miércoles, 26 de junio de 2013

PABLO DE TARSO

Pablo no debió cambiar su nombre al convertirse al cristianismo, ya que como ciudadano romano y nacido en Tarso, además de ser judío tenía gran influencia de la cultura helenística y romana, hablaba fluidamente tanto el griego como el arameo, eso le permitió predicar el Evangelio con ejemplos y comparaciones comunes de esta cultura por lo que su mensaje fue recibido en territorio griego claramente y esta característica marca el éxito de sus viajes fundando comunidades cristianas. 

Pablo es considerado por muchos cristianos como el discípulo más importante de Jesús, a pesar de que nunca llegó a conocerlo, y, después de Jesús, una de las personas más importantes para el cristianismo; como también fueron Pedro y Juan. Nació entre el año 5 y el año 10 en Tarso, en la región de Cilicia, en la costa sur del Asia Menor (la actual Turquía). La ciudad de Tarso tenía concedida la ciudadanía romana por nacimiento (Hechos 22, 22-29). Por lo que Pablo era ciudadano romano pese a ser hijo de judíos.

Hijo de hebreos y descendiente de la tribu de Benjamín, en su adolescencia es enviado a Jerusalén, donde estudió con el famoso rabino Gamaliel (Hechos 22, 3). Tuvo una educación mucho mayor que los humildes pescadores que fueron los primeros apóstoles de Cristo.

Pablo fue un activo perseguidor de los cristianos bajo la influencia de los fariseos. De hecho él fue de los que participó y asintió en la ejecución de Esteban, el primer mártir (denominado protomártir) de la Iglesia de aquel entonces, quien fue víctima de lapidación no como consecuencia de la barbarie de la multitud, sino como cumplimiento de una ejecución judicial, pues Saulo contaba con la venia de Roma. En el año 36, camino a Damasco, tuvo una visión y se convirtió al cristianismo. Según el libro de los Hechos de los Apóstoles y las cartas paulinas fue gracias a una aparición de Cristo camino de la ciudad de Damasco, después de la cual pide ser bautizado.

Comenzó su actividad de evangelización cristiana en Damasco y Arabia. Es perseguido por los judíos y huye a Jerusalén, donde es visto por Bernabé quien lo lleva con Pedro y con Santiago en el año 36, como vemos en Hechos 9, 26-28. Huye de Jerusalén, escapando de los judíos de habla griega. Se lo llevan a Cesárea y es enviado a refugiarse en Tarso.

Bernabé acude a Tarso y se va con Pablo a Antioquia, donde pasaron un año evangelizando. Antioquia se convierte en el centro de los cristianos convertidos desde el paganismo. Aquí surge por primera vez la denominación de cristianos para los discípulos de Jesús.

En Hechos 9,1-9 vemos su conversión:

“Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres. Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor. Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". El preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". "Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer". Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber”

En sus cartas no da detalles sobre este hecho, pero sí afirma que perseguía a los cristianos y que se le apareció Jesús: “Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto. Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios”. (1 Corintios 15, 8-9).

En cualquier caso, con independencia de si la visión en el camino de Damasco fue milagrosa o tiene explicación científica, el resultado es que Saulo de Tarso, que se dedicaba a "perseguir sobremanera" y "asolar" con "celo" las comunidades cristianas, según sus propias palabras (Gálatas 1; 13; Filipenses 3; 6), tuvo un testimonio que lo marcó para el resto de sus días, literalmente se pasó al enemigo para ser el principal difusor del cristianismo arriesgando su vida, sufriendo encarcelamientos y, finalmente, morir decapitado en Roma. Pablo fue fiel hasta la muerte al testimonio que lo convirtió en uno de los apóstoles más efectivos de Jesucristo.

En el primer viaje misional, junto con Bernabé y su primo Juan Marcos de ayudante, parte de Seleucia, puerto de Antioquia, donde había predicado durante un año, hacia la isla de Chipre, concretamente a Salamina. Este era el primer lugar donde predicaban a los "no judíos", es decir, a los gentiles o paganos.

En Pafos, se convierte al cristianismo el procónsul romano Sergio Pablo, en su séquito se hallaba el mago Elimas o Barjesús. Pablo y Bernabé, según las escrituras, predican la palabra y el procónsul con su familia quiere convertirse, pero el mago lo quiere impedir. Pablo llama al mago embustero, embaucador, empedernido, hijo del diablo y enemigo de todo lo bueno, y deja a Elimas ciego. En ese momento el procónsul cree. Después de esto toman un barco con el que abandonan la isla de Chipre.

Es aquí donde Saulo comienza a ser llamado por su nombre romano Pablo que significa "el más pequeño". Navegan hacia Perge, en la región de Panfilia. Juan Marcos regresa a Jerusalén. Pablo y Bernabé continúan por el sur de Galacia. Encuentran por parte de los judíos malestar por su presencia, y deciden dirigirse a los paganos, por los sitios nombrados formaban comunidades y dejaban encargados para cuidarlas. A partir de estas fechas, a los discípulos, también se les empezó a llamar cristianos, estos discípulos "no judíos" enviaban dinero a Jerusalén por medio de Pablo y del apóstol Bernabé.

Los cristianos procedentes del judaísmo plantean la idea de que estos nuevos cristianos deberían aceptar también las leyes judías, como la circuncisión. Pablo decide plantear la cuestión en Jerusalén a su regreso en el año 49, ante los apóstoles. Esto dio lugar al primer concilio, el Concilio de Jerusalén, del año 50. Triunfó la postura de Pablo, sobre no imponer rituales judíos a los conversos gentiles.

En el segundo viaje misionero, Pablo se hace acompañar por Silas. Parten de Antioquia, por tierra, hacia Siria y Cilicia, llegando al sur de Galacia. En Listra, se les une Timoteo. Atraviesan las regiones de Frigia y Misia. Al parecer, se les une Lucas el Evangelista en la Tróade. Decide ir a Europa, y en Macedonia funda la primera comunidad cristiana europea: la comunidad de Filipos. También en Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto. Se queda durante año y medio en Corinto, acogido por Aquila y Priscila, matrimonio judeo-cristiano que había sido expulsado de Roma debido al edicto del emperador Claudio. En invierno del año 51 escribe la primera carta a los tesalonicenses, el documento más antiguo del Nuevo Testamento. Al año siguiente vuelve a Antioquia.

En primavera del año 54 inicia su tercer viaje misionero, estableciendo su centro de operaciones en Éfeso, capital de Asia Menor. Permanece allí unos tres años. Le llegan noticias de los conflictos surgidos en la comunidad de Corinto. Escribe la primera carta a los corintios en el año 54 y la segunda carta a los corintios a finales del 57. Atendiendo a los conflictos con los judeo-cristianos, escribe las cartas a los Filipenses (año 57) y a los Gálatas. Va a Corinto a finales del 57, donde pasa el invierno. Escribe la carta a los romanos, en la primavera del 58. Vuelve entonces a Jerusalén para entregar la colecta de las comunidades cristianas procedentes del paganismo, destinada a los pobres de las comunidades de Jerusalén.

Judíos procedentes de Antioquia lo acusan de violar la Ley e intentan matarlo en una revuelta. El tribuno romano, Claudio Lisias impide que lo maten y lo encarcela. Es enviado a la provincia de Judea, donde el procurador Félix lo retiene durante dos años (del 58 al 60) a la espera de conseguir un rescate por su libertad. Porcio Festo sucede a Marco Antonio Félix como procurador de Judea. Pablo apela a su derecho, como ciudadano romano, a ser juzgado en Roma. Tras un accidentado viaje, llega a Roma en la primavera del año 61. Es liberado en el 63. Su carta a Filemón se supone escrita en este periodo de cautividad, entre el 58 y el 63.

Había expresado sus deseos de llegar, lo cual posiblemente se cumplió en el año 63. Al parecer, después visitó las comunidades de Oriente. Volvió a ser apresado en Roma durante las persecuciones de Nerón. Fue sentenciado a muerte y decapitado hacia el año 67. Por tener la ciudadanía romana, gozó del privilegio de la decapitación, ya que el suplicio de la cruz estaba destinado para quien no era romano. Según la tradición, la cabeza rodó por el suelo y lo golpeó tres veces, y de allí donde chocó, surgió una vía de agua.

Fue enterrado en la vía Ostiense de Roma. El 11 de diciembre de 2006 el Vaticano anunció el descubrimiento del sarcófago de Pablo tras cuatro años de excavaciones arqueológicas bajo el altar mayor de la basílica que lleva su nombre.

Se atribuyen a Pablo trece cartas o epístolas, llamadas comúnmente "las cartas paulinas", a saber:

A los Romanos

Primera a los Corintios

Segunda a los Corintios

A los Gálatas

A los Filipenses

Primera a los Tesalonicenses

A Filemón

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A los Efesios

A los Colosenses

Segunda a los Tesalonicenses

Primera a Timoteo

Segunda a Timoteo

A Tito

De estas 13 cartas, existe consenso en que las 7 primeras son auténticamente paulinas. Respecto a la Carta a los Hebreos, los eruditos críticos (no cristianos) y la Iglesia están de acuerdo en que no es de autoría paulina, lo que no es obstáculo para que tanto la Iglesia como las protestantes la consideren un texto válido y la incluyan en el canon bíblico. Del resto, no existe acuerdo sobre si son de autoría paulina o han sido escritas por colaboradores o discípulos de Pablo.

martes, 18 de junio de 2013

El Grito de Alcorta



Se conoce como Grito de Alcorta a la rebelión agraria de pequeños y medianos arrendatarios rurales que sacudió el sur de la provincia argentina de Santa Fe y se extendió por toda la región pampeana, con centro en la ciudad de Alcorta, y que marcó la irrupción de los chacareros en la política nacional del siglo XX, dando origen además a su organización gremial representativa, la Federación Agraria Argentina.

Con el desarrollo del ferrocarril a través de la Generación del '80 (1880), se empezó a sembrar trigo, el excedente del cual era exportado a Europa. Para poblar el país se implementó una política activa de inmigración, trayendo muchos inmigrantes que huían de la pobreza europea para poblar las Pampas. La cultura trabajadora del inmigrante europeo hizo que la tierra produjera mucho más, convirtiendo a la Argentina en el Granero del Mundo. Al seguir la propiedad de la tierra en manos de pocos, se profundizó la brecha económica entre los terratenientes, similar a la de las clases altas europeas, y los inmigrantes que trabajaban las tierras.

La estructura social del campo en el momento en que se desata la rebelión, estaba integrada por terratenientes, arrendatarios y subarrendatarios. Estos últimos se encontraban sometidos a los terratenientes a través de contratos que establecían, entre otras cosas, rentas impagables y la obligación de comprar herramientas e insumos a quien el terrateniente mandare, e imponían al colono las responsabilidades de una mala cosecha. Se llegó a un punto en que, por más que el colono trabajara de sol a sol y por buena que fuera la cosecha, al final de ésta no le quedaba ni lo más elemental para subsistir. El estudio de Juan Bialet Massé sobre "La condición de las clases trabajadoras", de 1901, es una radiografía clara del tratamiento infrahumano que recibían los colonos.

El proceso que desembocó en el Grito de Alcorta fue muy complejo, la mayoría de los arrendatarios y medieros eran extranjeros (en algunas zonas llegaban al 80%), y en el campo primaba el individualismo y la desconfianza, lo que dificultaba la organización gremial. A su vez la Ley de Residencia, que permitía la deportación de extranjeros, causaba mucho temor. A pesar de esto, a principios de 1912 los chacareros organizaron sus primeras reuniones, ayudados por los sindicatos de estibadores y oficios varios, los Centros de Estudios Sociales dirigidos por los anarquistas y los braceros (“linyeras”), que tenían una gran tradición de lucha.

El detonante del Grito de Alcorta fue la formidable cosecha de 1912, al comprobar los chacareros que luego de pagar las deudas nada quedaba para ellos.

El 25 de junio de 1912 se realizó una asamblea en la Sociedad francesa de Alcorta, de la que participaron alrededor de 300 agricultores y entre manifestaciones combativas se declaró la huelga por tiempo indeterminado, hasta conseguir, entre otras reivindicaciones, “1) rebaja general de los arrendamientos y aparcerías; 2) entregar en las aparcerías el producto en parva o troje, como salga; 3) contratos por un plazo mínimo de 4 años”.

La convocatoria había surgido de los campesinos de Alcorta, encabezados por Javier Bulzani, quienes contaban con el aval de los párrocos de esa localidad y de la localidad vecina de Máximo Paz, los hermanos José y Pascual Netri y de los comerciantes de la zona. El abogado Francisco Netri, hermano de los párrocos y uno de los protagonistas, tuvo un papel destacado en la asamblea y fue quien enfatizó que los chacareros debían “constituir su organización gremial autónoma”.

A medida que se avanzó en la huelga, se fue avanzando también en su organización, y tomó fuerza la idea de constituir una organización central de chacareros. Fue así como el 15 de agosto de 1912, en la Sociedad Italiana de Rosario, se fundó la Federación Agraria Argentina.

La respuesta de los terratenientes y las fuerzas represivas no se hizo esperar, motivo por el cual los huelguistas tuvieron sus primeras víctimas. En un acto realizado en la localidad de Firmat fueron asesinados los dirigentes agrarios anarquistas Francisco Mena y Eduardo Barros, mientras en la ciudad de Rosario era fusilado Francisco Netri.

A pesar del violento accionar de los terratenientes, los huelguistas fueron logrando cada vez más adhesiones. Al apoyo inicial de los anarquistas y socialistas, de los curas y los pequeños comerciantes, fueron sumándose los profesionales y amplios sectores populares. Ante el temor de tener que afrontar grandes pérdidas económicas, los terratenientes fueron cediendo lentamente y hacia mediados de 1913 la inmensa mayoría de los arrendatarios había logrado una importante rebaja de los arrendamientos. De todos modos, la oligarquía logró mantener cláusulas leoninas en los contratos, que imponían restricciones a la libertad de comprar y vender.

El Grito de Alcorta, si bien no modificó sustancialmente la estructura agraria, favoreció el surgimiento de organizaciones campesinas en otros lugares del país, como la Liga agraria de Bahía Blanca y la Liga Agraria de La Pampa, las que participaron junto a la FAA de un congreso nacional campesino donde, además de los reclamos puntuales a los terratenientes y comerciantes, se reivindicaron los postulados de la Revolución mexicana encabezada por Emiliano Zapata. Por primera vez en la Argentina se enarboló el principio de que “...la tierra debe pertenecer en propiedad del que la trabaja...”

Un siglo después poco ha cambiado ya que la tierra sigue siendo un bien escaso, y más del 70% de la superficie agrícola se trabaja por contratistas/arrendatarios. Al ser económicamente inviable el minifundio, los "nuevos" propietarios tuvieron que seguir arrendando campos vecinos para lograr una escala que justifique amortizar inversiones en maquinaria.

Prioricemos lo más importante

En estos últimos tiempos se ha replanteado, en los medios católicos, cuál deba ser la fórmula más adecuada para la consagración del vino, al celebrarse la misa. Esta cuestión que de por sí parece de carácter meramente idiomático, puede suscitar inquietudes relacionadas con nuestro destino final (¡un tema importante por cierto!). De todos modos, refuerza nuestra confianza en la misericordia divina la clara y rotunda doctrina que al respecto nos inculca la Iglesia: “Cristo ha muerto por todos los seres humanos sin excepción: ‘no hay, ni hubo ni habrá ninguno por quien él no haya padecido’” (Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 605). Naturalmente, aquí también juega su papel la libertad de la opción humana, pero no es esa en rigor la cuestión que visualizamos ahora.

Pasando a un plano experimental de nuestro tema –y en mi condición de sobreviviente de la época bastante anterior al Concilio–, creo conveniente manifestar ciertas comprobaciones de entonces en el trato con compañeros de apostolado y con cristianos en general. Más de una vez me llamaban la atención las angustiadas cavilaciones en que algunos de ellos se sumergían a propósito de las palabras de Cristo que habían leído en su misal en la celebración eucarística del domingo. Se trataba precisamente de la segunda fórmula consagratoria: “Esta es mi sangre (…), que se derrama POR MUCHOS para el perdón de los pecados” (cfr. Mateo 26, 28; Marcos 14, 24; Isaías 53, 11). No siempre resultaba fácil tranquilizar esos estados de ánimo con el argumento de que, en casos como ése, muchos es lo mismo que “todos”, de acuerdo con un modismo semítico del que daba cuenta el papa Benedicto XVI: “En los años ‘60 (…) existía un consenso exegético de que el término muchos era una expresión hebrea para indicar el conjunto, ‘todos’”, sin que ninguno quede afuera.

Con bastante lógica y más que nada, con pleno sentido pastoral, se decidió que en adelante cesara el uso de muchos y se lo reemplazara por “todos”. Pero lamentablemente, he aquí que ahora habrá que volver sobre esos pasos tan conformes con el espíritu del Concilio Vaticano II. Y, en franca oposición al criterio de los años 60, se suprimirá “todos” y figurará de nuevo el término muchos… Para justificar la medida –que no pocos interpretan como una especie de involución–, se apela al respeto que merecen los textos bíblicos, y además se alega que “el consenso exegético– arriba mencionado– se ha desmoronado”…

Pero por una parte, no se ve que en este caso haya sido afectado el respeto a la palabra de Dios, y, por otra parte, lo realmente importante es que sigue manteniéndose en pie el HECHO SEMÁNTICO, característico del lenguaje semítico, en virtud del cual, puede existir una perfecta equivalencia entre muchos y “todos”. Lo que se ha desmoronado es la unidad de los puntos de vista y de las “tendencias” dentro de los grupos de biblistas y teólogos, a causa de motivaciones ajenas a la cuestión lingüística…

En la delicada situación por la que atraviesa nuestra Iglesia, ¿no sería aconsejable soslayar decisiones carentes de urgente necesidad que, incluso, pueden potenciar las divisiones? Reservemos en cambio lo mejor de nuestros deseos y energías a la solución de los más graves problemas que nos aquejan.

Por Rodolfo A. Canitano
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miércoles, 12 de junio de 2013

Manuel Belgrano


Su nombre completo es Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, detalle importante, porque generalmente olvidamos el corazón de su nombre y que nos pinta ya la impronta piadosa y creyente de su familia. Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de Junio de 1770, hijo de un italiano afincado en nuestras tierras Domenico Pérez, quien pronto se convirtió en un acaudalado comerciante. Cuenta la tradición que el padre de nuestro prócer adoptó el apellido Belgrano porque producía excelente trigo, bello grano. Fue su madre María Josefa González Casero, nacida en Santiago del Estero.

Domingo Belgrano podía darse el lujo de enviar a sus hijos Francisco y Manuel a estudiar a España, gracias a su buen pasar. Manuel había comenzado en el prestigioso San Carlos de Buenos Aires, y una vez en Europa optó por estudiar derecho, pese al deseo paterno de que se dedicara al comercio. Tanto se destacó el joven estudiante que obtuvo del propio Sumo Pontífice Pío VI la autorización para leer toda clase de literatura prohibida. Tenemos que recordar que aún estaban calientes en Europa los humos de la revolución francesa y todos sus panfletos y libros, sobre todo lo más anticlericales o ateos, habían sido prohibidos por la Iglesia de entonces.

Belgrano obtuvo la excepción que se les daba a las mentes lúcidas a las que se suponía capaces de criticar esas obras, y así pudo conocer a Montesquieu, Rousseau y Filangieri, y otros creadores del liberalismo político moderno. Beberá de primera mano los cuestionamientos al derecho divino de los reyes, los principios de igualdad y libertad, y la aplicación universal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Participará con su círculo de compañeros en España de estos y otros debates que estaban en boca de todos y que lejos de criticar, le sedujeron hacia el liberalismo ilustrado.

En los círculos ilustrados españoles se consideraba urgente refundar la nación bajo principios similares, y a quienes no estaban de acuerdo se los tachaba de tiranos y oscurantistas, etiqueta que a ningún joven le era gustoso e interesante de llevar. De su estadía en España llegó a decir en su autobiografía lo siguiente: “…se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad y propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuere donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente”.En su dicho se ve la mano del francés Rousseau y de la idea de contrato social tan en boga entonces. En 1793 se recibió de abogado y al año siguiente, ya en Buenos Aires, asumió como primer secretario del Consulado. Tenía sólo 23 años. Traía un impulso reformador muy propio de los ilustrados de ambos lados del océano Atlántico. Con el alma llena de sueños, se propuso fomentar la educación, capacitar a la gente para que aprendiera oficios y pudiera aplicarlos en beneficio del país. Con esto como objetivo, creó Escuelas de Dibujo, de Matemáticas y Náutica. Desde España mandaron cerrarlas, pues las consideraron un lujo que no valía la pena para la región.

No hizo falta mucho más para que Belgrano rechazara al monopolio español y sus impulsos lo pusieron permanente conflicto con los vocales del Consulado. Todos ellos eran grandes comerciantes con intereses en el comercio monopólico con Cádiz y no querían saber nada de cambiar su situación. Belgrano, en cambio, era admirador del librecambismo inglés y sostenía por entonces lo siguiente: "El comerciante debe tener libertad para comprar donde más le acomode, y es natural que lo haga donde se le proporcione el género más barato para poder reportar más utilidad". Y sobre el rechazo español a las escuelas en el Río de la Plata postuló: "no podía menos que disgustar a los que fundaban su interés en la ignorancia y el abatimiento de sus naturales".

Su iniciativa también había ayudado a la publicación del primer periódico de Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil. Debió cerrar en 1802 por varias críticas de las autoridades coloniales, que rechazaron el modo sarcástico de analizar costumbres y ponderar soluciones que afectaban a los monopolistas locales. Y podría haber hecho mucho más si, en 1806 los ingleses no hubieran invadido Buenos Aires. Entonces, se incorporó a las milicias criollas creadas para defender a la ciudad. El Virrey Melo lo nombró capitán. Pero sin conocimientos sobre la guerra, a órdenes de su jefe, debió desbaratar y dirigir la retirada tras el primer cañonazo inglés.

Una vez los invasores tomaron la ciudad, el Consulado juró lealtad a los ingleses, pero Belgrano se exceptuó con el argumento de que "Queremos al antiguo amo, o a ninguno". Se fugó de Buenos Aires y buscó refugio en la capilla de Mercedes, en la Banda Oriental, el actual Uruguay. ¿Qué habrá rezado Belgrano en esa capilla? ¿Qué habrá pedido…tal vez una nación nueva? Regresó para unirse a las fuerzas que organizó Liniers, el jefe de la resistencia que expulsó a los ingleses. Fue nombrado sargento mayor del Regimiento de Patricios, bajo las órdenes de Cornelio Saavedra, y profundizó sus estudios de táctica militar. Al año siguiente, lo ingleses volvieron a invadir la ciudad. Belgrano se puso entonces a las órdenes de Liniers, y sirvió como ayudante de campo de una de las divisiones del ejército a cargo del coronel Balviani.

Tras la exitosa resistencia de Buenos Aires volvió a hacerse cargo del Consulado y dejó los estudios militares. Aparece entonces un Belgrano que demostrará su ferviente deseo de crear una nueva nación en Sudamérica. En busca de los medios que lo hicieran posible, instala en el Río de la Plata el llamado carlotismo. Carlota Joaquina era la infanta hermana de Fernando VII, el rey depuesto por Napoleón tras invadir España en 1808. Muchos sudamericanos apoyaban la idea de darle la corona, pues en los hechos permitiría ganar más autonomía, y tal vez la independencia, ya que la Infanta residía en Río de Janeiro.

Se unieron a este movimiento muchos destacados independentistas como Castelli, Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso, e incluso efímeramente a Cornelio Saavedra. Valgan estos datos para destacar que el germen autonomista se acunó bastante antes de 1810, cuando lo vemos aparecer en pleno con la Revolución de Mayo que homenajeamos con el Bicentenario. Sin embargo, la teoría de estos avanzados chocaba con la realidad: la Infanta era esposa del regente y príncipe heredero de Portugal, y aceptarle significaba que absorbiera el Virreinato del Río de la Plata, para príncipes que además eran absolutistas.

En el interín, Belgrano convenció al nuevo virrey, Baltasar Cisneros, de editar otro periódico, el Correo de Comercio, y con la excusa de discutir sus ediciones, promovía reuniones en que se planeaban las acciones de su grupo político. Le pusieron nombre: la Sociedad Patriótica, Literaria y Económica. El grupo y él mismo cumplieron un rol protagónico en la Revolución de mayo y es nombrado vocal. Llegó a escribir entonces en el Correo de Comercio que aún dirigía: “Que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres, y que la justicia es sólo para los ricos”. La utopía de la justicia anidaba en su corazón.

Fue nombrado jefe del regimiento de Patricios en reemplazo de Saavedra, que había sido condenado a destierro. Pero el Regimiento no lo aceptó como jefe y se le amotinó. Para recomponer la disciplina, Belgrano fue enviado a Rosario a vigilar el Río Paraná contra avances de los realistas de Montevideo. Es durante el transcurso de esta misión y en camino hacia Paraguay que, en Rosario, a las orillas del Paraná, enarboló por primera vez la bandera argentina el 27 de febrero de 1812. Esta bandera de su pura invención llevará desde entonces los colores de la escarapela, también obra suya, celeste de tarde y blanco de nube matutina. Lo hizo ante las baterías de artillería que denominó "Libertad" e "Independencia", donde hoy se ubica el Monumento Histórico Nacional a la Bandera.

Sobre los colores de nuestra bandera se tejen y tejieron muchas hipótesis: que Belgrano era devoto de la Virgen de Luján cuyas vestes son tradicionalmente celestes y blancas; otros dicen que apeló a los colores de la Dinastía Borbónica para simular lealtad a los reyes pero no a los ejércitos realistas; otros, que le bastó mirar al cielo atravesado por una providencial nube. Lo cierto es que en principio, el Triunvirato le obligó a destruirla, pues consideraban que la situación militar en Europa podía llevar al rey devuelta a su trono, y el gesto de autonomía con la bandera podría implicar una fuerte represalia. Sin embargo, Belgrano la guardó y decidió guardarla convencido de que más adelante le sería necesaria.

Nombrado General del Ejército del Norte, encabezó el heroico éxodo del pueblo jujeño y logró las grandes victorias de Tucumán (24 de setiembre 1812) y Salta (20 de febrero 1813). Luego vendrán las derrotas de Vicapugio y Ayohuma y su retiro del ejército. En 1816 participará activamente en el Congreso de Tucumán que declaró nuestra independencia como país definitivamente. Se sabe poco de la vida privada de Belgrano. Mantuvo una intensa relación amorosa con María Josefa Ezcurra, cuñada de Juan Manuel de Rosas, en algún momento entre su llegada a Buenos Aires y su partida a Tucumán para organizar el Ejército del Norte. Allí, concibió un hijo, que nacería el 30 de julio de 1813, bautizado con el nombre de Pedro Pablo.

Pedro Pablo fue anotado como huérfano y adoptado Encarnación Ezcurra, su tía materna, a la sazón recién casada con Juan Manuel de Rosas. Se lo conocería como Pedro Rosas y Belgrano, llegaría al grado de coronel y tendría una complicada actuación pública en la década de 1850. Conoció a otras mujeres y, se dice, concibió a otros hijos. Otra amante conocida de Belgrano fue una francesa que se hacía llamar madmoiselle Pichegru, a quien conoció durante una misión diplomática en Londres. La relación fue corta y terminó cuando él retornó a Buenos Aires.

El 20 de junio 1820 moría Belgrano en una capital asolada por la guerra civil que llegó a tener ese día tres gobernadores distintos. Sólo un diario, "El Despertador Teofilantrópico" se ocupó de su muerte, y el único periodista que prestó atención a su partida, fue el fraile franciscano Castañeda. Para los demás no fue noticia. Teofilantrópico quiere decir: amor a Dios y al hombre… Para que tengamos en cuenta: la Asamblea del Año XIII le otorgó a Belgrano 40.000 pesos oro como reconocimiento por los triunfos de Tucumán y Salta. Manuel los destinó a la construcción de cuatro escuelas públicas ubicadas en Tarija , Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Redactó un moderno reglamento para ellas que dice, por ejemplo, en artículo primero que el maestro de escuela debe ser bien remunerado, por ser su tarea de las más importantes de las que se puedan ejercer.

Lamentablemente, el dinero donado por Belgrano fue destinado por el Triunvirato y los gobiernos sucesivos a otras cosas y las escuelas nunca se construyeron y Belgrano murió en la pobreza total.

El Invierno

Es una de las cuatro estaciones. Esta estación se caracteriza por días más cortos, noches más largas y temperaturas más bajas a medida que nos alejamos del ecuador. Astronómicamente comienza con el solsticio de invierno alrededor del 23 de diciembre en el hemisferio norte y el 21 de junio en el hemisferio sur, y termina con el equinoccio de primavera, alrededor del 21 de marzo en el norte y el 21 de septiembre en el hemisferio sur, variando las fechas levemente según el año.

El hecho que la órbita de la Tierra sea elíptica, se traduce en una duración menor del invierno en el hemisferio norte y mayor respecto a éste en el sur, ya que en julio se produce el afelio, durante el invierno austral, y en enero el perihelio durante el boreal. En resumen, el invierno dura aproximadamente 4 días más en el hemisferio austral respecto al boreal. Desde una óptica meteorológica, en cambio, se suelen considerar invernales los meses enteros de diciembre, enero y febrero en el hemisferio norte y junio, julio y agosto en el hemisferio sur.

En la mitología griega, Hades, dios del inframundo, rapta a la bella Perséfone para hacerla su esposa. Zeus le ordena a Hades que la devuelva y se la entregue a Deméter, diosa de la tierra y su madre. Sin embargo, Hades engaña a Perséfone y le hace comer semillas de granada, comida del inframundo que la obliga a quedarse allí para siempre. Deméter, sin su hija Perséfone no tiene felicidad por lo tanto no cuida a la tierra. Zeus, viendo que la tierra quedaba desolada, las plantas se secaban y morían, llega a un acuerdo para que Perséfone pase seis meses con Deméter y seis meses con Hades. Durante el tiempo en que su hija está con Hades, Deméter se entristece y provoca el otoño y el invierno.

jueves, 6 de junio de 2013

Las voces del programa 600 de EL ALFA Y OMEGA


Amigos de Latinoamerica y España, aportaron sus voces para los segmentos del programa 600 de EL ALFA Y LA OMEGA: Uruguay: Pbro. Fabián Rovere (Radio María Uruguay); Costa Rica: Juan Diego Matarrita; Ecuador: José "Pepe" Marmol (OCLACC); México: Gerardo García; El Salvador: Héctor Mena Méndez; República Dominicana: Aníbal Abreu; España: Jorge José López. Gracias por acompañarnos y demostrar que ya las distancias no son excusas... podemos trabajar juntos...!!!

El Papa que no puede salir y confesar

“En el segmento dedicado a las actividades pastorales del Papa Francisco, hoy les quiero compartir esta reflexión que ha hecho el Sumo Pontífice sobre su tristeza por no poder administrar como antes el sacramento de la penitencia”

Como obispo y luego como cardenal, Jorge Mario Bergoglio nunca dejó de confesar a la gente. Y la importancia que este diálogo con los fieles en el confesionario ha tenido para él se demuestra en sus homilías y en sus discursos. Ahora, como Papa, no tiene la posibilidad de «salir» del Vaticano para ir y escuchar las confesiones en alguna parroquia, como hacía en Buenos Aires.

Francisco hizo una alusión al respecto el pasado sábado 18 de mayo, en el discurso pronunciado durante la vigilia de Pentecostés en la Plaza San Pedro (ante más de 200 mil fieles de 150 movimientos, asociaciones y nuevas comunidades eclesiales): “debemos convertirnos en cristianos valientes”, indicó, para “ir a buscar a los que son justamente la carne de Cristo, ¡a aquellos que son la carne de Cristo! [...] de aquí no se puede salir, pero este es otro problema; cuando iba a confesar en la diócesis anterior...”

Al decir estas palabras, el Papa casi se giró a ver a sus colaboradores: “… de aquí no se puede salir…”. Francisco también recordó que siempre les preguntaba a los penitentes lo siguiente: “Y usted, ¿da limosnas?” “Sí, padre.” “Ah, muy bien, muy bien.” Y les preguntaba otras dos cosas: “Dígame, ¿cuando da limosnas, mira a los ojos de aquel o aquella a quien se la está dando?” “Ah, no sé, no me he dado cuenta.” Segunda pregunta: “Y, cuando da limosna, ¿toca la mano de aquel a quien se la está dando, o le arroja la moneda?” “Este es el problema –continuó el Papa–, la carne de Cristo, tocar la carne de Cristo, cargar sobre nuestros hombros este dolor”

El 17 de marzo, primer domingo después de la elección, Francisco contó, durante la homilía en la parroquia de Santa Ana, otra anécdota para ejemplificar su experiencia de confesor. Describió un diálogo que se llevó a cabo en un confesionario, cuando un hombre, al escuchar que le hablaban sobre la misericordia de Dios, respondió: “¡Oh, padre, si usted conociera mi vida, no me hablaría así! ¡He hecho cosas muy malas!”. Bergoglio le respondió: “¡Mejor! Ve hacia Jesús, ¡le gusta que le cuentes estas cosas! Él se olvida, Él tiene una capacidad especial para olvidar. Se olvida, te besa, te abraza y solamente te dice: “Ni siquiera yo te condeno; ve y, a partir de ahora, no peques más”. “Te da solo ese consejo. Después de un mes volvemos a las mismas condiciones… Volvamos al Señor. El Señor no se cansa nunca de perdonas: ¡nunca! Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”

Después de haber pronunciado estas palabras, Francisco se asomó por primera vez desde la ventana del estudio papal en el Palacio Apostólico, para recitar el Ángelus. Y también ahí, improvisando sobre la misericordia, recordó otra anécdota sobre su experiencia de confesor. “Recuerdo que, cuando era apenas obispo, en 1992, llegó a Buenos Aires la Virgen de Fátima y se hizo una gran misa para los enfermos. Yo fui a confesar en esa misa. Y casi al final de la misa me levanté, porque tenía que administrar una confirmación. Se me acercó una mujer anciana, humilde, muy humilde, de más de ochenta años. Yo la vi y le dije: “Nona –porque entre nosotros se les dice así a los ancianos: “Nona”–, ¿se quiere confesar?” “Sí”, me dijo. “Pero si usted no ha pecado...”. Y ella me dijo: “Todos hemos pecado…”. “Pero tal vez el Señor no los perdona...”. “El Señor perdona todo”, me dijo con seguridad. “Y usted, ¿cómo lo sabe, señora?” “Si el Señor no perdonara todo, el mundo no existiría”. Y me dieron ganas de preguntarle: “Pero, ¿usted estudió en la Gregoriana?”, porque esa es la sabiduría que da el Espíritu Santo: la sabiduría interior hacia la misericordia de Dios. No olvidemos esta palabra: Dios no se cansa nunca de perdonarnos, ¡nunca!”

El pasado 17 de mayo, durante la homilía de la misa matutina que celebró en la Casa Santa Marta, contó otra anécdota de confesionario, aunque en este caso no se hubiera referido explícitamente a su experiencia como confesor: “Una vez supe que un sacerdote, un buen párroco que trabajaba bien; fue nombrado obispo y se avergonzaba porque no se sentía digno, había un tormento espiritual. Y fue con el confesor. El confesor lo escuchó y le dijo: “No te asustes. Si lo que hizo Pedro, lo han hecho todos los Papas, ¡sigue adelante!”. Es que el Señor es así. El Señor es así. El Señor nos hace madurar  con muchos encuentros con Él, incluso con nuestras debilidades, cuando lo reconocemos, con nuestros pecados...”

La Orden de Predicadores

Los dominicos nacen en el contexto de la cruzada albigense, guerra emprendida por iniciativa de la Iglesia católica y la nobleza del reino de Francia en contra de los cátaros y la nobleza de Occitania a comienzos del siglo XIII. Domingo de Guzmán, natural de Caleruega, era un clérigo que integraba el capítulo de la catedral de Osma. Durante un viaje diplomático realizado con su obispo Diego de Acevedo al norte de Europa, fue encargado del intento de conversión de los cátaros instalados en el sur de Francia. Hacia 1206, organizó ―con la aprobación del Papa― un grupo de predicación que imitaba las costumbres de los cátaros, viviendo pobremente, sin criados ni posesiones, pero sus intentos fueron un fracaso, lo que decidió el uso de la fuerza y el inicio de la llamada cruzada contra los cátaros.

Domingo de Guzmán, continuó madurando su idea y se fue a vivir a la diócesis de Toulouse, donde fundó un monasterio femenino. Finalmente, hacia 1215 organizó la primera comunidad formal de «hermanos predicadores», como fue llamada la orden naciente. Se componía de 16 integrantes. Dicha comunidad se guiaba bajo la regla de San Agustín y vivía en conventos o casas urbanas, bajo una espiritualidad a la vez monástica y a la vez apostólica. Todo esto fue novedoso para la época, pues hasta entonces, los religiosos vivían en monasterios y no se dedicaban a la predicación, la cual era oficio propio de los obispos. Los dominicos tomaron como ejes de su carisma el estudio y la predicación, unidos a la pobreza mendicante.

La orden fue aprobada por el papa Honorio III en 1216, bajo el lema “alabar, bendecir y predicar”. Pocos años después, Domingo de Guzmán tomó la decisión de dispersar al pequeño grupo, enviándolo a lugares claves de la Europa de entonces: París y Bolonia, donde se encontraban las dos principales universidades del mundo occidental. El éxito fue inmediato. Si en 1221, cuando murió su fundador, los dominicos eran alrededor de 300 frailes, unos cincuenta años más tarde el número rodeaba los 10.000 miembros, este proceso de crecimiento se inicio principalmente con el Beato Jordán de Sajonia como inmediato sucesor de Santo Domingo de Guzmán. Hasta el siglo XIX, los dominicos representaron la segunda comunidad masculina más numerosa, después de los franciscanos.

La preparación y formación teológica expuesta tanto por los dominicos como por los franciscanos hizo que al fundarse la Inquisición, en 1231, las autoridades se fijaran en estos religiosos y le confiaran su organización, que llevaron adelante con mucho celo, al punto de que los primeros quedaron asociados para siempre con este célebre tribunal. Tal vez los más famosos inquisidores son Bernardo Gui (o de Guio) y Tomás de Torquemada, ambos dominicos.

Tras una decadencia que afectó a todas las órdenes religiosas en general durante el siglo XIV, los dominicos se reformaron en el siglo XV, y tuvieron una nueva época de gloria intelectual que protagonizaron los dominicos del Convento de San Esteban de Salamanca, donde se forjó la Escuela de Salamanca, en su faceta teológica, que daría después sus frutos en la filosofía, el derecho y la economía, con personajes de la talla de Francisco de Vitoria, Tomás de Mercado o Domingo de Soto, que hicieron unos planteamientos sobre los problemas de la sociedad inusualmente avanzados.

Mientras tanto se enfrentaban a una nueva tarea: la Evangelización de América. Su trabajo allí fue muy importante y en los anales de la historia se tiene en especial consideración a Fray Bartolomé de las Casas, Fr. Antonio de Montesinos, Fr. Pedro de Córdoba, San Luis Beltrán y otros más por su labor en la defensa de los derechos de los indígenas americanos. En América, los dominicos también intervinieron en la educación de la población criolla, a través de la fundación de centros universitarios y en la propagación de prácticas y devociones que aún hoy están presentes entre la población católica, como la devoción a la Virgen María a través del rezo del rosario.


Al advenir la época de las revoluciones (siglos XVIII-XIX) tanto en Europa como en América, la orden soportó la crisis más grande de su historia. La inobservancia, la laxitud, la aridez intelectual, unida a los ataques que desde el exterior lanzaron las autoridades políticas de corte liberal, la llevaron a casi desaparecer por completo. A partir del siglo XIX comenzó una segunda restauración, si bien el número de religiosos nunca volvió a tener el guarismo de otras épocas. En el siglo XX la orden dominicana recuperó parte de su antiguo esplendor en el campo teológico y pastoral. Se destaca su influyente participación en el Concilio Vaticano II. En la actualidad, los alrededor de 6.500 frailes que existen se dedican especialmente al estudio teológico y filosófico, a la pastoral en parroquias, a la misión y la enseñanza en centros de estudio.

miércoles, 5 de junio de 2013

NUESTRA SEÑORA DE JUQUILA

Es una devoción mariana de la Virgen María bajo la advocación de la Limpia y Pura Concepción con el título de Juquila, originario de la población del mismo nombre. Su santuario se halla localizado en la población de Santa Catarina Juquila, en el estado de Oaxaca, México. Su fiesta se celebra el 8 de diciembre con música típica, bailes tradicionales y festejos de gran colorido. La imagen de Nuestra Señora de Juquila, tiene una tercia de vara (30 centímetros ) y el grueso de 2 dedos (4 centimetros aproximadamente y 15 cm de ancho del vestido), viste una túnica, sobre la que cae el manto que se desprende de los hombros y se tercia airosamente bajo el brazo izquierdo. El cabello se extiende sobre el ropaje, las manos están unidas ante el pecho y los ojos modestamente inclinados.

La imagen perteneció primeramente a Fray Jordán de Santa Catalina, pasando luego por donación de este religioso al poder de un indio natural de Amialtepec, piadoso y gran devoto de María. Los vecinos de esta localidad, donde la llevó su nuevo dueño, cobraron a la imagen singular afecto visitándola con frecuencia e invocándola en sus necesidades. Sin duda aquellas peticiones fueron bien acogidas por la reina de los cielos, pues se contaban maravillas obradas por su intercesión, y tanto, que pronto la fama voló por los pueblos circunvecinos y aún llegó a lugares distintos de donde partían devotos peregrinos para visitar el jacal de Amialtepec que guardaba la santa imagen.

La noticia de tales acontecimientos llegó al cura del lugar, don Jacinto Escudero, persona instruida y sensata, quien para evitar abusos fáciles de cometer con pretextos de devoción en una casa privada lejos de la vigilancia de los sacerdotes, venciendo la resistencia del propietario de la sagrada imagen la trasladó al templo. Ahí la devoción creció y los peregrinos aumentaron considerablemente. Corría el año de 1633 cuando llegó el invierno, los indios pusieron fuego a la hierba seca del monte, como es costumbre entre ellos, para lograr en la primavera pasto verde para los ganados, esta vez, el fuego cundió rápidamente y ayudado del viento, muy en breve hizo presa de los jacales de Amialtepec, los habitantes huyeron y desde un crestón cercano de su montaña vieron sus casas devoradas por las llamas, y el templo mismo en donde estaba la imagen de la virgen, por el voraz incendio, templos y casas desaparecieron.

Pasado el peligro y repuestos los indios del susto, al volver sobre el ennegrecido suelo para recoger lo que de sus cosas hubiese perdonado el fuego, vieron con sorpresa que era en efecto un montón de cenizas, pero que sobre esta quedaba entera, con sus vestidos intactos y aunque ligeramente ahumada, la imagen de María. Se trata de una de las manifestaciones católicas en México con mayor cantidad de devotos que le rinden culto, sólo antecedida por las de la Virgen de Guadalupe y la Virgen de San Juan de los Lagos. Es considerada la segunda patrona del estado de Oaxaca, siendo la primera la Virgen de la Soledad en la ciudad capital.

Por muchos fieles también llamada como Virgen de Juquilita o simplemente Juquilita, recibe a cientos de miles de visitantes al año en su santuario que llegan en peregrinaciones procedentes de distintos puntos de los estados de Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Estado de México, Guerrero, Veracruz y recientemente Cancún, Q. Roo. Las peregrinaciones son a pie, ciclistas, antorchistas, todas muy particulares y numerosas, tan distintas entre si pero al mismo tiempo teniendo todas en común la gran fe hacia la virgen de Juquila, y la gran solidaridad entre los peregrinos para llegar al destino que se han propuesto y prometido.

Fidelidad cotidiana

En el Credo, encontramos la afirmación de que Jesús "subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre". La vida terrenal de Jesús culmina en el evento de la Ascensión, que es cuando Él pasa de este mundo al Padre, y se levanta a su derecha. ¿Cuál es el significado de este evento? ¿Cuáles son las consecuencias para nuestra vida? ¿Qué significa contemplar a Jesús sentado a la diestra del Padre?

Partimos en el momento en que Jesús decide emprender su última peregrinación a Jerusalén. Lucas anota: "Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén" (Ver Lucas 9,51). Mientras "asciende" a la Ciudad santa, donde se llevará a cabo su "éxodo" de esta vida, Jesús ve ya la meta, el Cielo, pero sabe que el camino que lo lleva de nuevo a la gloria del Padre pasa a través de la Cruz, a través de la obediencia al designio divino de amor por la humanidad.

Al final de su Evangelio, Lucas narra el acontecimiento de la Ascensión de una manera muy sintética. Jesús llevó a los discípulos "hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios" (Ver Lucas 24,50-53).

En primer lugar, durante la Ascensión Jesús cumple el gesto sacerdotal de la bendición y los discípulos seguramente expresan su fe con la postración, se arrodillan inclinando la cabeza. Este es un primer punto importante: Jesús es el único y eterno Sacerdote, que con su pasión atravesó la muerte y el sepulcro y resucitó y ascendió a los cielos; está con Dios Padre, donde intercede por siempre en nuestro favor (Ver Hebreos 9-24). Como afirma San Juan en su primera epístola Él es nuestro abogado.

¡Qué hermoso es escuchar esto! Cuando uno ha sido convocado por el juez o tiene un juicio, lo primero que hace es buscar a un abogado para que lo defienda. Nosotros tenemos uno que nos defiende siempre, nos defiende de las insidias del diablo, nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados. Tenemos a Jesús por abogado, no tengamos miedo de acudir a él para pedir perdón, pedir la bendición, pedir misericordia. Él nos perdona y nos defiende siempre ¡No olviden esto!

La Ascensión de Jesús al Cielo nos da a conocer esta realidad tan reconfortante para nuestro camino: en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestra humanidad ha sido llevada a Dios; Él nos ha abierto el paso; es como un guía en la escalada a una montaña, que llegado a la cima, nos tira de nosotros y nos lleva a Dios. Si confiamos a Él nuestra vida, si nos dejamos guiar por Él estamos seguros de estar en buenas manos, en las manos de nuestro Salvador, de nuestro abogado.

Lucas menciona que los Apóstoles, después de ver a Jesús ascender al cielo, regresaron a Jerusalén "con gran alegría". Esto parece un poco extraño. Normalmente cuando nos separamos de nuestros familiares, de nuestros amigos, de una manera definitiva, principalmente debido a la muerte, hay en nosotros una tristeza natural, porque no vamos a ver nunca más su rostro, no vamos escuchar su voz, no podremos disfrutar más de su afecto, de su presencia. En cambio, el evangelista pone de relieve la profunda alegría de los Apóstoles. ¿Por qué? Porque, con la mirada de la fe, entienden que, aunque nos está ante sus ojos, Jesús permanece con ellos para siempre, no los abandona y, en la gloria del Padre, los soporta, los guía e intercede por ellos.

Lucas narra el hecho de la Ascensión también al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, para enfatizar que este evento es como el anillo que engancha y conecta la vida terrenal de Jesús con la de la Iglesia. Aquí, Lucas también menciona la nube que saca a Jesús de la vista de los discípulos, los cuales permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía hacia Dios (Ver Hechos 1,9-10). Entonces aparecieron dos hombres vestidos de blanco, instándoles a no quedarse inmóviles. “Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir” (Ver Hechos 1:10-11). Es precisamente la invitación a la contemplación del Señorío de Jesús, para recibir de Él la fuerza para seguir y dar testimonio del Evangelio en la vida cotidiana.

La Ascensión no indica la ausencia de Jesús, sino que nos dice que Él está vivo entre nosotros de una manera nueva; ya no está en un preciso lugar del mundo tal como era antes de la Ascensión; ahora está en el señorío de Dios, presente en todo espacio y tiempo, junto a cada uno de nosotros. En nuestra vida nunca estamos solos: tenemos este abogado que nos espera, que nos defiende, No estamos nunca solos. El Señor crucificado y resucitado nos guía; con nosotros hay muchos personas que en el silencio y la oscuridad, en la vida familiar y laboral, en sus problemas y dificultades, en sus alegrías y esperanzas, viven cotidianamente la fe y llevan al mundo, junto con nosotros, el señorío del amor de Dios, en Cristo Jesús resucitado, ascendido al Cielo, nuestro abogado.

El origen del nombre de la Ciudad de Buenos Aires

El 2 de febrero de 1536 Pedro de Mendoza funda el primer asentamiento de la que sería la ciudad de Buenos Aires. A dicho asentamiento lo denominó “Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre” a fin de cumplir la promesa que hiciera a la Patrona de los Navegantes, la Virgen de Bonaria. "Buen Ayre" era la castellanización del nombre de una imagen de la Virgen que se veneraba en el santuario de Cagliari, Cerdeña, y que era también patrona de los navegantes de Cádiz, España.

Cuenta la historia que en 1370 llegó a las playas de Cerdeña, una caja que contenía una imagen de una Virgen que llevaba al niño Jesús en un brazo y en el otro un cirio. Desde entonces fue venerada como la “Virgen de los navegantes” y se la llamó "Bonaria" o del "Buen Aire". En 1592 se inició un proceso canónico en la ciudad de Cagliari para confirmar la verdad de los hechos acerca de la llegada misteriosa al puerto de Bonaria, en 1370, de la imagen de la Virgen que tomó dicha advocación. El resultado de tal investigación arrojó el siguiente relato:

"Partió de un puerto de España para Italia, una nave cargada de mercaderías y, durante el viaje, le sobrevino una furiosa tempestad. Hubo que arrojar al mar cantidad de bultos y, entre ellos, una caja grande de madera que no se sumergió, sino que, colocándose delante de la nave, parecía que tiraba de ella y la guiaba. Al llegar frente a la isla de Cerdeña la caja, seguida de la nave, torció hacia la playa de Cagliari, donde se detuvo a la lengua del agua. A la novedad acudió la gente y, queriendo transportarla, no fue posible moverla. De improviso, se oyó la voz de un niño que dijo que llamasen a los padres de la Merced, que tienen su convento en la colina, a pocos metros de distancia. Ellos la llevaron fácilmente y, al abrirla en casa, encontraron una hermosa imagen de la Santísima Virgen, tallada en madera".

La fama del santuario de Bonaria se extendió rápidamente y la advocación de la Virgen se hizo muy popular y fue venerada por los españoles, especialmente en el puerto de Sevilla, de donde partían las expediciones hacia el Nuevo Mundo.

Cuando el 11 de junio de 1580 se fundó nuevamente la ciudad de Buenos Aires, su fundador, don Juan de Garay, quería llamarla "Ciudad de la Santísima Trinidad". La razón sería que la festividad más importante cercana a la fecha había sido la de la Trinidad o, según algunos historiadores, porque la nave ancló el día de dicha festividad.

Pero los marineros que lo habían llevado hasta allí eran sardos y querían que la llamase "Ciudad de la Virgen de Bonaria”. Hubo una discusión entre uno y otros y al final llegaron a un compromiso. La llamarían "Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de Bonaria”.

Sin embargo los designios de Garay no tuvieron éxito ya que, a pesar de que jamás hubo disposición oficial alguna que cambiara su nombre, que resultaba ser muy largo, inapelablemente el uso consagró desde el primer momento el nombre de “Bonaria”, es decir, Buenos Aires, para la ciudad, en recuerdo de la imagen de la Virgen de Bonaria.

martes, 4 de junio de 2013

EL ALFA Y LA OMEGA, cumple 600 emisiones en el aire

El programa de radio “EL ALFA Y LA OMEGA”, que produce ANUNCIAR Grupo Multimedio de Comunicación, Asociación Civil, está cumpliendo el miércoles 5 de junio de 2013, 600 emisiones en el aire. Actualmente participan de su difusión más de 30 emisoras, tanto en Argentina como en Latinoamérica.

Asimismo, este programa que fundara su actual director, Alfredo Musante, el 8 de noviembre próximo cumplirá 20 años de vida. Como habitualmente acostumbran sus conductores, Alfredo Musante y Carlos Guzmán, en este tipo de acontecimientos, la emisión N° 600, es conducida por dos comunicadores invitados especialmente. En esta oportunidad fueron convocados el periodista radial y televisivo, Roque Pereyra, conductor del programa de televisión “Buenas y Santas”, que se produce en “Multimedios Marín” de San isidro y el director de la emisora “FM SER 89.7” de Tristán Suárez, Daniel Rodríguezque además es Diácono permanente de la Diócesis de Lomas de Zamora.

Se contó además con la colaboración de comunicadores de diferentes países de Latinoamérica y Europa que realizaron los segmentos que el programa tiene habitualmente, estos fueron: Jorge José López (España); José “Pepe” Mármol (OCLACC-Ecuador); Pbro. Fabián Rovere (Radio María-Uruguay); Gerardo García (México); Juan Diego Matarrita (Costa Rica); Héctor Renee Méndez (El Salvador); Aníbal Abreu (República Dominicana).

La emisión N° 600 del programa “EL ALFA Y LA OMEGA” tiene una duración de 3 (tres) horas y se da la opción a las estaciones de radio que la retransmiten a difundirla completa o, como vienen haciéndolo semanalmente, con una duración de 2 (dos) horas.

También está la opción de poder escucharla completa las 3 (tres) horas desde el blogspot oficial del programa: