miércoles, 28 de diciembre de 2016

10 INCREÍBLES TRADICIONES DE FIN DE AÑO

¿En cuántas películas vimos a dos amantes con miradas insinuantes darse un romántico beso bajo el arco de una puerta adornado con esta plantita en Año Nuevo? Lo cierto es que esta tierna tradición se remonta nada menos que a la festividad romana de Saturnalia -celebrada en diciembre-, donde entre un festín de bebidas y comida los asistentes repartían besos por doquier. Hay, además, los estadounidenses son los que más continúan con este rito y muchos creen que si no se da un beso justo después de las 12 de la noche se anuncia un año de soledad. Es más, según un estudio de Washington Times, dos tercios de la población de Estados Unidos tenían la expectativa de compartir con alguien Año Nuevo para poder concretar el tan ansiado beso.

Tal como sucedió con las uvas en España, en Italia parece haber comenzado una tradición de la mano de los cultivos de lentejas. Pero es una tradición que tiene siglos de historia: los romanos regalaban lentejas en estas fechas con el objetivo que éstas se convirtieran en... ¡Monedas de oro! Además, si a ese regalo se le agregan sinceros deseos de prosperidad y salud, aumentar el poder adquisitivo sería aún más factible. Por eso, resulta usual que las mesas festivas italianas incluyan un buen plato de lentejas: más comés, más ganarás. Con el calor de nuestras latitudes por estos días es muy difícil sumar un guiso a nuestro menú, pero sí podemos sumarlas a una ensalada... ¡Y confiar que funcione!

Si por esas cosas de la vida pasás un Año Nuevo en una casa en Dinamarca y de repente escuchás un tremendo estruendo en la puerta del hogar, no te asustes: es un buen augurio que un vecino quiso regalarte para el año que comienza. Es que en algunas zonas, romper platos, vasos y otra vajilla aun es un hecho normal por estos días y sólo se traduce en buenos presagios.

México es un país que se caracteriza por mantener una relación “natural” con la muerte. Después de celebrar el Día de Muertos el 2 de noviembre, creen que el primer día del año es un momento ideal para comunicarse con los que fallecieron, pedirles consejos desde el más allá y esperar por parte de ellos buenos augurios para el año entrante.

Si con el pan dulce y los confites llega a la mesa de Año Nuevo un racimo de uvas no hay por qué extrañarse: las tías de la familia no planean una ensalada de frutas improvisada, sino que buscan seguir una tradición española. Se trata de acompañar las campanadas de la iglesia que anuncian la llegada del año nuevo con doce uvas, una por cada sonido -que representan la llegada de las 12 de la noche- y también una por cada mes del año. La costumbre se remonta a principios del siglo XX y, según la teoría más afianzada, por esos años hubo un excedente de uva en las cosechas de Alicante y Murcia, lo que generó que se tome como símbolo de un nuevo año que comienza. Lo más supersticiosos aseguran que a aquel que logre comerlas en forma sincronizada con las campanadas, le espera un gran año.

El comienzo de un nuevo año nos enfrenta ante un balance inevitable y renueva las esperanzas de lograr metas pendientes. Será por eso que el hecho de alcanzar una mayor fortuna se repite en diferentes culturas. En el caso de Filipinas, los círculos representan a las monedas, la buena suerte y la prosperidad. Por eso, se acostumbra usar ropa con lunares (al mejor estilo años 60) y también guardan algunas monedas en los bolsillos, que hacen sonar a la hora que comienza el nuevo año.

Una tradición del budismo japonés también tiene como protagonistas a las campanadas en la noche de Año Nuevo. Pero no son doce, sino que desde los templos budistas nipones se hace sonar 108 veces la campana, ya que ese número es considerado sagrado y significa que quienes la escuchen podrán eliminar de su corazón los 108 defectos que tenemos los humanos, como la envidia o la ira.

Si tu atuendo lo permite, el festejo de fin de año vivilo con ropa interior roja (o rosa por estos lados). No hace falta ningún otro requisito, sólo que tenga el color de la pasión. Esta tradición, más extendida en España, asegura que al usar este color en nuestras partes íntimas, nos aseguraremos un año entre sábanas lleno de amor. Hay otros colores que también nos traen buenas vibras: las bombachas amarillas prometen traernos dinero, y las azules, gozar de buena salud. Y si querés tener aún más suerte, arrancá el año con ropa interior nueva. ¡Probemos!

Con el conocido “té de las 5”, nos damos una idea de cuán puntuales son los ingleses. Y una de las tradiciones más conocidas de ese país también se asocia con el reloj. Porque aquel que sea el primero en visitar a familiares o amigos después de las 12 con un regalo bajo su brazo será bendecido con buena suerte durante el resto del año.

En tiempos antiguos, resultaba increíble que esta planta permaneciera tan verde durante las festividades del hemisferio norte, cuando es pleno invierno. Entonces, se creía que era una planta mágica que tenía poderes especiales. Por eso, se convirtió en un símbolo de buena suerte, tanto como para los enamorados (que suelen besarse debajo de él para “proteger” su relación), como para las solteras, que ponen frutos del muérdago bajo la almohada durante la noche de año nuevo para atraer a una pareja.

¿QUE ES LA UNIÓN HIPOSTÁTICA?

En teología cristiana se emplea la palabra persona para referirse a la hipóstasis de la Santísima Trinidad, queriendo significar ‘sustancia individual o singular’, algo distinto de la naturaleza (physis) y la esencia (ousía). En particular, en el cristianismo ortodoxo, se proclama que la Santísima Trinidad son tres personas distintas e inconfundibles, pero, cada una de ellas, hipóstasis de una misma esencia inmaterial. La unión hipostática es un término técnico que designa la unión de las dos naturalezas, divina y humana, que en la teología cristiana se atribuye a la persona de Jesús. De esta manera, Cristo es Dios en la carne (Juan 1-1,14; Col 2-9; Juan 8-58; 10-30-34; Heb 1-8), y es plenamente Dios y plenamente hombre (Col 2:9). Así, tiene dos naturalezas, la de Dios y la humana, y no es “mitad Dios, mitad hombre”. Nunca perdió su divinidad, ni hubiese podido hacerlo. Continuó existiendo como Dios cuando se encarnó y agregó la naturaleza humana a su eterna naturaleza divina (Fil 2-5,11). Consecuentemente, en Jesucristo está la “unión, en una sola persona, de una plena naturaleza humana y una plena naturaleza divina”.

Jesús como Dios: es adorado (Mt 2-2,11; 14-33), se le ora (Hch 7-59), no tuvo pecado (1Pedro 2-22; Heb 4-15), es omnisciente (Juan 21-17), da vida eterna (Juan 10-28) y en él habita la plenitud de la Deidad (Col 2-9). Jesús como hombre: adoró al Padre (Juan 17), oró al Padre (Juan 17-1), fue tentado a pecar (Mt 4-1), creció en sabiduría (Lc 2-52), pudo morir (Rom 5-8) y tiene un cuerpo de carne y hueso (Lc 24-39). La unión hipostática es, la unión entre el Verbo de Dios y una naturaleza humana en la única persona del Hijo de Dios. Esta es la base de la doctrina cristiana, en la Trinidad, el Dios único de la tradición judeocristiana, hipóstasis (persona), physis (naturaleza) en la unidad de una misma ousía (sustancia); el Verbo corresponde entonces a la segunda hipóstasis o persona, el Hijo.

El calificativo de hipostática que se da a la unión, en Jesús de Nazaret, de la naturaleza humana y la divina alude al hecho de que se trata de una unión según la hipóstasis/persona del Verbo o Hijo de Dios; vale decir, si bien tanto la naturaleza divina como la humana mantienen todos los atributos que les son propios, de modo, por ejemplo, que se puede decir que, en Jesús de Nazaret, se dan dos voluntades, dos entendimientos y dos naturalezas (todas a la vez divinas y humanas), forman con todo, una sola persona, un único centro de imputación de conducta, y esta persona corresponde al Verbo de Dios encarnado, el Dios-hombre. Junto con la doctrina de la Trinidad, la de la Encarnación del Verbo constituye el núcleo de la la fe cristiana, que la distingue drásticamente de su tronco y raigambre hebrea; particularmente la Encarnación constituye el contenido neto de los textos neotestamentarios que, en la perspectiva cristiana continúa, interpreta y perfecciona la fe en el Dios de Israel.

La definición dogmática de Calcedonia parte de un único sujeto (Jesucristo) que es "uno y el mismo"; con verdadera divinidad y verdadera humanidad; consustancial tanto al Padre como a nosotros, la humanidad que asume es idéntica a la nuestra salvo en el pecado. Utiliza cuatro adverbios (en griego) para decir que es sin transformación de una naturaleza en la otra; sin conversión de las dos en una tercera; sin separación y sin superposición. Bien lo define el Concilio de Calcedonia "En dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación" La unión de las naturalezas, constituye una hipóstasis, de tal forma que no se puede decir que hay dos personas, sino sólo una. Las dos naturalezas son realidades que no se superponen ni se confunden con la unión, sino que, manteniendo cada una su consistencia óntica y dinámica, ambas constituyen la única hipóstasis o persona de Cristo.

Cristo es una sola persona, no dos (de ahí el concepto de unión hipostática, es decir, unión de las dos personas), sin que cada naturaleza pierda sus peculiaridades, pues la unidad no suprime las diferencias. Esta unión es perpetua e indisoluble, lo cual significa que tras la resurrección y la ascensión a los cielos, el Hijo de Dios que se sienta a la derecha del Padre, comparte ambas naturalezas en su única persona.  La concepción virginal, por lo tanto, forma parte integrante del misterio de la Encarnación. El cuerpo de Jesús, concebido de modo virginal por María, pertenece a la persona del Verbo eterno de Dios. Precisamente esto es lo que realiza el Espíritu Santo al bajar sobre la Virgen de Nazaret. Él hace que el hombre (el Hijo del hombre) concebido por Ella sea el verdadero Hijo de Dios, engendrado eternamente por el Padre, consustancial al Padre, de quien el eterno Padre es el único Padre. Aun naciendo como hombre de María Virgen, sigue siendo el Hijo del mismo Padre por quien es engendrado eternamente. De esta forma la virginidad de María pone de relieve, de modo particular, el hecho de que el Hijo, concebido de Ella por obra del Espíritu Santo, es el Hijo de Dios.

Lucas refiere las palabras del ángel que anuncia el nacimiento de Jesús por obra del Espíritu Santo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1, 35). El Espíritu del que habla el evangelista es el Espíritu "que da vida". No se trata sólo de aquel "soplo de vida" que es la característica de los seres vivos, sino también de la Vida propia de Dios mismo: la vida divina. El Espíritu Santo que está en Dios como soplo de Amor, Don absoluto de las divinas Personas, en la Encarnación del Verbo obra como soplo de este Amor para el hombre: para el mismo Jesús, para la naturaleza humana y para toda la humanidad. En este soplo se expresa el amor del Padre, que amó tanto al mundo que le dio a su Hijo unigénito (cf. Jn 3, 16). En el Hijo reside la plenitud del don de la vida divina para la humanidad. En la Encarnación del Hijo-Verbo se manifiesta, por tanto, de modo particular el Espíritu Santo como aquel "que da vida". Es el significado más profundo de la "unión hipostática", fórmula que refleja el pensamiento de los Concilios y de los Padres acerca del misterio de la Encarnación y, por tanto, acerca de los conceptos de naturaleza y de persona, elaborados y usados sobre la base de la experiencia de la distinción entre naturaleza y sujeto, que todo hombre percibe en sí mismo.

BAAL EL SEÑOR DE LAS MOSCAS

BAAL o también conocido como BAEL es el primero de los siete reyes del infierno, mencionado muchas veces en el Antiguo Testamento confiriéndole a su nombre el significado de “maestro” o “propietario”; algunos autores mencionan a BAAL como un duque que posee 66 legiones de demonios bajo su mando y durante el periodo del Puritanismo en Inglaterra en el siglo XVI se comparaba a BAAL con el mismo SATANÁS o se decía que era su asistente personal. BAAL fue un ángel antaño, probablemente un querubín compañero de Lucifer, que le siguió en su caída tras haber intentado conquistar el cielo, convirtiéndose así en un demonio. Cuando los israelitas llegaron a Canaán, se encontraron con el culto a BAAL. Su adoración estaba extendida en esta tierra. Según el Tanaj, los BAALS eran los dioses masculinos, mientras que las femeninas eran los ASTAROTHS. La religión de BAAL era, en la época, competidora directa de la de YAVEH, provocando polémicas de los patriarcas contra BAAL en el Antiguo Testamento. Es posible que el Becerro de Oro fuera el resultado de la adoración a BAAL. A los hijos de Israel se le prohibió su culto y hacerle sacrificios. Esta lucha entre YAVEH y BAAL hizo que en la cultura judía y cristiana, BAAL fuera demonizado. En el 2 Reyes 1-2,3 y 16 se lo cita:

“Después de la muerte de Ajab, Moab se sublevó contra Israel. Ocozías se cayó por el balcón del piso alto de su casa, en Samaría, y quedó malherido. Entonces envió unos mensajeros con este encargo: «Vayan a consultar a Baal Zebub, el dios de Ecrón, si me repondré de mis heridas». Pero el Ángel del Señor dijo a Elías, el tisbita: Sube al encuentro de los mensajeros del rey de Samaría, y diles: ¿Acaso no hay Dios en Israel, para que ustedes vayan a consultar a Baal Zebub, el dios de Ecrón?
“….«Así habla el Señor: Por haber enviado mensajeros a consultar a Baal Zebub, el dios de Ecrón, como si no hubiera Dios en Israel para consultar su palabra, por eso, no te levantarás del lecho donde te has acostado: morirás irremediablemente»”.

Como pudimos apreciar en 2 Reyes 1-2, 3 y 16 se burlan de su título, donde su nombre se convierte en "Baal Zebub" o "Señor de las Moscas". Su nombre, como BELCEBÚ, se equipararía a uno de los mayores demonios del infierno. En Números 25-3 y Deuteronomio 4-3, aparece "BAAL-PEOR" que da origen a BELFEGOR. BAAL, en su forma plural, "BAALIM" puede encontrarse repetidamente en la literatura infernal como uno de los grandes demonios del infierno. Según algunos demonólogos, aquellos que logran invocarlo se les concede el poder de hacerse invisibles y se les dota de inteligencia sobrehumana, se creé que el mes en que posee mucha más fuerza es en octubre. Mientras que su predecesor semita era representado como un hombre o un toro, el demonio BAAL se presenta en la tradición grimoria con las formas de un hombre, un gato, y un sapo, o combinaciones de ellos. Una ilustración de 1818 de Collin de Plancy lo representa como un híbrido de estas tres criaturas con patas de araña. Se le representa comúnmente con cuerpo de tarántula y tres cabezas, la primera de gato negro o blanco, la segunda de humano con una corona, y por último una de sapo. No obstante, esto es solo una representación, pues, como todos los demonios y ángeles, son de naturaleza espiritual. Según las crónicas inquisitoriales fue también la pesadilla de numerosos exorcistas por su sutil manera de habitar en los poseídos, a los que tornaba con frecuencia irreconocibles como tales, y porque entre sus astucias figura el desconcertante don de la invisibilidad y es una de las potencias infernales que se citan en el libro de magia titulado GRIMORIO y en el ARS GOETIA.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

NAVIDAD EN 4G

Parafraseando a John Lennon, podríamos decir en los tiempos que corren "la vida es eso que nos pasa mientras perseguimos un Pokemón". Empujados, cuando no, por la maquinaria mediática que forma, o deforma nuestros hábitos, de un día para el otro las calles se poblaron de gente corriendo detrás de algo que veían sólo en su celular. La realidad tiene así un límite: el marco del teléfono. Lo que entra en ese espacio es el mundo. Lo demás es, corno diría el Papa Francisco "la periferia". El fenómeno de las selfies es elocuente: ya no necesitamos al otro para mirarnos. El debate no debería girar sobre la herramienta sino sobre el uso que se le da. Los mismos principios de la energía atómica pueden devastar Hiroshima o salvar vidas con la quimioterapia. 

Cuando decimos que estamos "todos conectados" nos mentimos un poquito. El sistema nos vuelve globales sólo para hacer negocios. Cruza la frontera más fácilmente un paquete de una IPAD comprado en China que un refugiado. El llamado de esa injusticia es el primero que hay que atender: ¡inclusión! Esta palabra refleja junto a una privación y a un proyecto, la posibilidad de volver a empezar y a la preocupación de no haberlo entendido. Quizás podamos hacerlo si utilizamos la palabra contraria: "exclusión", mucho más conocida y por desgracia igualmente aplicada. 

La historia pasada y aún más la reciente, está llena de personas, categorías enteras, pueblos y continentes que han padecido en carne propia la prepotencia de unos pocos que los han excluido, separado, segregado. Desde la esclavitud, en el colonialismo y actualmente, los derechos negados a la mujer, los negros, los gitanos, los judíos... y todos aquellos que no se los considera dignos de gozar de Ias ventajas y de los sucesos de la política, de la tecnología, del progreso y del bienestar. La "inclusión" es seguramente una extraordinaria desviación hacia la dirección de las utopías y de los sueños de las mentes abiertas y clarividentes de la humanidad. 

La tierra es la casa de todos, a todos pertenecen sus reservas. Cada hombre tiene los mismos derechos y responde a las mismas leyes, la libertad de conciencia, de fe, de opinión, las mismas oportunidades. Esto está en la base de toda relación auténtica humana. Los creyentes deberíamos entrar en este proyecto, aportando una específica y original contribución empezando por reconocer los errores cometidos o por lo menos los silencios ensordecedores que todavía resuenan en cada historia.

La paternidad-maternidad de Dios, la asunción plena de nuestra frágil humanidad por parte del Hijo, la potencia del Espíritu Santo que sopla donde quiere ¿no son suficientemente resplandecientes y claras para librarnos de toda tentación de separar, dividir, desechar? La "inclusión" nos acoge, nos cuida, nos acepta en el respeto y en la promoción de nuestras cualidades y diversidades personales. 

Podemos volver a empezar en este tiempo Navideño con un nuevo plan " 4G": gratitud, generosidad, gratuidad y ganas

Gratitud para reconocernos privilegiados. Lo que recibimos no fue mérito nuestro. Nada hice yo para ganarme el abrazo de mi mamá, el sacrificio de mi papá, los libros, la comida, los remedios y el techo que me dieron en mi niñez. 

Generosidad para repartir eso que recibimos entre los que no tuvieron nuestra misma suerte. 

Gratuidad para distribuir ese tesoro "porque sí" sin esperar nada a cambio. 

Ganas para que el sueño de un mundo donde quepan todos los mundos, cuente con nuestro aporte, desde donde cada uno pueda, como cada uno sepa.

María Julia Bernal

Fuente:
Nota publicada en la edición de diciembre 2016 / Febrero 2017, de la revista ENTRE TODOS de la Parroquia Ntra. Sra. Del Rosario de Pompeya (Comunidad Palotina) Castelar, Provincia de Buenos Aires, Argentina.

LAS ESCENAS DEL BELÉN NAVIDEÑO Y SU SIGNIFICADO

Aunque ya se aprecian representaciones de María con el niño en brazos en las catacumbas, fue san Francisco de Asís en el año 1223 quien tuvo la iniciativa de representar la escena del nacimiento de Jesús utilizando personas y animales de verdad; esto le ayudaba a considerar la realidad del misterio del nacimiento de Nuestro Señor. La idea se hizo costumbre en la Iglesia y hoy día, en nuestros hogares, en nuestras parroquias y en tantos lugares del mundo celebramos la Navidad montando nuestro Belén. BELÉN (BET-LEHEM) significa “LA CASA DEL PAN”. En esta pequeña localidad de Palestina nació Jesucristo, el Hijo de Dios, el Pan de Vida, nuestro Redentor, el Mesías prometido por Dios desde tiempos remotos. Una profecía de Miqueas lo anunciaba con claridad: “Y tú Belén de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, pues de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel” (Miq 5,1)

Belén era el pueblo donde había nacido el rey David y estaba ubicado en el territorio de Judá; ambas circunstancias son importantes a saber: El patriarca Jacob, antes de morir, había delegado en su hijo Judá para que ejerciese la autoridad sobre el resto de los once hermanos, pues aunque Judá no era el mayor, había demostrado gran bondad con su padre y mayor celo y renuncia personal a favor de sus hermanos recuérdese la historia de José. Jacob encomendó a Judá y a sus descendientes esta misión de tutela “Hasta que venga Aquel a quien Dios ha destinado, a quien darán obediencia todos los pueblos” (Gen 49,10), en una clara referencia al Mesías que había de venir revestido de la autoridad de Dios. Ya tenemos, pues, que el Mesías nacería de la tribu de Judá. Y en Belén de Judá vivía David cuando fue elegido por Dios y ungido por el profeta Samuel para reinar sobre todo Israel. Yahvé (Dios) le prometió continuar su reinado a través de Salomón, su hijo, y de su linaje: “Reinado que ya será para siempre, tu trono que durara para toda la eternidad” (2 Rey 7, 12-17)

Pues de su descendencia nacería el Mesías, cuyo reino será, y ya es, eterno según esta profecía; por eso a Jesús se le llama también “Hijo de David”. Cinco siglos más tarde el profeta Isaías lo recordaría con estas palabras: “Y brotará un retoño del tronco de Jesé – el padre de David- sobre el que reposará el Espíritu de Yahvé” (Is 11, 1-2) Es el Espíritu Santo en toda su plenitud sobre Jesús, el Mesías prometido. Entre Jacob y David pasarían casi mil años, y entre David y Jesucristo otros mil años. Pero volvamos al tiempo del nacimiento del Niño Dios: San José y Maria se sabían ambos descendientes de David, aunque el anuncio del ángel Gabriel a Maria fue una sorpresa inesperada para ella, entre otras cosas porque había decidido ofrecer su virginidad a Dios y no figuraba en sus planes tener hijos, habiendo renunciado así a la posibilidad de ser la madre del Mesías.

Vayamos a profundizar en las figuras del pesebre: Vemos al Niño Jesús que ha nacido, recostado en un recipiente donde se pone de comer a los animales-, que le sirve de cuna improvisada. Está envuelto en pañales porque hace mucho frio. A su lado está su Madre, Maria y san José: La Sagrada Familia. Este es el motivo central del Belén, cuya representación nos mueve a la contemplación del gran misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.

Los Reyes Magos: No fueron reyes en sentido estricto sino más bien “magos” o “sabios” orientales versados en la ciencia de la astrología, que era una ciencia adivinatoria basada en el principio de que la vida de los hombres se desarrolla bajo la influencia de los astros. Dios se sirvió de esta circunstancia y movió el espíritu de estos buenos hombres para anunciarles, mediante una estrella singular, el acontecimiento más importante de la historia: La venida del Hijo de Dios al mundo. Ellos, siguiendo la inspiración de Dios, y guiados por la estrella, arribaron a Jerusalén, donde reinaba Herodes.

Preguntaron con sencillez acerca de dónde, según las escrituras, había de nacer el Mesías. “En Belén de Judá” le respondieron los expertos consultados por Herodes que conocían la profecía de Miqueas. Se marcharon satisfechos y se alegraron al ver de nuevo la estrella que los condujo hasta Belén. Encontraron al Niño Dios y le ofrecieron oro, por ser rey; incienso, por ser Dios; y mirra, por ser hombre.

El Castillo de Herodes: Herodes vivía en su palacio, en la parte alta de Jerusalén. No era judío pero logró, mediante acuerdos con la autoridad romana, ser nombrado rey de los judíos. Recibió el sobrenombre de “El Grande” porque realizó imponentes edificaciones, entre las que destacaba la reconstrucción del templo de Jerusalén que había sido destruido por el general romano Pompeyo en el año 63 antes de Cristo. Nunca tuvo el templo tanto esplendor como el que le dio Herodes el Grande: Era dos veces más alto que el de Salomón, y algunas de sus partes rematadas con oro deslumbraban con la luz del sol. Es el templo que conoció Jesús; aunque años más tarde, en el 70 de nuestra era, sería de nuevo destruido por el ejército romano.

Herodes era vengativo y, al enterarse por los Magos del posible nacimiento del Mesías, desencadenó una matanza de niños pequeños para que nadie pudiera amenazar su trono a él o a sus sucesores. Este episodio se conoce como la Matanza de los Inocentes, que también se representa en el Belén; y aunque se vean romanos asesinando a los niños, las órdenes no vinieron de Roma sino de Herodes.

Los Romanos: Como Palestina estaba dominada por el Imperio Romano, había por aquel tiempo una convivencia pacífica entre judíos y romanos, de hecho, muchos judíos procuraban adquirir la ciudadanía romana por conveniencia. El cesar Augusto había proclamado un edicto mediante el cual se haría un censo de todo el imperio. Cada uno tenía que empadronarse en la ciudad a la que pertenecía. José y María, su esposa, que estaba en avanzado estado de gestación, tuvieron que ir a Belén, pues eran de la “casa de David” y en aquellos días nació Jesús. Dios se valió de esta circunstancia para que el Mesías naciera en Belén y se cumplieran las profecías.

La posada: José buscó un lugar adecuado para María en el que pudiera estar bien atendida pero no había sitio para ellos en la posada y tuvieron que alojarse en un establo.

La mula y el buey: En un establo en el que había animales nace Jesús, a continuación es colocado por su madre en un pesebre; en estas condiciones de extrema pobreza ocurrió todo, ¡Y es el Hijo de Dios! De momento pasa desapercibido en la tierra pero todo el cielo lo sabe, incluso los animales parecen adivinarlo: “Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo” Son palabras del profeta Isaías (Is. 1,3)

Los pastores que pernoctaban: Pero Dios quiso comunicar directamente la noticia del nacimiento de Jesús, aparte de a los Reyes Magos, a unos pastores que estaban velando cerca de sus rebaños. Para ello les envió un Ángel que, en medio de la noche les dijo: “Os anuncio una gran alegría que será para todo el pueblo: Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo Señor. Y esto os servirá de señal: hallareis un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre” Y de repente vino a unirse al Ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.

La Estrella: Seguramente era un astro natural que destacaba sobre los demás. Algunos piensan que pudo haber sido el cometa Halley, otros una conjunción planetaria. Es posible; pero lo importante es que fue el signo que puso Dios en el cielo para conducir a los Magos hacia Belén.

En fin, el pesebre constituye una recreación plástica y artística llena de matices, de los acontecimientos sucedidos en torno al nacimiento del Hijo de Dios. Se ha convertido en piadosa costumbre popular que nos habla de la bondad de Dios con el género humano, de la paz entre los hombres y entre los pueblos, de unión entre las familias; y ayuda al creyente a profundizar en la alegría de la salvación de la humanidad realizada por Jesucristo el Dios hecho hombre.

MARÍA LA QUE DIO A LUZ A DIOS

¿Se puede dar a luz al Creador del Universo? ¿Se puede llevar en el vientre a Aquel que lo abarca todo? ¿Se puede ser hija y Madre al mismo tiempo? ¿Puede una criatura finita dar vida a un Ser infinito? ¿Puede Dios tener una Madre? Podríamos plantear la interrogante de muchas maneras, al final la respuesta siempre es la misma… y se la dio el ángel a María durante la Anunciación: «porque ninguna cosa es imposible para Dios».

Cuando proclamamos que María es Madre de Dios no decimos que ella sea anterior o superior a Dios, sino que afirmamos la divinidad de Jesús, su Hijo, en quien coexisten sus dos naturalezas unidas inseparablemente… Jesús es en todo momento Dios y Hombre. Y “en todo momento” incluye durante el parto. Por eso María es Madre de Dios. Recordando las palabras del ángel: «porque ninguna cosa es imposible para Dios». A Dios no le bastó que el ángel las pronunciara, sino que las puso en evidencia dos veces durante su conversación con María: cuando Jesús se encarnó en su vientre y cuando le dijo que Isabel, la estéril, estaba cerca de dar a luz.

lunes, 5 de diciembre de 2016

AMON

En Demonología es un “Marqués del Infierno”, ubicado en el séptimo lugar de los 72 demonios goéticos que esta incluido en el ARS GOETIA o EL ARTE DE LA BRUJERIA, grimorio que contiene las descripciones de los setenta y dos demonios que se dice que el Rey Salomón dijo haber evocado y confinado en un recipiente de bronce sellado por símbolos mágicos, y que obligó a trabajar para él. En cambio, AMON, en el grimorio del DR. RUDD, se dice que se inclina ante el poder del ángel ACHAIAH.

AMON, es uno de los ayudantes de ASTAROTH y uno de los tres demonios al servicio de SATANACHIA, este último es descrito como el GRAN GRIMONIO. Se menciona en la lista de los principales demonios establecida por la Iglesia Católica en el primer CONCILIO DE BRAGA (siglo VI). SATANACHIA es un gran general del infierno, un comandante asesino y despiadado, jefe del ejército infernal de Lucifer, que controla una legión de los espíritus, y tiene bajo su mando, como decíamos a PRULAS, BARBATOS, ASTAROTH y AMON, este último, tiene cuarenta legiones de demonios bajo su mando.

AMON, es descrito como un lobo con cola de serpiente que arroja fuego, un hombre con cabeza de cuervo y dientes de perro o simplemente un hombre con cabeza de cuervo. Probablemente esté inspirado en el dios egipcio AMÓN, a quien los judíos guardaban rencor debido al sometimiento de su pueblo por parte del Imperio Egipcio. No hay acuerdo en cuanto a su representación, apareciendo a veces, también, como un hombre con cabeza de búho, y otras como un hombre con cabeza de lobo y cola de serpiente. Los demonólogos han asociado su nombre con el dios egipcio AMUN o con el dios BA'AL HAMMON de los cartagineses; también conocido como el ángel de la muerte, su nombre significa "Aquél que induce a la ira y asesinato" tal y como indica su pecado capital.

Algunas fuentes dicen que AMON es “regente de Inglaterra” y que puede conocer el pasado y el futuro (retrocognición y precognición), otorgando aquel don a quienes pactan con Satanás, ya que supuestamente vigila a quienes han hecho pactos, enterándose siempre cuando algún mortal sella un pacto infernal.

AMON representa el pecado capital de la ira; puede inducir al odio y provocar crueles catástrofes entre amantes e incluso hermanos. Controla la mente de los que desea conduciéndolos a una negación a uno mismo y a la verdad inminente, provocando una ira incontrolable y sed de venganza a aquellos que provocan dicho malestar. Crea enemistades y fanatismos religiosos, también así como políticos, y discriminación de todo tipo. El culmen de sus poderes puede acabar en homicidio, asesinato, violación o, en casos muy extremos, genocidios y holocaustos.