miércoles, 31 de mayo de 2023
Los SECRETOS OSCUROS de JESÚS


martes, 30 de mayo de 2023
🕔 ¡El MISTERIO insondable de la Santísima Trinidad DESVELADO en un MINUTO! 🕐


lunes, 29 de mayo de 2023
⏳ ¡En 1 MINUTO sabrás la IMPORTANCIA en TU VIDA de la SANTÍSIMA TRINIDAD! ⏰


domingo, 28 de mayo de 2023
⏳ ¡La VERDAD SOBRE la SANTÍSIMA TRINIDAD en 1 MINUTO! ⏳


SOBRE LA SANTÍSIMA TRINIDAD-PARTE II
Desde el principio, los cristianos sintieron la necesidad de una fórmula que expresara lo esencial y asegurara la unidad en la confesión de fe: Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y padre de todos (Efesios 4,5-6). Los resúmenes del anuncio y las confesiones de fe cumplen esa función (Hechos 2,14-39; 1 Corintios 15,1-7). Ahora bien ¿cómo expresamos nosotros lo esencial de la fe? ¿Qué interrogantes tenemos sobre el misterio de Dios? En realidad, nadie conoce bien al hijo sino el padre, ni al padre le conoce bien nadie sino el hijo, y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar (Mateo 11,27).
En los primeros tiempos los cristianos consideraban lo esencial de su fe en la confesión de Cristo. La fe en Dios la tienen en común con los judíos. Cuando se trata de anunciar el punto central de la fe cristiana, se proclama la fe en Cristo. Esta confesión central se expresa en fórmulas breves: Jesús es Señor (1 Corintios 12,3), Jesús es el Cristo (1 Juan 2,22), Jesús es el hijo de Dios (1 Juan 4,15). La mayoría de las confesiones de fe del Nuevo Testamento tienen un solo artículo: la confesión en Cristo Jesús
Junto a la fe en Cristo se enuncia frecuentemente una confesión de Dios que está en relación con la fe judía: El Señor nuestro Dios es solamente uno (Deuteronomio 6,4). Esta fe en Dios, fundamental para el judío, lo es también para Jesús (Mateo 22,37) y para la Iglesia naciente, que repite confiadamente la oración de Jesús: Abba, Padre (Romanos 8,15; Galatas 4,6). Por ello en el Nuevo Testamento aparecen frecuentemente confesiones de fe con dos artículos. Por ejemplo: “…llegue la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo” (Romanos 1,7).
En la primera carta de San Clemente a los Corintios alrededor del siglo I, encontramos este saludo inicial: "Que la gracia y la paz se multipliquen entre vosotros de parte de Dios omnipotente por mediación de Jesucristo". Y este saludo final: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros y con todos los que en todo lugar son, por medio de Él, llamados de Dios". Igualmente, en las cartas de San Ignacio de Antioquía (hacia 107) encontramos saludos semejantes: A la Iglesia de Magnesia "bendecida en la gracia de Dios Padre por Jesucristo, nuestro Salvador". Y también: "Os envío mi adiós en la concordia de Dios, en posesión que estáis de un espíritu inseparable, que es Jesucristo"
A la luz de estas fórmulas binarias se explica que, a mediados del siglo II, el judío Trifón acusara a los cristianos de creer en dos dioses. O que el pagano Celso lanzara una acusación semejante al cristiano Orígenes: "Si ellos, dice Celso, no sirvieran a otro fuera del Dios uno, tendrían quizá frente a los otros una doctrina inatacable. Ahora bien, ellos veneran con la mayor desmesura a éste que sólo hace poco que apareció y creen, no obstante, que no se comete el menor desafuero contra Dios, aunque se venere también a su servidor" (Orígenes, Contra Celso, VIII, 12). En los escritos de Tertuliano (hacia 200) encontramos esta formulación binaria: "Examinemos qué es lo que aprendió esa bienaventurada Iglesia (de Roma), qué es lo que ha enseñado, qué es lo que ha compartido con las iglesias africanas: ella reconoce a un único Dios y Señor, creador del universo, y a Cristo Jesús, Hijo de Dios" (De praescriptione haereticorum, 36).
En el Nuevo Testamento, la fórmula de tres artículos más clara es la que aparece al final del Evangelio de Mateo como mandato del Señor resucitado de bautizar en el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo (Mateo 28,19). Pero parece una interpolación posterior (según algunos, del siglo IV). En el Evangelio de Marcos se dice solamente: “El que crea y se bautice, se salvará” (Marcos 16,16). Se suele citar también esta fórmula: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del santo espíritu estén con todos vosotros” (2 Corintios 13,13; ver 1 Corintios 12,4-6; Hechos 19,1-7). Pero el espíritu es un don, la promesa anunciada por Jesús: “Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí”. (Juan 15,26).
Partiendo de las fórmulas ternarias de la fe y de los textos en los que Jesús promete el espíritu, se estructuró una especulación sobre la Trinidad. La palabra tríada aparece por primera vez en Teófilo de Antioquía (hacia 181). La palabra trinidad aparece por primera vez en Tertuliano; ya estamos en el siglo III (hacia 217); el Espíritu es "la tercera persona". Es bien conocida la fórmula helenística que, tras un proceso especulativo extremadamente complejo, en parte contradictorio y, en todo caso, largo y penoso, recibió sus perfiles clásicos de los tres Padres capadocios (Basilio, Gregorio Nacianceno y Gregorio de Nisa) en el siglo IV: Dios es trino en "personas" (hypóstasis, subsistencias, prósopa) y, sin embargo, uno en "naturaleza" (physis, ousía, esencia, sustancia)"
Desde el desierto de Antioquía, San Jerónimo (hacia 376) manifiesta al papa Dámaso su perplejidad: "La rama de los arrianos denominados Campenses exige de mí, hombre romano, ese nombre novedoso de las tres hipóstasis. ¿Qué apóstoles, dime, legaron esas cosas?","…toda la tradición de las letras profanas no entiende por hipóstasis otra cosa que sustancia" (Epistolario 15,3 y4). En fin, alejándose del original terreno bíblico y metiéndose en terreno filosófico, la especulación intenta (osadamente) explorar la intimidad de Dios, que nadie conoce sino el espíritu de Dios (1 Corintios 2,11). San Agustín es consciente de lo imposible que es discurrir sobre lo inefable y experimenta dificultad y contradicción: "Pues que son tres nos lo asegura la verdadera fe, al decirnos que el Padre no es el Hijo y que el Espíritu Santo, Don de Dios, no es ni el Padre ni el Hijo" (De la Trinidad VII,4,7). Y en otro lugar añade: "El Espíritu no es ni el Padre ni el Hijo, sino el Espíritu del Padre y del Hijo, al Padre y al Hijo co-igual y perteneciente a la unidad trina"
El Catecismo de la Iglesia Católica: "Siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325 en el primer Concilio Ecuménico de Nicea que el Hijo es 'consustancial' al Padre, es decir, un solo Dios con él. El segundo Concilio Ecuménico, reunido en Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en su formulación del Credo de Nicea y confesó 'al Hijo Único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial al Padre'" (n.242). La fe en el Espíritu se formuló así en Constantinopla: "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre" (n.245).
El concilio de Nicea fue convocado por el emperador Constantino, que intervino personalmente en las sesiones; presidió el concilio el obispo Osio de Córdoba, que residía en la corte imperial; el papa Silvestre envió a dos presbíteros como delegados; acudieron unos 300 obispos, una cuarta parte de los existentes, casi todos orientales; muchos salieron descontentos; en general, estaban contra Arrio, que negaba la divinidad de Cristo, pero les disgustaba la expresión "homousios"; temían que se interpretara en sentido sabeliano. Además, el origen del credo niceno-constantinopolitano no ha sido puesto en claro totalmente; no poseemos las actas de Nicea, ni de Constantinopla; este concilio fue convocado por el emperador Teodosio; no asistieron delegados del papa; el concilio definió la divinidad del Espíritu Santo, cerrando así definitivamente la cuestión trinitaria; los obispos que discrepaban de la teología imperial eran destituidos y desterrados.
En el concilio de Calcedonia se leyó y aprobó por aclamación el credo niceno, ordenando a continuación los delegados imperiales que se leyera igualmente "la fe de los ciento cincuenta Padres" formulada en Constantinopla. Al final, en presencia del emperador Marciano, todos los obispos firmaron el credo constantinopolitano. Este credo (que se encuentra en Roma más tarde, en el siglo XI) desarrolla más que los precedentes el artículo tercero sobre el Espíritu Santo. El de Nicea decía escuetamente, según el texto original griego: "Y (creemos) en el santo espíritu". El llamado credo de los apóstoles, que deriva del antiguo credo romano, fue impuesto por el emperador Carlomagno en todos sus dominios (a.769) y en el siglo XII se convierte en el credo oficial de Roma.
La liturgia de la Trinidad se propaga en Francia a partir del siglo VIII (a pesar de la tenaz oposición romana); el papa Juan XXII la introduce en Roma en 1334. Sin embargo, en la predicación ordinaria, aunque se habla del Padre, del Hijo y del Espíritu, se suele silenciar la doctrina trinitaria. Es cierto que en la fe cristiana popular, quizá a consecuencia del cambio de significado en los términos, la Trinidad es muchas veces entendida en sentido triteista (tres personas, tres dioses), lo que no se ajusta al dato bíblico. Tampoco se ajusta el monarquismo o modalismo (una persona con dos o tres modos sucesivos de manifestación). Por la especulación se llegó a una estéril controversia entre las Iglesias latina y griega. San Agustín había afirmado que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filioque). Esta doctrina fue introducida en el credo constantinopolitano por el Papa Benedicto VIII en 1014.
La fórmula "gloria al padre y al hijo y al espíritu Santo" surge en la polémica antiarriana en el siglo IV. Sin embargo, la fórmula más antigua (que encaja con la forma clásica de las oraciones romanas) es ésta: “Gloria al padre por el hijo en el espíritu santo”. Esta es la perspectiva del Nuevo Testamento. El problema clave no es la cuestión de cómo tres pueden ser uno, sino cómo se puede determinar conforme a la Escritura la relación de Jesús con Dios a la luz del espíritu. Los intentos de interpretación basados en conceptos filosóficos (tan caducos, tan cambiantes, tan discutibles) no pueden ser impuestos a los creyentes como vinculante expresión de fe.
Alejándose de la palabra de Jesús, se pusieron a especular. Olvidaron la advertencia que San Cirilo de Jerusalén (en el s.IV) dirigía a sus catecúmenos: "En lo que respecta a la naturaleza y a la hipóstasis, ¡no te mezcles en ello! Si la Escritura nos hubiese dicho algo sobre este particular, hablaríamos de ello. Pero no estando escrito, no tengamos la osadía" (Catequesis 16,24). El espíritu, dice Jesús, no hablará por su cuenta (Juan 16,13), os recordará todo lo que yo os he dicho (14,26; DV 10). Prescindiendo de su palabra, nadie puede reclamar para sí el espíritu de Cristo.
El
espíritu de Dios ha llegado a ser tan propio del Señor glorificado que éste no
sólo da espíritu santo (Juan 20,22), sino que por su resurrección se convierte
en espíritu que da vida (1 Corintios 15,45). Pablo llega a decir: “El Señor es el espíritu” (2 Corintios
3,17). Resucitado a la vida de Dios, existe en la dinámica del espíritu, es
decir, del Espíritu como poder por el que el Señor glorificado sigue presente
en la historia del mundo. De donde resulta una consecuencia decisiva, a saber:
la fe en el Espíritu y la fe en la Iglesia venían así a coincidir, ya que ambos
no eran sino la misma fe en la presencia y en la acción de Dios en el mundo, en
la vida y en la historia de los hombres.


LA INMACULADA MADRE DEL DIVINO CORAZON EUCARISTICO DE JESÚS
1.- Volver a amar el Divino Corazón Eucarístico de Jesús. Adorar perpetuamente en reparación al Corazón Eucarístico vivo y presente entre nosotros en la Sagrada Eucaristía.


LA ISLA DEL DIABLO


HISTORIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Tiene su origen medieval, siendo los escritos de santa Matilde de Hackeborn, santa Gertrudis de Helfta y la beata Ángela de Foligno uno de los testimonios más antiguos. Sin embargo la fuente más importante de la devoción en la forma en que la conocemos ahora, fue Santa Margarita María Alacoque de la Orden de la Visitación de Santa María, a quien Jesús se le apareció. En estas apariciones Jesús le dijo que quienes oraran con devoción al Sagrado Corazón, recibirían algunas gracias divinas.
Siguiendo una revisión teológica, el Papa León XIII en su encíclica Annum Sacrum (25 de mayo de 1899) dijo que la humanidad en su totalidad debería ser consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, declarando su consagración el 11 de junio del mismo año. Pío XII desarrolla en su encíclica Hauretis Aquas el culto al Sagrado Corazón que queda en parte plasmado en el siguiente punto del Catecismo de la Iglesia Católica:
En el punto 478 que "Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (Pío XII, Encíclica"HAURIETIS AQUAS")


EL DIA D


LOS LAPONES


ESTAR EN PAMPA Y LA VÍA LA FRASE DE UN LUGAR QUE YA NO EXISTE


domingo, 21 de mayo de 2023
SOBRE LA SANTÍSIMA TRINIDAD-PARTE I
El Padre,
El Hijo y
El Espíritu Santo.
Algunas movimientos sectarios y pseudo-religiosos, cómo los Testigos de Jehová rechazan esta creencia. Los Mormones afirman creer en la Trinidad pero tienen una interpretación específica y radicalmente diferente del dogma mayoritariamente aceptado. Existen triadas de dioses desde la antigüedad histórica, tal vez por el carácter místico que algunas culturas tienen del número tres. En la India existe un concepto parecido, el trimurti. Por su parte, el filósofo griego Platón concibió una cosmología compuesta por tres realidades:
Dios, ser absoluto y causa primera. Logos, o razón universal y Anima Mundi, alma universal emanada de Dios que anima y gobierna el mundo visible; en otras ocasiones, la trinidad platónica es descrita como las ideas de Bien, el resto de ideas inteligibles que proceden del Bien, y las ideas materializadas o mundo visible. En el año 215 d. C., Tertuliano fue el primero en usar el término Trinidad (trinitas). Anteriormente, Teófilo de Antioquia ya había usado la palabra griega (tríada) en su obra A Autólico (c. 180) para referirse a Dios, su Verbo (Logos) y su Sabiduría (Sophia). Tertuliano diría en Adversus Praxeam II que «los tres son uno, por el hecho de que los tres proceden de uno, por unidad de substancia»
La formulación ‘un solo Dios en tres Personas’ no quedó firmemente establecida, y ciertamente no se asimiló por completo en la vida cristiana ni en su confesión de fe, antes del fin del siglo IV. Pero es precisamente esta formulación la que originalmente reclama el título del dogma trinitario. Entre los Padres Apostólicos, no había existido nada que siquiera remotamente se acercara a tal mentalidad o perspectiva.
La trinidad de personas dentro de la unidad de naturaleza se define en términos de «personas» y «naturaleza», los cuales son términos filosóficos griegos; en realidad estos no aparecen en la Biblia. Las definiciones trinitarias surgieron como resultado de largas controversias en las cuales ciertos teólogos aplicaron erróneamente a Dios estos términos y otros, tales como «esencia» y «sustancia». La fórmula fue adquiriendo forma con el paso de los años y no fue establecida definitivamente hasta el siglo IV:
La definición del Concilio de Nicea, sostenida desde entonces con mínimos cambios por las principales denominaciones cristianas, fue la de afirmar que el Hijo era consustancial (literalmente ‘de la misma sustancia que) el Padre. Esta fórmula fue cuestionada y la Iglesia pasó por una generación de debates y conflictos hasta que la «fe de Nicea» fue reafirmada en Constantinopla en 381.
En Nicea toda la atención fue concentrada en la relación entre el Padre y el Hijo, inclusive mediante el rechazo de algunas frases típicas arrianas mediante algunos anatemas anexados al credo; y no se hizo ninguna afirmación similar acerca del Espíritu Santo. Pero, en Constantinopla (381) se indicó que éste es adorado y glorificado junto con Padre e Hijo, sugiriendo que era también consustancial a ellos. Esta doctrina fue posteriormente ratificada por el Concilio de Calcedonia (451), sin alterar la substancia de la doctrina aprobada en Nicea.
La escritura y doctrina cristiana descansa en el monoteísmo (un solo Dios), por lo tanto había que ajustarla a lo que decía la Escritura con respecto al Padre, al Hijo y el Espíritu, sin caer en el politeísmo, ni tampoco modificando la Escritura por conveniencia. Los teólogos de los primeros siglos del Cristianismo elaboraron explicaciones que generaron varias corrientes de pensamiento y una intensa polémica.
Esta polémica se acentuó durante el reinado del emperador Constantino I, cuando los dirigentes de la Iglesia comenzaron a contar con el apoyo imperial y tuvieron que precisar cuál debía ser la doctrina compartida por las diversas comunidades cristianas. En contraposición tanto frente a las posiciones subordinacionistas (principalmente los partidarios de Arrio) como a las modalistas, algunos teólogos llegaron a la conclusión de que, si estas tres personas compartían diferentes cualidades y características divinas exclusivas de Dios (señorío, eternidad, omnisciencia, omnipresencia, santidad, etc.), se tendría que utilizar la formula matemática 1x1x1=1 en vez de 1+1+1=3, ya que ésta rompe el monoteísmo de Dios y se convierte en politeísmo o henoteísmo.
Citas del Nuevo Testamento en las que se menciona a las tres entidades:
El bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19). Además de la polémica sobre la naturaleza de Jesús —si era humana, divina, o ambas a la vez—, de su origen —si eterno o temporal— y de cuestiones similares relativas al Espíritu Santo, el problema central del dogma trinitario es justificar la división entre "sustancia" única y triple "personalidad". La mayoría de las iglesias protestantes, así como las ortodoxas y la Iglesia Católica, sostienen que se trata de un misterio inaccesible para la inteligencia humana.
La Iglesia católica dice: “La Trinidad es el término con que se designa la doctrina central de la religión cristiana [...] “el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, y sin embargo no hay tres Dioses, sino un solo Dios. En esta Trinidad [...] las Personas son co-eternas y co-iguales: todas, igualmente, son increadas y omnipotentes. [...]”
La Iglesia ortodoxa griega dice de la Trinidad lo siguiente: “Dios es trino y uno. [...] El Padre es totalmente Dios. El Hijo es totalmente Dios. El Espíritu Santo es totalmente Dios”
Las Iglesias Cristianas Evangélicas definen: "Dentro de la unidad de un Único Dios existen tres distintas personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los tres comparten los mismos atributos y la misma naturaleza, por lo tanto estos tres constituyen el único Dios".
Personas de la Trinidad
El Padre. Es increado e inengendrado.
El Hijo. No es creado sino engendrado eternamente por el Padre.
El Espíritu Santo. No es creado, ni engendrado, sino que procede eternamente del Padre y del Hijo (según las iglesias evangélicas y la iglesia católico-romana) o sólo del Padre (según la Iglesia católica-ortodoxa).
Según el Dogma definido en el Primer Concilio de Constantinopla (381), las tres personas de la Trinidad son realmente distintas pero son un solo Dios verdadero. Esto es algo posible de formular pero inaccesible a la razón humana, por lo que se le considera un misterio de fe.


LA LANZA DEL DESTINO
EN ANTIOQUÍA


MADRE TERESA Y MARVEL JUNTOS

