miércoles, 29 de junio de 2016

SERVICIOS DE RADIODIFUSIÓN: CLAVES PARA LA EVANGELIZACIÓN




ANUNCIAR Grupo Multimedio de Comunicación, Asociación Civil, por medio de su Comisión Directiva, quiere comunicar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que, con la Abogada Dra. Vilma Alí, el Profesor Pablo Demkow y el Ing. Alberto Cravenna, iniciadores en su momento de la Asociación de Radiodifusores Católicos Argentinos (ARCA), se pudo lograr lo tantas veces esperado en nuestro país: que la Iglesia Católica en Argentina pudiera ser legalmente titular de medios de radiodifusión (abiertos) de Radio y TV, propios, institucionales, en su carácter de única Persona Jurídica de Carácter Público no estatal, a partir de las bases de sustentación de la Resolución Nro. 858 COMFER/90, dentro de la Ley Nro. 22.285 de Radiodifusión.

A partir de dicha Resolución se generó también la legalidad de otras entidades para ejercer este Servicio de Radiodifusión y que más tarde fueron conformadas y ampliadas con la nueva Ley Nro. 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, que derogó la anterior Ley. Se inició así una nueva etapa, proponiendo un nuevo tipo de Servicio para el país. Actualmente se está gestando una nueva legislación a través del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM), donde la Iglesia no puede estar ausente, a partir de lo dicho públicamente a través del programa de TV “Magazine Orbe 21” del 3 de junio pasado, por el presidente de la Comisión de Comunicación Social del Episcopado Argentino.

En ese aspecto, siempre en clave de colaboración, como parte del equipo de trabajo que posibilitó la asignación de dichos medios propios de la Iglesia Católica, entre ellos el mencionado canal (LRL 456 TV CANAL21), se efectuó el pasado 22 de abril de 2016 el ingreso al ENACOM de una propuesta de 21 fojas sobre la legislación de los servicios de radiodifusión sonora y televisiva, de carácter abierto, directo y gratuito (claves para evangelización) en el contexto de los servicios de otro tipo (no de radiodifusión), como asesoramiento de carácter personal.

Dicha nota implicó una elaboración previa de dicha propuesta, dentro del grupo asesor de la Fundación LED, por parte del Consultor Técnico-Legal en Radiodifusión, Edgardo Molo, con la posterior elaboración conjunta de la misma por parte del Ing. Alberto Cravenna (M.N. 1352), iniciador y continuador del proyecto denominado TELEMISIÓN, conformado en el año 1986, y especializado en este tema. Como inicio de una serie de reuniones convocadas por las autoridades del ENACOM, abiertas a propuestas y asesoramientos, hubo una primera reunión el 9 de junio de 2016 en el edificio de su sede, Perú 103 (C.A.B.A.), con los nombrados en el párrafo anterior, la cual incluyó la explicación verbal de los conceptos vertidos en dicha propuesta, como también en carácter de continuación de la misma, junto con nuevos aportes ampliatorios.

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martes, 28 de junio de 2016

HISTORIA DE ARMENIA

Tierra bíblica, Armenia es citada en el Antiguo Testamento con el nombre de Reino de Urartu (Ararat). En las faldas de sus montañas Noé habría cultivado la viña y se habría embriagado bebiendo su vino. Y gracias a la traducción Armenia de un evangelio apócrifo sabemos los nombres de los Tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar. Si bien la tradición refiere que los apóstoles Bartolomé y Judas Tadeo fueron sus evangelizadores, es probable que haya sido obra de los misioneros de Siria y Capadocia. De cualquier forma, fue tan fuerte que en el 301, gracias al apostolado de san Gregorio el Iluminador, Armenia se convierte en la primera nación que abraza el cristianismo y lo proclama religión de estado (antes incluso del Edicto de Milán (313) por el cual el Imperio Romano toleraba el cristianismo y del Edicto de Teodosio con el cual en el 380 el Imperio reconocía al cristianismo como religión de estado.

Agregada inicialmente a la Iglesia metropolitana de Cesárea de Capadocia, en territorio romano, la Iglesia Armenia se proclamó autónoma al principio del siglo V bajo la jurisdicción de un patriarca que tomó el nombre de Katholikós, título atribuido en sus orígenes al jefe de una comunidad cristiana fuera de los confines del imperio romano –bizantino, es decir, fuera de la jurisdicción de los patriarcas. Actualmente conservan ese título los jefes de las Iglesias Armenia, nestoriana y georgiana. A partir del siglo IV se consolidan las instituciones eclesiásticas armenias y toma forma la liturgia, fuertemente influenciada por el antiguo rito de Jerusalén. Al mismo tiempo nace el alfabeto armenio que la tradición atribuye al monje Mesrop lo cual hace posible traducir en la lengua nacional los textos litúrgicos escritos hasta entonces solo en griego y en sirio.

La Iglesia Armenia se separa de la católica tras el Concilio de Calcedonia (451) que estableció la doble naturaleza, humana y divina, de Cristo. La adhesión al monofisismo (una sola naturaleza de Cristo) de la Iglesia Armenia fue confirmada en dos concilios nacionales sucesivos celebrados en 506 y en 551. La edad de oro de su arquitectura religiosa abarca los siglos VI y VII, cuando nace una multitud de monasterios en sus montañas y se crean grandes centros religiosos y culturales.

En el siglo XI comienza la apertura hacia Roma. El Katholikós Gregorio II peregrina a Roma para honrar las reliquias de los apóstoles Pedro y Pablo y en los años sucesivos diversos Katholikós reconocerá al Pontífice como Sucesor de Pedro. A partir de 1205 varios recibirán el Palio en Roma. En el siglo XIV llegan a Armenia misioneros franciscanos y dominicos que fundan centros religiosos, pero problemas con las jerarquías locales, llevan a una fractura en 1441, año también en que la jerarquía Armenia se desdobla en dos sedes, la de Sis y la de Etchmiadzin.

En 1740 un sínodo de obispos armenios reunidos en Roma elige al primer patriarca católico de rito armenio que se establece provisionalmente en Kraim (Líbano) y en 1742 se instituye una nueva sede del Patriarcado armenio católico en Bzommar (Líbano). Trasladada a Constantinopla en 1866 regresa de nuevo a Bzommar, donde se encuentra todavía, en la segunda década del siglo XX. El patriarca católico es actualmente Su Beatitud Grégoire Pierre XX Ghabroyan y su jurisdicción se extiende a todos los armenios católicos de Oriente y de la diáspora.

La Iglesia Armenia es independiente y autocéfala, se define apostólica ya que remonta sus orígenes a los apóstoles Tadeo y Bartolomé. Si bien mantiene buenas relaciones en espíritu ecuménico con las Iglesias ortodoxas, católicas y protestantes, tiene una cabeza propia, el Katholicós, completamente independiente de las jerarquías eclesiásticas de las otras confesiones y como explicamos más arriba, tiene su origen en el cisma del Concilio Ecuménico del 451.

Asimismo, se define tanto ortodoxa como católica, ya que considera que es expresión, sea de la verdadera fe cristiana, que de la universalidad de la Iglesia. En diciembre de 1996 San Juan Pablo II y Su Santidad el Katholicós de todos los armenios Karekin II firmaron una declaración conjunta en la que se afirmaba el origen común de la Iglesia Armenia y de la Iglesia Católica Romana.

Sacramentos: La Iglesia Armenia, igual que la Católica Romana y Ortodoxa, acepta los siete sacramentos: Bautismo, Confirmación, Santa Comunión, Penitencia, Santo Matrimonio, Ordenación Sagrada y Visitación a los Enfermos. Pero, con respecto a la administración de los sacramentos, posee modalidades propias:

Sobre el Bautismo: la Iglesia Armenia realiza el Bautismo sumergiendo al niño tres veces dentro del agua, en recordación de los tres días de entierro de Jesús. Con ello muere el hombre viejo y nace el nuevo hombre.

Sobre la Confirmación: inmediatamente después del Bautismo, la Iglesia Armenia realiza la ceremonia de la Confirmación, que confiere a los bautizados la gracia del Espíritu Santo. El símbolo material del Espíritu Santo es el Santo Oleo, preparado con diferentes y numerosas flores y aceites perfumados. El Santo Oleo es bendecido cada siete años por el Kathólikos de Todos los Armenios, quedando siempre en el nuevo Santo Oleo restos de los anteriores. Después, se reparte a las demás Iglesias armenias del mundo. El Santo Oleo es símbolo de unidad de todos los armenios de todos los tiempos. Durante la Confirmación se unge a los bautizados en nueve partes del cuerpo: frente, ojos, oídos, nariz, boca, manos, corazón, espalda y pies. La Iglesia Católica Romana después del siglo XIII separó la confirmación del Bautismo y su administración se reservó solo para los obispos.

Sobre la Penitencia: la Iglesia Armenia tiene dos clases de confesión de los pecados: personal y general.

Sobre la Comunión: la hostia de consagración es siempre única. Se administra el sacramento en partículas pequeñas de ésta remojadas en vino puro. De acuerdo a la costumbre los creyentes deben tomar la Santa Comunión por lo menos en cinco grandes fiestas del año: Navidad, Pascuas, Transfiguración, Asunción de la Virgen María y Exaltación de la Santa Cruz.

Sobre la Ordenación Sagrada: el sacerdote puede casarse, sin embargo, esto se debe producir antes de su ordenación. También la Iglesia Armenia tiene sacerdotes célibes que generalmente son monjes, ellos pueden elevarse al grado de obispos. Solo el obispo puede otorgar la ordenación sacerdotal y de diácono en la Iglesia Armenia. El obispo recibe su ordenación solamente por el Katholikós.

Sobre el Santo Matrimonio: conocido con el nombre de Coronación. El divorcio es admitido en ciertos casos, y es concedido por la autoridad cathelicosal o patriarcal.

Sobre la Visitación de los Enfermos: la Iglesia Armenia reza sobre los enfermos, no los unge, porque en el momento de la confirmación, el niño es ungido para esta situación.

sábado, 25 de junio de 2016

EMISIÓN ESPECIAL EL ALFA Y LA OMEGA XI CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL 2016

Programa EL ALFA Y LA OMEGA
EMISIÓN ESPECIAL
XI CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL
Emisión Nro. 758
22.06.2016









Programa EL ALFA Y LA OMEGA
EMISIÓN ESPECIAL
XI CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL
Emisión Nro. 757
15.06.2016







EQUIPO OFICIAL EMISION ESPECIAL EL ALFA Y LA OMEGA CEN2016

Por este medio, deseamos agradecer su participación en las dos emisiones especiales del programa de radio EL ALFA Y LA OMEGA, dedicadas al XI CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL, que se celebro en la Provincia de Tucumán.

No encontramos palabras para poder transmitirles la alegría y el ORGULLO que nos llena el corazón y reconforta el alma, saber que tenemos en el Continente de la Esperanza, tantos amigos y amigas dispuestos a sumarse a las "locas" propuestas que ANUNCIAR Contenidos les propone.

Seguimos haciendo punta, nos da mucha fuerza y optimismo, ver que existen personas como ustedes que en tan poco tiempo han demostrado que con voluntad, ganas, compromiso, palabra, profesionalidad, tiempo, talento y participación es posible hacer lo que hemos hecho, casi sin tiempo.

A los canta autores, como Freddie Chavarria Calderon y a su Manager Luis Oscar Muñoz (Costa Rica) y a Jhonny Reyes (Venezuela) Gracias por su música y las corridas para los envíos!!!!

De mi parte les pido disculpas por las corridas y los apurones, prometo que no volverá a ocurrir, pero eso me ha demostrado que ustedes son BUENA MADERA y no se achican ante nada, me hace recordar la escena de David y Goliat que podemos leer en 1º Samuel 17,1-54. 

Un orgullo contar con ustedes.

Un abrazo desde la Argentina

Alfredo Musante
Director Responsable

Carlos Guzmán
Coordinador de Contenidos


miércoles, 22 de junio de 2016

EL TABERNÁCULO Y SU HISTORIA-Segunda parte

Durante el periodo románico las custodias eucarísticas –torres, palomas y píxides– se colgaban sobre el altar, pero al desaparecer el antiguo ciborio se modificó el modo de suspensión. Generalmente se fijaba un colgadero con forma de cruz en el retablo y se colgaba la custodia en la parte alta. En el periodo románico el oro y la plata fueron los materiales habituales para la fabricación de las custodias eucarísticas, cualquiera que fuese su forma. Para decorar las píxides se usaron también piedras preciosas. Aunque también se usó el cobre dorado y esmaltado, el marfil e incluso la madera. Durante el periodo gótico el modo de guardar el Santísimo Sacramento presenta distintas soluciones. La custodia –torre, paloma o píxide– se suspendía sobre el altar envuelto en un velo. Normalmente, sin embargo, la custodia se guardaba en un pequeño armario o sagrario empotrado en la pared, a la derecha o a la izquierda del altar.

Se ponía mucho esmero, sobre todo en las iglesias de una cierta importancia, en adornar la puerta del sagrario con elegantes herrajes y también con pinturas, todo ello enmarcado por un arco agudo sostenido por pequeños pilares revestidos de arquitos y que terminaban en pináculos. De todos modos, se ponía cuidado en decorar con pinturas tanto el interior como la puerta del sagrario. Una apertura circular o con forma de trébol o de cuadrifolio, cerrada por una reja, practicada en la pared en correspondencia con el interior del sagrario, permitía a los fieles adorar en cualquier momento desde fuera el Santísimo Sacramento.

Una lámpara encendida frente a la apertura señalaba desde lejos el lugar donde se guardaba el pan transubstanciado. Con la llegada del siglo XVI ya no es suficiente este ornato, significativo pero modesto armario, aunque de cierto interés artístico. Empiezan a aparecer los primeros edículos del Sacramento, que en un primer momento –finales del siglo XIV– fueron una característica casi exclusiva de las iglesias del norte de Europa. El origen de estos edículos nos revela cómo el Espíritu Santo guía a los fieles y se debe a la piedad popular que, en la Edad Media, deseaba contemplar la Hostia consagrada, tanto durante la misa, en el momento de la elevación, como fuera de la celebración.

El culto de la Eucaristía se centra en las llamadas exposiciones públicas, que multiplicaban las exposiciones eucarísticas casi como por un multiplicarse de la fe cordial y sencilla y la vez profunda y preciosa. La exposición pública no era más que el culto público del Cuerpo del Señor con la Hostia expuesta a la adoración dentro de un ostensorio. Esta práctica estaba tan arraigada en el pueblo que algunas medidas restrictivas establecidas por algunos Sínodos no lograron limitarla. De todos modos, podemos anotar que la primera fiesta del Corpus Christi fue celebrada por los canónigos de Lieja en 1247. En 1264 el papa Urbano IV la extendió a toda la Iglesia, pero sólo en 1316 el papa Juan XXII la aprobó definitiva y providencialmente. Los edículos eucarísticos fueron el punto de encuentro entre la piedad popular y las disposiciones sinodales, puesto que realizaron una especie de exposición permanente del Santísimo Sacramento ante los fieles. Se presentan como construcciones monumentales, con forma de torre que a veces llegaba hasta la bóveda, con predomino del estilo ojival, dentro de las cuales se guardaba la Hostia consagrada en un vaso transparente colocado detrás de una ancha reja metálica, para que los fieles pudieran contemplar, aunque confusamente, el Sacramento.

La última fase histórica de la evolución del tabernáculo, como custodia eucarística, sobre la mesa del altar, se da a principios del siglo XVI. En Italia, el pionero de esta solución fue el piadoso obispo de Verona, monseñor Matteo Giberti, que la adoptó en las iglesias de su diócesis. Por precisión histórica esta disposición ya la encontramos en las Ordinationes de los Ermitaños de san Agustín, redactadas bajo Alejandro IV (1254-1261): «Queremos que en todas nuestras iglesias se guarde el Cuerpo de Cristo en un ciborio colocado sobre el altar mayor, dentro píxides de marfil o de otra materia preciosa, en cantidad modesta, cubierto con un velo limpísimo».

La disposición de monseñor Giberti tuvo especial resonancia en la Italia del norte y pronto se extendió también a las otras diócesis; la primera fue Milán, por obra de san Carlos Borromeo, que dispuso trasladar la residencia del Santísimo Sacramento de la sacristía a un altar de la Catedral. En Roma esta iniciativa fue apoyada por el papa Pablo IV. En 1614 el Rituale de Pablo V lo imponía a las iglesias de su diócesis aconsejando su adopción también a las otras. Fuera de Italia varios concilios dejaron libertad de opción sobre el lugar de custodia del Santísimo Sacramento; se prefirió, en general, usar tabernáculos murales y, donde existían, los edículos eucarísticos.

Como es sabido, eran los años de la aplicación de las normas del Concilio de Trento (1545-1563) que, en este caso, reaccionaba contra la doctrina protestante que negaba la permanencia de la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas. A la exigencia de afirmar la doctrina católica se debe la difusión de colocar el tabernáculo, bien visible, sobre el altar mayor. Lo más habitual es que tuviera forma de casita y que se colocara en la parte alta del altar con tres órdenes de gradillas al lado sobre las que se colocaban los candeleros para los cirios, a veces numerosos, sobre todo con ocasión de las solemnes exposiciones eucarísticas.

Hacia la mitad del siglo XVIII la colocación del tabernáculo sobre el altar era ya una práctica común en casi todas las iglesias, por lo que Benedicto XIV en su constitución Accepimus (16 de julio de 1746) la declaraba «disciplina vigente». Fue aceptada universalmente a raíz del decreto de la Sagrada Congregación de los Ritos del 16 de agosto de 1863 que prohibía cualquier otra forma de custodia. La disciplina actual sobre el lugar en que se debe conservar la Santísima Eucaristía es un fruto de la renovación litúrgica llevada a cabo por el Concilio ecuménico Vaticano II. En la mayor parte de nuestras iglesias, por conocidas razones históricas, el elemento central –dominante respecto al propio altar– ha sido, durante casi cuatro siglos, el tabernáculo eucarístico.

La adaptación litúrgica de las iglesias existentes, que tiene por objetivo exaltar la primacía de la celebración eucarística y, por tanto, la centralidad del altar, debe reconocer también la función específica de la reserva eucarística. Se considera necesario, por eso, que, con motivo de posibles intervenciones de adaptación, se dedique un cuidado especial al “lugar” y a las características de la reserva eucarística. En este caso, reservar un lugar propio para la conservación de la Eucaristía ha de entenderse de tal modo que permita subrayar aún más el misterio de la permanencia de la presencia real y crear las condiciones para su adoración. También la localización y la eventual realización de una nueva noble custodia eucarística deben facilitar la identificación y el acceso directo a ella en un ambiente recogido y favorable a la adoración personal. En el caso de que la capilla eucarística no fuera visible inmediatamente al entrar en la iglesia, se debe pensar en indicaciones apropiadas que, con claridad y buen gusto, conduzcan a ella.

En la capilla, como en el local para las celebraciones, no han de faltar nunca bancos con reclinatorio para que se tenga siempre la posibilidad de hacer la adoración arrodillados. En todo caso, hay que recordar que en cada iglesia el tabernáculo para la reserva y para la adoración eucarística debe ser único. El Santísimo Sacramento debe ser reservado en un lugar arquitectónico verdaderamente importante, normalmente distinto de la nave de la iglesia, apropiado para la adoración y la oración, sobre todo personal, noblemente ornamentado y adecuadamente iluminado. El tabernáculo, además de ser único, ha de ser también inamovible, sólido e inviolable, no transparente. No se olvide disponer a su lado el lugar para la lámpara que debe arder constantemente, como signo de honor tributado al Señor.
No está de más aludir a los vasos sagrados destinados al cuerpo y la sangre del Señor durante la misa (cáliz, patena) y durante la adoración eucarística (ostensorio).

Recientemente la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos ha publicado una instrucción «sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía» que se ocupa también de los vasos sagrados, recordando que deben ser elaborados con materiales considerados nobles, según las varias regiones, que se deben evitar vasos de uso común o sin ningún valor artístico (cita explícitamente simples cestos, vasos de cristal, arcilla, creta y otros materiales frágiles), y esto porque «con su uso se tribute honor al Señor y se evite absolutamente el peligro de debilitar, a los ojos de los fieles, la doctrina de la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas»

Fuente:

MARÍA MUJER EUCARÍSTICA

¿Qué relación tiene María con la Sagrada Eucaristía? ¿La Madre participó en la Última Cena cuando Jesús instituyó este sacramento o, en todo caso, en las celebraciones eucarísticas de la primera comunidad cristiana? ¿Está presente la Madre en todas las ceremonias eucarísticas de la Iglesia? ¿Qué puede enseñarnos María respecto a nuestro amor al Señor Jesús sacramentado?

Lo primero que debemos decir es que en toda la Sagrada Escritura no se menciona explícitamente la relación entre María y la Eucaristía. «A primera vista, el Evangelio no habla de este tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves Santo, no se menciona a María». Sin embargo sabemos, siguiendo el relato de los Hechos de los Apóstoles, que María perseveraba en la oración con la primera comunidad en espera del Espíritu Santo. Así pues, la presencia de la Madre «no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos "en la fracción del pan"».

La relación de María con la Eucaristía se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior. María es mujer "eucarística" con toda su vida. Ella encarnó con toda su existencia la lógica de la Eucaristía. Podemos decir pues que la espiritualidad de María es una espiritualidad netamente eucarística. De esta forma «la Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio».

En la Eucaristía «está el tesoro de la Iglesia, el corazón del mundo, la prenda del fin al que todo hombre, aunque sea inconscientemente, aspira. Misterio grande, que ciertamente nos supera y pone a dura prueba la capacidad de nuestra mente de ir más allá de las apariencias».

La Eucaristía es un misterio de fe. Sin embargo, «... el hombre está siempre tentado a reducir a su propia medida la Eucaristía, mientras que en realidad es él quien debe abrirse a las dimensiones del Misterio». En el momento de la celebración de la Eucaristía la fe es puesta a prueba, pues como dice Santo Tomás de Aquino: la vista, el gusto y el tacto se engañan, solamente el oído cree todo. Nadie como María puede educarnos en esta virtud para reconocer, más allá de las apariencias sensibles, a Cristo Vivo. ¿Y cómo ha vivido María su "fe eucarística"?

En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. ¿Por qué? María concibió en la Anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor.

Ese Cuerpo y esa Sangre divinos, que después de la consagración están presentes en el altar... conservan su matriz originaria de María... En la raíz de la Eucaristía está, pues, la vida virginal y materna de María... Y si el Cuerpo que nosotros comemos y la Sangre que bebemos son el don inestimable del Señor Resucitado para nosotros viadores, lleva también consigo, como Pan fragante, el sabor y el perfume de la Virgen Madre. De esta forma «María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas».

El Pan eucarístico que recibimos es el verdadero Cuerpo nacido de María Virgen. Jesús es «carne y sangre de María». Podemos descubrir de esta forma una semejanza profunda entre el HÁGASE de María y el amén que cada fiel pronuncia antes de recibir el Cuerpo de Cristo. A María le pidió el ángel creer que Aquel que nacería de su seno era el Hijo de Dios y a nosotros se nos pide de manera análoga creer que es el mismo Señor Jesús quien está presente de forma verdadera, real y substancial bajo la apariencia del pan.

En la VISITACIÓN de María a su prima Isabel podemos descubrir a la Madre como «el primer "tabernáculo" de la historia» donde el Señor Jesús, todavía oculto a los ojos y oídos de los hombres, «se ofrece a la adoración de Isabel, como "irradiando" su luz a través de los ojos y la voz de María». María es verdaderamente la "Custodia viva del Señor", el «admirable ostensorio del Cuerpo de Cristo».

Podemos también releer el MAGNIFICAT en perspectiva eucarística. Tanto la Eucaristía como el cántico de María son una acción de gracias a Dios que se complace en la humildad y obediencia de su Siervo, Jesús, y de su Sierva, María. La actitud de la Madre ante el NACIMIENTO de su Hijo es también modélica: su mirada extasiada contemplando el rostro del Niño Jesús, tomándolo en sus brazos con todo el cariño de su amor maternal ¿no será acaso el modelo en el que ha de inspirarse cada fiel al recibir la comunión eucarística o al adorarlo presente en el sagrario?

María hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía con toda su vida, especialmente al pie de la CRUZ. Preparándose día a día para el Calvario, María vive una especie de "Eucaristía anticipada" se podría decir, una "comunión espiritual" de deseo y ofrecimiento, que culminará en la unión con el Hijo en la pasión y se manifestará después, en el período postpascual, en su participación en la celebración eucarística, presidida por los Apóstoles, como "memorial" de la pasión.

El encuentro con Cristo, profundizado continuamente en la intimidad eucarística, suscita en la Iglesia y en cada cristiano la exigencia de evangelizar y de dar testimonio. Recibir continuamente el don de la comunión sacramental implica también acoger el memorial de la Cruz, donde el Hijo nos entrega a su Madre, encomendándole la misión de velar por nuestra configuración con Él: «María guía a los fieles a la Eucaristía»

MILAGRO EUCARÍSTICO DE LANCIANO

Un monje de la Orden de San Basilio, sabio en las cosas del mundo, pero no en las cosas de la fe, pasaba un tiempo de prueba. Dudaba de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Sufría día tras día y se preguntaba: ¿Está Jesús realmente y substancialmente presente en la Eucaristía? Dudaba sobre el misterio de la transubstanciación. Su sacerdocio se convirtió en una rutina y se destruía poco a poco.

Una mañana del año 700, mientras celebraba la Misa, estaba siendo atacado fuertemente por la duda y después de haber pronunciado las solemnes palabras de la consagración, vio como la Hostia se convirtió en un círculo de carne y el vino en sangre visible. Estaba ante un fenómeno sobrenatural visible, que lo hizo temblar y comenzó a llorar incontrolablemente de gozo y agradecimiento.

Estuvo parado por un largo rato, de espaldas a los fieles, como era la misa en ese tiempo. Después se volteó despacio hacia ellos, diciéndoles: ¡Oh, afortunados testigos a quienes el Santísimo Dios, para destruir mi falta de fe, ha querido revelárseles El mismo en este Bendito Sacramento y hacerse visible ante nuestros ojos! Vengan, hermanos y maravíllense ante nuestro Dios tan cerca de nosotros. Contemplen la Carne y la Sangre de Nuestro Amado Cristo.

Las personas se apresuraron a ir al altar y, al presenciar el milagro, empezaron a clamar, pidiendo perdón y misericordia. Otras empezaron a darse golpes de pecho, confesando sus pecados, declarándose indignas de presenciar tal milagro. Otros se arrodillaban en señal de respeto y gratitud por el regalo que el Señor les había concedido.

La carne se mantuvo intacta, pero la sangre se dividió en el cáliz, en 5 partículas de diferentes tamaños y formas irregulares. Los monjes decidieron pesar las partículas y descubren fenómenos particulares sobre el peso de cada una de ellas. Inmediatamente la Hostia y las cinco partículas fueron colocadas en un relicario de marfil.

Además de que es muy significativo que este milagro sucediera en la ciudad llamada por el nombre de Longinos, el que traspasa el corazón de Jesús, y existe otro paralelo con lo que pasó con Longinos: El sacerdote al contemplar el Corazón Eucarístico de Jesús y su sangre, recibió la gracia de la conversión. Otro detalle importante es que en este milagro eucarístico Jesús permitió ser crucificado de nuevo. Después del milagro, la Hostia fue clavada a un pedazo de madera, para que al secarse no se enrollara como le sucede a la carne. Aquí estaba El otra vez con clavos en Su Cuerpo, clavado a un pedazo de madera.

De inmediato la noticia del Milagro Eucarístico y el testimonio de la conversión del sacerdote se extendieron por toda la ciudad y el país. Todas las personas hablaban de él. Los peregrinos concurrían a Lanciano para venerar la Hostia convertida en carne y el vino en sangre. Aumentó la fe y devoción al Corazón Eucarístico de Jesús, y se extendió por todo el país. Desde el principio, la Iglesia local aceptó este milagro como un verdadero signo del cielo, y veneró el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor en la Eucaristía en varias procesiones. Especialmente el día de su fiesta, que es el último domingo de octubre.

La Iglesia donde se encuentra el Milagro Eucarístico de Lanciano está en el centro de la ciudad. Lo que es el centro de la ciudad hoy en día era el suburbio de la ciudad en el Siglo Ocho, cuando ocurrió el Milagro Eucarístico. En este tiempo se llamaba la Iglesia de los Santos Longinos y Domiciano, y estaba bajo la custodia de los monjes de San Basilio del Rito Griego Ortodoxo. Esto fue antes del Gran Cisma de 1054.

En 1515, el Papa Leo X hizo de Lanciano una Sede Episcopal bajo la responsabilidad directa de Roma. En 1562 el Papa Pío IV escribió una Bula Papal elevándola a la Sede Arzobispal. El 25 de junio, de 1672, el Papa Clemente X declaró el altar del Milagro Eucarístico como un altar privilegiado en el octavo día de los difuntos y en todos los lunes del año. A través de los años el Milagro Eucarístico fue colocado en diferentes lugares en la Iglesia de San Francisco. En 1566 la amenaza de los turcos se hizo dominante a través de la Costa Adriática. Por medidas de seguridad el Milagro Eucarístico fue sacado de su capilla y fue guardado en el otro lado de la Iglesia.

En 1713 el relicario de marfil fue reemplazado por el que hoy exhibe las dos reliquias. Es de plata y cristal. La hostia está expuesta como regularmente se hace en una custodia y las partículas de sangre en un cáliz de cristal, que muchos creen es el cáliz original donde se dio el milagro. En 1887, el Arzobispo de Lanciano, Monseñor Petarca, obtuvo del Papa León XIII, una indulgencia plenaria perpetua para los que veneraran el Milagro Eucarístico durante 8 días después del día de fiesta.

La Carne y Sangre Milagrosa estuvieron guardadas en esa capilla hasta 1902. Los fieles solo podían venerar el Milagro Eucarístico en ocasiones especiales, el lunes después de Pascua y la última semana de octubre, la semana de la fiesta. La indulgencia plenaria estaba disponible para las personas durante la fiesta. Se puede subir a contemplar de cerca el milagro, por una escalera detrás del altar mayor. El tabernáculo está abierto por detrás para que se pueda ver el relicario que contiene la preciosa Sangre y Carne de Nuestro Señor.

En 1574 se hicieron pruebas de la Carne y la Sangre y se descubrió un fenómeno inexplicable. Las cinco bolitas de Sangre coagulada son de diferentes tamaños y formas. Pero cualquier combinación pesa en total lo mismo. En otras palabras, 1 pesa lo mismo que 2, 2 pesan lo mismo que 3, y 3 pesan lo mismo que 5. Este resultado está marcado en una tabla de mármol en la Iglesia. A través de los años se han hecho muchas investigaciones.

A las distintas investigaciones eclesiásticas siguieron las científicas, llevadas a cabo desde 1574, en 1970-71 y en 1981. En estas últimas, el eminente científico Profesor Odoardo Linoli docente en Anatomía e Histología Patológica y en Química y Microscopía Clínica, con la colaboración del Profesor Ruggero Bertelli de la Universidad de Sena, utilizó los instrumentos científicos más modernos disponibles.

Los análisis, realizados con absoluto rigor científico y documentados por una serie de fotografías al microscopio, dieron los siguientes resultados:

-La Carne es verdadera Carne. La Sangre es verdadera Sangre.
-La Carne y la Sangre pertenecen a la especie humana.
-La Carne está constituida por el tejido muscular del corazón. En la Carne están presentes, en secciones, el miocardio, el endocardio, el nervio vago y, por el relevante espesor del miocardio, el ventrículo cardiaco izquierdo.
-La Carne es un CORAZON completo en su estructura esencial.
-La Carne y la Sangre tienen el mismo grupo sanguíneo (AB).
-En la Sangre se encontraron las proteínas normalmente fraccionadas, con la proporción en porcentaje, correspondiente al cuadro cero- proteico de la sangre fresca normal.
-En la Sangre también se encontraron estos minerales: Cloruro, fósforo, magnesio, potasio, sodio y calcio.
-La conservación de la Carne y de la Sangre, dejadas al estado natural por espacio de 12 siglos y expuestas a la acción de agentes atmosféricos y biológicos, es de por sí un fenómeno extraordinario.

Se puede decir que la ciencia ha dado una respuesta segura y exhaustiva acerca de la autenticidad del Milagro Eucarístico de Lanciano. El Señor nos sigue dando Su Sangre, Su Cuerpo todos los días en la Eucaristía para sanarnos, liberarnos y sustentarnos. Que cada Eucaristía sea un encuentro único con el Corazón de Jesús, encuentro con el Dios de Amor, el Dios que se manifiesta misericordioso, compasivo, y a la misma vez con un Corazón traspasado por los pecados nuestros y de la humanidad.

MÁRTIRES DE LA EUCARISTÍA

Es el año 302, en plena persecución del emperador Diocleciano. En Roma, un niño, de nombre Tarsicio, asiste a la eucaristía en las catacumbas de San Calixto. El papa de entonces le entrega el Pan Consagrado y envuelto en un lino blanco, para que lo lleve a los cristianos que están en la cárcel que esperan dar pronto su vida por Dios. Tarsicio oculta cuidadosamente el Pan Eucarístico sobre su pecho. Solícito se encamina hacia las cárceles. En el camino encuentra a algunos compañeros no cristianos que juegan y se divierten. Al verlo tan serio sospechan que algo importante está guardando. Al descubrir que Tarsicio lleva los “misterios”, el odio estalla en sus corazones y en todos los miembros de sus cuerpos. Con puñetazos, puntapiés y pedradas esos muchachos paganos tratan de arrebatarle lo que él aprieta contra su corazón. Aún herido de muerte no suelta la eucaristía.

Providencialmente pasa por el lugar un soldado cristiano llamado Cuadrato y lo rescata. Lo toma en sus fuertes brazos y lo lleva de regreso a la comunidad cristiana. Allí, ya en agonía, Tarsicio abre sus brazos y devuelve la eucaristía al papa que se la había entregado. Tarsicio muere feliz, pues le ha demostrado a Cristo su propia fidelidad hasta la muerte. Para los primeros cristianos la eucaristía estaba unida a la capacidad de martirio. Tanto para Tarsicio como para esos cristianos ya encarcelados, la eucaristía les daba fuerzas para soportar todo dolor y sufrimiento. Es de todos conocidos el ejemplo de san Ignacio de Antioquía que decía a sus hermanos cristianos: “Dejadme ser pan molido para las fieras”. Los mártires de 1934, fusilados en el norte de España, entre ellos san Héctor Valdivielso, sacerdote argentino. Después de la misa los apresan y los conducen a la cárcel, y a los tres o cuatro días los fusilan. En México muchos sacerdotes en tiempo de la Guerra Cristera de 1926 a 1929, murieron mártires, entre ellos el padre Agustín Pro, porque no obedecieron la orden masónica del presidente Plutarco Elías Calles: “prohibido celebrar la eucaristía y todo culto católico, bajo pena de muerte”. Y estos sacerdotes desafiaron esta inhumana y atea orden, porque sentían el deber sagrado de honrar a la eucaristía y fortalecer al pueblo. No podían vivir sin la eucaristía. Y murieron mártires.

El beato Karl Leisner, ordenado sacerdote en el campo de concentración de Dachau en Alemania, fue apresado y encarcelado. Tenía como lema “Cristo, tú eres mi pasión”. Celebró su primera y única misa en un barracón del campo de concentración. Sus últimas palabras fueron “Amor, perdón, oh Dios, bendice a mis enemigos”. ¿Por qué la eucaristía da fuerzas para el martirio? Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo. Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos seguidores del Maestro, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella, ¿no será porque nos falta recibir con más conciencia, fervor y alma pura la eucaristía?

LOS ELEMENTOS QUE RODEAN A LA EUCARÍSTIA-Segunda Parte

¿Qué es el Purificador?

Se llama purificador al lienzo utilizado para enjugar el cáliz durante la celebración de la misa.

¿Qué es la Bolsa de Corporales?

Se llama bolsa de corporales a un objeto litúrgico del rito católico tradicional. Es una funda formada por dos tapas a forma de carpeta donde se guarda el corporal antes de empezar y una vez acabada la Misa, es decir, cuando no han de estar desplegados. Es del color litúrgico del día correspondiente. A partir de las innovaciones de la Misa tras el Concilio Vaticano II, su uso disminuyó muchísimo.

¿Qué es el Cáliz?

El cáliz o cálice es el vaso en el que el sacerdote católico consagra el vino en la eucaristía. Hay que notar que el cáliz en el cristianismo no es solo usado por la liturgia católica romana sino por otras iglesias ortodoxas (aunque se le apliquen otros nombres de acuerdo a cada población) y que deriva de la copa principal usada en el Pésaj ya que Jesucristo en la última cena que era en Pésaj o en vísperas del Pésaj usó tal importante elemento ritual para establecer la que luego en lenguas romances se denomina común unión o comunión a través del rito de la eucaristía.

5 TESTIMONIOS QUE PRUEBAN QUE LOS PRIMEROS CRISTIANOS CREÍAN EN LA EUCARISTÍA

La Iglesia Católica ha defendido a través de los siglos que Jesús está realmente presente en el pan y el vino consagrado. Para ello se basa en las Escrituras (Juan 6,52-69; Lucas 22,19; 1 Corintios 11,23-25; etc) y también en la Tradición Apostólica. Sobre esta última se toma en cuenta de manera particular el testimonio de los primeros cristiano, aquellos quienes recibieron esta enseñanza directamente de los apóstoles y dieron su vida por mantenerse fieles a esta doctrina.

Son muchos los testimonios recogidos por historiadores en los que se detalla la fuerte creencia de los primeros cristianos en la Santa Eucaristía; en este artículo les compartiremos cinco de ellos.

1) San Ignacio de Antioquía (110 d.C.)

Fue discípulo de San Juan el Evangelista y obispo de Antioquía durante 40 años. Tuvo la responsabilidad de condenar la herejía de los docetas, quienes afirmaban que Cristo nunca tuvo un cuerpo físico y por eso no querían consumir la Eucaristía. San Ignacio les decía lo siguiente:

“Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno sólo es el cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, como un solo obispo junto con el presbítero y con los diáconos consiervos míos; a fin de que cuanto hagáis, todo hagáis según Dios”.

2) San Justino (165 d.C.)

Fue un laico conocido como el primer apologista cristiano, pues escribió muchas cartas defendiendo la doctrina cristiana. A él le debemos una de las descripciones más detalladas del culto cristiano en los primeros siglos:

“A nadie le es lícito participar en la Eucaristía, si no cree que son verdad las cosas que enseñamos […] Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias, que contiene las palabras de Jesús y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó.

Los apóstoles, en efecto, en sus tratados llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan y dando gracias dijo: ‘Haced esto en conmemoración mía. Esto es mi cuerpo’. Y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, dio gracias y dijo: ‘Esta es mi sangre’, dándoselo a ellos solos. Desde entonces seguimos recordándonos unos a otros estas cosas”.

3) San Ireneo (130 d.C. – 202 d.C.)

Se sabe que fue obispo de Lyon y es famoso por su obra ADVERSUS HAERESES, donde refuta las principales herejías de su época. En este libro él escribe lo siguiente:

“Para nosotros en cambio, la creencia concuerda con la Eucaristía, y la Eucaristía, a su vez, confirma la creencia. Pues le ofrecemos a Él sus propias cosas, proclamando concordemente la comunión y la unión de la carne y del espíritu. Porque así como el pan que es de la tierra, recibiendo la invocación de Dios ya  no es pan ordinario sino Eucaristía, constituida por dos elementos terreno y celestial, así también nuestros cuerpos, recibiendo la Eucaristía, no son corruptibles sino que poseen la esperanza de la resurrección para siempre”.

4) San Atanasio (295 d.C. – 373 d.C.)

Quien fuera obispo de Alejandría enseñaba que:

“Verás a los ministros que llevan pan y una copa de vino, y lo ponen sobre la mesa; y mientras no se han hecho las invocaciones y súplicas, no hay más que puro pan y bebida. Pero cuando se han acabado aquellas extraordinarias y maravillosas oraciones, entonces el pan se convierte en el Cuerpo y el cáliz en la Sangre de nuestro Señor Jesucristo… Consideremos el momento culminante de estos misterios: este pan y este cáliz, mientras no se han hecho las oraciones y súplicas, son puro pan y bebida; pero así que se han proferido aquellas extraordinarias plegarias y aquellas santas súplicas, el mismo Verbo baja hasta el pan y el cáliz, que se convierten en su cuerpo“.

5) San Cirilo de Jerusalén (313 d.C. – 387 d.C.)

Fue obispo de Jerusalén y es considerado Doctor de la Iglesia. Entre sus numerosas catequesis hace una interesante referencia a la Eucaristía:

“Adoctrinados y llenos de esta fe certísima, debemos creer que aquello que parece pan no es pan, aunque su sabor sea de pan, sino el cuerpo de Cristo; y que lo que parece vino no es vino, aunque así le parezca a nuestro paladar, sino la sangre de Cristo“.

ANUNCIAR INFORMA-RESUMEN DE NOTICIAS DEL XI CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL


Jueves 16 de Junio de 2016
Con una multitudinaria misa quedó inaugurado el XI Congreso Eucarístico Nacional
Con la celebración de una solemne misa presidida por el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca, a la que asistieron más de 75.000 personas llegadas de todo el país, quedó inaugurado el XI Congreso Eucarístico Nacional, que se clausuro el domingo 19. Las imágenes de Nuestra Señora de la Merced y de la Inmaculada Concepción acompañaron el acto inaugural, que contó con la participación del enviado del Papa Francisco, cardenal Giovanni Battista Re.

Viernes 17 de Junio de 2016
El flagelo de las drogas y la misión del laicado, en el área de Pastoral Social y Laicos
El área de Pastoral Social y Laicos, una de las trece que tiene el XI Congreso Eucarístico Nacional que se desarrollo en la ciudad de San Miguel de Tucumán, estuvo dedicada a reflexionar sobre el flagelo de las drogas y el narcotráfico, la misión del laicado y el magisterio de Francisco. La disertación central sobre el tema estuvo a cargo del presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, y del presidente de la Comisión Nacional de Justicia y Paz, Emilio Inzaurraga. También se presentó el libro “La puerta abierta de la misericordia, una respuesta eclesial al problema de la droga”.

Card. Poli: “Nuestra tarea es cooperar en la siembra; lo demás es obra de Dios”
Así enfocó el arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli, el tema “Del Evangelio de la familia a la familia evangelizadora” en la apertura del área temática de Familia en el XI Congreso Eucarístico Nacional.

El cardenal comenzó citando el ejemplo de un matrimonio mexicano con siete hijos, dos de los cuales se habían alejado de la fe, lo que causaba dolor a sus padres. Y la mujer le dijo al cardenal: “Nosotros con mi esposo siempre rezamos. Porque nosotros siempre sembramos trigo, no cizaña”. Y esperaban rezando que ese trigo diera espigas a su tiempo.

Se inauguró la Ciudad Eucarística y dedican el día a la Reconciliación
En la segunda de cuatro jornadas del XI Congreso Eucarístico Nacional, que se desarrolla en San Miguel de Tucumán con el lema “Jesucristo, Señor de la Historia, te necesitamos”, se inauguró oficialmente la Ciudad Eucarística y se trabajo en áreas temáticas, mientras obispos y sacerdotes se distribuyeron en la capital tucumana para escuchar confesiones, en el marco de un día dedicado a la reconciliación.

Sábado 18 de Junio de 2016
“Estoy impresionado con la fe del pueblo católico argentino”
“Estoy muy impresionado con la fe del pueblo católico de la Argentina, la numerosa presencia de tantos fieles católicos permite percibir que la fe está viva, ya que la fe y la vida están muy relacionadas”, declaró a una periodista el arzobispo de la arquidiócesis brasileña de Pelotas, monseñor Jacinto Bergmann, quien participa del XI Congreso Eucarístico Nacional en representación de la Conferencia Nacional de los Obispos del Brasil.

El legado papal compartió el desayuno con presas de una cárcel tucumana
El cardenal Giovanni Battista Re, visitó la cárcel de mujeres de Banda del Río Salí, donde compartió el desayuno con un grupo de internas, a quienes saludó y luego impartió la bendición en nombre del papa Francisco. Las reclusas compartieron con el representante del papa sus testimonios de vida y sus vivencias dentro del penal. El purpurado también se reunió con un grupo de niños, a quienes les recordó que ellos son “el porvenir de la Argentina, el futuro, la esperanza del País. Por eso su presencia aquí es muy importante”.

Dirigentes políticos firmaron el acta compromiso “Una casa fraterna y solidaria”
Dirigentes de doce partidos políticos firmaron en la Casa Histórica de Tucumán un acta compromiso con diez lineamientos “fundamentales e irrenunciables sobre políticas públicas”, entre ellos luchar contra la corrupción y la impunidad, la pobreza y el narcotráfico, y generar empleo digno y cuidar el medio ambiente. Obispos y sacerdotes rindieron también un homenaje a los religiosos que participaron hace 200 años de la jura de la Independencia Nacional.

Hacemos un breve extracto del acta que lleva por título: "UNA CASA FRATERNA Y SOLIDARIA"

“En el contexto de la celebración del undécimo Congreso Eucarístico Nacional, y coincidiendo con el Bicentenario de la Declaración de nuestra Independencia aquí en Tucumán, nos parece muy valioso que desde la expresión de voces políticas diversas, podamos manifestar coincidencias básicas sobre algunas cuestiones urgentes de nuestra agenda común, encarnando en esta Casa Histórica tan significativa para los argentinos un simple gesto de amistad social.

1-Lucha contra la pobreza y la exclusión; 2-Combate contra el narcotráfico; 3-Prevención de las adicciones; 4-Impulso a la educación integral; 5-Acceso universal a la salud y al agua potable; 6-Generación de empleo digno; 7-Erradicación de la trata de personas y protección de la vida; 8-Promover el cuidado del ambiente; 9-Trabajar por la cultura del encuentro; 10-Lucha contra la corrupción y la impunidad”

Domingo 19 de Junio de 2016
Macri arrancó un aplauso al pedir a Dios poder defender la vida desde la concepción
El presidente Mauricio Macri arrancó con un aplauso fuerte de los miles de peregrinos que participaron en Tucumán del acto de clausura del XI Congreso Eucarístico Nacional, al pedir a Dios en una plegaria poder defender la vida desde la concepción y hasta la muerte. “Jesucristo te necesitamos para promover la fe respetando las distintas expresiones, para defender la vida desde la concepción hasta la muerte; para cuidar la naturaleza, nuestra casa común; para convivir en paz con todos los pueblos de la tierra”, rogó el primer mandatario argentino ante miles de personas presentes en el Hipódromo provincial…

 “La Eucaristía es el gran motor de la vida cristiana”
El legado papal, cardenal Giovanni Battista Re, presidió la misa de clausura del XI Congreso Eucarístico Nacional en Tucumán, donde recordó que “la Eucaristía es el gran motor de la vida cristiana” y aseguró que “ella es un aliciente para reconstruir el tejido cristiano de la sociedad y punto de partida para la tan deseada nueva evangelización”. “La Eucaristía también es luz para el servicio del bien común y para la contribución que los cristianos deben aportar a la vida social y política, que necesita hoy más que nunca de un quiebre, que lleve a poner fin a la corrupción y a una real renovación y progreso en la honestidad, en la rectitud moral, en la justicia y en la solidaridad”, sostuvo ante el presidente Mauricio Macri, el gobernador tucumano Juan Manzur, otras autoridades y miles de peregrinos presentes en el Hipódromo provincial.

Fuente:

LA ADORACIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Desde el principio del cristianismo, la Eucaristía es la fuente, el centro y el culmen de toda la vida de la Iglesia. Como memorial de la pasión y de la resurrección de Cristo Salvador, como sacrificio de la Nueva Alianza, como cena que anticipa y prepara el banquete celestial, como signo y causa de la unidad de la Iglesia, como actualización perenne del Misterio pascual, como Pan de vida eterna y Cáliz de salvación, la celebración de la Eucaristía es el centro indudable del cristianismo. Normalmente, la Misa al principio se celebraba sólo el domingo, pero ya en los siglos III y IV se generaliza la Misa diaria. La devoción antigua a la Eucaristía lleva en algunos momentos y lugares a celebrarla en un solo día varias veces. San León III, celebra con frecuencia siete y aún nueve en un mismo día. Varios concilios moderan y prohíben estas prácticas excesivas. Alejandro II, prescribe una Misa diaria: «muy feliz ha de considerarse el que pueda celebrar dignamente una sola Misa» cada día.

En los siglos primeros, a causa de las persecuciones y al no haber templos, la conservación de las especies eucarísticas se hace normalmente en forma privada, y tiene por fin la comunión de los enfermos, presos y ausentes. Esta reserva de la Eucaristía, al cesar las persecuciones, va tomando formas externas cada vez más solemnes. Las Constituciones apostólicas -hacia el 400- disponen ya que, después de distribuir la comunión, las especies sean llevadas a un SACRARIUM. El sínodo de Verdun, del siglo VI, manda guardar la Eucaristía «en un lugar eminente y honesto, y si los recursos lo permiten, debe tener una lámpara permanentemente encendida».

Por otra parte, la elevación de la hostia, y más tarde del cáliz, después de la consagración, suscita también la adoración interior y exterior de los fieles. Hacia el 1210 la prescribe el obispo de París, antes de esa fecha es practicada entre los cistercienses, y a fines del siglo XIII es común en todo el Occidente. En nuestro siglo, en 1906, San Pío X, «el papa de la Eucaristía», concede indulgencias a quien mire piadosamente la hostia elevada, diciendo «Señor mío y Dios mío»

La adoración de Cristo en la misma celebración del Sacrificio eucarístico es vivida, como hemos dicho, desde el principio. Y la adoración de la Presencia real fuera de la Misa irá configurándose como devoción propia a partir del siglo IX, con ocasión de las controversias eucarísticas. Conflictos teológicos análogos se producen en el siglo XI. La Iglesia reacciona con prontitud y fuerza unánime contra el simbolismo eucarístico de Berengario de Tours. Su doctrina es impugnada por teólogos como Anselmo de Laón o Guillermo de Champeaux, y es inmediatamente condenada por un buen número de Sínodos (Roma, Vercelli, París, Tours), y sobre todo por los Concilios Romanos de 1059 y de 1079.

En efecto, el pan y el vino, una vez consagrados, se convierten «substancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo, nuestro Señor». Por eso en el Sacramento está presente TOTUS CHRISTUS, en alma y cuerpo, como hombre y como Dios. Estas enérgicas afirmaciones de la fe van acrecentando más y más en el pueblo la devoción a la Presencia real. A fines del siglo IX, la REGULA SOLITARIUM establece que los ascetas reclusos, que viven en lugar anexo a un templo, estén siempre por su devoción a la Eucaristía en la presencia de Cristo.

En el siglo XI, Lanfranco, arzobispo de Canterbury, establece una procesión con el Santísimo en el domingo de Ramos. En ese mismo siglo, durante las controversias con Berengario, en los monasterios benedictinos de Bec y de Cluny existe la costumbre de hacer genuflexión ante el Santísimo Sacramento y de incensarlo. En el siglo XII, la Regla de los reclusos prescribe: «orientando vuestro pensamiento hacia la sagrada Eucaristía, que se conserva en el altar mayor, y vueltos hacia ella, adoradla diciendo de rodillas: "¡salve, origen de nuestra creación!, ¡salve, precio de nuestra redención!, ¡salve, viático de nuestra peregrinación!, ¡salve, premio esperado y deseado!"».

En todo caso, conviene recordar que «la devoción individual de ir a orar ante el sagrario tiene un precedente histórico en el monumento del Jueves Santo a partir del siglo XI, aunque ya el Sacramentario Gelasiano habla de la reserva eucarística en este día... El monumento del Jueves Santo está en la prehistoria de la práctica de ir a orar individualmente ante el sagrario, devoción que empieza a generalizarse a principio del siglo XIII»

En aquellos tiempos, el ataque más fuerte contra el Sacramento del Altar venía de parte de los cátaros. Empecinados en su dualismo doctrinal, rechazaban precisamente la Eucaristía porque en ella está siempre en íntimo contacto el mundo de lo divino, de lo espiritual, con el mundo de lo material, que, al ser tenido por ellos como materia nefasta, debía ser despreciado. Por oportunismo, conservaban un cierto rito de la fracción del pan, meramente conmemorativo. Para ellos, el sacrificio mismo de Cristo no tenía ningún sentido.

Por otra parte, las decisiones del Concilio de Letrán, nos descubren los abusos de que tuvo que ocuparse entonces la Iglesia. El llamado Anónimo de Perusa es a este respecto de una claridad espantosa: sacerdotes que no renovaban al tiempo debido las hostias consagradas, de forma que se las comían los gusanos; o que dejaban a propósito caer a tierra el cuerpo y la sangre del Señor, o metían el Sacramento en cualquier cuarto, y hasta lo dejaban colgado en un árbol del jardín; al visitar a los enfermos, se dejaban allí la píxide y se iban a la taberna; daban la comunión a los pecadores públicos y se la negaban a gentes de buena fama; celebraban la santa Misa llevando una vida de escándalo público.

Frente a tales degradaciones, se producen en esta época grandes avances de la devoción eucarística. Entre otros muchos, podemos considerar el testimonio impresionante de san Francisco de Asís. Poco antes de morir, en su Testamento, pide a todos sus hermanos que participen siempre de la inmensa veneración que él profesa hacia la Eucaristía y los sacerdotes:

«Y lo hago por este motivo: porque en este siglo nada veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios, sino su santísimo cuerpo y su santísima sangre, que ellos reciben y sólo ellos administran a los demás. Y quiero que estos santísimos misterios sean honrados y venerados por encima de todo y colocados en lugares preciosos»

Esta devoción eucarística, tan fuerte en el mundo franciscano, también marca una huella muy profunda, que dura hasta nuestros días, en la espiritualidad de las clarisas. En la Vida de santa Clara, escrita muy pronto por el franciscano Tomás de Celano, se refiere un precioso milagro eucarístico. Asediada la ciudad de Asís por un ejército invasor de sarracenos, son éstos puestos en fuga en el convento de San Damián por la virgen Clara:

«Ésta, impávido el corazón, manda, pese a estar enferma, que la conduzcan a la puerta y la coloquen frente a los enemigos, llevando ante sí la cápsula de plata, encerrada en una caja de marfil, donde se guarda con suma devoción el Cuerpo del Santo de los Santos». De la misma cajita le asegura la voz del Señor: "yo siempre os defenderé", y los enemigos, llenos de pánico, se dispersan» La iconografía tradicional representa a Santa Clara de Asís con una custodia en la mano.

A partir del año 1208, el Señor se aparece a santa Juliana, primera abadesa agustina de Mont-Cornillon, junto a Lieja. Esta religiosa es una enamorada de la Eucaristía, que, incluso físicamente, encuentra en el pan del cielo su único alimento. El Señor inspira a santa Juliana la institución de una fiesta litúrgica en honor del Santísimo Sacramento. Bajo el influjo de estas visiones, el obispo de Lieja, Roberto de Thourotte, instituye en 1246 la fiesta del Corpus. Hugo de Saint-Cher, dominico, cardenal legado para Alemania, extiende la fiesta a todo el territorio de su legación. Y poco después, en 1264, el papa Urbano IV, antiguo arcediano de Lieja, que tiene en gran estima a la santa abadesa Juliana, extiende esta solemnidad litúrgica a toda la Iglesia latina mediante la bula Transiturus. El concilio de Vienne, finalmente, en 1314, renueva la bula de Urbano IV. Diócesis y órdenes religiosas aceptan la fiesta del Corpus, y ya para 1324 es celebrada en todo el mundo cristiano.

miércoles, 15 de junio de 2016

BREVE HISTORIA DE LA EUCARISTÍA

La Eucaristía comenzó en La Última Cena y cómo las primeras comunidades siguieron el mandato de Jesús de “partir el pan” en su nombre. (Hechos 2-42). En la Primera Carta a los Corintios, San Pablo describe una eucaristía que se celebraba en una cena comunitaria, que se compartía en las casas de los primeros cristianos. En esta cena se incluía la bendición del pan y del vino, el partir el pan y la comunión. Pablo nos relata los abusos en esta cena comunitaria.

Por ejemplo, algunas personas bebían demasiado; otras se olvidaban de compartir la cena con los pobres que estaban entre ellos. Esto dejó atónito a Pablo ya que el propósito de la cena era la de celebrar al Señor en medio de ellos. El comportarse egoístamente traía consigo una advertencia muy seria: “Cada uno ha de examinarse a sí mismo y sólo entonces comer del pan o beber de la copa; porque la persona que come y bebe sin reconocer al cuerpo está comiendo y bebiendo su propia condenación." (1 Cor 11-28,29).

Mientras el número de cristianos crecía, la Eucaristía se celebraba independientemente de la cena comunitaria. Una vez que la comunidad apostólica ya no existía, la liturgia que se desarrolló usaba cada vez más, leía, y reflexionaba en lo que habían escrito los líderes de la primera generación así como Pablo. Cuando los judío-cristianos ya no eran bienvenidos en el servicio de la sinagoga, ellos agregaron las oraciones, cantos, cánticos y homilía a la liturgia eucarística. Hoy en día reconocemos este desarrollo como la liturgia de la palabra.

En estos primeros días, el celebrante de la liturgia tenía amplia libertad para componer sus propias oraciones para la misa. Sin embargo, pronto todos tenían las mismas normas ya que las diferentes comunidades comenzaron a adoptar las oraciones de sus celebrantes más elocuentes así como Hipólito (c. 215). La aceptación del cristianismo por Constantino (313) llevó a que se difundiera rápidamente en el Imperio Romano. Esto llevó a cambios significativos en la celebración de la liturgia.

- El latín se convirtió en el idioma estándar de la liturgia (384) ya que era el lenguaje común en el mundo romano.

- El aumento del número de cristianos hizo que se salieran de las casas. Al comienzo las asambleas se reunían en las basílicas (edificios imperiales); más tarde construyeron y dedicaron iglesias.

- El aspecto del sacrificio de la Eucaristía creció en importancia mientras que el simbolismo de la cena se fue desvaneciendo.

La teología del período enfatizaba la divinidad de Cristo. Esto llevó a que la gente se sintiera menos digna de acercarse al Señor, el creador y el juez del universo. Como resultado, menos gente se acercaba a recibir la comunión.

Los teólogos de esta era debatieron el significado de la “presencia real” de Cristo en el pan y el vino eucarísticos. Usaron el término transubstanciación para describir el misterio del pan y el vino que se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús resucitado aunque aún tengan las apariencias del pan y del vino.

Las iglesias grandes, el énfasis de que la misa es un sacrificio, el sentimiento cada vez mayor de que los laicos eran espectadores del drama que ocurría en el altar, todo esto llevó a que se creyera que la consagración era la parte principal de la misa. El énfasis no era tanto en recibir a Jesús en la comunión sino en ver y adorar al Señor en la eucaristía. Como eran muy pocos los laicos que recibían la comunión, un barquillo pequeño y redondo (que se le nombró hostia, del latín “víctima sacrificial”) se sustituyó por la barra del pan.

Como habían muy pocos que recibían la santa comunión, el Cuarto Concilio Laterano (1215) pasó la ley que exigía que los cristianos recibieran la comunión por lo menos una vez al año. Se originaron las prácticas que se enfocaban en la devoción eucarística. Estas incluían el elevar la hostia y el cáliz durante la misa, bendición, exposición, las cuarenta horas y la fiesta de Corpus Christi (el cuerpo de Cristo).

El siglo dieciséis nos trajo la Reforma Protestante. El Concilio de Trento (1545-1565) se convocó para corregir algunos de los abusos que se cometían en la Iglesia. También defendió algunas de las creencias católicas que los reformadores habían atacado. En el área de la eucaristía, los padres de la Iglesia reafirmaron la presencia real de Jesús y lo adecuado del término teológico transubstanciación. También defendieron la naturaleza sacrificial de la misa en contra de los reformadores. Lo más significativo fue que el Papa Pío V publicó el Misal Romano (1570) para que el rito oficial tuviera uniformidad. La Iglesia lo usó durante los siguientes cuatrocientos años.

La devoción al santísimo sacramento siguió floreciendo, aunque la gente recibía la comunión raras veces. Eso fue hasta 1910 cuando el Papa Pío X permitió que los niños que hubieran llegado a la edad de la razón recibieran la santa comunión y animaba a que todos los fieles recibieran la comunión frecuentemente. Hace muchos años, los teólogos comenzaron un movimiento litúrgico que fue aceptado por los líderes de la Iglesia y esto llevó a algunas reformas importantes en la liturgia. El documento clave del Vaticano II La Constitución de la Sagrada Liturgia (1963) fue el punto más saliente del movimiento de la reforma. Eso llevó a la renovación de todos los sacramentos. Los cambios importantes que hoy los damos por hecho incluyen lo siguiente.

- Celebramos la misa en el lenguaje vernáculo para que podamos entender plenamente lo que quiere decir la misa.

- La liturgia de la palabra tiene mayor importancia. Las pautas indicaban al sacerdote a que desarrollara su homilía basándose en las lecturas. Las lecturas dominicales giraban alrededor de un ciclo de tres años. Este énfasis ha ayudado a que los católicos descubran las sagradas escrituras.

- Ahora el altar está de frente a la gente. Esto invita a un mejor entendimiento de lo que está pasando en la eucaristía. Simbólicamente también, la misa invita a todos los que están presentes a que participen más plenamente.

- La misa de hoy incluye la Oración de los Fieles, que es un vínculo entre la devoción eucarística y la Iglesia universal, el mundo y todos los que están sufriendo en la comunidad.

- La participación activa de la congregación es un aspecto importante de la liturgia después del Vaticano II. Antes, era muy común hablar de “ir a misa.” Hoy, hacemos hincapié en “celebrar la eucaristía.” La misa no es un asunto privado. Es un culto público en donde la comunidad, dirigida por el sacerdote, se une para agradecer, alabar y adorar a Dios todos juntos.

- El rito actual permite recibir la comunión en la mano y la comunión bajo las dos especies.

- Los laicos pueden servir en muchos de los ministerios litúrgicos, por ejemplo, como lectores, ministros eucarísticos, miembros del coro, ujieres y portadores de las ofrendas.

En resumen, el Vaticano II quiso hacer de la eucaristía una celebración de la comunidad entera. Muchas de las reformas nos ayudan a entender mejor el simbolismo y el significado de la misa. También nos ayudan a que nos reunamos todos juntos como una comunidad.