En el marco de la JMJ el Papa Francisco quiso
encontrar a los Obispos responsables del Consejo Episcopal Latinoamericano
(C.E.L.A.M.), presentes en Río con ocasión de la Reunión General de
Coordinación, del 29 de julio al 2 de agosto.
Discurso
del Papa
1.
Introducción
Agradezco
al Señor esta oportunidad de poder hablar con ustedes, hermanos Obispos,
responsables del CELAM en el cuatrienio 2011-2015. Hace 57 años que el CELAM
sirve a las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y El Caribe,
colaborando solidaria y subsidiariamente para promover, impulsar y dinamizar la
colegialidad episcopal y la comunión entre las Iglesias de esta Región y sus
Pastores.
Como Ustedes,
también yo soy testigo del fuerte impulso del Espíritu en la Quinta Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe en Aparecida, en mayo de
2007, que sigue animando los trabajos del CELAM para la anhelada renovación de
las iglesias particulares. Esta renovación, en buena parte de ellas, se
encuentra ya en
marcha. Quisiera centrar esta conversación en el patrimonio heredado de aquel
encuentro fraterno y que todos hemos bautizado como Misión Continental.
2.
Características peculiares de Aparecida
Existen
cuatro características que son propias de la V Conferencia. Son como cuatro
columnas del desarrollo de Aparecida y que le dan su originalidad.
1) Inicio
sin documento
Medellín,
Puebla y Santo Domingo comenzaron sus trabajos con un camino recorrido de
preparación que culminó en una especie de Instrumentum laboris, con el cual se
desarrolló la discusión, reflexión y aprobación del documento final. En cambio,
Aparecida promovió la participación de las Iglesias particulares como camino de
preparación que culminó en un documento de síntesis. Este documento, si bien
fue referencia durante la Quinta Conferencia General, no se asumió como
documento de partida. El trabajo inicial consistió en poner en común las
preocupaciones de los Pastores ante el cambio de época y la necesidad de
recuperar la vida discipular y misionera con la que Cristo fundó la Iglesia.
2) Ambiente
de oración con el Pueblo de Dios
Es
importante recordar el ambiente de oración generado por el diario compartir la
Eucaristía y otros momentos litúrgicos, donde siempre fuimos acompañados por el
Pueblo de Dios. Por otro lado, puesto que los trabajos tenían lugar en el
subsuelo del Santuario, la “música funcional” que los acompañaba fueron los
cánticos y oraciones de los fieles.
3) Documento
que se prolonga en compromiso, con la Misión Continental
En este
contexto de oración y vivencia de fe surgió el deseo de un nuevo Pentecostés
para la Iglesia y el compromiso de la Misión Continental. Aparecida no termina
con un Documento sino que se prolonga en la Misión Continental.
4) La
presencia de Nuestra Señora, Madre de América
Es la
primera Conferencia del Episcopado Latinoamericano y El Caribe que se realiza
en un Santuario mariano.
3.
Dimensiones de la Misión Continental
La Misión
Continental se proyecta en dos dimensiones: programática y paradigmática. La
misión programática, como su nombre lo indica, consiste en la realización de
actos de índole misionera. La misión paradigmática, en cambio, implica poner en
clave misionera la actividad habitual de las Iglesias particulares.
Evidentemente aquí se da, como consecuencia, toda una dinámica de reforma de
las estructuras eclesiales.
El “cambio
de estructuras” (de caducas a nuevas) no es fruto de un estudio de organización
de la planta funcional eclesiástica, de lo cual resultaría una reorganización
estática, sino que es consecuencia de la dinámica de la misión. Lo que hace
caer las estructuras caducas, lo que lleva a cambiar los corazones de los
cristianos, es
precisamente la misionariedad. De aquí la importancia de la
misión paradigmática.
La Misión
Continental, sea programática, sea paradigmática, exige generar la conciencia
de una Iglesia que se organiza para servir a todos los bautizados y hombres de
buena voluntad. El discípulo de Cristo no es una persona aislada en una
espiritualidad intimista, sino una persona en comunidad, para darse a los
demás. Misión Continental, por tanto, implica pertenencia eclesial.
Un planteo
como éste, que comienza por el discipulado misionero e implica comprender la
identidad del cristiano como pertenencia eclesial, pide que nos explicitemos
cuáles son los desafíos vigentes de la misionariedad discipular. Señalaré
solamente dos: la renovación interna de la Iglesia y el diálogo con el mundo
actual.
Renovación interna de la Iglesia
Aparecida
ha propuesto como necesaria la Conversión Pastoral. Esta conversión implica
creer en la Buena Nueva, creer en Jesucristo portador del Reino de Dios, en su
irrupción en el mundo, en su presencia victoriosa sobre el mal; creer en la
asistencia y conducción del Espíritu Santo; creer en la Iglesia, Cuerpo de
Cristo y prolongadora del dinamismo de la Encarnación.
En este
sentido, es necesario que, como Pastores, nos planteemos interrogantes que
hacen a la marcha de las Iglesias que presidimos. Estas preguntas sirven de
guía para examinar el estado de las diócesis en la asunción del espíritu de
Aparecida y son preguntas que conviene nos hagamos frecuentemente como examen
de conciencia.
1.
¿Procuramos que nuestro trabajo y el de nuestros Presbíteros sea más pastoral
que administrativo? ¿Quién es el principal beneficiario de la labor eclesial,
la Iglesia como organización o el Pueblo de Dios en su totalidad?
2.
¿Superamos la tentación de atender de manera reactiva los complejos problemas
que surgen? ¿Creamos un hábito pro-activo? ¿Promovemos espacios y ocasiones
para manifestar la misericordia de Dios? ¿Somos conscientes de la
responsabilidad de replantear las actitudes pastorales y el funcionamiento de
las estructuras eclesiales, buscando el bien de los fieles y de la sociedad?
3. En la
práctica, ¿hacemos partícipes de la Misión a los fieles laicos? ¿Ofrecemos la
Palabra de Dios y los Sacramentos con la clara conciencia y convicción de que
el Espíritu se manifiesta en ellos?
4. ¿Es un
criterio habitual el discernimiento pastoral, sirviéndonos de los Consejos
Diocesanos? Estos Consejos y los Parroquiales de Pastoral y de Asuntos
Económicos ¿son espacios reales para la participación laical en la consulta,
organización y planificación pastoral? El buen funcionamiento de los Consejos
es determinante. Creo que estamos muy atrasados en esto.
5. Los
Pastores, Obispos y Presbíteros, ¿tenemos conciencia y convicción de la misión
de los fieles y les damos la libertad para que vayan discerniendo, conforme a
su proceso de discípulos, la misión que el Señor les confía? ¿Los apoyamos y
acompañamos, superando cualquier tentación de manipulación o sometimiento
indebido? ¿Estamos siempre abiertos para dejarnos interpelar en la búsqueda del
bien de la Iglesia y su Misión en el mundo?
6. Los
agentes de pastoral y los fieles en general ¿se sienten parte de la Iglesia, se
identifican con ella y la acercan a los bautizados distantes y alejados?
Como se
puede apreciar aquí están en juego actitudes. La Conversión Pastoral atañe
principalmente a las actitudes y a una reforma de vida. Un cambio de actitudes
necesariamente es dinámico: “entra en proceso” y sólo se lo puede contener
acompañándolo y discerniendo. Es importante tener siempre presente que la brújula,
para no perderse en este camino, es la de la identidad católica concebida como
pertenencia eclesial.
Diálogo con el mundo actual
Hace bien
recordar las palabras del Concilio Vaticano II: Los gozos y las esperanzas, las
tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los
pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y
angustias de los discípulos de Cristo (cf. GS, 1). Aquí reside el fundamento
del diálogo con el mundo actual.
La
respuesta a las preguntas existenciales del hombre de hoy, especialmente de las
nuevas generaciones, atendiendo a su lenguaje, entraña un cambio fecundo que
hay que recorrer con la ayuda del Evangelio, del Magisterio, y de la Doctrina
Social de la Iglesia. Los escenarios y areópagos son de lo más variado. Por
ejemplo, en una misma ciudad, existen varios imaginarios colectivos que
conforman “diversas ciudades”. Si nos mantenemos solamente en los parámetros de
“la cultura de siempre”, en el fondo una cultura de base rural, el resultado
terminará anulando la fuerza del Espíritu Santo. Dios está en todas partes: hay
que saber descubrirlo para poder anunciarlo en el idioma de esa cultura; y cada
realidad, cada idioma, tiene un ritmo diverso.
4. Algunas tentaciones contra el
discipulado misionero
La opción
por la misionariedad del discípulo será tentada. Es importante saber por dónde
va el mal espíritu para ayudarnos en el discernimiento. No se trata de salir a
cazar demonios, sino simplemente de lucidez y astucia evangélica. Menciono sólo
algunas actitudes que configuran una Iglesia “tentada”. Se trata de conocer
ciertas propuestas actuales que pueden mimetizarse en la dinámica del
discipulado misionero y detener, hasta hacer fracasar, el proceso de Conversión
Pastoral.
1. La
ideologización del mensaje evangélico. Es una tentación que se dio en la
Iglesia desde el principio: buscar una hermenéutica de interpretación
evangélica fuera del mismo mensaje del Evangelio y fuera de la Iglesia. Un
ejemplo: Aparecida, en un momento, sufrió esta tentación bajo la forma de
asepsia. Se utilizó, y está bien, el método de “ver, juzgar, actuar” (cf. n.
19). La tentación estaría en optar por un “ver” totalmente aséptico, un “ver”
neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada. No
existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada
vamos a ver la realidad? Aparecida respondió: Con mirada de discípulo. Así se
entienden los números 20 al 32. Hay otras maneras de ideologización del mensaje
y, actualmente, aparecen en Latinoamérica y El Caribe propuestas de esta
índole. Menciono sólo algunas:
a) El
reduccionismo socializante. Es la ideologización más fácil de descubrir. En
algunos momentos fue muy fuerte. Se trata de una pretensión interpretativa en
base a una hermenéutica según las ciencias sociales. Abarca los campos más
variados, desde el liberalismo de mercado hasta la categorización marxista.
b) La
ideologización psicológica. Se trata de una hermenéutica elitista que, en
definitiva, reduce el”encuentro con Jesucristo” y su ulterior desarrollo a una
dinámica de autoconocimiento. Suele darse principalmente en cursos de
espiritualidad, retiros espirituales, etc. Termina por resultar una postura
inmanente autorreferencial. No sabe de trascendencia y, por tanto, de
misionariedad.
c) La
propuesta gnóstica. Bastante ligada a la tentación anterior. Suele darse en
grupos de élites con una propuesta de espiritualidad superior, bastante
desencarnada, que termina por desembarcar en posturas pastorales de
“quaestiones disputatae”. Fue la primera desviación de la comunidad primitiva y
reaparece, a lo largo de la historia de la Iglesia, en ediciones corregidas y
renovadas. Vulgarmente se los denomina “católicos ilustrados” (por ser
actualmente herederos de la Ilustración).
d) La
propuesta pelagiana. Aparece fundamentalmente bajo la forma de
restauracionismo. Ante los males de la Iglesia se busca una solución sólo en la
disciplina, en la restauración de conductas y formas superadas que, incluso
culturalmente, no tienen capacidad significativa. En América Latina suele darse
en pequeños grupos, en algunas nuevas Congregaciones Religiosas, en tendencias
a la “seguridad” doctrinal o disciplinaria. Fundamentalmente es estática, si
bien puede prometerse una dinámica hacia adentro: involuciona. Busca
“recuperar” el pasado perdido.
2. El
funcionalismo. Su acción en la Iglesia es paralizante. Más que con la ruta se
entusiasma con la “hoja de ruta”. La concepción funcionalista no tolera el
misterio, va a la eficacia. Reduce la realidad de la Iglesia a la estructura de
una ONG. Lo que vale es el resultado constatable y las estadísticas. De aquí se
va a todas las modalidades empresariales de Iglesia. Constituye una suerte de
“teología de la prosperidad” en lo organizativo de la pastoral.
3. El
clericalismo es también
una tentación muy actual en Latinoamérica. Curiosamente, en
la mayoría de los casos, se trata de una complicidad pecadora: el cura
clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo
le resulta más cómodo. El fenómeno del clericalismo explica, en gran parte, la
falta de adultez y de cristiana libertad en buena parte del laicado
latinoamericano. O no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos de
ideologizaciones como las ya vistas, o en pertenencias parciales y limitadas.
Existe en nuestras tierras una forma de libertad laical a través de
experiencias de pueblo: el católico como pueblo.
Aquí se ve
una mayor autonomía, sana en general, y que se expresa fundamentalmente en la
piedad popular. El capítulo de Aparecida sobre piedad popular describe con
profundidad esta dimensión. La propuesta de los grupos bíblicos, de las
comunidades eclesiales de base y de los Consejos pastorales va en la línea de
superación del clericalismo y de un crecimiento de la responsabilidad laical.
Podríamos
seguir describiendo algunas otras tentaciones contra el discipulado misionero,
pero creo que éstas son la más importante y de más fuerza en este momento de
América Latina y El Caribe.
5. Algunas pautas eclesiológicas
1. El
discipulado-misionero que Aparecida propuso a las Iglesias de América Latina y
El Caribe es el camino que Dios quiere para este “hoy”. Toda proyección utópica
(hacia el futuro) o restauracionista (hacia el pasado) no es del buen espíritu.
Dios es real y se manifiesta en el”hoy”. Hacia el pasado su presencia se nos da
como “memoria” de la gesta de salvación sea en su pueblo sea en cada uno de
nosotros; hacia el futuro se nos da como “promesa” y esperanza. En el pasado
Dios estuvo y dejó su huella: la memoria nos ayuda a encontrarlo; en el futuro
sólo es promesa… y no está en los mil y un “futuribles”. El “hoy” es lo más
parecido a la eternidad; más aún: el”hoy” es chispa de eternidad. En el “hoy”
se juega la vida eterna.
El
discipulado misionero es vocación: llamado e invitación. Se da en un “hoy” pero
“en tensión”. No existe el discipulado misionero estático. El discípulo
misionero no puede poseerse a sí mismo, su inmanencia está en tensión hacia la
trascendencia del discipulado y hacia la trascendencia de la misión. No admite
la auto referencialidad: o se refiere a Jesucristo o se refiere al pueblo a
quien se debe anunciar. Sujeto que se trasciende. Sujeto proyectado hacia el
encuentro: el encuentro con el Maestro (que nos unge discípulos) y el encuentro
con los hombres que esperan el anuncio.
Por eso, me
gusta decir que la posición del discípulo misionero no es una posición de
centro sino de periferias: vive tensionado hacia las periferias… incluso las de
la eternidad en el encuentro con Jesucristo. En el anuncio evangélico, hablar
de “periferias existenciales” des-centra, y habitualmente tenemos miedo a salir
del centro. El discípulo-misionero es un des-centrado: el centro es Jesucristo, que
convoca y envía. El discípulo es enviado a las periferias existenciales.
2. La
Iglesia es institución pero cuando se erige en “centro” se funcionaliza y poco
a poco se transforma en una ONG. Entonces, la Iglesia pretende tener luz propia
y deja de ser ese “misterium lunae” del que nos hablaban los Santos Padres. Se
vuelve cada vez más autorreferencial y se debilita su necesidad de ser
misionera. De “Institución” se transforma en “Obra”. Deja de ser Esposa para
terminar siendo Administradora; de Servidora se transforma en “Controladora”.
Aparecida quiere una Iglesia Esposa, Madre, Servidora, facilitadora de la fe y
no controladora de la fe.
3. En
Aparecida se dan de manera relevante dos categorías pastorales que surgen de la
misma originalidad del Evangelio y también pueden servirnos de pauta para
evaluar el modo como vivimos eclesialmente el discipulado misionero: la
cercanía y el encuentro. Ninguna de las dos es nueva, sino que conforman la
manera cómo se reveló Dios en la historia. Es el “Dios cercano” a su pueblo,
cercanía que llega al máximo al encarnarse. Es el Dios que sale al encuentro de
su pueblo. Existen en América Latina y El Caribe pastorales “lejanas”,
pastorales disciplinarias que privilegian los principios, las conductas, los
procedimientos organizativos… por supuesto sin cercanía, sin ternura, sin caricia.
Se ignora la “revolución de la ternura” que provocó la encarnación del Verbo.
Hay pastorales planteadas con tal dosis de distancia que son incapaces de
lograr el encuentro: encuentro con Jesucristo, encuentro con los hermanos.
Este tipo
de pastorales a lo más pueden prometer una dimensión de proselitismo pero nunca
llegan a lograr ni inserción eclesial ni pertenencia eclesial. La cercanía crea
comunión y pertenencia, da lugar al encuentro. La cercanía toma forma de
diálogo y crea una cultura del encuentro. Una piedra de toque para calibrar la
cercanía y la capacidad de encuentro de una pastoral es la homilía. ¿Qué tal son nuestras
homilías? ¿Nos acercan al ejemplo de nuestro Señor, que “hablaba como quien
tiene autoridad” o son meramente preceptivas, lejanas, abstractas?
4. Quien
conduce la pastoral,
la Misión Continental (sea programática como paradigmática), es el Obispo. El
Obispo debe conducir, que no es lo mismo que mandonear. Además de señalar las
grandes figuras del episcopado latinoamericano que todos conocemos quisiera
añadir aquí algunas líneas sobre el perfil del Obispo que ya dije a los Nuncios
en la reunión que tuvimos en Roma. Los Obispos han de ser Pastores, cercanos a
la gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos.
Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el
Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres
que no tengan “psicología de príncipes”. Hombres que no sean ambiciosos y que
sean esposos de una Iglesia sin estar a la expectativa de otra. Hombres capaces
de estar velando sobre el rebaño que les ha sido confiado y cuidando todo
aquello que lo mantiene unido: vigilar sobre su pueblo con atención sobre los
eventuales peligros que lo amenacen, pero sobre todo para cuidar la esperanza:
que haya sol y luz en los corazones.
Hombres
capaces de sostener con amor y paciencia los pasos de Dios en su pueblo. Y el
sitio del Obispo para estar con su pueblo es triple: o delante para indicar el
camino, o en medio
para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que
alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño
mismo también tiene su olfato para encontrar nuevos caminos.
No quisiera
abundar en más detalles sobre la persona del Obispo, sino simplemente añadir,
incluyéndome en esta afirmación, que estamos un poquito retrasados en lo que a
Conversión Pastoral se refiere. Conviene que nos ayudemos un poco más a dar los
pasos que el Señor quiere para nosotros en este “hoy” de América Latina y El
Caribe. Y sería bueno comenzar por aquí.
Les
agradezco la paciencia de escucharme. Perdonen el desorden de la charla y, por
favor, les pido que tomemos en serio nuestra vocación de servidores del santo
pueblo fiel de Dios, porque en esto se ejercita y se muestra la autoridad: en
la capacidad de servicio. Muchas gracias.
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