martes, 29 de diciembre de 2020

EL PENTÁGONO DEL DIABLO

Muchas personas consideran que el Triángulo de las Bermudas sencillamente no existe. Que se trata, en el mejor de los casos, de un invento febril destinado a cautivar a aburridos lectores domingueros. Algo así como un cuento de brujas.

Sin embargo, curiosamente, como haciendo referencia al conocido dicho popular que reza: "las brujas no existen... pero que las hay... las hay", la Guardia Costera de los Estados Unidos (que no cree en el Triángulo, como tampoco cree en las brujas), en un impreso del Séptimo Distrito del servicio -archivado como Registro 5720-, informa: " El Triángulo de las Bermudas o del Diablo, es una zona imaginaria situada frente a la costa atlántica sudoriental de los Estados Unidos, que es conocida por la alta proporción de pérdidas inexplicables de barcos, pequeños botes y aviones. Los vértices generalmente aceptados del Triángulo son las Bermudas, Miami (Florida) y San Juan (Puerto Rico)."

Se dice a menudo que si el individuo en cuestión tiene bigotes de gato, orejas de gato y cola de gato es (sin duda)... un gato. De modo que si un registro oficial reconoce la existencia de "pérdidas inexplicables", y al mismo tiempo pretende dar a entender que el lugar de los hechos no existe, no necesita uno tener el gran olfato de un sabueso para darse cuenta de que hay aquí, por lo tanto, un gato encerrado.

El problema de hallar una solución al enigma de las desapariciones en el Triángulo  se ciñe a la necesidad de establecer la relación causa-efecto que mejor se adecue, si no a todos, al menos a la mayoría de los casos. De hecho, se ha hablado hasta el cansancio de, por ejemplo, el accionar de ovnis, de agujeros dimensionales y desgarros del tiempo, y también de los arrecifes y de grandes marejadas repentinas o trombas marinas muy comunes; e incluso de las turbulencias de aire claro que pueden destruir a un avión... y un prolongado etcétera.

Pero, en cualquier caso, quienes más tiempo han invertido en el estudio del fenómeno se muestran reacios a la hora de aceptar explicaciones empapadas de convencionalismos, y aunque esto no implique renunciar a un análisis lógico del problema, sí conlleva la necesidad de un replanteo acerca de qué tipo de fuerzas de la Naturaleza se desatan súbitamente en la zona para dar cabida a las notorias anomalías magnéticas que, en un visto y no visto, afectan a los instrumentos de navegación de barcos y aviones y tornan el cielo, momentos antes limpio, en un escenario espectral.

Probablemente, durante las incontables horas en busca de una respuesta convincente, muchos hayan bebido litros de café, o té. Y tal vez, quienes tengan predilección por esta última infusión acostumbren jugar revolviendo rápidamente el líquido con una cuchara para distraerse observando cómo los minúsculos trocitos de hojas culminan su vertiginoso giro concentrándose en el fondo de la taza.

Esta simple distracción cotidiana encierra un hecho físico si se quiere enigmático. Los trozos de té se juntan en el centro y, no obstante, según se desprende de las leyes de la física clásica, lo que deberían hacer es desbandarse por la acción de la fuerza centrífuga.

¿Cuál es la explicación del enigma? En opinión de Albert Einstein, según consta en un informe de su autoría presentado ante la Academia de Ciencias de Prusia en 1926, el fenómeno guarda relación con los flujos formados en el líquido en rotación, cuya velocidad angular en la parte inferior del embudo que se forma es mucho menor que en la parte superior, lo que ocasiona allí una notable reducción de la fuerza centrífuga hasta límites casi imperceptibles. En otras palabras, cuando hacemos girar un líquido en un recipiente, tal líquido sube hasta el borde y baja en el centro dando lugar a las diferencias de las velocidades angulares. Ahora bien, esta explicación, aceptada casi sin discusión al amparo de la merecida autoridad de Einstein, ha sido puesta en tela de juicio por ulteriores comprobaciones experimentales que bien podrían echar luz sobre los desusados acontecimientos registrados en el Triángulo de las Bermudas.

En efecto, en 1976, un tal Nikolai Koroviakov, un sencillo mecánico y a la sazón jefe del departamento de armas deportivas de la Armería de Tula (de la entonces Unión Soviética), construyó un recipiente -similar a un vaso-, cuyo fondo fue fijado a un eje de rotación. Luego lo llenó de agua con trocitos de té hasta el borde mismo, y lo cerró con una tapa transparente. Acto seguido, hizo girar el recipiente sobre su eje logrando la inmediata dispersión de los trocitos de té por las paredes. Lo detuvo, y el té se centralizó en el fondo.

Aparentemente, salvo un pequeño detalle, todo respondía al marco expuesto por Einstein. Y sin embargo, el punto a tener en cuenta es que en el recipiente hermético de Koroviakov el agua no tenía adónde subir o bajar: no existía de hecho en éste ese flujo al que aludía el genio alemán, puesto que la velocidad era allí igual en todos lados. Y a pesar de ello, los trocitos de té acababan unidos en el centro del fondo...

Incógnita mediante, Koroviakov pasó a repetir la experiencia con alguna variante. Cambió los trozos de té por unas esferas plásticas de diferente peso y color, al tiempo que, perfeccionando el recipiente original, fabricó un "trompo hidrodinámico" (que patentó como "Instrumento para demostrar fenómenos hidrodinámicos"). Y el resultado puso entonces en evidencia ciertas particularidades aun más llamativas. En una constante que se repitió sin variantes, al frenar la rotación del "trompo hidrodinámico" las partículas plásticas se juntaban en el centro, las más pesadas en primer lugar seguidas por las más livianas, pero, extrañamente, siempre culminaban dándole forma a una especie de pentágono.

Para el mecánico ruso, esto no podía ser fruto de la casualidad. Y se convenció cuando, otro hecho singular se sumó: durante el transcurso del día, el pentágono giraba lentamente, desplazándose en dirección contraria a la de la rotación de la Tierra. Con lo cual, Koroviakov no tardó en comprender qué estaba ocurriendo. En rigor, su trompo estaba respondiendo a las fuerzas que determinan la rotación de nuestro planeta en torno al Sol y, en consecuencia, a la interacción de ambos cuerpos celestes. Así, en perfecta analogía, el recipiente experimental y nuestro mundo se identificaban. Mientras la corteza de la Tierra se asimila a una envoltura cerrada como en el instrumento de Koroviakov, su interior, en el cual el núcleo sólido flota en el magma líquido, se parece al líquido y partículas contenidos en él. Por consiguiente, sería lícito suponer que también el magma terrestre podría estar moviéndose bajo la corteza de igual manera, dando lugar así a la misma forma pentagonal obtenida repetidamente  en el trompo.

Ahora bien, ¿qué derivaciones surgen de esto en caso de comprobarse como cierto? Para entenderlo debemos partir de la base de que el desplazamiento del magma y del núcleo genera fuertes flujos magnéticos que bien pueden ser causa de diversos cataclismos naturales. En tal sentido, hemos de considerar que datos suministrados por la NASA, indicaron que las mediciones efectuadas con un altímetro de radar de alta frecuencia detectaron  que el fondo oceánico en el Triángulo de las Bermudas se hallaba a unos veinticinco metros por debajo del nivel normal.

Y si a ello le sumamos la existencia de otras cuatro zonas donde se dan las mismas anomalías, las cuales se encuentran bajo el mismo ángulo las unas con relación a las otras, el enigma parece ir cediendo posiciones. Especialmente si, como sostiene Koroviakov, uniendo con una línea las cinco zonas anómalas se obtiene finalmente un pentágono que respeta con absoluta fidelidad la forma en que estaría ubicado el magma bajo la corteza terrestre, lo cual, conduciría a una explicación de las perturbaciones magnéticas por la mera coincidencia entre tales zonas y los puntos de máxima actividad del magma.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN EL ANTIGUO IMPERIO ROMANO

Roma es la primera cultura en que la información transmitida era importante para el poder. Los antecedentes de la prensa escrita se remontan a la antigua Roma, donde la primera publicación periódica conocida fue, el “ACTA DIURNA POPULI ROMANI”, una hoja de noticias en formato cartel, que, por orden de Julio César, entonces, cónsul, se publicaba diariamente y se colocaba en distintos lugares de acceso público del Foro, bajo el cuidado de los legionarios. Hay registros de actas de noticias aparecidas alrededor del 131 a.C. pero no fue hasta el año 59 a.C. que este boletín informativo con los acontecimientos oficiales se empezara a redactar de forma periódica.

Inicialmente, el “ACTA DIURNA POPULI ROMANI” publicaba resultados legales y edictos, pero posteriormente no solo informaba sobre edictos, sino también noticias de sociedad como bodas, nacimientos, muertes legales, sucesos y rumores de interés popular. También aparecían algunos avisos publicitarios, como, por ejemplo, ventas de grandes lotes de esclavos. En sus principios solo se publicaban en Roma, pero después, los particulares realizaron copias manuscritas en papiro, pero también fueron copiadas en serie, todo o parte de estas actas, hasta el punto que se genera un cierto volumen de negocio con el reparto de estas copias por todas las provincias, extendiéndose así por todo el Imperio. Estas copias eran vendidas en establecimientos públicos, aparte de ser colocada en tablones por todas las ciudades.

Uno de los grandes instigadores de estas copias fue Cicerón. Consciente del valor de la información como instrumento de poder, Cicerón se rodeó de buenos informantes que le mantuvieran al tanto de lo más importante cuando él no estaba en la ciudad imperial. El éxito del “ACTA DIURNA POPULI ROMANI” era importante y la información que aparecía, era controlada por el poder, adaptando las noticias a los intereses políticos de sus editores, convirtiéndose así en un gran medio propagandístico del mismo poder. Bajo el mandato de Julio César también se hizo público el “ACTA SENATUS”, un boletín privado donde se recogía la información realizada por el Senado. De este modo las noticias podían ser revisadas por un público en general. Existieron también otra clase de pregoneros, como los “STRILLONI” que comunicaban información y publicidad comercial y los “SUBROSTANI” que vendían la información que poseían, como lo hacen las agencias de noticias actuales. Otras publicaciones romanas eran los “ANNALES MAXIMI”, donde se recogía lo más importante que había ocurrido durante el año: actos de poder, batallas ganadas, conquistas, logros.

Después apareció el “ACTA PÚBLICA”, que trataba sobre logros comerciales, nuevas legislaciones… muy parecido a los “ANNALES MAXIMI” pero cambiando de periodicidad. A pesar de todas las publicaciones aparecidas, en Roma, no existía la libertad de información, debido a que el poder controlaba todos los medios de comunicación. De los grandes nombres que nos ha dejado Roma como por ejemplo, Virgilio, Horacio… la gran mayoría de ellos trabajaba para el poder y los disidentes, como por ejemplo, Ovidio que puso en cuestión el poder imperial, eran castigados. Algunos libros publicados, como por ejemplo los libros de magia, estaban prohibidos y eran quemados todos los ejemplares que se encontraban. También los libros de profecías estaban prohibidos, pues eran considerados una forma de censura al poder. Todo el que no respetaba la figura imperial era castigado con la pena de muerte.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

HERODES EL GRANDE

Fue un gran líder político, militar y constructor. Si bien su linaje era idumeo (pueblo descendiente de los antiguos edomitas) su pensamiento, educación y cosmogonía eran claramente griegas por lo cual podríamos calificarlo más como un rey extranjero que gobernó a Judea durante y a nombre del poder romano. Siempre tuvo este sino sobre él, pues el pueblo nunca lo consideró judío debido a su origen idumeo. Así, fue nombrado en el año 47 a. C. procurador de Judea por Julio César. Herodes se ganó la confianza de los romanos, obteniendo su apoyo para derrocar a la estirpe judía de los asmoneos. En el año 40 a. C. consiguió de Marco Antonio, triunviro de Roma y poseedor de la parte oriental del Imperio romano, el título de rey de Judea.

Se casó en el 38 a. C. con Mariamna, hija de Alejandro, hijo a su vez de Aristóbulo II, de la estirpe de los asmoneos. Herodes era enemigo de la familia asmonea que había reinado hasta ese momento en Judea. En sus luchas para la conquista de Jerusalén, y con el apoyo romano en Siria, consiguió que en el año 37 a. C. fuera degollado Antígono II, hijo de Aristóbulo II. Eliminaba así al más directo aspirante a arrebatarle su título de rey. Intentó mejorar sin éxito su imagen ante el pueblo judío. Realizó una política de mejoras, entre las que destacó la reconstrucción del Templo de Jerusalén, iniciada en el 22 a. C., o la fundación de la ciudad de Cesárea, una ciudad portuaria de carácter occidental construida en honor al dueño del Imperio tras la batalla de Accio, Cayo Julio César Octavio Augusto. Fue un gobernante eficaz que impulsó el comercio y la economía de su pueblo. En época de hambruna (25 a. C.), se deshizo de gran parte de la riqueza de sus palacios para comprar trigo a Egipto.

Hizo ejecutar a toda la familia rival derrocada, incluyendo al abuelo (Aristóbulo II) y al hermano (Aristóbulo III, sumo sacerdote ahogado en unos baños) de Mariamna, su mujer. También a ella la mandó ejecutar en 29 a. C., y un año después a la madre de Mariamna. Asimismo eliminó a dos de sus propios hijos (Aristóbulo y Alejandro), atendiendo a rumores de conspiración contra su persona, levantados por otro hijo, Antípater, a quien también ejecutó años más tarde por intentar envenenarle. Herodes tuvo muchos hijos de sus diez esposas. Aunque designó sucesor a su hijo Arquelao, a su muerte, el emperador Augusto repartió el reino entre tres de sus hijos. En la tradición cristiana, Herodes el Grande, aparece como protagonista de un pasaje del Evangelio de Mateo, n el que manda asesinar a todos los niños menores de 2 años después de que los Magos de Oriente no le dijeran el lugar del nacimiento del "Rey de los judíos", tras indagar con los escribas y sacerdotes del Templo de Jerusalén que señalan a Belén, el pueblo del rey David, como lugar del nacimiento del Mesías. La narración termina contando la huida de María, José y el niño a Egipto, donde permanecieron hasta la muerte de Herodes.

La narración se encuadra cronológicamente en fechas poco anteriores a la muerte de Herodes, dato que sirvió al cronista Dionisio el Exiguo para calcular el nacimiento de Cristo y el comienzo de la era cristiana, base del actual calendario gregoriano que adolece de la imprecisión de esa fecha concreta. Al morir dejó el reino dividido entre sus hijos: Judea, Samaría e Idumea para Arquelao (destituido dos años después por el gobernador romano Poncio Pilatos), y Galilea y Perea para Herodes Antipas (el que, según los Evangelios, eludió juzgar a Jesucristo cuando se lo envió Pilatos). El nieto de Herodes, Herodes Agripa I, fue el último rey que gobernó sobre la totalidad de Palestina y el que, según los Hechos de los Apóstoles, hizo encarcelar a san Pedro y condenó a muerte a Santiago, el Mayor. Bajo su hijo Herodes Agripa II estalló la rebelión de los judíos que llevó a la destrucción de Jerusalén por Tito y la anexión de Palestina a Siria como provincia romana (70 d. C.).

miércoles, 9 de diciembre de 2020

LUIS XVII EL MISTERIO DEL REY NIÑO

No se puede decir que Luis XVII, el delfín de Francia, haya gozado de una apacible vida palaciega. En agosto de 1792 fue tomado prisionero por las fuerzas revolucionarias republicanas, junto con su hermana María Teresa y con sus padres, el rey Luis XVI y la reina María Antonieta. Entonces Luis XVII tenía apenas siete años. El 18 de enero de 1793, Luis XVI, fue condenado a muerte por alta traición, sentencia que se cumplió tres días después. En octubre de ese mismo año, igual suerte iba a correr María Antonieta. Luis XVII, fue a parar a una celda de la torre del Templo; su hermana a otra. Un testimonio de la época, deja en claro cómo pasaba las horas el delfín: El niño rey vive en el medio de la basura, con las ropas hechas jirones, e invadido por los parásitos, está muy flaco.

Dos años más tarde, el 9 de junio de 1795, se anuncia la muerte oficial de Luis XVII. El infortunado niño fue de inmediato sepultado en la fosa común del cementerio de Santa Margarita de París. Eso, al menos, es lo que dice la historia oficial. No bien se anunció la muerte de Luis XVII, cuatro cirujanos le practicaron la autopsia y certificaron que el cuerpo pertenecía al niño. A lo largo de 20 años se aceptó ese diagnostico, pero cuando en 1814, Luis XVIII, hermano del monarca decapitado, asumió el trono de Francia, otra vez se volvió a hablar del joven príncipe muerto en la torre del Templo. Circulaba el rumor de que Luis XVII, había sido rescatado de la cárcel por Simón, su carcelero. El rey Luis XVIII, ordenó buscar el cuerpo de su sobrino. Se realizó una segunda autopsia que coincidió con la llevada a cabo en 1795.

Sin embargo, se continuaba insistiendo en que los despojos que estaban en el interior de ése féretro no eran los del joven príncipe. Por entonces, no cesaban de presentarse los franceses trasnochados, que aseguraban ser el rey sin corona. Pero de todos los presentados, sólo Karl Naundorff, un relojero que vivía en Alemania, ofreció tres pruebas inquietantes: la letra era casi igual, recordaba a la perfección los años de su infancia palaciega y los sobrevivientes del palacio de Versailles, aseguraron que se parecía muchísimo al príncipe. Karl Naundorff murió en Holanda, en el año 1845. Un año después de ésa muerte, se realizó una nueva autopsia al cadáver del niño. Los resultados, volvieron a coincidir. Por ese entonces, aparecía otro nombre y otro personaje, Pierre Benoit, llegó al puerto de Buenos Aires, el 1 de julio de 1818; este joven francés no aparentaba más de 30 años, hablaba varios idiomas, jamás habló de su pasado pero parecía un encumbrado miembro de la nobleza europea, vivió en un caserón de la calle Bolívar 793, que fue derribado hace casi 20 años, cuando se decidió ensanchar la Avenida Independencia.

En principio, su notable parecido físico y su letra, y además era un artista, un pintor que dejó numerosos cuadros; que curiosamente sólo cinco de ellos reflejan figuras humanas, todos miembros de la familia real francesa. Recién en 1894 aparecieron las primeras dudas científicas, un grupo de antropólogos y luego confirmado por un grupo de médicos, entre ellos el Dr. Edmond Locard en 1951, comparó los cabellos del cadáver con los del príncipe y llegaron a la conclusión de que se trata del cadáver de un muchacho de más de 15 años de edad y casi un metro y medio de estatura. Al morir, Luis XVII, recién había cumplido los 10 años, y no media más de un metro de altura. ¿Cuál habrá sido el destino final del delfín francés? ¿La oscura fosa común en el cementerio de Santa Margarita? ¿Una relojería en un pueblito de Alemania o la búsqueda desesperada de un puerto en la lejana Sudamérica?... Los interrogantes aún siguen sin respuestas.

martes, 1 de diciembre de 2020

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

María, plena de gracia santificante desde el primer instante de su concepción, la Iglesia Católica enseña que María es Inmaculada. Con este título se expresa aquel privilegio singular por el cual la Madre de Dios, al ser concebida, no contrajo la mancha del pecado original. Creemos como verdad de fe, que el alma de María desde el primer instante de su existencia, estuvo adornada con la gracia santificante. Creemos que no hubo momento alguno en el cual María se hallase en enemistad con Dios; creemos que en ninguna circunstancia de su vida, ni siquiera en el instante de su concepción, estuvo sometida a la esclavitud del demonio, proveniente del pecado.

La mancha del pecado original, alcanza y contagia indefectiblemente a todos aquéllos que reciben de Adán la naturaleza humana. La generación paterna al dar una naturaleza humana despojada de la gracia santificante, es el vehículo de la transmisión de aquel pecado. Esta ley universal tiene, sin embargo, una excepción gloriosa, pues Dios, en vista de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, por gracia y privilegio singular, ha suspendido en María la aplicación de esta ley.

Según esto, María, al ser concebida, no recibió como los demás hombres una naturaleza manchada por el pecado, sino una naturaleza adornada con la gracia de Dios, libre de pecado original, o sea, una naturaleza “inmaculada”. En esta inmunidad de la mancha del pecado original y posesión de la gracia santificante, desde el primer instante de su existencia, consiste pues la Inmaculada Concepción de María. Este privilegio muy glorioso, verdadero milagro espiritual, fue que la omnipotencia de Dios la preservó en su concepción del pecado original, lo cual fue concedido en vista de los merecimientos de Nuestro Señor Jesucristo, que en tanto para todos obran restaurando y reparando en ellos lo que el pecado destruye, para María obraron en manera mucho más elevada y profunda, a saber, preservándola de la caída del pecado.

De la misma manera que al pasar el Arca de la Alianza, la mano omnipotente de Dios detuvo ante los israelitas las aguas del Jordán, que no se atrevieron a tocarla (Josué 3,15-16), cuando llegó María a la existencia, el poder misericordioso de Dios detuvo junto a Ella las aguas que traían la infección universal del pecado, no permitiendo que tocaran ni mancharan a aquella criatura escogida entre todas para ser la Madre del Verbo Encarnado. La Inmaculada Concepción se halla indicada en las Sagradas Escrituras, ya desde sus primeras páginas: “Dijo el Señor Dios a la serpiente: por cuanto hiciste esto, maldita eres entre todos los animales de la tierra, andarás arrastrándote sobre tu pecho y tierra comerás todos los días de tu vida. Yo pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu raza y la descendencia suya: Ella quebrantará tu cabeza, y tú andarás acechando a su calcañar” (Gn.3,15).

Este pasaje del Génesis suele llamarse “Protoevangelio”, precisamente por la naturaleza de la profecía encerrada en sus palabras. La serpiente indica al demonio. La Mujer que será su Enemiga y le aplastará la cabeza es María, con su Hijo Divino Jesús, su descendencia. Los Padres y toda la tradición de la Iglesia enseñan que: “Con este oráculo divino fue preanunciado clara y abiertamente el misericordioso Redentor del género humano, o sea el Hijo Unigénito de Dios, Cristo Jesús, y designada su bienaventurada Madre, la Virgen María, y simultáneamente expresada de insigne manera, las mismísimas enemistades de ambos contra el demonio”.(Pío IX, Bula “Ineffabilis Deus”).

La Virgen María, en general, ha de afirmarse que en el orden de la reparación, ocupa aquel lugar que ocupó Eva en el orden de la perdición, pues según enseñan esas insignes palabras del Génesis, todo lo que el demonio escogió para la ruina del género humano, fue dispuesto divinamente por Dios para nuestra salud. Y al nuevo Adán, o sea Cristo, debe unirse con nexo indisoluble, para destruir las obras del demonio, la nueva Eva, o sea María. Si Jesús es el nuevo Adán y María la nueva Eva, María había de ser “Inmaculada” completamente libre de todo pecado, aún libre del pecado original. En las palabras que usa el Arcángel San Gabriel para anunciar a María el misterio de la Encarnación también encontramos claramente implícito el privilegio de la Inmaculada Concepción: “Salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres...” (Lc. 1,28).

Esta plenitud de gracia, tan ilimitada, y tan completa, otorgada y ordenada, según lo indican las palabras del Ángel, a hacer a María digna de la altísima misión a que había sido llamada, no podía decirse de quien alguna vez siquiera hubiese estado manchado con el pecado. Igualmente al decir que el Señor está con Ella, con María, plenamente, sin limitación alguna de tiempo. La expresión griega KEJARITOMENI, Llena de Gracia, hace las veces de nombre propio en la alocución del Ángel: “Salve, Llena de gracia”, tiene que expresar una nota característica en María, la dotación de todas las gracias en plenitud singular por su elección para Madre de Dios, y esto desde el primer instante de su existencia.

Santa Isabel, henchida del Espíritu Santo, dice a María: “Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre” (Lc. 1,42). La bendición de Dios que descansa sobre María, es considerada paralelamente a la bendición de Dios que descansa sobre Cristo en cuanto a su humanidad. Tal paralelismo sugiere que María, igual que Cristo, estuvo libre de todo pecado desde el comienzo de su existencia. En la historia del dogma de la Inmaculada se suelen distinguir tres períodos: El primero se extiende desde los comienzos de la Iglesia hasta el siglo XI. En los primeros siglos del cristianismo, la fe en la Inmaculada aún sin ser formal y explícita, estaba comprendida en la fe sobre la excepcional santidad de María con su singularísima pureza. En el llamado Protoevangelio de Santiago, escrito en el siglo II queda clarísimo que toda fealdad sea excluida de María para que sea digna Madre del Señor, y con más razón esto vale para el alma.

El mártir San Hipólito –hacia el año 235- que comparaba a Nuestro Señor con el Arca de la Alianza, hecha de leño incorruptible dice: “El Señor estaba exento del pecado, habiendo sido formado de un leño no sujeto a la corrupción humana, es decir de la Virgen y del Espíritu Santo”. Y semejantes a éstas se hallan numerosas expresiones y explicaciones en los escritos de los Padres que confirman la fe primitiva en la pureza total y plena de María. Dice San Efrén a Jesucristo y con él toda la Tradición; “Tú y tu Madre sois los únicos que en todo aspecto sois perfectamente hermosos pues en Ti Señor no hay mancilla, ni mancha en tu Madre”.

Los Padres griegos fueron especificando este dogma antes que en Occidente. Ya en el siglo V en Oriente se formula esta doctrina con claridad extraordinaria. Anfiloquio de Sida –que estuvo presente en el Concilio de Éfeso- dice: “Dios creó a la Virgen sin mancha y sin pecado”. Y escribe el adalid de Éfeso, San Cirilo de Alejandría: “¿Quién oyó jamás decir que un arquitecto, después de haberse construido una casa, la ha dejado ocupar y poseer primeramente por su enemigo?”

Así, a lo largo de los siglos se transmite con total claridad, confianza y seguridad, el dogma de la Inmaculada Concepción. En el segundo período encontramos el dogma de la Inmaculada en la liturgia. Es importante destacar la trascendencia de esto porque la liturgia es el culto oficial de la Iglesia. La Iglesia ora en su liturgia conforme a la única y verdadera fe. De allí el dicho secular: “LEX ORANDI, LEX CREDENDI”, la ley de la oración es la ley de lo que se cree (es decir, de la fe).

La fiesta de la Concepción de María, se remonta al siglo V en Oriente. En el siglo VI ya estaba en el Misal de San Isidoro de Sevilla. Sabemos que fue introducida en Nápoles y Sicilia en el siglo IX, extendiéndose luego por Irlanda, Islas Británicas y Normandía y de una forma mucho mayor en el siglo XI. En sus comienzos la fiesta también se llamó de la Maternidad de Santa Ana. Si pensamos que la Iglesia sólo rinde culto a los Santos, vemos que en la celebración ya se profesaba la Concepción Inmaculada de María.

Por otra parte la fiesta fue celebrada por muchas iglesias separadas por siglos de la Iglesia Romana, instituida seguramente antes de esa separación; no parece probable que hayan tomado una fiesta de la Iglesia de la cual se separaron. Un tercer período se extiende entre los siglos XII y XVIII. Es el período de las controversias. La celebración se extendía pero no se aclaraba suficientemente su doctrina. María es la Toda Santa, como la llaman los griegos: La Panaghía. María es la Toda Santa, la siempre Santa, la perfectamente Santa. La santidad perfecta de María es también una verdad revelada, o como dijeron muchos teólogos, “un dogma tácitamente proclamado”.

La definición del dogma de la Inmaculada Concepción se refiere en modo directo únicamente al primer instante de la existencia de María, a partir del cual fue “preservada inmune de toda mancha de culpa original”. El Magisterio pontificio quiso definir así sólo la verdad que había sido objeto de controversias a lo largo de siglos: la preservación del pecado original, sin preocuparse de definir la santidad permanente de la Virgen Madre del Señor.

Las palabras solemnísimas de la Bula Ineffabilis Deus habían resonado en el cielo y en la tierra:

“Después de ofrecer sin interrupción a Dios Padre, por medio de su Hijo, con humildad y penitencia nuestras privadas oraciones y las súplicas de la Iglesia, para que se designase dirigir y afianzar nuestra mente con la virtud del Espíritu Santo, implorado el auxilio de toda la corte celestial e invocado con gemidos el Espíritu Paráclito, e inspirándonoslo El mismo: Para honor de la Santa e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y aumento de la cristiana religión, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra propia:

Declaramos, afirmamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María, en el primer instante de su Concepción, por gracia y privilegio singular de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original, ha sido revelada por Dios y, por tanto, debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles. Por lo cual si algunos –lo que Dios no permita- presumieren sentir en su corazón de modo distinto a como por Nos ha sido definido, sepan y tengan por cierto que están condenados por su propio juicio, que han naufragado en la fe, y que se han separado de la unidad de la Iglesia.”

La bula fue traducida en 400 idiomas y dialectos. Al final de su lectura el Papa Pío IX agradece a Dios con gozosa humildad:

“Nuestra boca está llena de gozo, y nuestra lengua de júbilo y damos humildísimas gracias a Nuestro Señor Jesucristo, y siempre se las daremos, por habernos concedido el singular beneficio de ofrecer este honor, esta gloria y esta alabanza a Su Santísima Madre”.

EL PANJANDRUM

Estamos en Inglaterra, finaliza la primavera del año 1943. La Alemania Nazi se encuentra en una dura encrucijada: acaba de perder la batalla de Stalingrado y sus tropas se veían más exhaustas que nunca. El garrafal error de enemistarse con la Unión Soviética la había forzado a enfrentar fuerzas que sencillamente era incapaz de igualar. Pero su poder bélico seguía siendo terrible. A la industria alemana ahora se sumaba el poder de Polonia, Italia y, sobre todo, Francia y Bélgica, una capacidad que no debería subestimarse. Y el ejército alemán seguía siendo un adversario temible, uno que al menos la Gran Bretaña no estaba en condiciones de enfrentar. Afortunadamente para los británicos, en este momento los Estados Unidos ya habían entrado al conflicto y masivos refuerzos de Occidente comenzaban a llegar a la isla. En vista de la catástrofe que había surgido el ejército alemán comenzaron los planes para un desembarco. Había llegado la hora de liberar a Francia. Pero para ello se necesitaban armas capaces de romper las duras defensas alemanas. Dentro de las propuestas realizadas por los británicos una en particular resalta por su extraña forma. Se trata del PANJANDRUM: una potente máquina que, se esperaba, destruiría rápidamente las defensas alemanas en las playas de Normandía.

El concepto era de una simpleza magnífica. Ruedas de madera cargadas de explosivos se pondrían sobre el océano, donde al encender los cohetes las ruedas comenzarían a marchar hacia su objetivo final: las fortificaciones enemigas. Hay que admitir lo magnífico del planteamiento. Independientes a los comandos humanos, una vez se encendieran los PANJANDRUM serían el equivalente moderno a una fila de elefantes marchando hacia las filas enemigas. Se planteaba que facilitarían muchísimo la entrada de las tropas aliadas a territorio francés. Sin embargo, las cosas terminaron saliendo muy diferente de lo esperado. El PANJANDRUM no tenía ningún tipo de control y las irregularidades en el terreno hacían que los cohetes se soltaran de la máquina, desviando su trayectoria y convirtiéndola en un potencial búmeran lleno de explosivos que podía golpear al mismo ejército aliado. Pese a que el prototipo del PANJANDRUM se mantuvo en secreto por un tiempo bastante largo, su desarrollo involucró pruebas de campo en las que cientos de testigos vieron el fracaso británico. Esto ha hecho que muchos consideren que el artefacto jamás se pensó como un arma de campaña sino que hizo parte de la OPERACIÓN FORTALEZA, que buscaba convencer a los alemanes que el ataque se ejecutaría por el norte, en las posiciones del Paso de Calais, y no por Normandía. En cualquier caso, el PANJANDRUM sigue siendo una de las curiosidades más notorias de la Segunda Guerra Mundial.

Fuente:

MONSEÑOR RAFAEL COB ES EL NUEVO VICEPRESIDENTE DE LA REPAM

El Obispo Vicario Apostólico de Puyo, en la Amazonía Ecuatoriana, fue nombrado como nuevo vicepresidente de la Red Eclesial Panamazónica – REPAM, luego de que el Cardenal Pedro Barreto (Perú) asumió la presidencia de esta red amazónica que articula a organizaciones eclesiales que promueven la defensa y protección de la Amazonía y sus pueblos. La posesión de las nuevas dignidades de la REPAM se llevó a cabo el pasado lunes 9 de noviembre del 2020, en el marco de la Asamblea del Comité Ejecutivo de la Red Eclesial Panamazónica.

Así, el nuevo cuadro directivo de la REPAM quedó conformado de la siguiente manera:

- Cardenal Pedro Barreto (Perú), presidente
- Monseñor Rafael Cob (Ecuador), vicepresidente
- Hermano João Gutemberg (Brasil), secretario ejecutivo

En el marco de la Asamblea del Comité Ejecutivo, el Cardenal Claudio Hummes (presidente saliente de la REPAM y actual presidente de la CEAMA), Mons. Miguel Cabrejos (presidente del CELAM) y Mons. José Luis Azuaje (presidente de Cáritas ALC) compartieron acerca de este camino de la Iglesia en la Amazonía.

En un segundo momento, se profundizó el camino que realiza la REPAM, su relación con la CEAMA, su respuesta a la crisis en la Amazonía y el camino de la nueva Secretaría Ejecutiva en su traspaso a Manaus. La REPAM fue creada como una respuesta a la propuesta que se hizo en el encuentro Panamazónica que tuvo lugar en 2013 en el Vicariato Apostólico de Puyo, cuyo obispo, Monseñor Rafael Cob, fue uno de quienes impulsaron la fundación de la REPAM, acontecimiento que tuvo lugar posteriormente, en 2014 en la Amazonía Brasilia, Brasil.

Según comenta Monseñor Rafael Cob, la REPAM ha ayudado a “marcar pautas y modos de trabajar en una pastoral en conjunto”, algo que se está haciendo presente a diferentes niveles. El nuevo vicepresidente de la REPAM destacó también la importancia de los medios de comunicación y de la defensa y acompañamiento a las comunidades originarias, y consideró que no se debe olvidar que “lo que los pueblos en el Sínodo pidieron a la Iglesia fue ser su aliada para la defensa de sus derechos y a la vez de acompañamiento”, algo que se está haciendo realidad, una Iglesia que se moja.

En la nueva coyuntura que ha surgido con el nacimiento de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, Cob afirma que la CEAMA, “va a abrir nuevas pautas que ayudarán a las jurisdicciones eclesiásticas a aterrizar”. Se trata de responder a realidades concretas, de estar pendientes de las propuestas de la inculturación, de buscar nuevas propuestas que sean creativas. Estamos ante “un trabajo en conjunto y nos va a todos a exigir ese esfuerzo de la escucha, que siempre ha sido una de las claves”.

Según señala, el avance de las instituciones exige siempre un servicio generoso de los que estamos siempre en esa línea de trabajo y de servicio a la Iglesia de la Amazonía. Cuando me propusieron asumir este cargo de la vicepresidencia de la REPAM, pienso en sus orígenes, cuando se inició la pequeña semilla de esa institución en Puyo. Veo que la REPAM, verdaderamente ha sido una fuerza muy grande para que ese espíritu eclesial, que nació de un trabajo conjunto, cuando empezó aquí con los vicariatos de la Amazonía ecuatoriana. Después se vio que era necesaria una red, esa red eclesial amazónica que al año siguiente se constituiría en Brasilia, recordó.

Desde nuestra conciencia de servidores en la Iglesia, estamos para empujar, para ayudar y para servir. Me sitúo como una especie de continuidad, de cauce, para tantas iniciativas, ideas y pensamientos, que van surgiendo y van cayendo en este cauce de lo que es una red eclesial de articulación de todo aquello que con un objetivo común lleva. Recordó que el Sínodo Amazónico surgió por invitación del Papa Francisco, y por su pedido a la REPAM, para que verdaderamente ayude a preparar ese Sínodo Amazónico, sino también lo que suponía la preparación, la celebración, y ahora el postsínodo.

En ese postsínodo ha surgido esa maravillosa Conferencia Eclesial de la Amazonía. La REPAM, lo mismo que lo fue para el Sínodo, es también un cauce que podrá ayudar muchísimo a esta nueva conferencia, como fruto del Sínodo. Nos va a tocar siempre caminar juntos, con ese objetivo, por una parte, del cuidado de la casa común, que en ese sentido la REPAM ha hecho un esfuerzo gigante. Igualmente, también los nuevos caminos de evangelización, que fue la primera parte del Sínodo para la Amazonía. Esos nuevos caminos para la evangelización, creo que a la CEAMA le va a tocar mucho más la concreción de toda esa reforma que supone encontrar alternativas y nuevos caminos para una pastoral de conjunto en la Amazonía, señala.

En el caso del acompañamiento que durante los seis años de vida de la REPAM, en la Amazonía ecuatoriana, Monseñor Cob señala que ha sido un caminar progresivo y con un espíritu de lo que también en el Sínodo se nos pidió, de una Iglesia samaritana, por una parte, y profética por otra. Hemos tenido, aquí en el Amazonía Ecuatoriana, casos importantes en los que la voz de la Iglesia amazónica se ha dejado escuchar, como fue el 7 de abril, en el derrame petrolero que hubo en los ríos Coca y Napo. Ha habido un fortalecimiento y un refuerzo de esa dimensión de unidad y de comunión.

Los pueblos originarios están percibiendo ahora más que nunca que esa Iglesia no está solamente desde fuera de la barrera, observando, sino que han visto que la Iglesia ha dado un paso más, se ha comprometido, se ha mojado en la Amazonía, en la problemática que se vive en los pueblos originarios. Por eso decimos que, ante hechos concretos, los pueblos reconocen que la Iglesia está con ellos, y así lo sienten.

Eso sí ha sido un avance importante después de ese trabajo que la REPAM hizo, sobretodo en la consulta preparatoria para el Sínodo, en la que visitamos las distintas comunidades indígenas. Eso dio pie para ese intercambio y ese interés de escucha, de respaldo, de acompañamiento, de levantar la voz con los pueblos originarios. Eso creo que es muy importante de valorar en este camino y en este proceso sinodal, agrega.

La fuente de esta información es: La Red Eclesial Panamazónica, REPAM.
Jorge Muñoz Somarribas.

martes, 24 de noviembre de 2020

Valor de los Catecismos - 2º Parte


La autoridad del catecismo viene de ser instrumento del Magisterio ordinario (Papa, Concilios, Obispos en sus diócesis), que lo emplea para la educación de la fe de los cristianos. Sea redactado materialmente por los depositarios de ese magisterio o lo hagan otros por su encargo o mandato, es su sanción y aprobación la que confiere al catecismo su dignidad eclesial. Es la autoridad la que garantiza la autenticidad del mensaje y la que discierne la oportunidad y la bondad del lenguaje.

Con todo, el catecismo como instrumento no surge entonces. Ya antes era de  frecuente uso, pues desde los primeros siglos el lenguaje escrito estuvo en manos de algunos pastores. Lo que tuvo de acierto Lutero, que dio un gran impulso al concepto y al término, fue ponerlo en manos de los todos los pastores en tiempos de ignorancia popular e incluso de los que recibían la catequesis, de los fieles que eran capaces de leer. Esto lo hizo posible el uso de la imprenta que facilitó desde 1455 el uso masivo de los escritos. El texto impreso hacía posible difundir de forma sólida y masiva determinado modo de pensar religioso. El Magisterio y los pastores católicos también comprendieron que era un instrumento valioso e imprescindible.

Sin la autoridad del Magisterio, el catecismo no es más que un libro que trata de temas religiosos relacionados con la fe. La aprobación, pues, que se hace de un catecismo no es sólo un gesto administrativo o la declaración de un "nihil obstat" burocrático, sino una garantía de que lo escrito en el libro es un vehículo de la verdad confiada a la Iglesia. Aquí está su valor.

La fuerza persuasiva y directiva del catecismo viene de su conexión con el Evangelio (Palabra de Dios) a través de los sucesores de los Apóstoles (Obispos). A eso no puede aspirar cualquier otro instrumento o recurso escrito.

En consecuencia, el catecismo se convierte en instrumento de referencia comunitaria. Es un recurso que vincula a los pastores de una comunidad creyente y, sin obligarles a la uniformidad, les facilita la unidad y la intercomunicación. El catecismo, más que base y guía de las palabras orales o fuente de explicación, sirve para que lo aprendido se conserve y se repase, se reitere y se concrete en fórmulas claras, se intercambie con los demás en el tiempo y en el espacio.

Vale para que, a lo largo de la vida, se pueda mantener un lenguaje y el mensaje recibido y entendido y que facilite el intercambio o la concordancia en el hablar religioso. Hace posible que los padres hablen a los hijos, que los maestros instruyan a los discípulos, que los catequistas se pongan de acuerdo en lo que transmiten a los catequizándoos. Sin tal instrumento, sólo habría palabras huecas y confusiones frecuentes.

Como cada comunidad de creyentes se halla inmensa en una cultura y tiene su propio lenguaje. Los catecismos escritos pueden y deber ser diferentes por lo que se refiere a la forma, a las circunstancias y a la configuración. Pero coinciden en lo esencial que, en definitiva, es el misterio cristiano.

El catecismo tiene un sentido instrumental y complementario a la comunicación viva. No reemplaza la palabra personal, que es la primera fuente de la transmisión. Pero ayuda a la claridad, a la concreción y a la sucesión ordenada de los contenidos del mensaje revelado. Ofrece un soporte que objetiva las exposiciones: explicaciones, ideas, datos, referencias. Permite la confluencia de todos los que participan en la tarea educadora.

Recuerda y vivifica los cauces preferentes que se siguen y se comparten con otros que se relacionan con la educación. Ayuda en el desarrollo de los planes y formas de educación de la fe, sin reducir la tarea a la de un libro de texto escolar, con el que se hace lo mismo, pero criticando, discutiendo, aclarando, complementando o restringiendo.

Los Catecismos siguen siendo elementos básicos de referencia para quienes dan catequesis. Aunque las metodologías, las consignas pedagógicas y las dinámicas catequísticas van cambiando en los catecismos, según los tiempos y con las influencias de diversos ámbitos, el mensaje que lleva es siempre el mismo: el mensaje de Jesús contenida en el Evangelio y enseñada por la Iglesia.

Los catecismos son "instrumentos al servicio de la fe". Por lo tanto tienen que ser usados como instrumentos y recursos. Son un elemento fundamental en el acto catequético, ya que centralizan el anuncio cristiano y la experiencia de fe vivida y traducida por la Iglesia. Proporcionan lenguajes y conceptos referenciales y hacen de elemento de enlace entre los que lo transmiten y quienes lo reciben.

Pero no agotan todos los rasgos que deben concurrir al acto catequético. Porque la catequesis no puede reducirse a explicar el catecismo al niño y que éste se limite a aprenderlo, hay que indicarle en todo la vida cristiana. El catecismo está hecho y la catequesis se va haciendo.

 - Lo que no es el Catecismo -

Con frecuencia se identifica el término catecismo con cualquier libro sencillo, sistemático, de conocimientos elementales en un campo: catecismo del agricultor, catecismo del emigrante, catecismo de la salud familiar. Pero no hay que confundir la idea de catecismo como "síntesis de doctrina cristiana" con otras realidades análogas.

No es un texto escolar

El catecismo no es un texto escolar, que recoge un aspecto religioso y ayuda al estudiante a ordenar conocimientos, al ofrecerle por escrito la documentación básica que debe entender, retener y aplicar después. El catecismo tiene que ver con la cultura y la inteligencia, pero no posee sólo un contenido instructivo, operativo o interdisciplinar.
El texto académico se define por su dimensión pedagógica (intelectual o vivencial), por su intencionalidad (científica o social) y por su metodología (activa o pasiva). Es soporte y estímulo de conocimientos y de habilidades. Suscita la crítica y la acción complementaria.

El catecismo va más allá. Demanda aceptación y no sólo comprensión. Fomenta vínculos con la vida cristiana apoyada en la fe y con el mensaje evangélico que es vida interior.

No es un Manual de piedad

El manual de piedad es un escrito más o menos largo o sistemático de carácter moral y ascético: aconseja, sugiere, ilustra, invita. Es guía de vida cristiana, personal o colectiva, y reclama la voluntad libre y la conciencia afectuosa de quien lo maneja con interés o preferencia.

El manual actúa de " devocionario" para la piedad si enseña a vivir y creer, a orar y a compartir, a sentir el mensaje cristiano como un desafío personal y comunitario. Puede también resultar "consultorio" si ofrece pistas para resolver interrogantes morales o espirituales. Puede presentarse como "síntesis" de conceptos, términos, relaciones, datos más enciclopédica o más resumidamente presentado.

Pero el catecismo es mucho más que todo esto: sintetiza pero con progresión y desde la perspectiva del mensaje cristiano; alienta a la vida pero desde la fe y no sólo desde la instrucción; relaciona pero con cauces evangélicos. La dimensión ascética y moral del catecismo es consecuencia del mensaje que posee, no centro de su ser.

No un Compendio y un Tratado de Teología

El tratado, suma, manual, prontuario, ensayo o libro de Teología, son escritos sistemáticos, racionales, argumentales y polifacéticos, en los cuales se recogen doctrinas cristianas expuestas de diversa forma o con variada intención y extensión.

El catecismo tiene que ser "teológico" por su contenido, pero su óptica no puede ser sólo racional. Trata las cosas de Dios en forma de síntesis armónica, pero desde la óptica de la fe, del mensaje evangélico y de la respuesta cristiana. Tal visión requiere la dócil acogida de quien desea instruirse en la verdad para vivirla, no sólo para conocerla.

El catecismo no es un tratado "rebajado" de Teología, orientado a cristianos menos instruidos. Es un libro de instrucción, pero lo es además de educación. Se caracteriza por ser breve, sencillo, comprensible y cómodo. Su labor es educar la fe, no sólo formar la inteligencia.

SEGÚN LA BIBLIA ¿EL SOL SE DETUVO EN GABAÓN? Segunda Parte

En los tiempos de Galileo se interpretaba la Biblia literalmente, es decir, se entendía que las cosas habían sucedido tal como dice la letra del texto bíblico. Por eso, cuando Galileo comenzó a enseñar que el Sol está quieto y es la Tierra la que se mueve, el Santo Oficio esgrimió el argumento de la batalla de Gabaón para refutar sus enseñanzas, diciendo: si el Sol se detuvo en Gabaón, es porque se mueve. ¿Cómo entonces puede afirmar Galileo que el Sol está quieto y que la Tierra se mueve? ¿Quién tiene razón: la Palabra de Dios o Galileo? Planteadas así las cosas, no había ninguna posibilidad de escapar a la condena. Pero ¿qué pasó realmente en la batalla de Gabaón? ¿Pudo haberse detenido el Sol? Existen cuatro teorías propuestas por los biblistas para explicar este episodio, si lo consideramos como un hecho realmente sucedido (porque muchos estudiosos piensan que se trata de una creación literaria).

La primera, llamada teoría “astronómica”, es la que defendía el Santo Oficio y toda la Iglesia hasta el siglo XVI. Según ésta, el Sol se detuvo realmente en el cielo gracias a una intervención especial de Dios, y allí permaneció un día entero iluminando la batalla, por lo cual aquel día duró mucho más de 24 horas. Pero esa teoría hoy resulta insostenible, porque si el Sol, la luna o cualquier otro planeta detuvieran por un instante su andar, se produciría un cataclismo de tales proporciones en el sistema solar, que éste saltaría hecho trizas. Además si el Sol se hubiera detenido en el cielo brillando durante tantas horas, como afirma esta teoría, tendrían que haberlo notado todos los otros pueblos que en aquel momento eran iluminados por ese mismo Sol. Y ninguno ha conservado jamás el registro de semejante fenómeno.

La segunda teoría es la llamada “poética”, y sostiene que la oración de Josué para detener el Sol es un simple poema que emplea el autor, pidiendo al Sol y a la luna que se paren para contemplar el maravilloso éxito que estaba teniendo el general israelita en la batalla. Pero no significa que se hubiera detenido realmente. El inconveniente de esta teoría es que niega que hubiera habido algún hecho extraordinario en el combate, cuando del relato bíblico parece deducirse que algo fuera de lo común pasó ciertamente aquel día, ya que tres veces, y de distintas maneras, repite que el Sol se detuvo en el cielo. La tercera teoría es la “psicológica”. Afirma que el relato sólo pretende reflejar el impacto psicológico de lentitud que los hebreos sintieron durante la batalla. Quiere decir simplemente que ese día estuvo tan lleno de acontecimientos, y que el triunfo fue tan costoso, que el día parecía interminable.

En circunstancias así (también decimos nosotros) el tiempo se hace eterno. Pero debemos rechazar también esta hipótesis porque, al igual que la segunda, niega que hubiera habido “algo” ese día. Queda, finalmente, la teoría “atmosférica”. Según ésta, lo que pretende contar el relato de la batalla de Gabaón no fue que ese día el Sol brilló más horas de lo acostumbrado, sino al contrario: que no hubo Sol. En efecto, Josué con su ejército, después de marchar toda la noche desde su campamento de Guilgal, habría caído por sorpresa sobre los sitiadores a la madrugada, en el mismo momento en que una fuerte tormenta de granizo se abatía sobre el terreno (Jos 10,11). Al ver aparecer imprevistamente a las tropas de Josué por el este, el ejército de los cinco reyes se desbandó y emprendió la retirada en dirección al oeste, hacia el valle de Ayyalón. Y allí le dio alcance el ejército israelita.

Cuando la batalla promediaba, la tormenta que había nublado el cielo ese día había cesado, y el Sol amenazaba con aparecer, con toda su fuerza por entre las nubes, que ya se iban abriendo. Al ver esto, Josué rezó para que el Sol no saliera en Gabaón, es decir, para que el día continuara nublado, a fin de evitar el fuerte calor del día, y permitir que sus hombres pudieran combatir mejor con el fresco de la jornada. En recuerdo de esta heroica batalla, en la que los israelitas habían combatido con un tiempo insólitamente nublado, en una época en la que no era habitual que el sol se ocultara tras las nubes, la tradición habría elaborado un poema que incluía las palabras de Josué, y que decía: “Detente, oh Sol, en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ayyalón”. La copla fue más tarde recogida en una colección de poemas, titulada EL LIBRO DEL JUSTO. Sabemos, por la Biblia, que este libro contenía muchas otras composiciones poéticas, como el canto fúnebre pronunciado por David cuando murió el rey Saúl y Jonatán (2 Sm 1,17-27), la oración que pronunció Salomón al inaugurar el templo de Jerusalén (1 Re 8,22-53), y otros famosos poemas atribuidos a distintos héroes de Israel.

Más tarde, en el siglo VII a.C., se escribió el libro de Josué, con el relato de la batalla de Gabaón, su autor quiso agregar al relato el poema tomado de El Libro del Justo. Y como el poema sólo decía: “Detente, oh Sol, en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ayyalón”, el escritor sagrado pensó que lo que Josué pedía era que el Sol se detuviera en el cielo y continuara brillando, cuando en realidad lo que pedía era que no saliera. Por haberlo creído así, el autor del libro de Josué, a continuación del poema, agrega: “Y el Sol se paró en medio del cielo y dejó de correr un día entero hacia su ocaso. Y no hubo día semejante ni antes ni después” (Jos 10,13-14). Lo que sucede es que, el escritor sagrado había entendido, erróneamente, que ese día el Sol se demoró, brillando en medio del cielo. Que el poema citado está sacado de otra parte (es decir, de EL LIBRO DEL JUSTO), se ve por el hecho de que está fuera de contexto y no encaja en el relato. En efecto, en el v.12 leemos: “Josué se dirigió a Yahvé diciendo”. Y a continuación Josué no se dirige a Yahvé, sino al Sol, expresando: “Detente, oh Sol...”. O sea que el poema al principio no formaba parte del relato.

Galileo tenía razón. El Sol nunca se detuvo, ni la Sagrada Escritura había querido decir tal cosa. Pero en aquellos tiempos la única manera de entender la Biblia era tomándola literalmente, que fue lo que hicieron los representantes del Santo Oficio. Por eso lo condenaron. Y en los tres siglos que siguieron a su muerte no cesaron las refriegas, altercados y malentendidos entre científicos y representantes de la Iglesia por imponer sus puntos de vista. Hasta que finalmente, en el siglo XX, la Iglesia reconoció que la Biblia no debía interpretarse al pie de la letra, sino que era necesario buscar en ella la intención de los autores, para poder descubrir su mensaje.

Galileo tenía razón. Y por eso el papa Juan Pablo II, en un discurso pronunciado el 31 de octubre de 1992 ante la Pontificia Academia de las Ciencias, reconoció que la Iglesia se había equivocado al condenarlo, pidió perdón y reivindicó públicamente la figura del genial florentino, con lo cual se pudo cerrar finalmente una vieja herida que había permanecido abierta durante 350 años. Pero el Sol de Gabaón sigue brillando para todos, desde el fondo de la historia, como queriéndonos recordar el sufrimiento que una lectura literal de la Biblia puede ocasionar en el alma.

Por eso para quienes todavía hoy, después de acallados los ecos de aquel doloroso enfrentamiento, continúan buscando en la Biblia fórmulas científicas secretas, revelaciones misteriosas y profecías cifradas, conviene recordar la lúcida frase pronunciada por Galileo frente a los miembros del Santo Oficio, antes de su condena: “No busquen astronomía en la Biblia. Porque ella no pretende decirnos cómo marchan los cielos, sino cómo marchamos nosotros hacia el cielo”.

Ariel Alvarez Valdés
Biblista

martes, 17 de noviembre de 2020

LA BATALLA DE LA VUELTA DE OBLIGADO

El 20 de noviembre de 1845, siendo el general Juan Manuel de Rosas responsable de las Relaciones Exteriores del territorio nacional, fuerzas anglo francesas se habían adentrado el Río de la Plata hacia el río Paraná, para obligarnos a aceptar “su libre navegación” de nuestro río. Una flota fenomenal de barcos de guerra, bien abastecidos, venidos a negociar con la fuerza, por el enojo de los comerciantes ingleses y franceses con la política de Rosas. El gobernador, a quien además las provincias cedieron el manejo de las cuestiones exteriores, quería cobrarles impuestos a sus productos para proteger industrias locales, y evitar que navegaran por nuestros ríos. No es que Rosas, contra lo que algunos dijeron, era un nacionalista fanático, sino con una política pragmática quería evitar que, pese al dominio inglés de nuestro comercio, que ya tenían, avanzaran sobre ulteriores derechos a copar el Estado o los territorios, cosa que venían haciendo en todo el mundo.

De esa manera se manejaron muchas veces los europeos, y más en el siglo XIX. Directamente el Parlamento británico se hizo eco de la queja de unos comerciantes ingleses que querían sí o sí vender productos en nuestro territorio y navegar con ellos nuestras aguas. Para nada ingenuo, el canciller argentino Arana decía ante la legislatura: “¿Con qué título la Inglaterra y la Francia vienen a imponer restricciones al derecho eminente de la Confederación Argentina de reglamentar la navegación de sus ríos interiores? ¿Y cuál es la ley general de las naciones ante la cual deben callar los derechos del poder soberano del Estado, cuyos territorios cruzan las aguas de estos ríos? ¿Y que la opinión de los abogados de Inglaterra, aunque sean los de la Corona, se sobrepondrá a la voluntad y las prerrogativas de una nación que ha jurado no depender de ningún poder extraño? Pero los argentinos no han de pasar por estas demasías; tienen la conciencia de sus derechos y no ceden a ninguna pretensión indiscreta. El general Rosas les ha enseñado prácticamente que pueden desbaratar las tramas de sus enemigos por más poderosos que sean. Nuestro Código internacional es muy corto. Paz y amistad con los que nos respetan, y la guerra a muerte a los que se atreven a insultarlo”.

Pero su Majestad británica, decía una cosa y hacía otra, porque mientras las negociaciones estaban en marcha, la mañana del 20 de noviembre de 1845 desde nuestras costas divisaron las siluetas de cientos de barcos. Algunos de ellos bloquearon el puerto de Buenos Aires nuevamente (ya lo habían hecho los franceses solos en 1838). Lo llamativo entonces fue la conformación de los invasores: se trataba de una flota compuesta por naciones históricamente enemigas, que debutaron entonces como aliadas para imponer sus reglas en nuestras tierras.

La defensa argentina daría risa a cualquier ejército bien pertrechado, se hizo de ingenio criollo y para nada tenía como abastecimiento, las nuevas tecnologías que la revolución industrial le daba a ambas potencias. Los argentinos juntaron tres enormes cadenas para atravesar el imponente Paraná de costa a costa, sostenidas sobre 24 barquitos, diez de ellos cargados de explosivos. Detrás de este dispositivo, esperaba heroicamente a la flota más poderosa del mundo, a bordo y al mando de una goleta, el general Lucio N. Mansilla, cuñado de Rosas y padre del genial escritor Lucio Víctor, que esa mañana, para arengar a las tropas le dijo lo siguiente:

A ver; les dijo: “¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea”.

Inmediatamente después, cuando aún unas fanfarrias tocaban estrofas del himno, desde las barrancas del Paraná unas baterías abrieron fuego sobre el enemigo, frenado levemente por las cadenas. Estamos hablando de una lucha claramente desigual, la que sin embargo duró varias horas, hasta que a la tarde la flota franco-inglesa desembarcó y se apoderó de las baterías. Cortaron las cadenas y continuaron su viaje hacia el norte. En la acción murieron doscientos cincuenta argentinos y medio centenar de invasores europeos.

Al conocer los pormenores del combate, San Martín escribió esto, desde Francia: “Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside a la República Argentina; nadie ignora el ascendiente que posee en la vasta campaña de Buenos Aires y el resto de las demás provincias, y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido, que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero; ello es que la totalidad se le unirán (…). Por otra parte, es menester conocer (como la experiencia lo tiene ya mostrado) que el bloqueo que se ha declarado no tiene en las nuevas repúblicas de América la misma influencia que lo sería en Europa; éste sólo afectará a un corto número de propietarios, pero a la mesa del pueblo que no conoce las necesidades de estos países le será bien diferente su continuación. Si las dos potencias en cuestión quieren llevar más adelante sus hostilidades, es decir, declarar la guerra, yo no dudo que con más o menos pérdidas de hombres y gastos se apoderen de Buenos Aires (…) pero aun en ese caso estoy convencido, que no podrán sostenerse por largo tiempo en la capital; el primer alimento o por mejor decir el único del pueblo es la carne, y es sabido con qué facilidad pueden retirarse todos los ganados en muy pocos días a muchas leguas de distancia, igualmente que las caballadas y todo medio de transporte, en una palabra, formar un desierto dilatado, imposible de ser atravesado por una fuerza europea; estoy persuadido será muy corto el número de argentinos que quiera enrolarse con el extranjero, en conclusión, con siete u ocho mil hombres de caballería del país y 25 o 30 piezas de artillería volante, fuerza que con una gran facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires”.

Hasta un enemigo de Rosas, como Juan Bautista Alberdi, impulsor de nuestra constitución nacional, llegó a decir desde Chile, donde estaba exiliado: “En el suelo extranjero en que resido, en el lindo país que me hospeda sin hacer agravio a su bandera, beso con amor los colores argentinos y me siento vano al verlos más ufanos y dignos que nunca. Guarden sus lágrimas los generosos llorones de nuestras desgracias aunque opuesto a Rosas como hombre de partido, he dicho que escribo con colores argentinos: Rosas no es un simple tirano a mis ojos; si en su mano hay una vara sangrienta de hierro, también veo en su cabeza la escarapela de Belgrano. No me ciega tanto el amor de partido para no conocer lo que es Rosas bajo ciertos aspectos. Sé, por ejemplo, que Simón Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre como el actual gobernador de Buenos Aires; sé que el nombre de Washington es adorado en el mundo pero no más conocido que el de Rosas; sería necesario no ser argentino para desconocer la verdad de estos hechos y no envanecerse de ellos”.

Poner a Rosas a la altura de Bolívar y Washington, parece el típico agrande argentino. Pero comprendamos que era un gobernador de un país periférico que estaba desalojando ingleses, algo que muy pocos en el mundo podían contar, salvo los norteamericanos por su independencia. De hecho, el embajador de Estados Unidos en Buenos Aires, William Harris, le escribió a su gobierno: “Esta lucha entre el débil y el poderoso es ciertamente un espectáculo interesante y sería divertido si no fuese porque (…) se perjudican los negocios de todas las naciones”.

En pocas palabras, lo sucedido en la Vuelta de Obligado, obligó a los europeos a reconsiderar toda propuesta de invasión…por lo costoso de planificar y realizar tamaña empresa, vista la capacidad e ingenios demostrados en la resistencia…

Inglaterra ordena el fin del bloqueo en 1847, y los franceses lo hicieron un año después. Una vez más el propio San Martín felicitó a Rosas por su firme resistencia, según quedó escrito en un apartado especial en su testamento donde dijo lo siguiente: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

LA CARTA DE LA TIERRA-Parte 2

Principios:

Principio Primero: Respeto y cuidado de la comunidad de la vida.

Numeral 1: Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad.

a)- Reconocer que todos los seres son interdependientes y que toda forma de vida independientemente de su utilidad, tiene valor para los seres humanos.

b)- Afirmar la fe en la dignidad inherente a todos los seres humanos y en el potencial intelectual, artístico, ético y espiritual de la humanidad.

Numeral 2: Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.

a)- Aceptar que el derecho a poseer, administrar y utilizar los recursos naturales conduce hacia el deber de prevenir daños ambientales y proteger los derechos de las personas.

b)- Afirmar, que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.

Numeral 3: Construir sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas.

a)- Asegurar que las comunidades, a todo nivel, garanticen los derechos humanos y las libertades fundamentales y brinden a todos la oportunidad de desarrollar su pleno potencial.

b)- Promover la justicia social y económica, posibilitando que todos alcancen un modo de vida seguro y digno, pero ecológicamente responsable.

Numeral 4: Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras.

a)- Reconocer que la libertad de acción de cada generación se encuentra condicionada por las necesidades de las generaciones futuras.

b)- Transmitir a las futuras generaciones valores, tradiciones e instituciones, que apoyen la prosperidad a largo plazo, de las comunidades humanas y ecológicas de la Tierra.

Para poder realizar estos cuatro compromisos generales, es necesario:

Principio Segundo: Integridad ecológica

Numeral 5: Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra, con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida.

a)- Adoptar, a todo nivel, planes de desarrollo sostenible y regulaciones que permitan incluir la conservación y la rehabilitación ambientales, como parte integral de todas las iniciativas de desarrollo.

b)- Establecer y salvaguardar reservas viables para la naturaleza y la biosfera, incluyendo tierras silvestres y áreas marinas, de modo que tiendan a proteger los sistemas de soporte a la vida de la Tierra, para mantener la biodiversidad y preservar nuestra herencia natural.

c)- Promover la recuperación de especies y ecosistemas en peligro.

d)- Controlar y erradicar los organismos exógenos o genéticamente modificados, que sean dañinos para las especies autóctonas y el medio ambiente; y además, prevenir la introducción de tales organismos dañinos.

e)- Manejar el uso de recursos renovables como el agua, la tierra, los productos forestales y la vida marina, de manera que no se excedan las posibilidades de regeneración y se proteja la salud de los ecosistemas.

f)- Manejar la extracción y el uso de los recursos no renovables, tales como minerales y combustibles fósiles, de forma que se minimice su agotamiento y no se causen serios daños ambientales.

Numeral 6: Evitar dañar como el mejor método de protección ambiental y cuando el conocimiento sea limitado, proceder con precaución.

a)- Tomar medidas para evitar la posibilidad de daños ambientales graves o irreversibles, aun cuando el conocimiento científico sea incompleto o inconcluso.

b)- Imponer las pruebas respectivas y hacer que las partes responsables asuman las consecuencias de reparar el daño ambiental, principalmente para quienes argumenten que una actividad propuesta no causará ningún daño significativo.

c)- Asegurar que la toma de decisiones contemple las consecuencias acumulativas, a largo término, indirectas, de larga distancia y globales de las actividades humanas.

d)- Prevenir la contaminación de cualquier parte del medio ambiente y no permitir la acumulación de sustancias radioactivas, tóxicas u otras sustancias peligrosas.

e)- Evitar actividades militares que dañen el medio ambiente.

Numeral 7: Adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que salvaguarden las capacidades regenerativas de la Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario.

a)- Reducir, reutilizar y reciclar los materiales usados en los sistemas de producción y consumo y asegurar que los desechos residuales puedan ser asimilados por los sistemas ecológicos.

b)- Actuar con moderación y eficiencia al utilizar energía y tratar de depender cada vez más de los recursos de energía renovables, tales como la solar y eólica.

c)- Promover el desarrollo, la adopción y la transferencia equitativa de tecnologías ambientalmente sanas.

d)- Internalizar los costos ambientales y sociales totales de bienes y servicios en su precio de venta y posibilitar que los consumidores puedan identificar productos que cumplan con las más altas normas sociales y ambientales.

e)- Asegurar el acceso universal al cuidado de la salud que fomente la salud reproductiva y la reproducción responsable.

f)- Adoptar formas de vida que pongan énfasis en la calidad de vida y en la suficiencia material en un mundo finito.

Numeral 8: Impulsar el estudio de la sostenibilidad ecológica y promover el intercambio abierto y la extensa aplicación del conocimiento adquirido

a)- Apoyar la cooperación internacional científica y técnica sobre sostenibilidad, con especial atención a las necesidades de las naciones en desarrollo.

b)- Reconocer y preservar el conocimiento tradicional y la sabiduría espiritual en todas las culturas que contribuyen a la protección ambiental y al bienestar humano.

c)- Asegurar que la información de vital importancia para la salud humana y la protección ambiental, incluyendo la información genética, esté disponible en el dominio público.

SEGÚN LA BIBLIA ¿EL SOL SE DETUVO EN GABAÓN?-Primera Parte

La tarde del 22 de junio de 1633 entraba en el convento de Santa María de la Minerva, en Roma, un venerable anciano, de cara grave y macilenta, y con la barba y los cabellos blancos. Estaba casi ciego y avanzaba por los pasillos con paso cansino, agobiado por el peso de los años, el trabajo y las enfermedades. Lo acompañaban los empleados del Santo Oficio, ya que acababa de entrar a la sede de la Inquisición Romana. Al llegar a la sala principal se encontró frente a los cardenales y prelados integrantes del Santo Tribunal, que lo estaban aguardando. Se puso de rodillas temblorosamente, y en silencio escuchó la sentencia que lo condenaba a prisión domiciliaria. ¿Cuál era el pecado que había cometido aquel desdichado anciano? Haber escrito dos libros considerados peligrosos. Uno, llamado El Mensajero de las Estrellas (en 1611), y el otro, Diálogo sobre los dos sistemas más grandes del mundo (en 1632), en los cuales explicaba que la Tierra no era el centro del universo (como se creía hasta entonces), y que el Sol no giraba alrededor de ella, sino que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol.

Cuando el cardenal secretario terminó de dar lectura al castigo impuesto por el Santo Oficio, le presentaron al condenado un escrito para que pusiera su firma, y lo obligaron luego a leerlo en voz alta. Con el terror en el corazón y la vergüenza en el alma, el hombre comenzó a leer trémulamente:

“Yo, Galileo Galilei, hijo del fallecido Vicente Galilei, florentino, de 70 años de edad, habiendo sido citado personalmente a juicio, y arrodillado ante ustedes, eminentísimos y reverendísimos Cardenales, teniendo ante mí los Sagrados Evangelios que toco con mis manos, juro que siempre creí, creo ahora, y creeré en el futuro, cuanto enseña la Santa, Católica y Apostólica Iglesia. Pero... yo me he convertido en altamente sospechoso de herejía por enseñar la doctrina de que el Sol está inmóvil y en el centro del mundo, y que no es la Tierra la que está fija en el centro. Queriendo borrar de la mente de Vuestras Eminencias y de todos los cristianos católicos esta fuerte sospecha, justamente lanzada contra mí, con el corazón sincero y auténtica fe, yo abjuro, maldigo y renuncio a todos los errores y herejías mencionados, y a cualquier otro error contrario a la Santa Madre Iglesia, y juro no enseñarlos oralmente ni por escrito. Que así me ayude Dios, y los Sagrados Evangelios que tengo en las manos”.

Cuenta la leyenda que cuando Galileo se retiraba agobiado y vencido de aquella majestuosa ceremonia luego de haber jurado solemnemente que la Tierra no se movía, al llegar a la puerta de la sala se dio media vuelta, miró a los asistentes y murmuró: “Pero se mueve”.

Sea o no verdad esto último, lo cierto es que la frase atribuida al científico italiano se convirtió en el símbolo de la resistencia interior, en la figura de aquéllos que bajo presión son obligados a abjurar de sus creencias, pero que interiormente no pueden renegar de sus más íntimas convicciones. ¿Qué argumento esgrimieron los cardenales del Santo Oficio para condenar a Galileo? Decían que sus enseñanzas sobre el heliocentrismo (así se llama la teoría de que el Sol está fijo en el centro del universo y la Tierra gira) contradecían a la Biblia, y concretamente al libro de Josué 10,1-15, donde se relata la famosa batalla de Gabaón. Cuenta la Biblia que cuando los israelitas entraron en la Tierra prometida guiados por Josué se instalaron en la localidad de Guilgal, y desde allí emprendieron poco a poco la lucha por la conquista de los nuevos territorios. Así, libraron en primer lugar la batalla de Jericó con un éxito rotundo (Jos 6,1-25). Siguió luego el triunfo de Ay, en el que mataron a 12.000 cananeos (Jos 8,14-29).

Este avance arrollador de los israelitas preocupó enormemente a una ciudad vecina, llamada Gabaón. Sus habitantes se dieron cuenta de que tarde o temprano les llegaría también a ellos el momento de ser destruidos, y decidieron salvar sus vidas proponiendo a los nuevos invasores una alianza. Josué aceptó esta alianza, y se comprometió a ayudarlos en caso de peligro (Jos 9,3-18). Enterados del pacto, cinco reyes cananeos del sur de la región reunieron sus ejércitos y marcharon contra Gabaón, con el fin de castigarla por la alianza realizada con los hebreos. Entonces los atemorizados gabaonitas recurrieron a Josué. Y éste, en atención a la alianza, acudió sin demora. Marchó toda la noche con sus hombres hasta las montañas vecinas a la ciudad, se escondió allí, y de madrugada atacó por sorpresa al ejército de los cinco reyes. Desconcertados al ver aparecer a Josué y sus hombres, los sitiadores emprendieron la retirada; pero gracias a una eficaz embestida, los israelitas lograron exterminar a un gran número de fugitivos. Éstos sufrieron mayores pérdidas aún porque un repentino granizo empezó a caer sobre los que huían, hiriéndolos e impidiéndoles escapar.

Combatieron durante todo el día; y la victoria de Israel ya casi estaba llegando a su fin, cuando el Sol de la tarde empezó a ocultarse por el oeste. Josué comprendió que si la oscuridad caía sobre el campo de batalla, los enemigos sobrevivientes podrían ocultarse fácilmente en las grutas de las montañas y escapar, con lo cual su victoria no sería completa. ¿Qué hacer? Aquí es donde ocurre el increíble suceso que volvió famosísima a la batalla, y que servirá después para la condena de Galileo. Josué con los brazos extendidos oró a Yahvé para que el Sol se detuviera en el cielo y la luna no apareciera en el horizonte. La Biblia lo relata así: “Josué se dirigió a Yahvé delante de los israelitas y dijo: ‘Detente, oh Sol, en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ayyalón’. Y el Sol se detuvo y la luna se paró hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿No está eso escrito acaso en el Libro del Justo? El Sol se paró en medio del cielo y dejó de correr un día entero hacia su ocaso. No hubo día semejante ni antes ni después, en que obedeciera Yahvé la voz de un hombre” (Jos 10,12-14). De este modo el ejército de Israel tuvo luz natural durante todo el tiempo que duró la batalla, e infligió una total derrota a los cinco reyes cananeos.

Ariel Alvarez Valdes
Biblista