sacerdotes que estos astros, por lo mismo, eran potentes dioses que obraban intensamente sobre la vida de los hombres.

Todo mortal viene al mundo bajo la influencia de un planeta y este momento decide su destino. Puede predecirse por lo tanto el destino que le espera conociendo el planeta bajo el cual ha nacido y de ahí el horóscopo y lo que ocurre en el cielo es el anuncio de lo que sucederá en la tierra, así, por ejemplo, un cometa anuncia una revolución. Los sacerdotes podían predecir los acontecimientos. A ellos se debe la astrología.

martes, 15 de enero de 2013

San Francisco de Sales

Nació en el Castillo de Sales, proveniente de una familia noble, a los 13 años viajó a París para estudiar con los jesuitas, después a la Universidad de París y de allí a la de Padua estudiando Derecho y Teología. Su deseo de ser Sacerdote ya estaba presente pero oculto a su padre, sólo su madre y amigos íntimos lo sabían. Tomó como ejemplos de vida a San Francisco de Asís y a San Felipe Neri con lo que desarrolla una personalidad alegre, paciente y optimista. Sus inicios como sacerdote los ejerció entre los pobres.

En 1594, fue hacia la zona del Chablais dominada por calvinistas. En un inicio fue echado por los pobladores y tuvo que pasar temporadas viviendo en la intemperie y de manera rudimentaria evitando 2 intentos de asesinato e incluso ataques de lobos, pero su celo y trabajo empezó a dar fruto, sumado a su carácter amable y paciente y una propaganda hecha a mano y distribuida casa por casa, profunda en su contenido refutando las ideas calvinistas, logró cautivar a los pobladores y convertirlos. Francisco de Sales resumió su labor a Juana de Chantal con esta frase: Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar a los herejes es el amor, aún sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas.

Su labor quedó manifestada con la visita del Obispo Granier 4 años más tarde cuando fue recibido por gran número de católicos, hecho que antes hubiera sido imposible. Los escritos con los que se sirvió fueron los que hicieron su primer libro de "Controversias" y revelaron el carácter de escritor de Francisco.

Su fama creció tanto por su virtud como por su sencillez. Fue nombrado Obispo Coadjutor de Ginebra; viajó a Francia y así llegó a hacerse amigo del secretario de Enrique IV y del mismo monarca, quien deseaba que Francisco se quedase allí, pero el santo rechazó la oferta volviendo a Ginebra ("prefiero a la esposa pobre", dijo). En 1602 Obispo Granier murió y Francisco tomó su lugar, su estilo de vida y carácter cobraron mayor fama ya que se reveló como un gran organizador de su diócesis llevando una vida austera y con suma preocupación por los pobres y por la formación de sus feligreses, por ello es que empezó a escribir libros de manera sencilla que gustaron a todos. Consta, además, que perteneció a la Tercera Orden Mínima.

Su encuentro con Juana de Chantal en 1604, recibiéndola como hija espiritual, dio como resultado la fundación de la Orden de la Visitación de Santa María, el 6 de junio de 1610, para mujeres jóvenes y viudas que querían vivir el llamado de Dios sin la rigurosidad de los conventos monacales. La oposición del obispo de Lyon a este novedoso tipo de congregación, les obligó a redactar una regla basada en la de San Agustín de Hipona.

Después de una temporada atendiendo a las comunidades religiosas de su diócesis fatigado por su gran labor apostólica murió a los 56 años.

En 1665 fue canonizado por el papa Alejandro VII fijando la Iglesia Católica su fiesta litúrgica el 24 de enero. En 1877 recibió el título de Doctor de la Iglesia por la eminencia de sus obras y por su vida ejemplar. Es patrono de los escritores y periodistas.

¿Qué es Luz Villera?

La Vicaría Episcopal para la Pastoral en las Villas de Emergencia de la arquidiócesis de Buenos Aires, junto con Caritas Buenos Aires, abrió hace un tiempo el local “Luz Villera”, ubicado en calle Uruguay 17, esquina avenida Rivadavia. 

Este espacio tiene como objetivo principal “ayudar a integrar las villas, los barrios obreros, al todo de la Ciudad”, y está planteado, se explica, “principalmente desde la comunicación, ya que sin ella no puede haber encuentro verdadero”. 

Allí, en el mediano plazo, cualquier persona podrá “encontrarse con la cultura popular latinoamericana que se da en la villa -piedad popular, música, bailes, imágenes, etc.”, y conocer y apreciar el trabajo pastoral de la Iglesia en estos barrios humildes. 

Los organizadores expresaron, además, el deseo de que ese espacio “sea un ámbito de reflexión y de diálogo, donde la Iglesia pueda ofrecer encuentros pastorales, sociales y políticos donde confluyan la diversidad de pensamientos que busquen el bien de los vecinos y vecinas de las villas”. 

Mientras tanto, de lunes a viernes de 7.30 a 14.30, se podrá disfrutar de una cafetería con productos elaborados por Cáritas Buenos Aires, cuya recaudación se destinará a los proyectos que apoya en las villas de la Ciudad. 

Además en forma periódica se informará de las actividades sociales, culturales y pastorales que se vayan desarrollando en el local en otros horarios. 

“Luz Villera es un espacio que quiere crecer comunicando la presencia silenciosa, laboriosa y rezadora de la Iglesia en los barrios pobres de la Ciudad”,

Fuente: www.aica.org

miércoles, 9 de enero de 2013

Orden mendicante


Es un tipo de orden religiosa católica caracterizada por vivir de la limosna de los demás. Toda orden mendicante está conformada por hermanos (del latín Fray, hermano) y hermanas (del latín Sor, hermana), así como por Terciarios, antiguamente llamados hermanos de penitencia. Los frailes conforman la Primera Orden, las sores, la Segunda Orden, y los terciario, la Tercera Orden. Sus miembros, frailes y sores, hacen voto de pobreza por el que renuncian a todo tipo de propiedades o bienes, ya sean personales o comunes, poniéndolos a disposición de la comunidad religiosa a la que pertenecen. Así viven en la pobreza, mantenidos sólo por la caridad; junto con el voto de pobreza que profesan solemnemente, también profesan los votos de castidad y obediencia.

Las órdenes mendicantes surgen en la Edad Media hacia el siglo XIII buscando dar un giro a la vida religiosa de la Iglesia católica, manteniendo la tradición monástica basada en el estudio y la contemplación, así como la vida activa de los clérigos seculares y las órdenes militares y hospitalarias. San Francisco de Asís será el modelo de fraile, un hombre que renunciando a todos los bienes materiales consagra su vida a Dios bajo los votos de castidad, obediencia y pobreza. A él se unirán once hombres más que imitando su vida peregrinarán hacia Roma donde presentarán su Regla de vida y solicitarán su aprobación. Al llegar a Roma recibirán la oposición de muchos monjes y obispos que veían en Francisco y sus hermanos en lugar de religiosos a un grupo de pordioseros, pero el papa no los vio así e Inocencio III aprobó la Orden de los Frailes Menores en 1209, siendo esta la primera orden mendicante.

En 1216, fue aprobada la Orden de los Predicadores, un grupo de religiosos que buscaban vivir en pobreza y predicar el evangelio bajo la dirección del presbítero Domingo de Guzmán. En 1244, al ver el papa Inocencio IV la aprobación y fama de que gozaban los franciscanos y dominicos, decidió convocar a todos los ermitaños de la Toscana y les impuso la Regla de San Agustín que ya vivían muchos canónigos, iniciándose así la Orden de los Ermitaños de San Agustín que en 1256, con el papa Alejandro IV vivirá su unificación definitiva hasta hoy. En 1247, el mismo Inocencio IV aprobó la regla que Alberto de Jerusalén escribió para un grupo de peregrinos que se asentó cerca del monte Carmelo en Palestina y que vivían bajo el estilo de vida que habían heredado desde los tiempos del profeta Elías. Nació así la orden carmelita.

Las órdenes mendicantes se verán caracterizadas por un «estilo de vida mixto», una mezcla entre la vida contemplativa y la vida activa. Se dedicarán a la oración, dándole importancia especial a la Eucaristía y al Oficio divino, pero a la vez a la predicación, evangelización, educación, etc. Es un error habitual vincular a la rama masculina o primera orden con la vida activa y a la rama femenina o segunda orden con la vida contemplativa: ambas buscan un equilibrio entre la contemplación y la predicación. A Diferencia de los Monasterios de Vida Monástica donde al superior se le conoce como Abad para los hombres y Abadesa para las mujeres, dándole así un puesto por encima de los demás hermanos y un cargo vitalicio, los frailes y sorelas tendrán un Prior o Priora respectivamente, puesto que todos son hermanos, y su superior es tan solo el Primero entre los hermanos, al acabar su gobierno el prior regresa a ser un hermano más.

Otra diferencia será la anulación del Voto de Estabilidad para los frailes, tradición benedictina que mandaba que el monje debía de permanecer para siempre en el monasterio al cual había ingresado y no debía de cambiar a otro, por más que sea de la misma Orden, y no podía salir del mismo más que para labores específicas y la predicación no era una de ellas, los fieles debían de acudir al monasterio para poder escuchar los evangelios; los frailes en cambio eran hombres dispuestos a ir a donde la providencia los enviase, un día podían estar en un convento, otro en una misión; un día predicando, otro atendiendo enfermos. Ellos no esperaban a los fieles, ellos iban en su búsqueda.

Los monjes visten un hábito con el cual realizan sus labores cotidianas, pero para el Oficio Divino se colocan una cogulla, una túnica encima del hábito que posee grandes pliegues y amplias mangas con una gran capucha; igual el clero secular viste la sotana como prenda de diario, pero para acudir al rezo del oficio visten el hábito coral; en cambio los frailes siempre han poseído un solo hábito tanto para la labor doméstica, predicación y la oración. Consta por lo general de una túnica larga que representa la pobreza, una correa, o cíngulo para los franciscanos, ceñida a la cintura que representa la castidad, y una capilla sobre los hombros con capulla que representa la obediencia.

Por último, otra diferencia esencial de la vida mendicante de la vida monacal será la ubicación del convento, a diferencia de los Monasterios que se ubicaban muchas veces a las afueras de la ciudad o en lugares inaccesibles como montañas o cavernas, los conventos de Frailes y Sorelas se encontrarán en medio de la ciudad para que así sean un signo visible en medio de la sociedad.

Desde su inicio los miembros de las órdenes mendicantes han gozado con una serie de privilegios, como la exoneración de la obediencia al Obispo de la diócesis, e incluso hoy en día gozan de privilegios para la absolución de pecados así llamados “reservados”.