viernes, 27 de marzo de 2015
VIDEOS CATOLICOS PARA JÓVENES
en
0:00


miércoles, 25 de marzo de 2015
CS 8 - LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN
en
0:00


martes, 24 de marzo de 2015
José de Arimatea
José de Arimatea aparece mencionado en
los cuatro evangelios en el contexto de la pasión y muerte de Jesús. Era
oriundo de Arimatea, una población en Judá, la actual Rentis, a 10 km al nordeste de Lydda,
probablemente el lugar de nacimiento de Samuel (1 S 1,1). Hombre rico (Mt
27,57) y miembro ilustre del sanedrín (Mc 15,43; Lc 23,50), tenía un sepulcro
nuevo cavado en la roca, cerca del Gólgota, en Jerusalén. Era discípulo Jesús,
pero, como Nicodemo, lo mantenía en oculto por temor a las autoridades judías
(Jn 19,38). De él dice Lucas que esperaba el Reino de Dios y no había
consentido en la condena de Jesús por parte del sanedrín (Lc23, 51).
En los momentos crueles de la
crucifixión no teme dar la cara y pide a Pilatos el cuerpo de Jesús. Concedido
el permiso por el prefecto, descuelga al crucificado, lo envuelve en una sábana
limpia y, con ayuda de Nicodemo, deposita a Jesús en el sepulcro de su
propiedad, que todavía nadie había utilizado. Tras cerrarlo con una gran roca
se marchan (Mt 27,57-60, Mc 15,42-46, Lc 23,50-53 y Jn 19,38-42). Hasta aquí
los datos históricos. Algunas leyendas, sin fundamento histórico, muestran la
importancia que se daba a los primeros discípulos de Jesús. Esos relatos pueden
estar vinculado a polémicas de algunas regiones con Roma, pero nada tienen que
ver con la verdad histórica. A partir del siglo IV surgieron tradiciones
legendarias de carácter fantástico en las que se ensalzaba la figura de José.
En un apócrifo del siglo V, las Actas de Pilato, también llamado Evangelio de
Nicodemo, se narra que los judíos reprueban el comportamiento de José y
Nicodemo a favor de Jesús y que, por este motivo, José es enviado a prisión.
Liberado milagrosamente aparece en
Arimatea. De allí regresa a Jerusalén y cuenta cómo fue liberado por Jesús. Más
fabulosa todavía es la obra Vindicta Salvatoris del siglo IV, que tuvo una gran
difusión en Inglaterra y Aquitania. En este libro se narra la marcha de Tito al
frente de sus legiones para vengar la muerte de Jesús. Al conquistar Jerusalén,
encuentra en una torre a José, donde había sido encerrado para que muriera de
hambre. Sin embargo, fue alimentado por un manjar celestial. En los siglos
XI-XIII, la leyenda sobre José de Arimatea fue coloreándose de nuevos detalles
en las islas británicas y en Francia, insertándose en el ciclo del santo Grial
y del rey Arturo. Según una de estas leyendas, José lavó el cuerpo de Jesús y
recogió el agua y la sangre en un recipiente. Después, José y Nicodemo dividieron
su contenido.
Otras leyendas dicen que José, fue el
encargado de guardar el cáliz donde se recogió la sangre que mano del costado
derecho de Jesús, se cuenta que José llevo este relicario, evangelizó Francia
(algunos relatos dicen que habría desembarcado en Marsella con Marta, María y Lázaro), España (donde
Santiago lo habría consagrado obispo), Portugal e Inglaterra. En esta última
región, la figura de José se hizo muy popular. La leyenda le hace el primer
fundador de la primera iglesia en suelo británico, en Glastonbury Tor, donde mientras
estaba dormido su báculo echó raíces y floreció. Glastonbury Abbey se convirtió
en un importante lugar de peregrinación hasta que ésta fue disuelta con la Reforma en 1539.
en
23:04


Betania y Betfagé
De acuerdo a los evangelios canónicos la Entrada a Jerusalén
describe el momento en que Jesús de Nazaret entró triunfalmente a esa ciudad,
en medio de una multitud que lo aclamaba como el Hijo de Dios. El Domingo de
Ramos conmemora este hecho. La narración de la entrada a Jerusalén está escrita
en el Nuevo Testamento, siendo mencionada por todos los evangelios canónicos: (Mateo
capítulo 21, 1-9; Marcos capítulo 11, 1-10; Lucas, capítulo 19, 28-40; Juan,
capítulo 12, 12-19) Antes de entrar a Jerusalén, Jesús se detuvo en Betania y
Betfagé, y Juan añade que cenó con Lázaro y sus hermanas María y Martha.
Betfagé, de origen
arameo, significa "casa de los higos". No es seguro si se trata de
una finca o pueblo. Eusebio de Cesarea menciona una aldea en el Monte de los
olivos, que podría ser Betfagé. El lugar se encuentra cerca de Jerusalén, junto
a Betania (Mc 11,1; Lc 19,29), al sur de la antigua calzada romana de Jericó a
Jerusalén, en la parte oriental de la cima del Monte de los olivos. Su
identificación geográfica no es segura. Hoy día se suele identificar con la
localidad de nombre árabe kefr et-tur. Según el Talmud Betfagé estaba
considerado como un barrio de Jerusalén en el Monte de los olivos (Mt 21,1; Lc
19,37). Aquí se purificaban los peregrinos antes de entrar en la Ciudad santa.
La mención de Betfagé y Betania así
como el orden en que vienen nombrados en el itinerario de Jesús del Domingo de
Ramos de Jericó a Jerusalén, según Mc 11,1 y Lc 19,29, plantean algunos problemas
a los intérpretes, lo cual se refleja ya en el desacuerdo entre Mateo, Marcos y
Lucas. Mateo ha suprimido Betania, dejando sólo Betfagé (Mt 21,1). Algunos
manuscritos importantes, al contrario, han omitido en Marcos el nombre Betfagé,
dejando sólo Betania. En Jn 12,12 no se mencionan Betfagé ni Betania, pero la
venida de Jesús a Jerusalén el Domingo de Ramos parte, según el evangelio de Juan,
de Betania (cf. 12,1-1-12).
Este desacuerdo topográfico entre los
evangelistas indica que los pormenores del itinerario de la entrada de Jesús en
Jerusalén no eran del todo claros ya para los mismos evangelistas: Mateo,
amante de la claridad, suprimió Betania, porque no veía cómo era posible que
Jesús llegase a Betfagé, estando ya a 1 km . de Jerusalén, para alejarse a Betania, a
casi 3 km
de la Ciudad Santa.
Los manuscritos del evangelio de Marcos que han suprimido Betfagé y están en
desacuerdo con la lectura mejor atestiguada de Marcos, ciertamente la original,
suprimieron Betfagé probablemente por las siguientes razones: los copistas de
estos manuscritos no comprendieron el sentido de Betfagé en el texto de Marcos
y en el itinerario de Jesús; Betania tiene para Marcos más importancia que
Betfagé, porque en Betania tenía Jesús conocidos, como Simón el Leproso, y al
retirarse por la tarde a Betania con sus discípulos no se menciona Betfagé en
el itinerario vespertino (Mc 11,11; cf. también v. 12.15.27; 14,3).
Mateo, en cambio, ordena los hechos más
lógicamente: la entrada de Jesús adquiere en Mateo un carácter mesiánico más
acentuado que en Marcos; después de la purificación del templo se retira Jesús
con sus discípulos a Betania. Aquí termina de momento el viaje de Jesús.
Admitiendo el texto mejor documentado de Marcos como el original (cf. el mismo
orden en Lc 19,28), podemos suponer que, Jesús al venir de Jericó a Jerusalén,
pasó primero por Betfagé y, dando un pequeño rodeo, llegó a Betania, que
distaba de la ciudad casi 3 km ,
y, luego, a Betfagé, ya a sólo 1
km . También es posible que el itinerario marcado por Mateo
corresponda mejor al seguido por Jesús, ya que el camino de los peregrinos de
Jericó a Jerusalén no pasaba por Betania, y que la expresión de Marcos y Lucas
"Betfagé y Betania" refleje la forma de hablar habitual de los
cristianos que en el tiempo del Nuevo Testamento visitaban estos dos lugares o
que Marcos haya añadido Betania porque para él tiene especial importancia.
Betania, era la ciudad
donde vivían María, Marta y Lázaro. Su nombre actual es El-Azariyeh (“el lugar
de Lázaro”). Esta situada a 3
Km . al este de Jerusalén en la ladera oriental del monte
de los Olivos. Las ruinas mas
antiguas que allí se encuentran constan de una tumba en forma de cueva, que
algunos consideran sea la tumba de Lázaro. La supuesta tumba de Lázaro es una
caverna a la cual se llega por medio de unos 25 escalones. Existe poca
posibilidad de que ésta hubiera estado relacionada en alguna forma con la
sepultura de Lázaro, aunque así se ha indicado desde el año 300 d.C.
en
23:03


It's all Good
El álbum elegido para el programa de
esta semana es: It's all Good
Brian Simpson es un tecladista y
compositor que ha incursionado con regularidad del jazz al pop y por el rhythm
and blues. Nacido en Gurnee, Illinois. Se mudo a los Ángeles luego de graduarse
y obtener su título de música en la Universidad del Norte de Illinois, se mudó a Los
Ángeles, donde encontró trabajo tocando con artistas como de Boney James,
Norman Brown, y Everette Arpa. Esto dio lugar a períodos de gira con una variedad
de artistas pop, incluyendo Janet Jackson y Teena Marie.
Simpson ha trabajado con artistas como
Stanley Clarke, Kirk Whalum, y George Duke. Desde finales de los 90, se ha
desempeñado como director musical para el saxofonista Dave Koz. Simpson ha lanzado
varios álbumes como solista, incluyendo 1995 de Closer Still y de 2005 It's
all Good. Dos años más tarde, Simpson entregó el álbum Above the Clouds.
En 2010, estreno el álbum South Beach, en el 2013, Simpson lanzó
su quinto álbum en solitario, Just What
You Need, con apariciones especiales de Gerald Albright, Marc Antoine, Elan
Trotman, y Jonathan Butler. En el 2015 ha lanzado su último trabajo Out of a Dream.
en
22:35


martes, 17 de marzo de 2015
When You´re Smiling
El álbum elegido para el programa de esta semana es: When You´re Smiling, un trabajo discográfico exquisito, donde Matt dislumbra con su voz acompañado de una orquesta increíble que revive los mejores clásicos.
en
22:27


Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín
Al
arribar al suelo rioplatense, el entonces teniente coronel de caballería, José
de San Martín tomó noticia del deplorable estado en que se encontraba la
organización militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
recientemente alzadas en armas contra el poder imperial de la metrópolis
española. Ante esta problemática, el Gobierno Superior Provisional del país
otorgó el 16 de marzo de 1812 a San Martín el grado de "Teniente Coronel de Caballería", y lo nombró
conjuntamente "Comandante del
Escuadrón de Granaderos que ha de organizarse", previendo la necesidad
de conformar un cuerpo de caballería idóneo y cualificado, compuesto por
voluntarios rigurosamente seleccionados, cumpliendo parámetros de conducta y
personalidad muy elevados.
El
objetivo que perseguía San Martín con la creación de este nuevo cuerpo de
Caballería no era solo el de dotar a las precarias milicias revolucionarias del
Río de la Plata con una mayor cantidad de efectivos para poder contener los
embates del ejército realista, sino también la constitución de una unidad
militar ejemplar, dotada de los mejores soldados y oficiales con los que
contara la patria nueva, y que sirviera de insignia dentro de las Fuerzas
Armadas. Desde sus inicios, se estipuló que el regimiento debía estar
conformado por cuatro escuadrones de tres compañías cada uno; y fue así que
bajo la estricta tutela de su jefe fundador al realizar la selección de sus
integrantes, en el mes de mayo de 1812, quedó conformado el primero de sus
escuadrones y sus dos compañías respectivas.
En
la noche del día 3 de febrero de 1813, tras días de marcha forzada, San Martín
y los granaderos arribaron al convento de San Carlos, cuyo Guardián era el
Fraile Pedro García, en San Lorenzo, provincia de Santa Fe. La incursión se
enmarcaba en la misión asignada por el Gobierno de Buenos Aires al coronel del
recientemente formado regimiento, en la que se le ordenaba destacar una sección
de su unidad para proteger las costas del Río Paraná desde Zárate hasta Santa
Fe, en prevención de posibles incursiones enemigas; en tal situación, y por la
sumatoria de la más intrincada cadena de circunstancias casuales, es que San
Martín toma conocimiento del futuro desembarco realista en las cercanías del
convento, y decide aprestarse a su encuentro para evitar el reabastecimiento de
víveres de la flota española en tierra a fin de retrasar o evitar futuros
avances en tierra.
El
plan de San Martín era aguardar el arribo enemigo con sus 120 granaderos al
amparo de los muros del convento; frente a éste se extiende una alta planicie,
muy propicia para las maniobras de caballería; más allá, el borde de un
barranco acantilado, y luego unos 300 metros de playa hasta la orilla. El
objetivo era evitar que los españoles sospecharan su presencia, lograr que se
acercaran hasta el terreno mencionado y una vez allí lanzar el ataque sin
darles tiempo de organizar la defensa. A tal fin, San Martín estudió las
posiciones y disponibilidad de recursos del enemigo, y dispuso la división de su
contingente en dos escuadrones: el 1º, al mando del capitán Justo Bermúdez, con
órdenes de flanquear y cortar la retirada a los invasores; y el 2º, a su propio
mando. El comandante arengó a sus hombres, que se hallaban a punto de combatir
por primera vez, y explicó a Bermúdez que le daría las órdenes posteriores una
vez en combate, otorgando a ambos escuadrones sus posiciones a izquierda y
derecha del convento, a la espera de la orden de ataque.
A
la señal del clarín ambos escuadrones se lanzaron sobre las líneas enemigas,
formadas por unos 250 hombres dispuestos en dos columnas paralelas con el
pabellón desplegado, y dos piezas de artillería al centro. Los realistas sólo
atinaron a replegarse en forma desorganizada sobre las mitades de retaguardia,
intentando repeler el sorpresivo poder de la carga simultánea impartida por
ambos flancos de las líneas de tropa, a lo que respondieron con fuego de
mosquete y bayoneta calada. Según una tradición muy difundida, en este audaz
movimiento el soldado Juan Bautista Cabral, viendo en peligro la vida de su
Comandante, el Coronel San Martín, (que habría quedado atrapado bajo su
caballo, muerto por la metralla enemiga, y sin posibilidades de movimiento o
defensa alguna), decide lanzarse heroicamente al encuentro de una bayoneta
realista a punto de atravesar al Libertador, sacrificando su propia vida en pos
de la de su oficial. La leyenda le atribuye haber proferido la siguiente frase,
instantes antes de morir: ¡Muero
contento; hemos batido al enemigo!
Tras
las derrotas de los independentistas en Vilcapugio y Ayohuma y la retirada del
ejército de Manuel Belgrano, quien trataba de retrasar el avance enemigo
empleando su táctica de "tierra
arrasada", San Martín debía contener a los españoles en la frontera
norte y quitarles el control de Montevideo (ciudad peligrosamente cercana a
Buenos Aires y que servía de punto de abastecimiento y concentración de tropas
para el ejército realista). El gobierno de Buenos Aires lo envió entonces en
auxilio de Belgrano, próximo a arribar a Tucumán. Para tal tarea, se destinó al
1º y 2º escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo, y se le sumaron el 1º
batallón del 7º Regimiento de Infantería y un contingente de 100 artilleros,
quienes lograron llegar a Tucumán el 12 de enero de 1814.
En
el Perú sus efectivos disminuyeron para conformar unidades peruanas. A principios
de 1821, el Escuadrón de Granaderos a Caballo del Perú se formó con cuadros
tomados de los Granaderos de los Andes. Esa unidad participó en las campañas de
la Sierra al mando del sargento mayor José Félix Aldao. Al terminar la campaña
se distribuyó entre los Granaderos de los Andes y los Húsares de la Legión
Peruana de la Guardia. El 24 de abril de 1822 un escuadrón de 96 granaderos, al
mando del sargento mayor Juan Galo Lavalle, protagonizó la Batalla de Riobamba
(en Riobamba, Ecuador), considerada la más brillante victoria de caballería en
la Guerra de la Independencia. Formaba parte de las fuerzas que San Martín
envió en apoyo del general Antonio José de Sucre al Ecuador en ayuda del
Ejército de la Gran Colombia. Por esta acción Simón Bolívar lo denominó
Granaderos de Riobamba. El 24 de mayo participaron en la Batalla de Pichincha.
El
presidente Bernardino Rivadavia los transformó en su escolta presidencial por
decreto del 23 de abril de 1826. Participaron en la Guerra del Brasil, siendo
una parte de ellos la escolta del General en Jefe del Ejército de Operaciones,
Carlos de Alvear. Participaron en acciones como la batalla de Ituzaingó y al
finalizar la guerra fue disuelto el regimiento.
en
22:09


VIRGEN MARÍA DEL CAMPANARIO DE CHILECITO-LA RIOJA
El
hecho ocurrió entre las cero y las 06:45 del 29 de Septiembre del 2006, con las
últimas horas de luz en que se diluyó. De acuerdo con los testimonios fue más
nítida en algunos momentos. Unas doscientas personas, que iban renovándose a
medida que se conocía el fenómeno tomaron distintas actitudes: rezaron,
observaron en silencio y mostraron curiosidad.
A
las 20:00 comenzó a observarse la imagen habiéndose concentrado gran cantidad
de gente. Cabe señalar que la iglesia fue abierta pero algunos testimonios
daban cuenta que sólo se observaba a la distancia pues cuando se acercaban se
diluía. A las 21:00, el párroco Vega comenzó a oficiar una misa. El doctor
Sergio Julio, quien es catequista de confirmación y miembro del grupo Senda,
comentó que:
“Anoche cuando venía de
la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, donde estamos organizando un retiro para
jóvenes y como soy del barrio siempre paso por la capilla y me persigno. Anoche
fue algo especial porque algo me hizo mirar hacia el campanario y vi la silueta
de una mujer brillante. Le saqué una foto con el celular. Me quede muy
impresionado y me fui a mi casa donde todos veían lo mismo. A los minutos
volvimos y ya todos se habían anoticiado, se llenó la plaza de jóvenes y gente
mayor, que rezó toda la noche el rosario”.
Recordó
que cuando iba a la reunión, se estaba rezando la novena a la Virgen del
Rosario de San Nicolás y solo había tres personas “me dio mucha tristeza ver tan poca gente, en cambio después de la aparición
estaba lleno. Creo que la Virgen quiere compartir con sus hijos este momento,
porque la novena es un tiempo de gracia y ella quiere que sus hijos no
desaprovechen esa gracia”. Alegría Inmensa Otro testimonio fue el de
Graciela Barrionuevo, que manifestó que “sentimos
una alegría inmensa al ver la silueta de la Virgen María y realmente se
vivieron momentos muy emocionantes por ver la cantidad de chicos que estuvieron
anoche con mucha ansiedad por ver”.
“Sentimos la sensación de
estar muy cerca de la Virgen, cuando rezábamos era como que se iluminaba más la
imagen. Pudimos ver que se la veía contenta. Además hay gente como yo que pudo
divisar también el rostro de Cristo en otro vértice”, remarcó. La voz de la
Iglesia También se llegó al lugar el padre Lorenzo González, quien reconoció
que mucha gente le dijo haber observado el “reflejo
de la Virgen”, aunque “hay que ser
considerado aún, porque sabemos que en general este tipo de fenómeno se dan si
es del beneplácito de Dios, él es dueño de dar indicaciones o de manifestarse a
través de ciertos signos, sin duda sirviéndose de nuestra psicología”.
Durante
toda la noche, las personas que constataron la aparición rezaron con mucho
fervor y su emoción llegó hasta las lágrimas. Las miradas se perdían en el
resplandor de la fuerte luz que irradiaba la imagen, mientras surgían opiniones
acerca del mensaje de la Madre de Jesús. Para algunos se trata la imagen típica
de la virgen María con sus brazos extendidos; para otros es la virgen de la
Medalla Milagrosa o la Virgen de la Merced. De costado algunos dicen ver una
imagen de Jesús o del Sagrado Corazón.
Un
año pasó desde la aparición de la Imagen de la Virgen del Campanario, el 29 de
Septiembre de 2006. La imagen está, y permanece como casi en ningún lugar en el
mundo ha permanecido, y los registros fotográficos han podido demostrar, no
solo la Virgen, sino además mensajes que no tienen una explicación lógica. El
21 de Marzo de 2007, los sacerdotes y religiosos del Decanato oeste, se
reunieron con el Obispo de La Rioja, Monseñor Roberto Rodríguez, en Nonogasta,
donde se reconoció oficialmente que la presencia de la Virgen que se muestra
delante de un ambón con el libro de la Palabra de Dios en el campanario de la
Capilla Santo Domingo es un Signo Mariano.
en
21:00


martes, 10 de marzo de 2015
¿Por qué bostezamos?
Desde siempre, se ha considerado al
bostezo como una expresión de cansancio y aburrimiento, e inclusive,
investigaciones anteriores han concluido que el contagio del bostezo tiene una
relación directa con la empatía entre las personas. Sin embargo, una vez más,
la ciencia se ha encargado de cuestionar dichas conclusiones. Hay un nuevo
estudio que demuestra que los bostezos no son contagiosos por simple empatía.
¿Qué quiere decir esto? Vamos a averiguarlo.
Lo que ninguna investigación ha
cuestionado es que los bostezos son contagiosos, tanto para humanos como para
chimpancés; y dicho contagio se puede producir cuando se ven, oyen o piensa en
ellos. Pero mientras lo expuesto anteriormente no tiene discusión, la razón por
la cual algunas personas son más sensibles al contagio de los bostezos que
otras sigue siendo una pregunta sin respuesta.
La idea previa al estudio era afirmar o
desmentir lo que se creía hasta ahora respecto a las causas y relaciones
emocionales de los bostezos. Los responsables reclutaron a 328 colaboradores.
Además de ver un vídeo de 3 minutos de bostezos interrumpidos, los voluntarios
se expusieron a pruebas cognitivas, demográficas y a un cuestionario sobre
empatía, somnolencia y energía.
Con toda la información recopilada, los
científicos verificaron que 222 de los 328 participantes de la prueba,
bostezaron al menos una vez y de forma estable, algo que se emparentó como una
respuesta de contagio. Pero, sin embargo, al analizar el resto de los datos,
los expertos no encontraron ningún vínculo destacable entre los bostezos y la
empatía, la capacidad intelectual o la hora del día.
No obstante, la sorpresa llegó cuando
se percataron de que sí existía una conexión entre los bostezos y la edad de
aquellos que los manifiestan. En consonancia con esta sorprendente relación,
los analistas vieron que las personas más jóvenes eran más propensas a los
bostezos, mientas que a mayor edad, menor es la incidencia de este síntoma.
“Un bostezo es la acción incontrolada
de abrir la apertura bocal, con separación muy amplia de las mandíbulas, para
realizar una inhalación profunda a la que sigue una espiración de algo menos de
lo inhalado, con cierre final de la boca”, dice Wikipedia. Esta acción, que a
menudo va acompañada de entrecerrar los ojos, estirar la cabeza hacia atrás y
desperezarse, ha sido estudiada por diferentes instituciones y universidades.
Si bien no existe un consenso acerca de por qué bostezamos, algunas teorías
intentan dar una explicación.
Teoría fisiológica
La teoría se basa en la necesidad del
cuerpo humano por obtener oxígeno y eliminar la acumulación de dióxido de
carbono. Es decir que cuando nos falta oxígeno (sin llegar a extremos como el
ahogo o la asfixia), nuestro cuerpo intenta encontrarlo en una gran bocanada de
aire. Este principio sería la razón, explica la teoría, de por qué bostezamos
cuando estamos con un grupo de personas en una habitación cerrada por ejemplo.
¿Sabías que...?
Los bebés pueden bostezar a partir de
las 11 semanas de concepción.
El 55% de las personas que te ven
bostezar harán lo mismo en los 5 minutos siguientes.
Un bostezo dura unos 6 segundos.
Tu ritmo cardíaco puede aumentar un 30
por ciento cuando bostezas.
Los peces, las serpientes, las
tortugas, los cocodrilos y las aves bostezan.
Las personas no videntes pueden
bostezar cuando escuchan un bostezo en una cinta.
Los animales vertebrados bostezan.
Los atletas olímpicos bostezan antes de
una competencia.
Más allá de toda teoría y especulación,
bostezar es uno de los actos más placenteros que tenemos. La próxima vez que te
dan ganas de hacerlo, estira tus brazos y piernas lo más que puedas, echa la cabeza
hacia atrás y relaja todo tu cuerpo. Es lindo bostezar así ¿verdad?
en
20:39


Gengis Kan
La vida de Gengis Kan es una serie ininterrumpida de batallas victoriosas: la primera la libró contra los merkitas, en castigo por haber raptado a Burte, su mujer, y el éxito se lo debió a la ayuda que le brindó la tribu de los keraitos, un pueblo turcomongol que contaba con muchos cristianos nestorianos y musulmanes. El jefe de los keraitos, Toghrul, puso a su disposición una tropa numerosa para atacar a los merkitas, y cuenta la «saga mongola» que, como resultado de la expedición punitoria, trescientos hombres fueron pasados a cuchillo y las mujeres fueron convertidas en esclavas. Después de vencer a los merkitas, el futuro Gengis Kan ya no se encontró solo: tribus enteras se unieron a él. Su campamento crecía día a día y a su alrededor se forjaban ambiciosos planes, como el de hacer la guerra a Tartugai. En 1188 logró reunir un ejército de 13.000 hombres para enfrentarse a los 30.000 guerreros de Tartugai, y los derrotó cómodamente, señalando así el que sería su destino: luchar siempre contra enemigos muy superiores en número y vencerlos. De resultas de esta victoria volvió a establecerse nuevamente en los territorios de su familia, cerca del río Onón, y todas las tribus que a la muerte de su padre le habían abandonado volvieron a reunirse a su alrededor, reconociéndolo como único jefe legítimo.
Corría el año 1196, y entre los mongoles corrió la voz de que había llegado el momento de elegir un nuevo rey de los mongoles entre los jefes de los campamentos. Cuando el chamán declaró que el Eterno Cielo Azul había destinado a Temujin para tal cargo nadie se opuso, y la elección del nuevo kan, que entonces contaba con veintiocho años de edad, fue celebrada con gran esplendor. Temujin se preocupó ante todo de fortalecer su propia tribu, de constituir un verdadero ejército y también de estar informado de cuanto acaecía en sus tribus vasallas. Bajo su mandato logró unificar a todas las tribus mongoles para ir a la guerra contra los pueblos nómadas del sur, los tártaros, y les infligió una severa derrota en 1202. En recompensa el emperador chino, enemigo acérrimo de los tártaros, le concedió el título de plenipotenciario entre los rebeldes de la frontera. Su alianza con el kan de los keraitos, por otra parte, le daba cada vez mayor poder. Los pueblos que no se le sometían eran derrotados en el campo de batalla y empujados hacia la selva o los desiertos, y sus propiedades repartidas a manos de los vencedores. Así la fama de los mongoles eclipsó la de todas las demás tribus, expandiéndose hasta los confines de las estepas.
En el 1206, Año de la Pantera, cuando ya todas las tribus de la Alta Mongolia estaban bajo su dominio, Temujin se hizo nombrar Gran Kan, o emperador de emperadores, con el hombre de Gengis. En el curso de una importante asamblea de jefes, Temujin expuso su idea de que el interés general exigía nombrar un kan supremo, capaz de reunir toda la fuerza nómada y lanzarla a la conquista de ciudades fabulosas, de llanuras salpicadas de prósperas casas de labranza y de puertos riquísimos donde atracaban los navíos extranjeros. Ante la enumeración de estas posibilidades, los mongoles se estremecieron de codicia. ¿Quién podía ser ese caudillo de caudillos? El nombre de Temujin, que ya había sido aclamado jefe de una importante confederación de tribus y era a la vez respetado y temido, voló de boca en boca. Oponerse a su idea podía ser peligroso, y apoyarla no era sino consagrar un estado de cosas y quizás conseguir grandes botines.
Gengis Kan dedicó sus esfuerzos a poner orden en las estepas, imponiendo una severa jerarquía en el mosaico de tribus y territorios que se hallaban bajo su dominio. Reinó de acuerdo a las leyes fijas del severo código mongol conocido con el hombre de Yasa, que sirvió de base para las instituciones civiles y militares, y organizó su reino de modo que sirviese exclusivamente para la guerra. Inculcó a sus súbditos la idea de nación y les puso a trabajar en la producción de alimentos y material bélico para su ejército, reduciendo sus necesidades al mínimo exigido por la vida diaria con objeto de que todos los esfuerzos y las riquezas sirviesen para sostener a los combatientes. En el año 1211 Gengis Kan reunió todas sus fuerzas. Convocó a los guerreros que vivían desde el Altai hasta la montaña Chinggan para que se presentaran en su campamento a orillas del río Kerulo. Al este de su imperio estaba China, con su antiquísima civilización. Al oeste, el Islam, o el conjunto de naciones que habían surgido tras la estela de Mahoma. Más a occidente se extendía Rusia, que era entonces un conglomerado de pequeños estados, y la Europa central. Gengis Kan decidió atacar primero China. En 1211 atravesó el desierto de Gobi y cruzó la Gran Muralla. La mayor conquista de los mongoles, la que los transformaría en un poder mundial, estaba al caer. Aprovechando que el país se hallaba en guerra civil, se dirigieron contra la China del norte, gobernada por la dinastía de los Kin, en una serie de campañas que terminaron en 1215 con la toma de Pekín.
En poco más de diez años, el imperio había crecido hasta abarcar desde las orillas del Pacífico hasta el mismo corazón de Europa, incluyendo casi todo el mundo conocido y más de la mitad de los hombres que lo poblaban. Karakorum, la capital de Mongolia, era el centro del mundo oriental, y los mongoles amenazaban incluso con aniquilar las fuerzas del cristianismo. Gengis Kan no había perdido jamás una batalla, a pesar de enfrentarse a naciones que disponían de fuerzas muy superiores en número. Es probable que jamás lograra poner a más de doscientos mil hombres en pie de guerra; sin embargo, con estas huestes relativamente pequeñas, pulverizó imperios de muchos millones de habitantes. ¿Por qué su ejército era indestructible? La materia prima de Gengis Kan eran los jinetes y los caballos tártaros. Los primeros eran capaces de permanecer sobre sus cabalgaduras un día y una noche enteros, dormían sobre la nieve si era necesario y avanzaban con igual ímpetu tanto cuando comían como cuando no probaban bocado. Los corceles podían pasar hasta tres días sin beber y sabían encontrar alimento en los lugares más inverosímiles. Además, Gengis Kan proveyó a sus soldados de una coraza de cuero endurecido y barnizado y de dos arcos, uno para disparar desde el caballo y otro más pesado, que lanzaba flechas de acero, para combatir a corta distancia. Llevaban también una ración de cuajada seca, cuerdas de repuesto para los arcos y cera y aguja para las reparaciones de urgencia. Todo este equipo lo guardaban en una bolsa de cuero que les servía, hinchándola, para atravesar los ríos.
Pero Gengis Kan supo también ganar más de una batalla sin enviar ni un solo soldado al frente, valiéndose exclusivamente de la propaganda. Los mercaderes de las caravanas formaban su quinta columna, pues por medio de ellos contrataba los servicios de agentes en los territorios que proyectaba invadir. Así llegaba a conocer al detalle la situación política del país enemigo, se enteraba de cuáles eran las facciones descontentas con los reyes y se las ingeniaba para provocar guerras intestinas. También se servía de la propaganda para sembrar el terror, recordando a sus enemigos los horrores que había desencadenado en las naciones que habían osado enfrentársele. Someterse o perecer, rezaban sus advertencias.
Tal fue la extraordinaria máquina militar con que Gengis Kan conquistó el mundo. En el invierno de 1227, las tropas mongoles, acompañadas por todos los hijos y nietos de Gengis Kan, emprendieron la marcha hacia el este, para invadir el reino tangut, en China. Cuando ya nada podía salvar a las poblaciones del fuego y de la espada, el viejo Kan se sintió próximo a su fin. Ninguna enfermedad se había manifestado en él, pero su instinto certero para la muerte le advirtió de que estaba cerca, y reunió a sus hijos para repartir los territorios de su vasto imperio: para el mayor, Yuci, fueron las estepas del Aral y del Caspio; a Yagatay le correspondió la región entre Samarcanda y Tufán; a Ogodei le fue otorgada la región situada al este del lago Baikal; para el hijo menor, Tuli, fueron los territorios primitivos, cerca del Onón.
Gengis Kan murió el 18 de agosto de 1227, antes de lograr la rendición china. Su última orden fue no divulgar la noticia de su muerte hasta que todas las guarniciones hubieran llegado a su destino y todos los príncipes se encontraran en sus campamentos. Durante cuarenta años había sido el centro del mundo asiático, al que había transformado con sus guerras y conquistas. Las tribus mongoles eran ahora un pueblo robusto y disciplinado, con generales y estrategas de talento educados en su escuela. Tras su fallecimiento, el enorme rodillo mongol siguió aplastando gentes y naciones. Sus sucesores dominaron toda Asia, penetraron aún más en Europa y derrotaron a húngaros, polacos y alemanes. Después, el imperio decayó hasta desaparecer. Los mongoles son hoy un ramillete insignificante de tribus nómadas, y Karakorum yace sepultada bajo las arenas movedizas del desierto de Gobi. Hasta el nombre de la ciudad se ha borrado de la memoria de las gentes.
Corría el año 1196, y entre los mongoles corrió la voz de que había llegado el momento de elegir un nuevo rey de los mongoles entre los jefes de los campamentos. Cuando el chamán declaró que el Eterno Cielo Azul había destinado a Temujin para tal cargo nadie se opuso, y la elección del nuevo kan, que entonces contaba con veintiocho años de edad, fue celebrada con gran esplendor. Temujin se preocupó ante todo de fortalecer su propia tribu, de constituir un verdadero ejército y también de estar informado de cuanto acaecía en sus tribus vasallas. Bajo su mandato logró unificar a todas las tribus mongoles para ir a la guerra contra los pueblos nómadas del sur, los tártaros, y les infligió una severa derrota en 1202. En recompensa el emperador chino, enemigo acérrimo de los tártaros, le concedió el título de plenipotenciario entre los rebeldes de la frontera. Su alianza con el kan de los keraitos, por otra parte, le daba cada vez mayor poder. Los pueblos que no se le sometían eran derrotados en el campo de batalla y empujados hacia la selva o los desiertos, y sus propiedades repartidas a manos de los vencedores. Así la fama de los mongoles eclipsó la de todas las demás tribus, expandiéndose hasta los confines de las estepas.
En el 1206, Año de la Pantera, cuando ya todas las tribus de la Alta Mongolia estaban bajo su dominio, Temujin se hizo nombrar Gran Kan, o emperador de emperadores, con el hombre de Gengis. En el curso de una importante asamblea de jefes, Temujin expuso su idea de que el interés general exigía nombrar un kan supremo, capaz de reunir toda la fuerza nómada y lanzarla a la conquista de ciudades fabulosas, de llanuras salpicadas de prósperas casas de labranza y de puertos riquísimos donde atracaban los navíos extranjeros. Ante la enumeración de estas posibilidades, los mongoles se estremecieron de codicia. ¿Quién podía ser ese caudillo de caudillos? El nombre de Temujin, que ya había sido aclamado jefe de una importante confederación de tribus y era a la vez respetado y temido, voló de boca en boca. Oponerse a su idea podía ser peligroso, y apoyarla no era sino consagrar un estado de cosas y quizás conseguir grandes botines.
Gengis Kan dedicó sus esfuerzos a poner orden en las estepas, imponiendo una severa jerarquía en el mosaico de tribus y territorios que se hallaban bajo su dominio. Reinó de acuerdo a las leyes fijas del severo código mongol conocido con el hombre de Yasa, que sirvió de base para las instituciones civiles y militares, y organizó su reino de modo que sirviese exclusivamente para la guerra. Inculcó a sus súbditos la idea de nación y les puso a trabajar en la producción de alimentos y material bélico para su ejército, reduciendo sus necesidades al mínimo exigido por la vida diaria con objeto de que todos los esfuerzos y las riquezas sirviesen para sostener a los combatientes. En el año 1211 Gengis Kan reunió todas sus fuerzas. Convocó a los guerreros que vivían desde el Altai hasta la montaña Chinggan para que se presentaran en su campamento a orillas del río Kerulo. Al este de su imperio estaba China, con su antiquísima civilización. Al oeste, el Islam, o el conjunto de naciones que habían surgido tras la estela de Mahoma. Más a occidente se extendía Rusia, que era entonces un conglomerado de pequeños estados, y la Europa central. Gengis Kan decidió atacar primero China. En 1211 atravesó el desierto de Gobi y cruzó la Gran Muralla. La mayor conquista de los mongoles, la que los transformaría en un poder mundial, estaba al caer. Aprovechando que el país se hallaba en guerra civil, se dirigieron contra la China del norte, gobernada por la dinastía de los Kin, en una serie de campañas que terminaron en 1215 con la toma de Pekín.
En poco más de diez años, el imperio había crecido hasta abarcar desde las orillas del Pacífico hasta el mismo corazón de Europa, incluyendo casi todo el mundo conocido y más de la mitad de los hombres que lo poblaban. Karakorum, la capital de Mongolia, era el centro del mundo oriental, y los mongoles amenazaban incluso con aniquilar las fuerzas del cristianismo. Gengis Kan no había perdido jamás una batalla, a pesar de enfrentarse a naciones que disponían de fuerzas muy superiores en número. Es probable que jamás lograra poner a más de doscientos mil hombres en pie de guerra; sin embargo, con estas huestes relativamente pequeñas, pulverizó imperios de muchos millones de habitantes. ¿Por qué su ejército era indestructible? La materia prima de Gengis Kan eran los jinetes y los caballos tártaros. Los primeros eran capaces de permanecer sobre sus cabalgaduras un día y una noche enteros, dormían sobre la nieve si era necesario y avanzaban con igual ímpetu tanto cuando comían como cuando no probaban bocado. Los corceles podían pasar hasta tres días sin beber y sabían encontrar alimento en los lugares más inverosímiles. Además, Gengis Kan proveyó a sus soldados de una coraza de cuero endurecido y barnizado y de dos arcos, uno para disparar desde el caballo y otro más pesado, que lanzaba flechas de acero, para combatir a corta distancia. Llevaban también una ración de cuajada seca, cuerdas de repuesto para los arcos y cera y aguja para las reparaciones de urgencia. Todo este equipo lo guardaban en una bolsa de cuero que les servía, hinchándola, para atravesar los ríos.
Pero Gengis Kan supo también ganar más de una batalla sin enviar ni un solo soldado al frente, valiéndose exclusivamente de la propaganda. Los mercaderes de las caravanas formaban su quinta columna, pues por medio de ellos contrataba los servicios de agentes en los territorios que proyectaba invadir. Así llegaba a conocer al detalle la situación política del país enemigo, se enteraba de cuáles eran las facciones descontentas con los reyes y se las ingeniaba para provocar guerras intestinas. También se servía de la propaganda para sembrar el terror, recordando a sus enemigos los horrores que había desencadenado en las naciones que habían osado enfrentársele. Someterse o perecer, rezaban sus advertencias.
Tal fue la extraordinaria máquina militar con que Gengis Kan conquistó el mundo. En el invierno de 1227, las tropas mongoles, acompañadas por todos los hijos y nietos de Gengis Kan, emprendieron la marcha hacia el este, para invadir el reino tangut, en China. Cuando ya nada podía salvar a las poblaciones del fuego y de la espada, el viejo Kan se sintió próximo a su fin. Ninguna enfermedad se había manifestado en él, pero su instinto certero para la muerte le advirtió de que estaba cerca, y reunió a sus hijos para repartir los territorios de su vasto imperio: para el mayor, Yuci, fueron las estepas del Aral y del Caspio; a Yagatay le correspondió la región entre Samarcanda y Tufán; a Ogodei le fue otorgada la región situada al este del lago Baikal; para el hijo menor, Tuli, fueron los territorios primitivos, cerca del Onón.
Gengis Kan murió el 18 de agosto de 1227, antes de lograr la rendición china. Su última orden fue no divulgar la noticia de su muerte hasta que todas las guarniciones hubieran llegado a su destino y todos los príncipes se encontraran en sus campamentos. Durante cuarenta años había sido el centro del mundo asiático, al que había transformado con sus guerras y conquistas. Las tribus mongoles eran ahora un pueblo robusto y disciplinado, con generales y estrategas de talento educados en su escuela. Tras su fallecimiento, el enorme rodillo mongol siguió aplastando gentes y naciones. Sus sucesores dominaron toda Asia, penetraron aún más en Europa y derrotaron a húngaros, polacos y alemanes. Después, el imperio decayó hasta desaparecer. Los mongoles son hoy un ramillete insignificante de tribus nómadas, y Karakorum yace sepultada bajo las arenas movedizas del desierto de Gobi. Hasta el nombre de la ciudad se ha borrado de la memoria de las gentes.
en
20:38


viernes, 6 de marzo de 2015
Murió un destacado periodista y comunicador católico de San Martín
San Martín (Buenos Aires) (AICA): El destacado periodista y comunicador católicoHugo Emilio Cainzos murió ayer, 5 de marzo, a las 22.30, en el Hospital Militar Central de Buenos Aires, luego de una larga y cruel enfermedad. Los restos del comunicador serán velados hoy, de 19 a 23, en Casa Martín (avenida Balbín 1926, ex Ruta 8, San Martín). Cainzos era un miembro de la comisión revisora de cuentas de ANUNCIAR Grupo Multimedio de Comunicación.
--------------------------------------------
El destacado periodista y comunicador católico Hugo Emilio Cainzos murió ayer, 5 de marzo, a las 22.30, en el Hospital Militar Central de Buenos Aires, luego de una larga y cruel enfermedad.
Los restos del comunicador serán velados hoy, de 19 a 23, en Casa Martín (avenida Balbín 1926, ex Ruta 8, San Martín).
Cainzos era un miembro de la comisión revisora de cuentas de ANUNCIAR Grupo Multimedio de Comunicación.
“Hugo fue, un ser muy especial por su bonhomía, solidaridad, lealtad y caridad cristiana, supo ganarse, a lo largo de su vida, el respeto y afecto de todos, especialmente de aquellos que tuvieron el privilegio de ser sus amigos”, destaca esa asociación civil al informar sobre su muerte.
Asimismo, recuerda que fue “bautizado por un amigo y compañero de ruta en el éter de la radio, el periodista Hérmes Acuña, bajo el seudónimo de ‘Juan XXIII, El Papa Bueno’, precisamente por esas cualidades que lo distinguían y destacaban”.
“Siempre de buen carácter y la sonrisa a flor de piel, pero firme en sus convicciones, las que ponía de manifiesto cuando fuera necesario, especialmente en el programa radial, que creara y condujera desde muchos, muchos años, ‘Opiniones en voz alta’”, señala.
“Conciliador y dispuesto en todo momento para el trabajo en equipo, tanto en la parroquia Nuestra Sra. De Luján, de San Andrés, partido de San Martín, a la cual concurría como devoto feligrés, como en el Círculo de Periodistas de General San Marín, cuya Comisión Directiva integraba desde hace mucho tiempo”, agrega.
Cainzos con su programa de radio “Opiniones en voz alta”, formaba parte de la red de medios asociados a ANUNCIAR y desde 2010 a la fecha participó en el mega proyecto radial, el radioteatro “El viaje que cambió al mundo”, dando vida a un posadero ficticio de nombre Tomás del Vaso.
Fuente:
www.aica.org
--------------------------------------------
El destacado periodista y comunicador católico Hugo Emilio Cainzos murió ayer, 5 de marzo, a las 22.30, en el Hospital Militar Central de Buenos Aires, luego de una larga y cruel enfermedad.
Los restos del comunicador serán velados hoy, de 19 a 23, en Casa Martín (avenida Balbín 1926, ex Ruta 8, San Martín).
Cainzos era un miembro de la comisión revisora de cuentas de ANUNCIAR Grupo Multimedio de Comunicación.
“Hugo fue, un ser muy especial por su bonhomía, solidaridad, lealtad y caridad cristiana, supo ganarse, a lo largo de su vida, el respeto y afecto de todos, especialmente de aquellos que tuvieron el privilegio de ser sus amigos”, destaca esa asociación civil al informar sobre su muerte.
Asimismo, recuerda que fue “bautizado por un amigo y compañero de ruta en el éter de la radio, el periodista Hérmes Acuña, bajo el seudónimo de ‘Juan XXIII, El Papa Bueno’, precisamente por esas cualidades que lo distinguían y destacaban”.
“Siempre de buen carácter y la sonrisa a flor de piel, pero firme en sus convicciones, las que ponía de manifiesto cuando fuera necesario, especialmente en el programa radial, que creara y condujera desde muchos, muchos años, ‘Opiniones en voz alta’”, señala.
“Conciliador y dispuesto en todo momento para el trabajo en equipo, tanto en la parroquia Nuestra Sra. De Luján, de San Andrés, partido de San Martín, a la cual concurría como devoto feligrés, como en el Círculo de Periodistas de General San Marín, cuya Comisión Directiva integraba desde hace mucho tiempo”, agrega.
Cainzos con su programa de radio “Opiniones en voz alta”, formaba parte de la red de medios asociados a ANUNCIAR y desde 2010 a la fecha participó en el mega proyecto radial, el radioteatro “El viaje que cambió al mundo”, dando vida a un posadero ficticio de nombre Tomás del Vaso.
Fuente:
www.aica.org
en
17:54


jueves, 5 de marzo de 2015
CS 7 - LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL
en
0:00


martes, 3 de marzo de 2015
El Cementerio de la Chacarita
En 1871 azotó la ciudad una epidemia de fiebre amarilla, por lo que fue necesaria la construcción de cementerios ya que los existentes no daban abasto y el Cementerio del Norte (actualmente Cementerio de la Recoleta) había prohibido que se inhumen allí a quienes habían muerto por la epidemia. El nombre del barrio, que da nombre al cementerio, nace del diminutivo de Chácara o Chacra, voz quechua que significa "granja", "quinta" o "fundo". En este caso, se trataba de la Chacra del Colegio que la Compañía de Jesús tenía en las afueras de la ciudad de Buenos Aires hacia mediados del siglo XVIII. Por ello se la conocía como "la chacrita" o "chacarita de los colegiales".
Se creó el Tranvía Fúnebre, que fue utilizado para llegar al cementerio, y se inauguró la llamada Estación Fúnebre en la intersección de las calles Bermejo y Av. Corrientes, donde se recibían los ataúdes. El cementerio contaba con condiciones de higiene mínimas y sumado a la gran cantidad de víctimas que causó la epidemia, se llegaron a cremar 564 cadáveres en un día y según testimonios en un día murieron 14 empleados. Pero los olores y la falta de salubridad molestaban a los vecinos del barrio. Por esta razón el cementerio fue clausurado en 1875, pero siguió funcionando hasta el 9 de diciembre de 1886, cuando se lo clausuró definitivamente.
A partir de 1887 las inhumaciones comenzaron a realizarse en el cementerio Chacarita la Nueva, por lo que los cadáveres fueron exhumados del viejo cementerio y llevados al osario general del nuevo. El 30 de diciembre de 1896 se denomina a este cementerio como Cementerio del Oeste, pero como todavía era conocido como Cementerio de la Chacarita, una ordenanza del 5 de marzo de 1949 lo renombra de esa forma. Desde el 13 de noviembre de 1903 funciona en el cementerio el Crematorio de la Ciudad de Buenos Aires.
Por sus callecitas, que en algunos lugares se transforman en anchas "avenidas", el simbolismo del culto a la muerte y al honor de los difuntos va tomando diferentes formas. Lo que tal vez genera más curiosidad es la zona de las bóvedas, donde la variedad de materiales, estilos arquitectónicos y símbolos recuerda épocas y costumbres hoy casi desaparecidas.
"Hasta los años 60, era una costumbre que los familiares vinieran a pasar el día visitando a sus difuntos. Se sentaban en el interior de las bóvedas, alrededor del cajón, tomaban mate, limpiaban el lugar, conversaban, cambiaban las flores", cuenta Hernán Santiago Vizzari, investigador histórico y autor de Cementerio de Chacarita, un sitio en Internet que recorre la historia del lugar. Hoy el panorama es muy diferente. Muchas de las bóvedas están abandonadas y la mayoría de las personas opta por cremar a sus difuntos o enterrarlos.
Dentro de este lugar histórico descansan los restos de personajes reconocidos de la historia de la Argentina, entre ellos, muchos protagonistas del tango. Su construcción generó de alguna manera una renovación del barrio y la apertura de nuevos negocios. Desde florerías hasta bares, sin dejar de contar las herrerías que realizaban los trabajos en las bóvedas. Para quienes pertenecen a generaciones y tradiciones familiares en las que la muerte es casi un tema tabú, observar algunas esculturas y símbolos que cubren las paredes y techos de las bóvedas puede generar desconcierto e incluso temor.
Uno de estos ejemplos es el panteón de la Policía Federal, que en su entrada tiene unas oscuras estatuas de mujeres vestidas de negro, con un velo que cubre parte de su frente casi impidiendo la visión de sus ojos. También en algunos rincones pueden observarse imágenes de medusas, ese personaje mitológico que convertía en piedra a quienes la miraban a los ojos. Este tipo de imágenes buscaba de alguna manera poner un límite, una advertencia, un espacio de respeto para quienes quisieran acercarse a las tumbas con motivos distintos que el de ofrecer un voto de respeto al difunto.
Otros símbolos son tal vez más esperanzadores y menos amenazantes, como las antorchas. Estas representan el fuego de la vida más allá de la muerte, la esperanza de una luz encendida que traspasa la vida terrenal. También suele encontrarse la Clepsidra, que es el reloj de agua. Tiene un valor simbólico, porque representa el fluir constante del tiempo.
En varios rincones del cementerio pueden encontrarse los restos de diferentes personalidades de la historia argentina. Entre ellas está la tumba de José Amalfitani, el reconocido dirgente de Vélez. También yacen aquí los restos de Aníbal Troilo, Adolfo Pedernera, Benito Quinquela Martin, Luis Sandrini, entre tantos otros. Además están Federico Moura y Norberto Napolitano (Pappo).
Quizás uno de los rincones que atrae a más visitantes es la esquina de Carlos Gardel. Allí, una estatua del "zorzal criollo" lo representa de pie, vestido con su trajecito, con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo un llavero. A su lado, arrodillada y mirando el suelo, la mujer con la lira rota en sus manos, simbolizando el luto de la música por la pérdida del gran cantor. El lugar está repleto de placas y flores y mensajes al ídolo del tango.
Se creó el Tranvía Fúnebre, que fue utilizado para llegar al cementerio, y se inauguró la llamada Estación Fúnebre en la intersección de las calles Bermejo y Av. Corrientes, donde se recibían los ataúdes. El cementerio contaba con condiciones de higiene mínimas y sumado a la gran cantidad de víctimas que causó la epidemia, se llegaron a cremar 564 cadáveres en un día y según testimonios en un día murieron 14 empleados. Pero los olores y la falta de salubridad molestaban a los vecinos del barrio. Por esta razón el cementerio fue clausurado en 1875, pero siguió funcionando hasta el 9 de diciembre de 1886, cuando se lo clausuró definitivamente.
A partir de 1887 las inhumaciones comenzaron a realizarse en el cementerio Chacarita la Nueva, por lo que los cadáveres fueron exhumados del viejo cementerio y llevados al osario general del nuevo. El 30 de diciembre de 1896 se denomina a este cementerio como Cementerio del Oeste, pero como todavía era conocido como Cementerio de la Chacarita, una ordenanza del 5 de marzo de 1949 lo renombra de esa forma. Desde el 13 de noviembre de 1903 funciona en el cementerio el Crematorio de la Ciudad de Buenos Aires.
Por sus callecitas, que en algunos lugares se transforman en anchas "avenidas", el simbolismo del culto a la muerte y al honor de los difuntos va tomando diferentes formas. Lo que tal vez genera más curiosidad es la zona de las bóvedas, donde la variedad de materiales, estilos arquitectónicos y símbolos recuerda épocas y costumbres hoy casi desaparecidas.
"Hasta los años 60, era una costumbre que los familiares vinieran a pasar el día visitando a sus difuntos. Se sentaban en el interior de las bóvedas, alrededor del cajón, tomaban mate, limpiaban el lugar, conversaban, cambiaban las flores", cuenta Hernán Santiago Vizzari, investigador histórico y autor de Cementerio de Chacarita, un sitio en Internet que recorre la historia del lugar. Hoy el panorama es muy diferente. Muchas de las bóvedas están abandonadas y la mayoría de las personas opta por cremar a sus difuntos o enterrarlos.
Dentro de este lugar histórico descansan los restos de personajes reconocidos de la historia de la Argentina, entre ellos, muchos protagonistas del tango. Su construcción generó de alguna manera una renovación del barrio y la apertura de nuevos negocios. Desde florerías hasta bares, sin dejar de contar las herrerías que realizaban los trabajos en las bóvedas. Para quienes pertenecen a generaciones y tradiciones familiares en las que la muerte es casi un tema tabú, observar algunas esculturas y símbolos que cubren las paredes y techos de las bóvedas puede generar desconcierto e incluso temor.
Uno de estos ejemplos es el panteón de la Policía Federal, que en su entrada tiene unas oscuras estatuas de mujeres vestidas de negro, con un velo que cubre parte de su frente casi impidiendo la visión de sus ojos. También en algunos rincones pueden observarse imágenes de medusas, ese personaje mitológico que convertía en piedra a quienes la miraban a los ojos. Este tipo de imágenes buscaba de alguna manera poner un límite, una advertencia, un espacio de respeto para quienes quisieran acercarse a las tumbas con motivos distintos que el de ofrecer un voto de respeto al difunto.
Otros símbolos son tal vez más esperanzadores y menos amenazantes, como las antorchas. Estas representan el fuego de la vida más allá de la muerte, la esperanza de una luz encendida que traspasa la vida terrenal. También suele encontrarse la Clepsidra, que es el reloj de agua. Tiene un valor simbólico, porque representa el fluir constante del tiempo.
En varios rincones del cementerio pueden encontrarse los restos de diferentes personalidades de la historia argentina. Entre ellas está la tumba de José Amalfitani, el reconocido dirgente de Vélez. También yacen aquí los restos de Aníbal Troilo, Adolfo Pedernera, Benito Quinquela Martin, Luis Sandrini, entre tantos otros. Además están Federico Moura y Norberto Napolitano (Pappo).
Quizás uno de los rincones que atrae a más visitantes es la esquina de Carlos Gardel. Allí, una estatua del "zorzal criollo" lo representa de pie, vestido con su trajecito, con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo un llavero. A su lado, arrodillada y mirando el suelo, la mujer con la lira rota en sus manos, simbolizando el luto de la música por la pérdida del gran cantor. El lugar está repleto de placas y flores y mensajes al ídolo del tango.
en
8:28


Suscribirse a:
Entradas (Atom)