El Protoevangelio de Santiago pertenece al grupo de los Evangelios de la infancia, que relatan bastante extensamente la adolescencia de la Virgen María y el nacimiento e infancia de Jesús. El término Proloevangelium es moderno: fue usado por primera vez, como título del Evangelio de Santiago, en 1552, en una traducción latina de Guillermo Postel. La primera referencia al Libro de Santiago la encontramos en Orígenes; dice que este libro hace de "los hermanos del Señor" hijos de José habidos de una primera mujer. Pero ya antes de Orígenes, Clemente de Alejandría, su maestro, y Justino Mártir refieren incidentes relativos al nacimiento de Jesús que también se relatan en el Protoevangelio.
El libro es, probablemente, de mediados del siglo II; en todo caso, es cierto que existía al finalizar el siglo. Contiene la narración más antigua del nacimiento milagroso y de la infancia y adolescencia de la Virgen María. En él aparecen por vez primera los nombres de los padres de María, Joaquín y Ana. Es interesantísimo el relato de la consagración de la Virgen y de su presentación en el templo, adonde fue llevada por sus padres a la tierna edad de tres años (Cap 6, 7 y 8):
“Y la niña se fortificaba de día en día. Y, cuando tuvo seis meses, su madre la puso en el suelo, para ver si se mantenía en pie. Y la niña dio siete pasos, y luego avanzó hacia el regazo de su madre, que la levantó, diciendo: Por la vida del Señor, que no marcharás sobre el suelo hasta el día que te lleve al templo del Altísimo. Y estableció un santuario en su dormitorio, y no le dejaba tocar nada que estuviese manchado, o que fuese impuro. Y llamó a las hijas de los hebreos que se conservaban sin mancilla, y que entretenían a la niña con sus juegos.
Y, cuando la niña llegó a la edad de un año, Joaquín celebró un gran banquete, e invitó a él a los sacerdotes y a los escribas y al Consejo de los Ancianos y a todo el pueblo israelita. Y presentó la niña a los sacerdotes, y ellos la bendijeron, diciendo: Dios de nuestros padres, bendice a esta niña, y dale un nombre que se repita siglos y siglos, a través de las generaciones. Y el pueblo dijo: Así sea, así sea. Y Joaquín la presentó a los príncipes de los sacerdotes, y ellos la bendijeron, diciendo: Dios de las alturas, dirige tu mirada a esta niña, y dale una bendición suprema.
Y su madre la llevó al santuario de su dormitorio, y le dio el pecho. Y Ana entonó un cántico al Señor Dios, diciendo: Elevará un himno al Señor mi Dios, porque me ha visitado, y ha alejado de mí los ultrajes de mis enemigos, y me ha dado un fruto de su justicia a la vez uno y múltiple ante Él. ¿Quién anunciará a los hijos de Rubén que Ana amamanta a un hijo? Sabed, sabed, vosotras las doce tribus de Israel, que Ana amamanta a un hijo. Y dejó reposando a la niña en el santuario del dormitorio, y salió, y sirvió a los invitados. Y, terminado el convite, todos salieron llenos de júbilo, y glorificando al Dios de Israel.Y los meses se sucedían para la niña. Y, cuando llegó a la edad de dos años, Joaquín dijo: Llevémosla al templo del Señor, para cumplir la promesa que le hemos hecho, no sea que nos la reclame, y rechace nuestra ofrenda. Y Ana respondió: Esperemos al tercer año, a fin de que la niña no nos eche de menos. Y Joaquín repuso: Esperemos.
Y, cuando la niña llegó a la edad de tres años, Joaquín dijo: Llamad a las hijas de los hebreos que estén sin mancilla, y que tome cada cual una lámpara, y que estas lámparas se enciendan, para que la niña no vuelva atrás, y para que su corazón no se fije en nada que esté fuera del templo del Señor. Y ellas hicieron lo que se les mandaba, hasta el momento en que subieron al templo del Señor. Y el Gran Sacerdote recibió a la niña, y, abrazándola, la bendijo, y exclamó: El Señor ha glorificado tu nombre en todas las generaciones. Y en ti, hasta el último día, el Señor hará ver la redención por Él concedida a los hijos de Israel.
E hizo sentarse a la niña en la tercera grada del altar, y el Señor envió su gracia sobre ella, y ella danzó sobre sus pies y toda la casa de Israel la amó.
Y sus padres salieron del templo llenos de admiración, y glorificando al Omnipotente, porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo del Señor, nutriéndose como una paloma, y recibía su alimento de manos de un ángel.
Y, cuando llegó a la edad de doce años, los sacerdotes se congregaron, y dijeron: He aquí que María ha llegado a la edad de doce años en el templo del Señor. ¿Qué medida tomaremos con ella, para que no mancille el santuario? Y dijeron al Gran Sacerdote: Tú, que estás encargado del altar, entra y ruega por María, y hagamos lo que te revele el Señor”.
El evangelio sigue relatando el casamiento de María con José, que por entonces era ya viejo y tenía hijos. También se explican detalladamente el nacimiento de Jesús en una cueva y los milagros que le acompañaron, de una extravagancia sin igual.
El fin principal de toda la obra es probar la virginidad perpetua e inviolada de María antes del parto, en el parto y después del parto. Por eso bebe "del agua de la prueba del Señor", a fin de apartar de sí toda sospecha (c. 16). Su virginitas in partu es atestiguada por una comadrona que estuvo presente en el alumbramiento (c. 20). Parece que Clemente de Alejandría conoció este evangelio o su fuente legendaria, pues dice en los Stromata (7,93,7): "Después que ella hubo dado a luz, algunos dicen que la atendió una comadrona y se descubrió que era virgen."
Este Protoevangelio relata en detalle el nacimiento de Jesús y la condición virginal de María y el papel de varón justo de José, el padre putativo del Mesías. Así lo cuenta, en los capítulos 17 al 22:
Y llegó un edicto del emperador Augusto, que ordenaba se empadronasen todos los habitantes de Bethlehem de Judea. Y José dijo: Voy a inscribir a mis hijos. Pero ¿qué haré con esta muchacha? ¿Cómo la inscribiré? ¿Como mi esposa? Me avergonzaría de ello. ¿Como mi hija? Pero todos los hijos de Israel saben que no lo es. El día del Señor será como quiera el Señor.
Y ensilló su burra, y puso sobre ella a María, y su hijo llevaba la bestia por el ronzal, y él los seguía. Y, habiendo caminado tres millas, José se volvió hacia María, y la vio triste, y dijo entre sí de esta manera: Sin duda el fruto que lleva en su vientre la hace sufrir. Y por segunda vez se volvió hacia la joven, y vio que reía, y le preguntó: ¿Qué tienes, María, que encuentro tu rostro tan pronto entristecido como sonriente? Y ella contestó: Es que mis ojos contemplan dos pueblos, uno que llora y se aflige estrepitosamente, y otro que se regocija y salta de júbilo.Y encontró allí mismo una gruta, e hizo entrar en ella a María. Y, dejando a sus hijos cerca de ésta, fue en busca de una partera al país de Bethlehem.
Y yo, José, avanzaba, y he aquí que dejaba de avanzar. Y lanzaba mis miradas al aire, y veía el aire lleno de terror. Y las elevaba hacia el cielo, y lo veía inmóvil, y los pájaros detenidos. Y las bajé hacia la tierra, y vi una artesa, y obreros con las manos en ella, y los que estaban amasando no amasaban. Y los que llevaban la masa a su boca no la llevaban, sino que tenían los ojos puestos en la altura. Y unos carneros conducidos a pastar no marchaban, sino que permanecían quietos, y el pastor levantaba la mano para pegarles con su vara, y la mano quedaba suspensa en el vacío. Y contemplaba la corriente del río, y las bocas de los cabritos se mantenían a ras de agua y sin beber. Y, en un instante, todo volvió a su anterior movimiento y a su ordinario curso.
Y he aquí que una mujer descendió de la montaña, y me preguntó: ¿Dónde vas? Y yo repuse: En busca de una partera judía. Y ella me interrogó: ¿Eres de la raza de Israel? Y yo le contesté: Sí. Y ella replicó: ¿Quién es la mujer que pare en la gruta? Y yo le dije: Es mi desposada. Y ella me dijo: ¿No es tu esposa? Y yo le dije: Es María, educada en el templo del Señor, y que se me dio por mujer, pero sin serlo, pues ha concebido del Espíritu Santo. Y la partera le dijo: ¿Es verdad lo que me cuentas? Y José le dijo: Ven a verlo. Y la partera siguió.
Y llegaron al lugar en que estaba la gruta, y he aquí que una nube luminosa la cubría. Y la partera exclamó: Mi alma ha sido exaltada en este día, porque mis ojos han visto prodigios anunciadores de que un Salvador le ha nacido a Israel. Y la nube se retiró en seguida de la gruta, y apareció en ella una luz tan grande, que nuestros ojos no podían soportarla. Y esta luz disminuyó poco a poco, hasta que el niño apareció, y tomó el pecho de su madre María. Y la partera exclamó: Gran día es hoy para mí, porque he visto un espectáculo nuevo.
Y la partera salió de la gruta, y encontró a Salomé, y le dijo: Salomé, Salomé, voy a contarte la maravilla extraordinaria, presenciada por mí, de una virgen que ha parido de un modo contrario a la naturaleza. Y Salomé repuso: Por la vida del Señor mi Dios, que, si no pongo mi dedo en su vientre, y lo escruto, no creeré que una virgen haya parido.
Y la comadrona entró, y dijo a María: Disponte a dejar que ésta haga algo contigo, porque no es un debate insignificante el que ambas hemos entablado a cuenta tuya. Y Salomé, firme en verificar su comprobación, puso su dedo en el vientre de María, después de lo cual lanzó un alarido, exclamando: Castigada es mi incredulidad impía, porque he tentado al Dios viviente, y he aquí que mi mano es consumida por el fuego, y de mí se separa.
Y se arrodilló ante el Señor, diciendo: ¡Oh Dios de mis padres, acuérdate de que pertenezco a la raza de Abraham, de Isaac y de Jacob! No me des en espectáculo a los hijos de Israel, y devuélveme a mis pobres, porque bien sabes, Señor, que en tu nombre les prestaba mis cuidados, y que mi salario lo recibía de ti.
Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciendo: Salomé, Salomé, el Señor ha atendido tu súplica. Aproxímate al niño, tómalo en tus brazos, y él será para ti salud y alegría.
Y Salomé se acercó al recién nacido, y lo incorporó, diciendo: Quiero prosternarme ante él, porque un gran rey ha nacido para Israel. E inmediatamente fue curada, y salió justificada de la gruta. Y se dejó oír una voz, que decía: Salomé, Salomé, no publiques los prodigios que has visto, antes de que el niño haya entrado en Jerusalén.
Y he aquí que José se dispuso a ir a Judea. Y se produjo un gran tumulto en Bethlehem, por haber llegado allí unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente, y venimos a adorarlo.
Y Herodes, sabedor de esto, quedó turbado, y envió mensajeros cerca de los magos, y convocó a los príncipes de los sacerdotes, y los interrogó, diciendo: ¿Qué está escrito del Cristo? ¿Dónde debe nacer? Y ellos contestaron: En Bethlehem de Judea, porque así está escrito. Y él los despidió. E interrogó a los magos, diciendo: ¿Qué signo habéis visto con relación al rey recién nacido? Y los magos respondieron: Hemos visto que su estrella, extremadamente grande, brillaba con gran fulgor entre las demás estrellas, y que las eclipsaba hasta el punto de hacerlas invisibles con su luz. Y hemos reconocido por tal señal que un rey había nacido para Israel, y hemos venido a adorarlo. Y Herodes dijo: Id a buscarlo, y, si lo encontráis, dadme aviso de ello, a fin de que vaya yo también, y lo adore.
Y los magos salieron. Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente los precedió hasta que llegaron a la gruta, y se detuvo por encima de la entrada de ésta. Y los magos vieron al niño con su madre María, y sacaron de sus bagajes presentes de oro, de incienso y de mirra.Y, advertidos por el ángel de que no volviesen a Judea, regresaron a su país por otra ruta.
Al darse cuenta de que los magos lo habían engañado, Herodes montó en cólera, y despachó sicarios, a quienes dijo: Matad a todos los niños de dos años para abajo.
Y María, al enterarse de que había comenzado el degüello de los niños, se espantó, tomó al suyo, lo envolvió en pañales, y lo depositó en un pesebre de bueyes.
Isabel, noticiosa de que se buscaba a Juan, lo agarró, ganó la montaña, miró en torno suyo, para ver dónde podría ocultarlo, y no encontró lugar de refugio. Y, gimiendo, clamó a gran voz: Montaña de Dios, recibe a una madre con su hijo. Porque le era imposible subir a ella. Pero la montaña se abrió, y la recibió. Y había allí una gran luz, que los esclarecía, y un ángel del Señor estaba con ellos, y los guardaba”.
El evangelio termina con el relato del martirio de Zacarías, padre de Juan Bautista, y de la muerte de Herodes. En su forma actual, este evangelio no puede ser obra de un solo autor. Los incidentes de la muerte de Zacarías y de la fuga de Juan Bautista se ve que fueron añadidos posteriormente. El hilo de la narración aparece truncado varias veces.
La forma actual del texto griego data del siglo IV, pues lo utilizó Epifanio a fines del mismo siglo. El Protoevangelio alcanzó una gran difusión, como lo demuestra el hecho de que se conserven unos treinta manuscritos del texto griego. Poseemos, además, antiguas traducciones en siríaco, armenio, copto y eslavo. Con todo, no ha aparecido todavía ningún manuscrito latino de este evangelio.
El Decretum Gelasianum de libris recipiendis et non recipiendis, del siglo VI, condena el escrito como herético. No obstante, no cabe exagerar al hablar de la influencia que este evangelio de la Natividad ha ejercido en el campo de la liturgia, de la literatura y del arte. El culto de Santa Ana y la fiesta eclesiástica de la Presentación de la Virgen en el templo deben su origen a las tradiciones de este libro. Muchas de las encantadoras leyendas de Nuestra Señora se basan en historias del Protoevangelio. Los artistas no se han cansado de inspirarse en él.
lunes, 26 de diciembre de 2022
LA ESTRELLA DE BELÉN Y LOS MAGOS
Lucas en su evangelio no habla de magos: la palabra tenía (y tiene) connotaciones negativas. Habla de ángeles, mensajeros de Dios, y de pastores, que en la comarca vigilaban y guardaban por la noche su rebaño, así lo relata Lucas 2,8-14: “En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!”
Podemos citar algunos ejemplos:
-Salmo 19-2,7
“El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos; un día transmite al otro este mensaje y las noches se van dando la noticia. Sin hablar, sin pronunciar palabras, sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra y su lenguaje, hasta los confines del mundo. Allí puso una carpa para el sol, y este, igual que un esposo que sale de su alcoba, se alegra como un atleta al recorrer su camino. El sale de un extremo del cielo, su órbita llega hasta el otro extremo, y no hay nada que escape a su calor”
-Carta a los Hebreos 2-5,6
“¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy? ¿Y de qué ángel dijo: Yo seré un padre para él y él será para mí un hijo? Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: Que todos los ángeles de Dios lo adoren”. Los ejércitos celestiales son - según los antiguos - las estrellas, ordenadas en gran número en el cielo y trazando sus órbitas, pero también los ángeles que las mueven. Los pastores dieron a conocer lo que les habían dicho de aquel niño (Lc 2,17). Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor. Movido por el Espíritu, Simeón fue al templo. Aunque el misterio de Jesús le desbordara, tuvo conciencia de estar delante del Mesías (2,29-32). Sus padres estaban admirados de lo que se decía de él (2,33; ver 2,19). El salmo 110,3 adquiere un significado especial: “Tú eres príncipe desde tu nacimiento, con esplendor de santidad; yo mismo te engendré como rocío, desde el seno de la aurora”.
Los escribas y los sumos sacerdotes escudriñaron la Biblia y encontraron no menos de cuatrocientos sesenta y seis profecías mesiánicas y más de quinientos cincuenta conclusiones sacadas de las Escrituras. Y hasta le indicaron a Herodes el lugar exacto donde podía encontrar al Salvador, al verdadero Rey de los judíos. Sin embargo, ninguno se puso en movimiento. Los Magos, en cambio, nos dejaron el ejemplo de quien está en actitud de búsqueda ante Dios.
En nuestra vida suelen suceder hechos cargados de sentido que reclaman nuestra atención. Ciertamente, si uno no se pone a investigar, a ver qué quiere decirnos Dios, vive más tranquilo, no se cuestiona, no se hace problemas. Pero no avanza, se mueve en un horizonte estrecho, mezquino, sin dimensiones, y se priva de lo que le ofrece su capacidad para progresar. Los Magos estaban a la espera. Aguardaban. Y cuando apareció algo en su cielo, comprendieron que era el signo. No dudaron. No se dejaron enredar con falsas hipótesis. Iniciaron una larga caminata por el deseo de cumplir la voluntad de Dios, y siguieron adelante pese a todos los sacrificios que tal decisión implicaba. En la vida hay que seguir una estrella. Un ideal. Un proyecto de vida. Un modelo de santidad. Esa es la estrella que brilla para nosotros en nuestro cielo azul. Y hay que seguirla a pesar de todos los sacrificios que impone.
Jesús nos espera al final…
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LOS MAGOS ¿SIGUIERON LA ESTRELLA?
No es un cuento de Navidad, sino una profunda experiencia. Ciertamente, ante el relato de los magos (Mt 2,2-11) surgen diversos interrogantes: ¿es pura leyenda?, ¿es sólo un símbolo, según el cual Jesús sería la estrella de Jacob?, ¿estamos ante un signo, es decir, ante algo que realmente aconteció y que resulta significativo? Del fenómeno de la estrella se dan diversas interpretaciones: un cometa, una nueva estrella, un astro milagroso, una conjunción triple. Por diversos motivos, esta última merece especial atención. El astrónomo J. Kepler hizo esta hipótesis en 1606: una conjunción triple, que se repitió tres veces, extraordinariamente rara, de los planetas Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. En el año 7 a.C. ocurrió el mismo fenómeno y fue particularmente luminoso. La conjunción apareció el 12 de abril y se repitió tres veces, con puntos de culminación el 29 de mayo, el 3 de octubre y el 4 de diciembre. El fenómeno pudo coincidir con las principales fiestas judías, las tres fiestas de peregrinación a Jerusalén (pascua y Pentecostés en abril y mayo, fiesta de las tiendas en septiembre-octubre): “Tres veces al año, todos los varones se presentarán delante del Señor, tu Dios, en el lugar elegido por él: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas y en la fiesta de las Chozas. Nadie se presentará delante del Señor con las manos vacías. Cada uno dará lo que pueda, conforme a la bendición que el Señor, tu Dios, te haya otorgado”. (Dt 16,16-17). En los Hechos de los Apóstoles (2,1-11) nos encontramos con una fiesta de peregrinación, la de Pentecostés. El viaje podía durar mes y medio en aquella época, siguiendo las rutas comerciales, la del Eúfrates o la del desierto.
Es de suponer que los magos (sabios, astrónomos) fueran, como el profeta Daniel (Dn 4,6), judíos de la diáspora, no gentiles. Sólo unos creyentes judíos podrían percibir la señal que les ponía camino de Jerusalén. Para los demás no dejaba de ser un fenómeno más. Los magos percibieron en su trabajo una señal, una señal dada en lo alto del cielo: Los cielos cantan la gloria de Dios (Sal 19,2). Una tablilla en caracteres cuneiformes, que fue dada a conocer en el año 1925 y que se encuentra en el museo estatal de Berlín, revela que la conjunción fue observada en la escuela de astronomía de Sippar, antigua ciudad de Babilonia. En tiempo de Jesús había en Mesopotamia una importante colonia judía. Los magos llegan preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarle. La actitud de adoración, que con razón puede considerarse aquí prematura, sólo se entiende después, a la luz de la Pascua. En los magos sería, más bien, un gesto de reconocimiento y de respeto, como dice Isaías 60,1-6: “¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora. Mira a tú alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos. Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti. Te cubrirá una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor”.
La pregunta de los magos sobresaltó a Herodes, el rey extranjero (y usurpador) puesto por los romanos. Ciertamente, ese nacimiento no había sido en su casa, sino en otra parte. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Mesías. Ellos le dijeron: En Belén de Judá, porque así está escrito por medio del profeta Miqueas 5,1: “Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial”. Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: “Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. "En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel". Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”. (Mt 2,4-8) Los magos van de señal en señal y preguntando. Acogen las señales y, también, la información que, por diversos caminos, les llega. Eso sí, con discernimiento. Van camino a Belén y aparece de nuevo la señal: Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría (Mt 2,10). Como Belén está al sur de Jerusalén (8 km), la nueva conjunción se encuentra delante y encima de ellos. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego los cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, volvieron a su país por otro camino (2,11-12).
A finales del siglo I, el historiador judío Josefo habla de un movimiento mesiánico muy vivo el año 6 a.C., indicando que Herodes castigaba con medidas drásticas a todos aquellos que expresaban su esperanza en la liberación del pueblo judío de la dominación romana. Habla también del rumor popular de que Dios había decidido acabar con el dominio de Herodes, pues una señal divina había anunciado la venida de un caudillo nacional judío. El escritor pagano Macrobio, hacia el 400 d.C., recoge una alusión de Augusto a su contemporáneo Herodes, que había ordenado matar a todos los niños de dos años para abajo. El sabio judío Maimónides escribió hacia el año 1170 d.C. que los judíos tenían el convencimiento de que el Mesías surgiría cuando se produjera una conjunción de los planetas Saturno y Júpiter en el signo de Piscis. Simeón, jefe del gran levantamiento judío contra la dominación romana en los años 132-135 de nuestra era, fue llamado bar kochba (hijo de la estrella), en referencia al pasaje: Avanza la estrella de Jacob, como se relata en Números 24,17: “Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca: una estrella se alza desde Jacob, un cetro surge de Israel: golpea las sienes de Moab y el cráneo de todos los hijos de Set”.
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LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Epifanía significa "manifestación". Jesús se da a conocer. Aunque Jesús se dio a conocer en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías tres eventos: Su Epifanía ante los Reyes Magos (Mt 2, 1-12) Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán. Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de Su vida pública con el milagro en Caná. La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera. Esta fiesta, tiene su origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero tanto en Egipto como en Arabia se celebraba el solsticio, festejando al sol victorioso con evocaciones míticas muy antiguas. Hasta el siglo IV la Iglesia comenzó a celebrar en este día la Epifanía del Señor. Al igual que la fiesta de Navidad en occidente, la Epifanía nace contemporáneamente en Oriente como respuesta de la Iglesia a la celebración solar pagana que tratan de sustituir. Esta fiesta ya se celebraba en la Galia a mediados del siglo IV donde se encuentran vestigios de haber sido una gran fiesta para el año 361 AD.
La celebración es ligeramente posterior a la de Navidad. Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (Mt 2 1-12) como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la humanidad. De acuerdo a la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a estos magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento de hombre y de la naturaleza esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios. Del pasaje bíblico sabemos que son magos, que vinieron de Oriente y que como regalo trajeron incienso, oro y mirra; de la tradición de los primeros siglos se nos dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y Baltazar.
Hasta el año de 474 AD sus restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más importante en Oriente; luego fueron trasladados a la catedral de Milán (Italia) y en 1164 fueron trasladados a la ciudad de Colonia (Alemania), donde permanecen hasta nuestros días. El hacer regalos a los niños el día 6 de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en cuenta que "…Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt. 25, 40). Toda la liturgia en este tiempo, habla de la luz de Cristo, de la luz que se encendió en la noche santa. La misma luz que guió a los pastores hasta el portal de Belén indicó el camino, el día de la Epifanía, a los Magos que fueron desde Oriente para adorar al Rey de los judíos, y resplandece para todos los hombres y todos los pueblos que anhelan encontrar a Dios. En su búsqueda espiritual, el ser humano ya dispone naturalmente de una luz que lo guía: es la razón, gracias a la cual puede orientarse, aunque a tientas hacia su Creador. Pero, dado que es fácil perder el camino, Dios mismo vino en su ayuda con la luz de la revelación, que alcanzó su plenitud en la encarnación del Verbo, Palabra eterna de verdad. La Epifanía celebra la aparición en el mundo de esta luz divina, con la que Dios salió al encuentro de la débil luz de la razón humana. Así, en esta solemnidad, se propone la íntima relación que existe entre la razón y la fe, las dos alas de que dispone el espíritu humano para elevarse hacia la contemplación de la verdad.
Cristo no es sólo luz que ilumina el camino del hombre. También se ha hecho camino para sus pasos inciertos hacia Dios, fuente de vida. Un día dijo a los Apóstoles: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto" (Jn 14, 6-7). Y ante la objeción de Felipe añadió: “El que me ha visto, ha visto al Padre”. (Jn 14, 9.1 1). La epifanía del Hijo es la epifanía del Padre. ¿No es éste, en definitiva, el objetivo de la venida de Cristo al mundo? El mismo afirmó que había venido, como nos lo cuenta Juan 17-6: “…Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra”. (cf. Jn 17, 6). También a nuestra época se puede aplicar el oráculo del profeta Isaías: “…Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora”. (Is 60, 2-3), la Iglesia está llamada a revestirse de luz: “¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti!” (cf. Is 60, 1), para resplandecer como una ciudad situada en la cima de un monte: la Iglesia no puede permanecer oculta, porque los hombres necesitan recoger su mensaje de luz y esperanza, y glorificar al Padre que está en los cielos.
Conscientes de esta tarea apostólica y misionera, que compete a todo el pueblo cristiano, vamos como peregrinos a Belén, a fin de unirnos a los Magos de Oriente, mientras ofrecen dones al Rey recién nacido. Pero el verdadero don es él: Jesús, el don de Dios al mundo. Debemos acogerlo a él, para llevarlo a cuantos encontremos en nuestro camino. Él es para todos la epifanía, la manifestación de Dios, esperanza del hombre, de Dios, liberación del hombre, de Dios, salvación del hombre.
La celebración es ligeramente posterior a la de Navidad. Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (Mt 2 1-12) como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la humanidad. De acuerdo a la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a estos magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento de hombre y de la naturaleza esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios. Del pasaje bíblico sabemos que son magos, que vinieron de Oriente y que como regalo trajeron incienso, oro y mirra; de la tradición de los primeros siglos se nos dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y Baltazar.
Hasta el año de 474 AD sus restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más importante en Oriente; luego fueron trasladados a la catedral de Milán (Italia) y en 1164 fueron trasladados a la ciudad de Colonia (Alemania), donde permanecen hasta nuestros días. El hacer regalos a los niños el día 6 de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en cuenta que "…Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt. 25, 40). Toda la liturgia en este tiempo, habla de la luz de Cristo, de la luz que se encendió en la noche santa. La misma luz que guió a los pastores hasta el portal de Belén indicó el camino, el día de la Epifanía, a los Magos que fueron desde Oriente para adorar al Rey de los judíos, y resplandece para todos los hombres y todos los pueblos que anhelan encontrar a Dios. En su búsqueda espiritual, el ser humano ya dispone naturalmente de una luz que lo guía: es la razón, gracias a la cual puede orientarse, aunque a tientas hacia su Creador. Pero, dado que es fácil perder el camino, Dios mismo vino en su ayuda con la luz de la revelación, que alcanzó su plenitud en la encarnación del Verbo, Palabra eterna de verdad. La Epifanía celebra la aparición en el mundo de esta luz divina, con la que Dios salió al encuentro de la débil luz de la razón humana. Así, en esta solemnidad, se propone la íntima relación que existe entre la razón y la fe, las dos alas de que dispone el espíritu humano para elevarse hacia la contemplación de la verdad.
Cristo no es sólo luz que ilumina el camino del hombre. También se ha hecho camino para sus pasos inciertos hacia Dios, fuente de vida. Un día dijo a los Apóstoles: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto" (Jn 14, 6-7). Y ante la objeción de Felipe añadió: “El que me ha visto, ha visto al Padre”. (Jn 14, 9.1 1). La epifanía del Hijo es la epifanía del Padre. ¿No es éste, en definitiva, el objetivo de la venida de Cristo al mundo? El mismo afirmó que había venido, como nos lo cuenta Juan 17-6: “…Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra”. (cf. Jn 17, 6). También a nuestra época se puede aplicar el oráculo del profeta Isaías: “…Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora”. (Is 60, 2-3), la Iglesia está llamada a revestirse de luz: “¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti!” (cf. Is 60, 1), para resplandecer como una ciudad situada en la cima de un monte: la Iglesia no puede permanecer oculta, porque los hombres necesitan recoger su mensaje de luz y esperanza, y glorificar al Padre que está en los cielos.
Conscientes de esta tarea apostólica y misionera, que compete a todo el pueblo cristiano, vamos como peregrinos a Belén, a fin de unirnos a los Magos de Oriente, mientras ofrecen dones al Rey recién nacido. Pero el verdadero don es él: Jesús, el don de Dios al mundo. Debemos acogerlo a él, para llevarlo a cuantos encontremos en nuestro camino. Él es para todos la epifanía, la manifestación de Dios, esperanza del hombre, de Dios, liberación del hombre, de Dios, salvación del hombre.
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20:00


domingo, 18 de diciembre de 2022
EL 25 DE DICIEMBRE Y EL NACIMIENTO DE JESÚS- SEGUNDA PARTE
Pero para ello había que buscarle una fecha definitiva. ¿Y cuál elegir, si no se sabía a ciencia cierta qué día era? Ante la falta de datos, alguien (no sabemos exactamente quién) tuvo una idea genial: tomar una fiesta muy popular del folclore romano, llamada “el día del Sol Invicto”. Se trataba de una celebración pagana antiquísima, traída a Roma por el emperador Aureliano desde Oriente en el siglo III, y en la cual se adoraba al sol como al dios Invencible. ¿Cómo había nacido esta fiesta en el Oriente antiguo? Es sabido que en el hemisferio norte, a medida que se va acercando diciembre (es decir, el invierno) se van acortando los días. La oscuridad se prolonga, y el sol se vuelve cada vez más débil para disipar el frío. Además, sale siempre más tarde y se pone más temprano. En el cielo se lo ve brillar con menos fuerza y menos tiempo. Todo hace temer su desaparición.
Hasta que llega el 21 de diciembre, el día más corto del año, y la gente con la mentalidad primitiva de aquella época se preguntaba: ¿Desaparecerá el sol? ¿Las tinieblas y el frío ganarán la partida? ¡Triste destino nos esperaría en ese caso! Pero no. A partir del 22 los días lentamente comienzan a alargarse. El sol no ha sido vencido por las tinieblas. Hay esperanzas de que vuelva a brillar con toda su intensidad. Habrá otra vez primavera, y llegará después el verano cargado de frutos de la tierra. El sol es invencible. Jamás las sombras ni la oscuridad podrán apagarlo. Se imponía el festejo. Y entonces el 25 de diciembre, después de asegurarse que los días habían vuelto a alargarse, se celebraba el nacimiento del Sol Invicto. Ahora bien, para los cristianos Jesucristo era el verdadero Sol. Por dos motivos. En primer lugar, porque la Biblia así lo afirmaba. En efecto, en el siglo V a.C. el profeta Malaquías (3,20) había anunciado que cuando llegara el final de los tiempos “brillará el Sol de Justicia, cuyos rayos serán la salvación”. Y como al venir Jesús entramos en el final de los tiempos, el Sol que brilló no pudo ser otro que Jesucristo. También el evangelio de Lucas dice que “nos visitará una salida de Sol para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte” (1,78). Y el libro del Apocalipsis predice que en los últimos tiempos (es decir, los actuales) no habrá necesidad del sol, pues será reemplazado por Jesús, el nuevo Sol que nos ilumina desde ahora (21,23).
En segundo lugar, porque también a Jesús hubo un día en que las tinieblas parecieron vencerlo, derrotarlo y matarlo, cuando lo llevaron al sepulcro. Pero Él terminó triunfando sobre la muerte, y con su resurrección se convirtió en invencible. Él era, pues, el verdadero Sol Invicto. Estos argumentos ayudaron a los cristianos a pensar que el 25 de diciembre no debían seguir celebrando el nacimiento de un ser inanimado, de una simple criatura de Dios, sino más bien el nacimiento del Redentor, el verdadero Sol que ilumina a todos los hombres del mundo. De este modo la Iglesia antigua, con su especial pedagogía, bautizó y cristianizó la fiesta pagana del “Día natal del Sol Invicto”, y la convirtió en el “Día natal de Jesús”, el Sol de Justicia mucho más radiante que el astro rey. Y así el 25 de diciembre se convirtió en la Navidad cristiana. La nueva fiesta del nacimiento de Jesús, pues, surgió en la Iglesia no tanto para contrarrestar el mito pagano del Sol que vence a las tinieblas del invierno, sino a las ideas de Arrio de que Jesús, al nacer, era un hombre común y que sólo después Dios lo adoptó con la fuerza de su Espíritu y lo convirtió en otro Dios. Y gracias a la celebración de la Navidad, la gente fue tomando conciencia de que quien había nacido en Belén no era un niño común, sino un Niño-Dios. Y que desde el mismo instante de su llegada al mundo residía en Él toda la divinidad.
El primer lugar donde se celebró la fiesta de Navidad fue en Roma. Y pronto se fue divulgando por las distintas regiones del Imperio. En el año 360 pasó al norte de África. En el 390, al norte de Italia. A España entró en el 400. Más tarde llegó a Constantinopla, a Siria y a las Galias. En Jerusalén sólo fue recibida hacia el año 430. Y un poco más tarde arribó a Egipto, desde donde se extendió a todo el Oriente. Finalmente en el año 535 el emperador Justiniano decretó como ley imperial la celebración de la Navidad el 25 de diciembre. De este modo la fiesta de Navidad se convirtió en un poderosísimo medio para confesar y celebrar la verdadera fe en Jesús, auténtico y verdadero Dios desde el día de su nacimiento. El 25 de diciembre no nació Jesucristo. Es una fecha simbólica. Sin embargo no pudo haberse elegido un día mejor para festejarlo. Y si alguna vez con los futuros descubrimientos llegara a saberse exactamente qué día nació, no tendría sentido cambiar la fecha. Habría que seguir celebrando el 25 de diciembre. Porque lo que se pretendió al fijar ese día, más que evocar un hecho histórico, fue dejar un excelente mensaje. En efecto, muchas veces cuando miramos a nuestro alrededor parece que las tinieblas nos rodearan por todas partes. Y los problemas, las preocupaciones, los dolores, los fracasos, las enfermedades parecen crecer de tal manera que uno llega a preguntarse: ¿terminarán ahogándonos? Las injusticias, la miseria, la corrupción, la mentira, ¿lograrán sobreponerse? ¿Aumentarán tanto que llegará un día en que el mensaje de amor de Cristo desaparecerá? ¿Será vencido Jesús por tanto mal?
El 25 de diciembre es el anuncio de que Jesús es el Sol Invicto. Que jamás será derrotado, aun cuando a veces la vorágine del mundo parece que se lo ha tragado, o que no lo deja actuar. El 25 de diciembre es el más grande grito de esperanza que tienen los hombres, y que nos recuerda que el Amor no es una utopía impracticable destinada al fracaso. Al contrario. Todo lo que se oponga a Jesús, desaparecerá. Porque Él es el verdadero Sol Invicto.
Biblista
Ariel Alvarez Valdez
en
20:04


¿QUÉ SIGNIFICA EL NOMBRE DE JESÚS?
San Pablo escribe
en su carta a los Filipenses: “para que al nombre de Jesús, se doble toda
rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos” (2,10). Los cristianos
siempre han creído que el nombre de Jesús tiene poder, pero muchos no conocen
el significado de encierra. ¿Qué significa este nombre? ¿De dónde viene? Ante
todo, el nombre “Jesús” le fue dado a María por el mismo Dios a través del
mensaje angélico de Gabriel: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás
por nombre Jesús” (Lucas 1,31). De todos los nombres que podría haber elegido,
Dios eligió ese nombre por un motivo. La Enciclopedia Católica explica que “la
palabra Jesús es la forma latinizada del griego Iesous, que a su vez es la
transliteración del hebreo Jeshua, o Joshua, o también Jehoshua, que significa
‘[Dios] es salvación.’”
El Catecismo de la
Iglesia Católica añade, “Jesús significa en hebreo: ‘Dios salva’. En la
anunciación, el ángel Gabriel le dio el nombre de Jesús como el más apropiado,
signo de su identidad y de su misión”. El nombre era popular en el Antiguo
Testamento y durante la época del nacimiento de Jesús. Está fuertemente
relacionado con el nombre “Josué.” Por esta razón, la veterotestamentaria
figura de Josué es vista como una prefiguración de Jesús, que ahora lleva al
pueblo de Dios hacia la verdadera Tierra Prometida. Según algunas fuentes
antiguas, “el nombre en griego está conectado con el verbo iasthai, curar; es
por ello que no sorprende que algunos de los Padres de la Iglesia griegos
vinculaban el nombre de Jesús con esta raíz.”
En resumen, es un
nombre poderoso, que resume quién es Jesús y qué vino a hacer a la tierra. El
nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está presente en la
Persona de su Hijo (cf. Hch 5, 41; 3 Jn 7) hecho hombre para la Redención
universal y definitiva de los pecados. Él es el Nombre divino, el único que
trae la salvación (cf. Jn 3-18; Hch 2-21) y de ahora en adelante puede ser
invocado por todos porque se ha unido a todos los hombres por la Encarnación
(cf. Rm 10, 6-13) de tal forma que “no
hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos” (Hch 4, 12; cf. Hch 9, 14; St 2, 7).
Fuente:
en
20:03


MARÍA LA QUE DIO A LUZ A DIOS
¿Se puede dar a luz al Creador del Universo? ¿Se puede llevar en el vientre a Aquel que lo abarca todo? ¿Se puede ser hija y Madre al mismo tiempo? ¿Puede una criatura finita dar vida a un Ser infinito? ¿Puede Dios tener una Madre? Podríamos plantear la interrogante de muchas maneras, al final la respuesta siempre es la misma… y se la dio el ángel a María durante la Anunciación: «porque ninguna cosa es imposible para Dios».
Cuando proclamamos que María es Madre de Dios no decimos que ella sea anterior o superior a Dios, sino que afirmamos la divinidad de Jesús, su Hijo, en quien coexisten sus dos naturalezas unidas inseparablemente… Jesús es en todo momento Dios y Hombre. Y “en todo momento” incluye durante el parto. Por eso María es Madre de Dios. Recordando las palabras del ángel: «porque ninguna cosa es imposible para Dios». A Dios no le bastó que el ángel las pronunciara, sino que las puso en evidencia dos veces durante su conversación con María: cuando Jesús se encarnó en su vientre y cuando le dijo que Isabel, la estéril, estaba cerca de dar a luz.
¿POR QUÉ SE REALIZO EL CENSO CUANDO NACIÓ JESÚS?
“En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. El nacimiento de Jesús en Belén, ocurre cuando Cesar Augusto, emperador de Roma, promulga un edicto para que el mundo se empadronase”. (Lucas 2-1-7)
Si podemos fijar la fecha de ese censo y también el periodo en el cual CIRENIO fungió como gobernador de Siria, podemos entonces aproximarnos a la fecha del natalicio del Cristo. Por un lado, CIRENIO es la voz griega del nombre latino QUIRINO, y sabemos que un tal PUBLIUS SULPICIUS QUIRINIUS, oficial del imperio romano, fue nombrado gobernador de Siria. Curiosamente, esta información, que debería haber arrojado luces sobre el nacimiento de Jesús, se prestó como un escollo insalvable en la cronología bíblica. La razón era que Lucas escribió que CIRENIO era el Gobernador de Siria (Lucas 2:2), pero los historiadores lo ubican como Procurator de esa provincia entre los años 6 y 9 d.C. Además, hubo tres procuradores durante los años anteriores y posteriores al nacimiento de Jesús: SENTIUS SATURNINUS (9 a.C. – 6 a.C.); QUINTILIUS VARUS (6 a.C. – 4 a.C.), y PUBLIUS SULPICIUS QUIRINIUS, el CIRENIO que menciona Lucas (6 a.C. – 9 d.C.).
Algunos historiadores concluyen que Lucas cometió el error de confundir a QUIRINIUS con QUINTILIUS, el nombre del procurador VARUS, que según todos los datos gobernaba Siria durante el nacimiento de Jesucristo. Finalmente los arqueólogos terminaron dándole la razón a Lucas, ya que se desenterró una losa romana cuya inscripción indicaba que QUIRINIUS había servido dos veces en Siria. La primera como militar, cuando VARUS era el procurador para asuntos civiles; y la segunda entre los años 6 a.C. y 9 d.C. como procurador. El mismo Lucas nos da un dato revelador para este ajuste de fechas, al indicarnos que el de CIRENIO fue el primer censo cuando “era gobernador”, ya que luego nos hablará de un segundo censo, cuando CIRENIO fue procurador (Hechos 5:37).
De Augusto se conocen varios censos parciales y tres totales. Uno de éstos fue el 746 de Roma, que corresponde a unos ocho años antes de la fecha actual del nacimiento de Jesús. Cuando leemos el Evangelio, interpretamos que este empadronamiento fue el primero de QUIRINO, siendo él gobernador de Siria. Flavio Josefo, historiador judío, fariseo, descendiente de familia de sacerdotes, entre el año 38 y 94, dice que este personaje fue gobernador de Siria del año 6 al 12 después de Cristo, siendo el año 6 cuando hizo el censo en Judea. Por otra parte, cuando nace Jesús, reinaba el rey Herodes el Grande, y no hay constancia de que QUIRINO fuese además prefecto de Siria reinando Herodes.
Una de las principales figuras del siglo III para el cristianismo, Tertuliano, hijo de gentiles de Cartago, que tras una juventud disipada y licenciosa según su propio testimonio se convirtió al cristianismo en la ciudad de Roma, hacia el año 195 d.C. siendo después, según Jerónimo, presbítero de la iglesia de Cartago, parece excluirlo, pues dice, tomando los datos de los archivos de la Iglesia romana, que este censo se hizo siendo prefecto de Siria Sentio Saturnino
Entonces ahora nos encontramos que debemos intentar solucionar esta duda de fechas, reconociendo que no es el hecho más importante, pero no deja de ser interesante. Hagamos una breve biografía de Quirino, que fue miembro del senado de Roma y cónsul. Tras la destitución de Arquelao, hijo de Herodes I el Grande, Quirino llegó a Siria, enviado por César Augusto para hacer el censo de los bienes con vistas a establecer el impuesto. Con él fue enviado Coponio, para gobernar a los judíos. Como Judea había sido anexionada a Siria, Quirino la incluyó en el censo.
El censo tuvo lugar 37 años después de que Octavio derrotó a Antonio en la batalla naval de Actium, el 2 de septiembre (Flavio Josefo), lo que correspondería al año 6 de nuestra era. Según Flavio Josefo (Ant. XVIII 1), este censo supuso una revuelta armada, dirigida por Sadoc y Judas el Galileo, natural de Gamala. Algunos autores dudan de si podría haber estado ya antes en Siria, hacia el año 6 AC, gobernando conjuntamente con Saturnino o con Quintilio Varo. Un documento de estudio de la Biblia, dice que QUIRINO, sobre el año 9, dio principio al empadronamiento que llevó a cabo Sentio Saturnino (9 a 6 a. C.) Pero no consta positivamente de otra prefectura de QUIRINO, y habría además que adelantar acaso demasiado la fecha del nacimiento de Cristo.
También dice que se sabe que en ocasiones se efectuaban en forma simultánea los legados imperiales en la misma región. Existe una prueba de esto en año 73 d. C. había en África un legado al frente de las tropas y otro tenía la misión de hacer el censo. Cabría suponer una simple legación de QUIRINO simultaneada con la de Saturnino. Otro dato de la época dice que siendo QUIRINO prefecto de Siria, Aemilius Secundus, hizo por mandato de QUIRINO el censo de Apamea y combatió a los itureos del monte Líbano del 10 al 6 a.
El empadronamiento se hizo como era la costumbre de los judíos, y era costumbre de Roma respetar las formas locales. Así es, como las personas se fueron a censar a sus lugares de orígenes. Este es el motivo de porque José, que era de la casa de David, viaja hasta a Belén, ubicada a unos 140 km. de Nazaret, trayecto que se hacía entre 3 y 5 días. Dice el evangelio: José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Algunos textos dicen por ser de “la casa y familia de David” La frase puede ser una figura retórica consistente en emplear en la oración palabras innecesarias para su exacta y completa comprensión, pero que aportan gracia y fuerza expresivas, es decir, para indicar que José era verdaderamente de esta estirpe, Es decir, algunos entienden “casa” como equivalente a tribu, y por “familia” el ser de la misma estirpe davídica.
Dice también el evangelio: “…y se dirigió a Belén de Judea”. Esta frase se dice siempre para ir de cualquier lugar de Palestina a Jerusalén o cercanías de ésta, ya que por la conformación topográfica, siempre se viaja de subida. Sigue el evangelio: “…para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada”. Pero va a “…inscribirse con María, su esposa…” Podemos deducir que José sube con su esposa para que también se empadrone, porque se sabe que las mujeres casadas también se censaban en sus lugares de origen y María era de la casa de David.
Si podemos fijar la fecha de ese censo y también el periodo en el cual CIRENIO fungió como gobernador de Siria, podemos entonces aproximarnos a la fecha del natalicio del Cristo. Por un lado, CIRENIO es la voz griega del nombre latino QUIRINO, y sabemos que un tal PUBLIUS SULPICIUS QUIRINIUS, oficial del imperio romano, fue nombrado gobernador de Siria. Curiosamente, esta información, que debería haber arrojado luces sobre el nacimiento de Jesús, se prestó como un escollo insalvable en la cronología bíblica. La razón era que Lucas escribió que CIRENIO era el Gobernador de Siria (Lucas 2:2), pero los historiadores lo ubican como Procurator de esa provincia entre los años 6 y 9 d.C. Además, hubo tres procuradores durante los años anteriores y posteriores al nacimiento de Jesús: SENTIUS SATURNINUS (9 a.C. – 6 a.C.); QUINTILIUS VARUS (6 a.C. – 4 a.C.), y PUBLIUS SULPICIUS QUIRINIUS, el CIRENIO que menciona Lucas (6 a.C. – 9 d.C.).
Algunos historiadores concluyen que Lucas cometió el error de confundir a QUIRINIUS con QUINTILIUS, el nombre del procurador VARUS, que según todos los datos gobernaba Siria durante el nacimiento de Jesucristo. Finalmente los arqueólogos terminaron dándole la razón a Lucas, ya que se desenterró una losa romana cuya inscripción indicaba que QUIRINIUS había servido dos veces en Siria. La primera como militar, cuando VARUS era el procurador para asuntos civiles; y la segunda entre los años 6 a.C. y 9 d.C. como procurador. El mismo Lucas nos da un dato revelador para este ajuste de fechas, al indicarnos que el de CIRENIO fue el primer censo cuando “era gobernador”, ya que luego nos hablará de un segundo censo, cuando CIRENIO fue procurador (Hechos 5:37).
De Augusto se conocen varios censos parciales y tres totales. Uno de éstos fue el 746 de Roma, que corresponde a unos ocho años antes de la fecha actual del nacimiento de Jesús. Cuando leemos el Evangelio, interpretamos que este empadronamiento fue el primero de QUIRINO, siendo él gobernador de Siria. Flavio Josefo, historiador judío, fariseo, descendiente de familia de sacerdotes, entre el año 38 y 94, dice que este personaje fue gobernador de Siria del año 6 al 12 después de Cristo, siendo el año 6 cuando hizo el censo en Judea. Por otra parte, cuando nace Jesús, reinaba el rey Herodes el Grande, y no hay constancia de que QUIRINO fuese además prefecto de Siria reinando Herodes.
Una de las principales figuras del siglo III para el cristianismo, Tertuliano, hijo de gentiles de Cartago, que tras una juventud disipada y licenciosa según su propio testimonio se convirtió al cristianismo en la ciudad de Roma, hacia el año 195 d.C. siendo después, según Jerónimo, presbítero de la iglesia de Cartago, parece excluirlo, pues dice, tomando los datos de los archivos de la Iglesia romana, que este censo se hizo siendo prefecto de Siria Sentio Saturnino
Entonces ahora nos encontramos que debemos intentar solucionar esta duda de fechas, reconociendo que no es el hecho más importante, pero no deja de ser interesante. Hagamos una breve biografía de Quirino, que fue miembro del senado de Roma y cónsul. Tras la destitución de Arquelao, hijo de Herodes I el Grande, Quirino llegó a Siria, enviado por César Augusto para hacer el censo de los bienes con vistas a establecer el impuesto. Con él fue enviado Coponio, para gobernar a los judíos. Como Judea había sido anexionada a Siria, Quirino la incluyó en el censo.
El censo tuvo lugar 37 años después de que Octavio derrotó a Antonio en la batalla naval de Actium, el 2 de septiembre (Flavio Josefo), lo que correspondería al año 6 de nuestra era. Según Flavio Josefo (Ant. XVIII 1), este censo supuso una revuelta armada, dirigida por Sadoc y Judas el Galileo, natural de Gamala. Algunos autores dudan de si podría haber estado ya antes en Siria, hacia el año 6 AC, gobernando conjuntamente con Saturnino o con Quintilio Varo. Un documento de estudio de la Biblia, dice que QUIRINO, sobre el año 9, dio principio al empadronamiento que llevó a cabo Sentio Saturnino (9 a 6 a. C.) Pero no consta positivamente de otra prefectura de QUIRINO, y habría además que adelantar acaso demasiado la fecha del nacimiento de Cristo.
También dice que se sabe que en ocasiones se efectuaban en forma simultánea los legados imperiales en la misma región. Existe una prueba de esto en año 73 d. C. había en África un legado al frente de las tropas y otro tenía la misión de hacer el censo. Cabría suponer una simple legación de QUIRINO simultaneada con la de Saturnino. Otro dato de la época dice que siendo QUIRINO prefecto de Siria, Aemilius Secundus, hizo por mandato de QUIRINO el censo de Apamea y combatió a los itureos del monte Líbano del 10 al 6 a.
El empadronamiento se hizo como era la costumbre de los judíos, y era costumbre de Roma respetar las formas locales. Así es, como las personas se fueron a censar a sus lugares de orígenes. Este es el motivo de porque José, que era de la casa de David, viaja hasta a Belén, ubicada a unos 140 km. de Nazaret, trayecto que se hacía entre 3 y 5 días. Dice el evangelio: José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Algunos textos dicen por ser de “la casa y familia de David” La frase puede ser una figura retórica consistente en emplear en la oración palabras innecesarias para su exacta y completa comprensión, pero que aportan gracia y fuerza expresivas, es decir, para indicar que José era verdaderamente de esta estirpe, Es decir, algunos entienden “casa” como equivalente a tribu, y por “familia” el ser de la misma estirpe davídica.
Dice también el evangelio: “…y se dirigió a Belén de Judea”. Esta frase se dice siempre para ir de cualquier lugar de Palestina a Jerusalén o cercanías de ésta, ya que por la conformación topográfica, siempre se viaja de subida. Sigue el evangelio: “…para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada”. Pero va a “…inscribirse con María, su esposa…” Podemos deducir que José sube con su esposa para que también se empadrone, porque se sabe que las mujeres casadas también se censaban en sus lugares de origen y María era de la casa de David.
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20:01


LA VERDADERA HISTORIA DEL ORIGEN DE SANTA CLAUS
La historia del origen es mítica y tiene relación con la figura inspirada en SAN NICOLÁS DE MYRA o SAN NICOLÁS DE BARI, obispo, quien vivió en el siglo IV en Anatolia, Turquía, y que a la fecha posee más de dos mil templos en tributo a él por mundo. Actualmente sus reliquias se conservan en Bari, Italia, porque cuando los musulmanes conquistaron territorio turco, un grupo de católicos sacó de allí en secreto las reliquias del santo y se las llevó a la ciudad italiana. Nicolás era hijo de una familia acomodada, pero él destacó por su sencillez y servicio hacia los demás. Su padre deseaba que siguiera sus pasos comerciales en el Mar Adriático, mientras su madre pretendía que fuera sacerdote como su tío, el obispo de MYRA.
El deseo de sus padres quedó en el tintero luego de que la peste se los llevara y en ese momento su obra cobró sentido. El muchacho, conmovido con la desgracia repartió sus bienes entre los necesitados y se encomendó a la religión para ordenarse como sacerdote. En torno a su figura destacan historias de milagros y sus bondades para con la gente pobre. Tal fue la admiración que sintieron por él que se convirtió en santo patrón de Grecia, Turquía, Rusia y la Lorena (Francia). La historia cuenta que Nicolás regaló en secreto una bolsa llena de monedas de oro a tres mujeres a cuyo padre no tenía los recursos cuando cumplieron la edad de casarse. Se cuenta que el sacerdote entraba por una ventana y ponía la bolsa de oro dentro de los calcetines de las niñas, que colgaban sobre la chimenea para secarlos.
Los registros indican que la transformación ocurrió en el año 1624. Según algunas historias e investigaciones, fue en el siglo XVII cuando la imagen de SANTA CLAUS llegó a Estados Unidos procedente Holanda,-país en el que se venera a SINTERKLAAS o SAN NICOLÁS, un personaje que trae regalos a los niños el 5 de diciembre. Sin embargo, en 1809 el escritor WASHINGTON IRVING deformó el nombre del santo holandés SINTERKLAAS en la vulgar pronunciación SANTA CLAUS. Este podría considerarse el nacimiento del nombre. Luego el poeta CLEMENT CLARKE MOORE hizo su aporte en un poema donde habla de SANTA CLAUS como enano y delgado, pero que regala juguetes en vísperas navideñas a los niños y viaja en un trineo tirado por nueve renos incluyendo al líder, RODOLFO.
En 1863 SANTA CLAUS adopta su nueva fisionomía gracias Thomas Nast, un dibujante que diseñó al personaje para sus tiras navideñas en Harpers Weekly. Sus vestimentas nuevas tendrían influencia de los obispos de antaño y sin relación con SAN NICOLÁS DE BARI. Se cree que su creador se basó en las vestimentas de los obispos de viejas épocas para crear este SAN NICOLÁS, que en ese momento ya nada tenía que ver con SAN NICOLÁS DE MYRA o SAN NICOLÁS DE BARI. A fines del siglo XIX, a partir de un anuncio estadounidense de la Lomen Company, empresa estadounidense del sector frigorífico, quien incorporó la tradición de que PAPÁ NOEL procedería del Polo Norte; y se popularizarían completamente los renos navideños como medio de trasporte de SANTA CLAUS.
Eso sí, en 1930 Coca Cola adquirió los derechos de este objeto viviente y en sus anuncios publicitarios lo comenzó a utilizar. Aunque la leyenda de Papá Noel sea antigua y compleja, y proceda en gran parte de San Nicolás, la imagen familiar de Santa Claus, con el trineo, los renos, y las bolsas con regalos es una invención estadounidense. La imagen del PAPÁ NOEL vestido de rojo, con cinturón y botas negras, se quedó en el imaginario popular y jamás ha sido cambiada. Hoy día la historia difiere bastante. SANTA CLAUS vive en el polo norte donde mantiene un taller con duendes que le ayudan a fabricar los juguetes solicitados por los niños de todo el mundo. Además se mueve a través de un trineo llevado por al menos 9 renos: RUDOLPH, DONNER, BLITCHER, COMETA, CUPIDO, BRILLANTE, DANZANTE, CENTELLA Y ZORRO. Y que deja los regalos al pie del árbol de Navidad.
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20:00


lunes, 12 de diciembre de 2022
EL 25 DE DICIEMBRE Y EL NACIMIENTO DE JESÚS-PRIMERA PARTE
La noche del 24 de
diciembre millones de personas en todo el mundo conmemoran, con profunda
emoción, otra noche de hace dos mil años, en la que Jesucristo vino al mundo en
una pobre gruta de animales. Ninguna otra celebración religiosa, ni siquiera la
Pascua que es la más importante de las fiestas cristianas, tiene la carga de
ternura y recogimiento que encierra la Navidad. Ese día en muchas partes del
mundo se suspenden las guerras, se conceden indultos, se saludan quienes no se
hablaban, y la gente es capaz de ser más amable y generosa de lo que es el
resto del año.
El 25 de diciembre parece,
pues, tener un toque casi mágico. Pero ¿Jesucristo nació realmente ese día? No.
El 25 de diciembre no es la fecha histórica del nacimiento del Señor. ¿Cuál es,
entonces, el día exacto? No lo sabemos. Sí es posible saber el año de su
nacimiento (fue, aunque suene extraño, alrededor del año 7 antes de Cristo).
Pero saber el día resulta imposible con los datos que disponemos actualmente.
Si quisiéramos atenernos a las informaciones bíblicas debemos concluir que, casi
con certeza, no pudo haber nacido en diciembre. Porque san Lucas dice que la
noche en que Él nació “había cerca de Belén unos pastores que dormían al aire
libre en el campo y vigilaban sus ovejas por turno durante la noche” (2,8).
Y si tenemos en cuenta que
diciembre es pleno invierno en Palestina, que en la región cercana a Belén caen
heladas durante este tiempo, y que es la época de los promedios más altos de
lluvias, difícilmente se puede pensar que en ese mes haya habido pastores al
aire libre cuidando sus rebaños. Tanto los rebaños como los pastores permanecen
dentro de los establos. Sólo a partir de marzo, al mejorar las condiciones
climáticas, suelen pasar la noche a la intemperie. Por lo tanto, si cuando
nació Jesús había pastores con sus ovejas a la intemperie, pudo haber sido
cualquier mes del año menos diciembre. ¿Por qué, entonces, celebramos la
Navidad el 25 de diciembre?
En los primeros siglos,
los cristianos no mostraron interés en celebrar el nacimiento de Jesús. La
razón era que, como en aquel tiempo se festejaba con gran pompa el cumpleaños
del emperador, los cristianos no querían colocar a Jesús al mismo nivel que
éstos. Así, en el año 245, Orígenes repudiaba la idea de celebrar la natividad
de Cristo, como si fuera la de un emperador. De todos modos, de vez en cuando
solía aparecer algún teólogo que proponía una fecha para su nacimiento. San
Clemente de Alejandría, en el siglo III, decía que era el 20 de abril.
San Epifanio sugería el 6
de enero. Otros hablaban del 25 de mayo, o el 17 de noviembre. Pero no se
llegaba a un acuerdo decisivo debido a la falta de datos y de argumentos
ciertos para justificarla. Así, durante los tres primeros siglos la fiesta del
nacimiento del Señor se mantuvo incierta. Pero en el siglo IV ocurrió algo
inesperado, que obligó a la Iglesia a tomar partido por una fecha definitiva y
a dejarla finalmente sentada. Apareció en el horizonte una temible y peligrosa
herejía que perturbó la calma de los cristianos y sacudió a los teólogos y
pensadores de aquel tiempo.
Era el “arrianismo”,
doctrina así llamada porque la había creado un sacerdote de nombre Arrio, en la
ciudad de Alejandría de Egipto. Arrio era un hombre estudioso y culto, a la vez
que impetuoso y apasionado. Tenía la palabra elocuente y gozaba de un notable
poder persuasivo. Había nacido en Libia (norte de África) en el 256, y se había
ordenado sacerdote en el 311. Hacia el 315 comenzó a desplegar una enorme
actividad en Egipto. Sus prácticas ascéticas, unidas a su gran capacidad de
convicción, le atrajeron numerosos admiradores.
Pero Arrio pronto empezó a
predicar unas ideas novedosas y extrañas. ¿Qué enseñaba Arrio? Su pensamiento
puede sintetizarse en lo siguiente: Jesús no era realmente Dios. Era, sí, un
ser extraordinario, maravilloso, grandioso, una criatura perfecta, pero no era
Dios mismo. Dios lo había creado para que lo ayudara a salvar a la humanidad. Y
debido a la ayuda que Jesús le prestó a Dios con su pasión y muerte en la cruz,
se hizo digno del título de “Dios”, que Dios Padre le regaló. Pero no fue
verdadero Dios desde su nacimiento, sino que llegó a serlo gracias a su misión
cumplida en la tierra.
La teoría de Arrio fascinó
la inteligencia de muchos, especialmente de la gente sencilla, para quien era
más comprensible la idea de que Jesús fuera elevado por sus méritos a la
categoría de Dios, que el hecho grandioso e impresionante de que Dios mismo, en
persona, hubiera nacido en este mundo en una débil criatura. El arrianismo, en
el fondo, quitaba el misterio de la divinidad de Cristo, y ponía al alcance de
la inteligencia humana una de las verdades fundamentales del cristianismo: que
Jesús era verdadero Dios y verdadero hombre desde el momento de su concepción.
La habilidad dialéctica de
Arrio y su fogosa oratoria no sólo lo llevaron a abrirse fácilmente camino
entre las grandes masas, y a extenderse rápidamente en vastos territorios, sino
que lograron convencer a numerosos sacerdotes, y a dos grandes obispos: Eusebio
de Nicomedia y Eusebio de Cesárea. La prédica de Arrio desató una fuerte
discusión religiosa dentro de la Iglesia, y los cristianos se vieron de pronto
divididos por una dolorosa guerra interna. Fue una lucha general: emperadores,
papas, obispos, diáconos y sacerdotes, intervinieron tempestuosamente en el
conflicto. El mismo pueblo participaba ardorosamente en disputas y riñas
callejeras.
Unos decían: “Jesús no es
Dios”, y otros contestaban con vehemencia: “Sí, Jesús sí es Dios”. La doctrina
de Arrio se expandió de tal manera que san Jerónimo llegó a exclamar: “el mundo
se ha despertado arriano”. En medio de este acalorado debate, se resolvió
convocar a un Concilio Universal de obispos para resolver tan delicada
cuestión, que contaba con detractores y defensores de ambos lados. Y el 20 de
mayo del año 325, en Nicea, pequeña ciudad del Asia Menor, ubicada casi al
frente de Constantinopla (que era por entonces la capital del Imperio), dio
comienzo la magna asamblea.
Participaron unos 300
obispos de todo el mundo y fue el primer concilio universal reunido en la
historia de la Iglesia. Los presentes en el Concilio, en su inmensa mayoría,
reconocieron que las ideas de Arrio estaban equivocadas y declararon que Jesús
era Dios desde el mismo momento de su nacimiento. Para ello acuñaron un credo,
llamado el Credo de Nicea, que decía: “Creemos en un solo Señor Jesucristo,
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios verdadero
de Dios verdadero. Engendrado, no creado”. Al final del Concilio de Nicea el
arrianismo fue condenado, y sus principales defensores debieron abandonar los
puestos que ocupaban en la Iglesia.
A pesar de la derrota,
Arrio y sus partidarios no se amedrentaron. Convencidos de estar en la verdad
continuaron sembrando sus errores por toda la Iglesia. Y su prédica resultó tan
eficaz que siguió logrando gran cantidad de adeptos, a tal punto que unos
treinta años más tarde en muchas regiones no se encontraba un solo obispo que
defendiera el credo propuesto en Nicea. Se habían hecho todos arrianos. Frente
a este panorama el Papa Julio I, que gobernaba entonces la Iglesia, comprendió
que una manera rápida y eficaz de difundir la idea de la divinidad de Cristo, y
así contrarrestar las enseñanzas de Arrio, era propagar la fiesta del
nacimiento de Jesús, poco conocida hasta ese momento. En efecto, si se
celebraba el nacimiento del Niño-Dios, la gente dejaría de pensar que Jesús
llegó a ser Dios sólo de grande.
Biblista
Ariel Álvarez Valdez
en
20:09


LA SAL DE LA TIERRA
La historia, basada en hechos reales acontecidos en unas minas de zinc en Bayard Nuevo México, en 1951, fue llevada con gran maestría a la pantalla por el director Herbert J. Biberman en el año 1954.
Realizado en blanco y negro, con unos planos soberbios, la fotografía bellísima y sobrecogedora, el film, que roza lo documental, es una verdadera joya artística y testimonial.
El director Biberman y todo el elenco de producción, no lo tuvieron nada fácil: figuraban en la «lista negra» del Comité de Actividades Antiamericanas bajo el mandato del entonces senador MacCarthy; circunstancia que les acarreó verdaderas dificultades a la hora de emprender el rodaje, teniéndolo que llevar a cabo en el desierto, tal eran los impedimentos y vigilancia ejercida por parte del gobierno que se encargaba de relacionar toda protesta social con el comunismo: acérrimo y eterno enemigo por parte de Estados Unidos.
La proyección del film, que se estrenó sólo en 13 salas del país, no tuvo apenas repercusión pues, como era de prever, hubo una mano negra que se encargó de tal menester. La película fue retirada de circulación durante algunos años; al volver a ver la luz, tuvo una gran acogida y recibió varios premios.
La mayor parte de personajes que desempeñan papeles secundarios, no son actores profesionales, son personas a las que han asignado un rol que conocen a la perfección pues lo vivieron y experimentaron muy de cerca, en sus propias carnes. La batalla reflejada en la cinta, es archiconocida por ellos pues fueron sus protagonistas: los mineros que realmente la vivieron, lucharon y, a la postre, tras seis largos meses de brega y padeciendo todo tipo de carencias, la ganaron.
El papel de las mujeres, fue decisivo pues sin su incorporación a los piquetes -en principio, con el rechazo de los hombres pues pensaban que su labor la tenían que desempeñar en casa- no se hubiese logrado conseguir la victoria.
La Sal de la Tierra es una gran película que define, a la perfección, los problemas acuciantes padecidos por las sociedades de todas las épocas que, por desgracia, tienen bastante similitud en todo tiempo, visto que las primeras huelgas de las que se tiene constancia, documentada, proceden de tiempos atávicos. A 1552 a.c. se remontan las primeras protestas, con parón prolongado en el trabajo, originadas por los esclavos, en Egipto, debido a la carencia de alimento a la que se veían sometidos.; lo cual viene a prevenirnos de que el abuso de poder ha venido perpetuándose desde épocas inmemoriales; esto no significa la aceptación de las cadenas y la injusticia a la que se ve sometido el ser humano, muy al contrario, nos conciencia del arduo trabajo que aún queda por hacer.
Hay una frase pronunciada, desde lo más hondo que existe en todo ser, por Esperanza, la protagonista de éste film, -Madre, esposa y piquete- que sobrecoge al espectador por la resonancia que produce en su interior:
“Entonces, supe que teníamos algo que no podían quitarnos, algo que podía dejarle a mis hijos, algo que ellos heredarían: La Sal de la Tierra”
Fuente:
https://hojasdebate.es/
en
20:05


FIGURAS IMPRESCINDIBLES DEL PORTAL DE BELÉN
Al montar el belén en
casa, hay personajes que son imprescindibles porque de ellos habla el
Evangelio. Es una buena ocasión para leer el Nacimiento de Jesús con los niños.
Muchas familias viven la Navidad con una actividad de preparación que une a
todos, pequeños y mayores: es la construcción del belén. Unos optan por el
pesebre con la Sagrada Familia colocados en un pequeño mueble del recibidor,
mientras que otros -sobre todo los aficionados al pesebrismo– pueden llegar a
desplegar un “paisaje” que ocupa toda una habitación. Si vamos a montar el
belén, ¿qué figuras son las imprescindibles? Para ello, acudiremos a los
Evangelios, concretamente el evangelio de san Mateo y san Lucas, que nos narran
cómo fue el Nacimiento del Niño Jesús.
La Sagrada Familia es el
centro del belén: el Hijo de Dios que nace y que está con su madre, María, y
con san José, para el que Dios ha reservado el plan de hacer de padre en la
tierra. En el evangelio de San Mateo leemos: “La generación de Jesucristo fue
así: Estando desposada su madre María con José, antes de que conviviesen, se
encontró que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. José su
esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto.
Estando él considerando estas cosas, he aquí que un ángel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu
esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará
a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús (…). Al despertarse José hizo
como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa. Y, sin que la
hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús” (Mt 1,
18-25) ¿Cómo estaría el Niño Jesús? El evangelio de san Lucas dice que su mamá,
María, “lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre” (Lc 2, 6). Un
pesebre es el lugar donde comen los animales, de ahí que muchas veces se
coloquen pajitas en él. El nacimiento del Niño Jesús se produjo en Belén,
ciudad a 8 km al sur de Jerusalén. Lo dice el evangelio de san Mateo al
comienzo del capítulo 2. Podemos representar la estancia como una cueva, una
gruta o un corral de animales. Sobre este aspecto no dicen nada los evangelios
aunque sí sabemos que no se trataría de una casa y mucho menos de un palacio,
porque el evangelio de san Lucas afirma que “no había lugar para ellos en el
aposento”. (Lc 2, 6).
Los Reyes Magos son
citados en el capítulo 2 de san Mateo y se narra su encuentro con el rey
Herodes. El relato comienza así: “Nacido
Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de
Oriente a Jerusalén preguntando: ‘¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha
nacido? Pues vimos una estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”
(Mt 2, 1-2) Los evangelios no especifican cuántos reyes eran ni cómo se
llamaban, pero sí sabemos que al encontrar la estrella, entraron, “vieron al niño con María, su madre, y
postrándose le adoraron; luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes:
oro, incienso y mirra”. Por los tres regalos es por lo que tradicionalmente
creemos que son tres.
De Herodes sabemos que
vivía en Jerusalén y en algunos belenes se le representa no con el personaje
pero sí con un palacio a lo lejos (hemos
dicho que estaría a 8 km). Herodes existió: era el rey Herodes I, llamado
también Herodes el Grande. Según el historiador de la época, Flavio Josefo, fue
cruel, tenía fama persecutoria y mató a varias de sus diez esposas y algunos de
sus hijos. Todos estos datos encajan con que ordenara la persecución del Niño
Jesús y la muerte de los santos inocentes. De ella también se habla en el
relato de los Magos.
¿Son solo un adorno en el
belén? No, ellos forman parte del plan que Dios quiso en el Nacimiento de Jesús
y de lo que nos ha transmitido en los Evangelios. Son también protagonistas del
suceso que cambió la Historia. En el capítulo 2 de san Lucas, leemos que “había unos pastores por aquellos
contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la
noche. De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor
los rodeó de luz y se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo: ‘No temáis,
pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy
os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor, y
esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y
reclinado en un pesebre. De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de
la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo: ‘Gloria a Dios en las
alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad’.”
A esa anunciación la
llamamos ANUNCIATA. El evangelio sigue narrando también que se pusieron en
marcha hacia Belén: “Y vinieron presurosos, y encontraron a María y a José y al
niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían
sido anunciadas acerca de este niño. (…) Y los pastores regresaron,
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les
fue dicho.” (Lc 2, 16-20). Montar el belén es una actividad alegre y puede ser
vivida en familia, sobre todo cuando hay pequeños en casa. Nos ayudará a
conocer mejor las escenas del evangelio y a vivir la Navidad con pleno sentido
cristiano.
Fuente:
en
20:05


MUROÏ EL DEMONIO QUE HACE LLORAR A LA VIRGEN MARÍA
El MUROÏ,
originalmente considerado un demonio, integra también la desmejorada raza de
vampiros proveniente de lo que actualmente es la República Checa. Su nombre,
evocador como casi todos los demonios, significa literalmente «destino»,
en un sentido más cercano a la fatalidad que a la buena ventura. Se dice que
este demonio sólo es capaz de tomar posesión del cadáver corrupto de una
persona maligna, particularidad que lo ubica como uno de los réprobos más
populares entre políticos y banqueros. Sus primeras leyendas medievales aclaran
que el MUROÏ está
ferozmente enfrentado contra todos los símbolos de la fe, incluso aquellos que
orbitan en la periferia de la ortodoxia, como el GOLEM,
según los mitos hebreos, una especie de homúnculo o autómata que puede ser
creado por un rabino.
Su nacimiento, de hecho, es
precedido por una serie de signos inconfundibles; uno de ellos, que
probablemente expresa dolor y ofensa frente a lo abominable de su presencia,
consiste en la aparición de lágrimas de sangre en todas las imágenes de la
Virgen María cercanas a su cubil. La única forma de que el MUROÏ no
articule sus ataques es identificando el cadáver del poseso y removiendo su
corazón. Si esta precaución es pasada por alto se debe solicitar la ayuda de un
rabino o un sacerdote católico para que se enfrente con el engendro. Esta
batalla no se desarrolla en el terreno filosófico, sino directamente a los
garrotazos.
Cuando su presencia es denunciada
por las imágenes de la Virgen
María que lloran sangre, el rostro del MUROÏ adquiere
un tinte rojo bastante característico. Su voz desaparece; en cambio, es
reemplazada por prolongados llantos que paralizan a los incautos que tienen la
mala fortuna de cruzarse con él. Ciertos demonólogos sostienen que su lamento
no es escuchado por todos sino únicamente por quienes están destinados a ser
sus víctimas. Si bien este demonio-vampiro resiste la luz del sol, el ajo y los
crucifijos, durante el día prefiere ocultarse en su ataúd o en cualquier otra
guarida que le permita recuperar sus fuerzas. Para descubrir la ubicación
precisa de su escondite se debe trasladar una imagen de la Virgen María y
aguardar el brote lacrimógeno, cuya frecuencia e intensidad son directamente
proporcionales a su cercanía con el réprobo.
Estas precauciones tienen que ver
con la idea de que el MUROÏ sólo
puede ser vencido dentro de su guarida, durante el día, y siempre bajo el patrocinio
de la Virgen María. Una vez extirpado el corazón, se le debe arrancar
la piel entre el dedo pulgar y el dedo índice de las manos con unas tijeras de
acero. Nadie, hasta ahora, ha logrado interpretar satisfactoriamente la
importancia de esta mutilación, aunque algunos eruditos conjeturan que el MUROÏ utiliza
la piel interdactilar a modo de megáfono, es decir, para aumentar la intensidad
de su llanto y dirigirlo hacia la víctima que previamente ha seleccionado. Todo
parece indicar que cuando este sistema falla, el MUROÏ puede
morir nuevamente si se lo reduce a cenizas. Su muerte, sin embargo, no trae
consuelo a sus víctimas. Quienes han escuchado el llanto de este demonio lo
sentirán durante el resto de sus vidas como un zumbido lejano, persistente y
aterrador que palpita en lo profundo de los oídos, en cambio, las imágenes de
la Virgen María que han llorado sangre para denunciar su aparición continuarán
vertiendo lágrimas incesantemente, hasta que sus siluetas sean ya
indistinguibles de la costra sanguinolenta que las recubre.
en
20:04


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